El 5 de agosto de 2010 Rebelión publicó un artículo de Guillermo Alonso de Armiño y Erce, titulado «Prepararse para el fin del petróleo ¿Cuánta energía nos queda?» En él, tras una introducción escrita con bastante juicio sobre los problemas derivados de las perforaciones petrolíferas en aguas profundas y ultraprofundas y, tras detenerse en algunas […]
El 5 de agosto de 2010 Rebelión publicó un artículo de Guillermo Alonso de Armiño y Erce, titulado «Prepararse para el fin del petróleo ¿Cuánta energía nos queda?» En él, tras una introducción escrita con bastante juicio sobre los problemas derivados de las perforaciones petrolíferas en aguas profundas y ultraprofundas y, tras detenerse en algunas previsiones de la Agencia Internacional de la Energía (AIE) sobre las crecientes necesidades de petróleo y los declives de la producción mundial, Alonso de Armiño pasa a comentar la Tasa de Retorno Energético (TRE en español, EROEI en inglés) y explica bien el concepto de una energía cuya mera extracción necesita cada vez más aporte energético y, como es natural, cada vez libera menos energía neta disponible.
Hasta aquí todo parece adecuado. Sin embargo, Alonso de Armiño ofrece tales datos en un contexto de continuidad con los mensajes de la Agencia Internacional de la Energía que, a mis ojos, podría confundir al lector poco ducho en temas energéticos al inducir en él la falsa idea de que la AIE es la divulgadora de dichos conceptos.
En realidad, es justo todo lo contrario: la Agencia Internacional de la Energía, perro guardián energético (energy watchdog) de los países de la OCDE, nació con la intención explícita de evitar en el futuro otra crisis petrolera como la del año 1973 y suele huir como alma en pena del concepto de rendimiento decreciente en la extracción de recursos energéticos.
Es verdad, a veces la AIE menciona el concepto de TRE decreciente, pero si algo la define con precisión es su carácter economicista, pues suele hacer hincapié en que con recursos financieros adecuados será posible seguir extrayendo más y más petróleo sin límite alguno, no en el hecho incuestionable de que el petróleo, como recurso finito, algún día se acabará.
A continuación, Alonso de Armiño se adentra en el cenit o pico del petróleo y lo describe asimismo de forma adecuada pero, de nuevo, siempre en un confuso contexto de continuidad con los mensajes de la AIE. Una vez más, el lector inadvertido podría creer que es este organismo quien enumera y clasifica a los países productores de petróleo que ya han sobrepasado su cenit y están en caída productiva continua. Llama muy poderosamente la atención, que el autor no mencione ni una sola vez a los creadores del concepto de «cenit» de la producción de petróleo. Pareciera que ha sido él quien inventó el concepto o, peor todavía, que fue la AIE.
La realidad es que el creador del concepto de llegada al límite máximo de la posible producción de un recurso finito como el petróleo fue M. King Hubbert, un geofísico que trabajó para la compañía usamericana Shell. En 1956, el agotamiento de los grandes pozos iniciales de su país y un análisis prospectivo adecuado de los descubiertos con posterioridad le permitieron calcular que, si USA persistía en su habitual ritmo creciente de producción, llegaría al cenit del petróleo hacia 1971. También predijo que el planeta Tierra alcanzaría el cenit de su producción total hacia finales del siglo XX.
Naturalmente, nadie le hizo caso. Su presentación ante el American Petroleum Institute justo cuando se acababa de rodar la película Gigante, con un James Dean que nadaba en un mar de petróleo y con un país que era el primer productor, consumidor y exportador de éste, parecía un insulto a la inteligencia yanqui y a su capacidad tecnológica y exploradora.
Pero en 1970, cuando USA llegó finalmente a su cenit y a la inevitable y posterior caída de su producción nacional, no hubo más remedio que reconocer -con desgana- la exactitud de las teorías de Hubbert, más aún tras la crisis petrolera mundial que estalló en 1973. El hecho de anticipar malas noticias sobre la finitud de los recursos finitos, como hizo Hubbert, es algo que suele molestar bastante, sobre todo a los apologistas del crecimiento económico infinito.
Sin embargo, aquel cenit cayó pronto en el olvido tras el descubrimiento de los pozos de Alaska, territorio continental pero no contiguo al resto de USA, con el cual Hubbert no había contado en 1956, así como tras las explotaciones marítimas del golfo de México, si bien ninguno de los dos logró prolongar el punto culminante de la producción petrolífera usamericana.
