En las riberas de los ríos se emplazaron los primeros asentamientos humanos. Junto a las aguas frías y nítidas de ríos de montaña o junto a las aguas calmadas y de color marrón de ríos de selva han crecido numerosas comunidades sabiéndose cercanas al agua potable y a variados alimentos. En […]
En las riberas de los ríos se emplazaron los primeros asentamientos humanos. Junto a las aguas frías y nítidas de ríos de montaña o junto a las aguas calmadas y de color marrón de ríos de selva han crecido numerosas comunidades sabiéndose cercanas al agua potable y a variados alimentos. En las selvas amazónicas los ríos proporcionan agua para una agricultura diversificada que garantiza todo lo que necesitan las familias: árboles frutales y maderables, cacao, maíz, frijoles, yuca, etc. La pesca les asegura las proteínas a su dieta con decenas de variedades de peces con nombres que recuerdan el origen de las cosas: pirarucú, tucunaré, jaraquí o tambaquí. También en los márgenes de los ríos se pueden recolectar muchas plantas medicinales para prevenir infecciones de útero o para aliviar la tos.
Los cursos fluviales han sido territorios de biodiversidad garantes de la soberanía alimentaria de los pueblos. Pero están amenazados. Cuando se hiere a un río se matan a muchos seres humanos. Las industrias extractivas y mineras y las fumigaciones de los monocultivos contaminan los ríos, que son las aguas que beberán las familias. La expansión de los cultivos de exportación, como la soja y los nuevos agrocombustibles, lleva consigo la tala de la masa forestal hasta los mismos márgenes de los ríos, eliminando la protección natural que ofrecían frente a las crecidas de las aguas. Pueblos enteros se los llevan las aguas sin esa protección. Todas estas consecuencias afectan a miles de familias indígenas, a poblaciones rurales marginadas, hijas y hermanas del río, y se verán multiplicadas con la próxima construcción de una hidrovía de 4.200 km sobre el río Madera, afluente del Amazonas, con cuatro represas hidroeléctricas con exclusas para la navegación, dos situadas en Brasil, la tercera en aguas binacionales y una cuarta en Bolivia.
Las represas provocarán la inundación de las tierras de cultivo provocando la expulsión de las comunidades campesinas e indígenas ribereñas, la pérdida de fauna acuática, así como el aumento de enfermedades infecciosas. Estos resultados deberán sumarse a la casilla del debe en las cuentas finales del Banco de Santander. El banco financia (siendo parte de la Iniciativa para la Integración de infraestructura de América del Sur), las obras de la primera represa, la de San Antonio en Brasil, previstas para este mes de agosto. En la última junta de accionistas del banco, el Presidente Sr. Botín les regaló a todos los accionistas un chubasquero. Para protegerse del aguacero.
Gustavo Duch Guillot