La empresa vasca planteó dos ERE que afectarán a más de un centenar de trabajadores. El comité decidió convocar huelga indefinida. El paro es secundado por el 100% de los trabajadores de la producción que resisten gracias a las cajas de solidaridad.
Si los incendios se apagan en invierno, las huelgas se ganan antes de que estalle el conflicto. Algo parecido es la premisa que guía al comité de empresa en concreto y a la plantilla en general de Tubacex. La firma ha planteado dos ERE en sus plantas alavesas de Amurrio y Llodio que afectarán a 129 operarios de los casi 800 del total.
La respuesta ha sido directa: huelga indefinida de los trabajadores dedicados a la producción. Ya son más de 130 días, desde el 11 de febrero, en los que ni un kilogramo de acero se ha convertido en tubo.
El paro, que es la eclosión a la presentación de los expedientes de regulación de empleo por parte de la compañía, se vino fraguando con cinco huelgas previas de 24 horas. La historia huele a piquete mañanero, neumáticos quemados, confraternización, esquirolaje y represión policial.
A día de hoy, cinco meses después, la plantilla resiste gracias a la solidaridad de los sindicatos, pero también de una población cada vez más concienciada. ¿Cómo se mantiene una huelga secundada por unos 650 trabajadores? ¿Es un conflicto de desgaste? Ellos luchan por la readmisión de sus compañeros, ya despedidos pese a que pronto se pronunciará la justicia sobre los ERE, y parece que no van a parar hasta conseguirlo.
¿Cómo lo están logrando? Sergio Zaballa, delegado sindical de LAB en el comité de empresa, hace un breve resumen: «Las empresas quieren que estas cosas sean conflictos puntuales. Ya se ha demostrado que ellos actúan como clase, así que a nosotros lo único que nos queda es hacer lo mismo».
Unión antes de la necesidad
Antes del comienzo del paro indefinido, la plantilla de Tubacex ya se preparaba para lo peor. En julio de 2020 la empresa pretendía ahorrar 10 millones de euros, cuya equiparación la cifraron en 150 puestos de trabajo. «Ya en septiembre quisieron empezar a negociar las condiciones laborales para evitar o minimizar las salidas, pero lo que hacen es poner una amenaza encima de la mesa, que son ese centenar y medio de despidos, para rebajarnos las condiciones como reducción de jornadas o supresión de pluses», explica Zaballa.
Estos movimientos por parte de la compañía engrasaron la articulación de un comité formado por cinco sindicatos: ELA, LAB, CC. OO., STAT e Independientes. «Tuvimos que unir nuestros pensamientos. Somos gente con mentalidades diferentes pero similares en cuanto a la defensa de los trabajadores, así que desde el primer momento tuvimos claro que la respuesta al despido masivo debía ser la huelga indefinida», comenta Eduardo Ibernia, presidente del comité de empresa y representante de ELA. Primer apunte: unión del comité y toma de decisiones por consenso entre los representantes de los trabajadores y la plantilla.
Comienza la huelga
Según datos de los sindicatos, secundan el paro el 90% de la plantilla o, lo que es lo mismo, el 100% de la plantilla de producción, los operarios. Los multitudinarios piquetes informativos en cada entrada de las dos sedes de Tubacex siempre esperan a un autobús. En él van cargos medios y los trabajadores que sí han decidido cumplir con su jornada laboral, al menos aparentemente: «Sabemos que en el autocar va gente a trabajar obligada por los jefes y la Ertzaintza nunca nos ha permitido subir para informarles de que nadie les puede coaccionar ni reprimir si ejercen su derecho a huelga, pese a que tenemos derecho a ello», agrega Zaballa.
Así hasta el día 23 de febrero, cuando empezó la «represión brutal», en palabras del sindicado en LAB, por parte de la policía autonómica de Euskadi. «A partir de ahí surgió un movimiento de solidaridad aún más fuerte en otros comités de la comarca que reunieron dinero y nos visitan en el piquete», continúa el delegado.