El descubrimiento de los pozos del Mar del Norte, que se repartieron el Reino Unido, Noruega y Dinamarca, contribuyó asimismo al entierro del concepto de cenit del petróleo, esta vez por parte europea.
Alonso de Armiño deja también en el más absoluto de los olvidos al irlandés Colin J. Campbell y al francés Jean Laherrère, dos geólogos que en 1998 publicaron un artículo en el que resucitaban y reivindicaban a Hubbert, esta vez con datos mucho más precisos, que incluían todos los nuevos descubrimientos y tomaban en cuenta las nuevas tecnologías. El artículo, publicado en la revista Scientific American se titulaba » The End of Cheap Oil » (el final del petróleo barato) y fue otro aldabonazo en una época en que precio del petróleo estaba de nuevo por los suelos y con un consumo cada vez más desaforado.
Estos dos científicos -ignorados por Alonso de Armiño- afirmaban allí que la llegada al cenit mundial del petróleo tendría lugar en la primera década del siglo XXI. Si consideramos el parón productivo de la crisis de los años setenta y todos los nuevos hitos tecnológicos posteriores en materia de exploración y extracción, parece que las predicciones que Hubbert hizo en los años cincuenta del pasado siglo seguían siendo muy válidas en lo esencial, año más, año menos.
En el año 2000, Campbell y Laherrère fundaron The Association for the Study of Peak Oil (Asociación para el Estudio del Cenit del Petróleo), más conocida por sus siglas como ASPO , una asociación independiente y sin ánimo de lucro que luego amplió sus estudios y análisis a las reservas y al cenit de la producción mundial de gas natural, cuyos objetivos son tres:
1) Evaluar los recursos mundiales y las definiciones de petróleo y gas
2) Estudiar el agotamiento, teniendo en cuenta la economía, la demanda, la tecnología y la política
3) Elevar el nivel de conciencia sobre las serias consecuencias del declive de la producción mundial de petróleo y del gas para la Humanidad.
El problema que la Humanidad va a experimentar muy pronto -o ya está empezando a experimentar- no tendrá lugar cuando se acabe el petróleo, sino cuando llegue a su punto máximo posible de producción mundial, en la cúspide de una curva de producción en forma de campana, y cuando dicha producción comience irremisiblemente a declinar. Porque este punto de inflexión marcará el momento preciso en que cada vez más gente dispondrá de cada vez menos energía, lo cual acelerará y agudizará calamitosamente las guerras por los recursos que hoy ya vemos en los diversos escenarios mundiales.
ASPO utiliza las bases de datos de la propia industria y de los países productores para llegar a conclusiones que molestan sobremanera a los detentadores del poder político y económico mundial, los cuales basan sus estrategias en un sistema económico de crecimiento infinito sobre la asunción del uso y la transformación exponenciales de los recursos naturales, entre ellos, los combustibles fósiles.
La Asociación crece de forma natural y, en muy poco tiempo, seguramente debido a la verosimilitud y credibilidad de sus informes y a su ausencia de lucro o interés personal, ya existen numerosos grupos nacionales de ASPO en los siguientes países:
-
ASPO Argentina – Centro de Estudios de Energía, Política y Sociedad
-
ASPO Bélgica
-
ASPO España – Crisis Energética
-
ASPO Alemania
-
ASPO Corea del Sur
-
Peak Oil Holanda
-
ASPO Suiza
-
ASPO Suecia
-
ASPO Reino Unido – Oil Depletion Analysis Centre (ODAC)
Y están en formación en países tan dispares como
-
India
-
Mozambique
-
Indonesia
-
Venezuela
ASPO mantiene reuniones anuales de científicos de todo el mundo para tratar de este asunto crucial para la Humanidad, pues el petróleo representa el 40% de la producción mundial de energía primaria y más del 95% del combustible que mueve todo el transporte planetario, además de ser el motor de la agricultura moderna y de que sus más de 3.000 productos derivados -desde plásticos a pesticidas o fertilizantes- son esenciales en el mundo actual.
En octubre de 2008 ASPO España, a través de su asociación nacional, la Asociación para el Estudio de los Recursos Energéticos (AEREN), organizó en Barcelona la reunión anual de aquel año, con la asistencia de más de doscientos científicos de todo el mundo, que disertaron sobre el cenit del petróleo y asuntos relacionados con éste. Las presentaciones y conferencias están disponibles en Internet. En dicha reunión se aprovechó el décimo aniversario de la publicación de Campbell y Laherrère para rendirles un justo homenaje de reconocimiento.