Para ello, claro, la tradición también importa: «Estamos en una zona industrializada que históricamente ha peleado por sus condiciones laborales durante los 60 años de historia de Tubacex —relata Zaballa—, y aquí ha surgido ese sentimiento de clase que hemos visto en nuestros padres y madres».
La caja de resistencia: factor clave
El hándicap emocional de tener que estar en huelga durante tanto tiempo es una carga que siempre se llevan a casa estos trabajadores. Junto a él, lo económico. Resistir sin sueldo durante más de cinco meses no es un lujo, es el resultado de la solidaridad. «En ELA tenemos una caja de resistencia solidaria que es en estos casos cuando se le da el valor que tiene. Pagamos algo más de 20 euros de cuota mensual sabiendo que el 25% de ello va a una caja de resistencia que quizá nunca tengas que utilizar pero que es clave en cuanto surge un conflicto como este», explicita Ibernia.
De esta forma, los trabajadores sindicados reciben una ayuda de su organización para poder hacer frente al parón, también económico en sus cuentas bancarias, aunque jamás alcanza los 1.800 euros de salario mínimo de un operario de Tubacex. Además, también han abierto una caja solidaria particular para hacer frente al conflicto.
«Durante esta huelga también ha surgido otra herramienta que las generaciones medias no habíamos podido ver: la kutxa [caja] solidaria. Es una caja de resistencia algo peculiar porque surge de diferentes asociaciones y colectivos de pueblos de la comarca en la que se hacen rifas y se venden algunos productos para que todo el dinero recaudado se destine a asistir a los compañeros», se explaya Zaballa. E Ibernia le completa: «Esta herramienta, las cajas de resistencia, tendrían que estar muy presentes en todos los sindicatos, sobre todo viendo las movilizaciones que se avecinan, además de que las empresas presionan mucho para que se dilaten en el tiempo y los trabajadores no podamos resistir».
Socializar y dar a conocer el conflicto
Pese a que son un grupo y actúan como tal, las circunstancias personales siempre están ahí. Adversas, sí, pero también otro motivo más por el que solidarizarse en contra del despido masivo. «Esto no es solo un problema con una empresa, sino con las miles de personas que dependen de ese sueldo, y también algo negativo para la comarca», comenta Zaballa.
De esta forma, el dar a conocer y mediatizar lo ocurrido en Tubacex pasa a ser una prioridad: «Tenemos que mantener el tono en las movilizaciones porque entre 650 personas ha mentalidades de todo tipo: el que quiere quemar unos neumáticos simbólicamente, cortar la carretera para protestar o el que no quiere hacer nada», agrega el presidente del comité de empresa.
Así pues, los representantes sindicales realizan una programación semanal de actividades, como los piquetes diarios en la portería, concentraciones de apoyo en frente de diferentes instituciones en las que se reúnen los representantes de los trabajadores con políticos o marchas al monte. Incluso en una ocasión hicieron una pequeña fiesta con las familias, para confraternizar; una acción más que se suma a las diferentes manifestaciones que efectúan por la comarca y en las que reciben el apoyo de la ciudadanía.
La resistencia como un diente de sierra
El día a día pasa en Amurrio y Llodio mientras los trabajadores siguen a las puertas de las dos sedes presionando para que la compañía recapacite. Los dos ERE, ejecutados y cuyos afectados ya han cobrado las indemnizaciones, han destruido 129 empleos que se debaten en los tribunales.
La empresa, por su parte, ha declinado responder a las preguntas de este medio.
Ahora el apoyo es crucial para mantener la huelga indefinida, pero también los ánimos de cientos de operarios que están renunciando a su salario por conservar los puestos de trabajo de sus compañeros. Como dice Ibernia, es fundamental el apoyo mutuo porque «esto es como un diente de sierra todos los días que pasan, cuando tú estás abajo tienes al compañero que está arriba para apoyarte». Solo así se podrá evitar tener que pasar los lunes a un sol que calienta demasiado.
Fuente: https://www.publico.es/economia/resistir-130-dias-huelga-caso-tubacex-650-trabajadores.html