Alonso de Armiño desdeña todo lo anterior y no cita ni una sola vez a ASPO, a sus asociaciones nacionales o sus trabajos y publicaciones de divulgación, sin los cuales el concepto de cenit de la producción mundial de petróleo seguiría siendo algo molesto para los grandes poderes, pero absolutamente desconocido para la opinión pública. Hoy, el concepto de Peak Oil alcanza cerca de los 4,5 millones de entradas en Internet sólo en inglés y se debe a ASPO, no a la AIE.
Este silencio de Alonso de Armiño resulta doblemente curioso porque todas las asociaciones de ASPO divulgan sus noticias sobre el cenit del petróleo de forma absolutamente desinteresada, pública, abierta y gratuita. En concreto, la página Crisis Energética , que es una referencia ineludible en el ámbito hispanohablante, tiene por norma ofrecer toda su base de datos con criterio «Copyleft» o gratuito. En sus páginas se pueden encontrar todas las afirmaciones que hace Alonso de Armiño, publicadas en algunos casos con años de antelación a su artículo.
Pero hay más: Alonso de Armiño cita varias veces a Fatih Birol, el economista jefe de la Agencia Internacional de la Energía, esa organización gigantesca al servicio de los poderosos del mundo, lo cual contribuye a dar la impresión de que quien informa sobre el cenit es la AIE.
Hasta hace muy poco Birol llevaba diez años negando que hubiese cenit del petróleo. Llegó incluso a ignorar su existencia en la presentación que hizo en la Conferencia Internacional de ASPO de Berlín , en 2004, a la que fue invitado para que expresase sus opiniones al respecto. Curiosamente, desde que en 2005 se alcanzó el cenit del petróleo convencional y, sobre todo, desde que a partir de 2008 la producción de todos los líquidos combustibles se ha aplanado por completo e incluso ha comenzado a descender, la postura de Birol se ha ido matizando sibilinamente: ya no dice categóricamente «de ninguna manera», sino «es posible», aunque de forma tan ambigua que parece más preocupado por salvaguardar su cargo que por el problema al que se enfrenta la Humanidad.
Hoy, Birol admite que serán necesarias seis Arabias Sauditas para compensar las previsibles caídas en la producción mundial. La última interpelación pública que se le ha hecho a este mandatario de la AIE sobre el asunto de las seis Arabias Sauditas tuvo lugar el 15 de enero de 2009 y fui yo quien se la hizo, en representación de ASPO España. Sucedió durante la presentación que Birol hizo en el hotel Intercontinental de Madrid. Por las respuestas vagas e imprecisas que me dio deduje que seguía obviamente incómodo con el concepto de cenit del petróleo, aunque luego, en alguna ocasión posterior (el sitio Crisis Energética tiene varias referencias documentadas sobre este asunto, que se pueden localizar simplemente indicando «Birol» en el buscador), haya declarado que «si no hay pronto más inversiones multibillonarias sí que puede haber un cenit», que él sitúa, ¡ay!, todavía tan lejos como en 2020… pero sólo si no se dan las grandes inversiones que pide para el sector, como si los dólares o los euros pudiesen eliminar el agotamiento terrestre de un bien físico finito.
Por último, la referencia al profesor Mariano Marzo salva in extremis el decepcionante artículo de Alonso de Armiño, ya que Marzo fue el primer miembro español de ASPO. Pero no lo cita como tal, sino como profesor de Recursos Energéticos de la Universidad de Barcelona, algo no necesariamente relacionado con el cenit del petróleo, incluso si el profesor es realmente el precursor de este concepto en España y muy apreciado por ASPO por su labor divulgativa. Pero, como digo, el artículo sólo se salva parcialmente, porque aunque Alonso de Armiño le agradece la utilización de parte de su trabajo, no cita a qué trabajo se refiere.
Es de lamentar que Rebelión haya considerado un texto como este de Guillermo Alonso de Armiño y Erce -de argumentación e intenciones correctas pero sin rigor académico alguno- lo suficientemente bueno como para situarlo entre las ocho noticias principales del día. Una cosa es que sea éticamente necesario difundir el concepto del cenit del petróleo y otra muy distinta que los ocultadores del problema -la AIE y su economista jefe, Fatih Birol- se conviertan por arte de magia o por incompetencia investigativa en los divulgadores del mismo… y todo a causa de un texto escrito por alguien que, es evidente, acaba de caerse del guindo.
Calabardina, 6 de agosto de 2010, aniversario del genocidio de Hiroshima.
Pedro Prieto es vicepresidente de la Asociación para el Estudio del Cenit del Petróleo (ASPO España)
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.