Hay un ciclo del odio y la violencia por razones de etnia, género, nacionalidad o religión que no puede analizarse de manera fragmentada. Comienza en los fondos ultra de los estadios de fútbol, continúa con la propaganda y el adoctrinamiento en Internet, sigue en conciertos y actividades lúdicas, y concluye en «cacerías» del «otro» visto […]
Hay un ciclo del odio y la violencia por razones de etnia, género, nacionalidad o religión que no puede analizarse de manera fragmentada. Comienza en los fondos ultra de los estadios de fútbol, continúa con la propaganda y el adoctrinamiento en Internet, sigue en conciertos y actividades lúdicas, y concluye en «cacerías» del «otro» visto como enemigo. El presidente del Movimiento contra la Intolerancia, Esteban Ibarra, insiste en observar de manera global el fenómeno y apostar por el «diálogo intercultural», a partir de su experiencia como uno de los promotores de la Plataforma contra la Islamofobia, la Red Cívica contra el Antisemitismo y textos como «Los crímenes del odio» (sobre la violencia nazi en el estado español) o «La España racista». Sus artículos y comentarios pueden encontrarse en el blog www.estebanibarra.com.
El presidente del Movimiento contra la Intolerancia destaca la importancia del juicio que comienza el 14 de julio en Valencia contra la organización nazi Frente Antisistema (FAS), al tiempo que manifiesta su preocupación por una actividad cada vez más frecuente entre la extrema derecha: el reparto de comida «sólo para españoles» en los barrios populares azotados por la crisis y con fuerte presencia de inmigrantes.
-El Movimiento contra la Intolerancia forma parte de la acusación popular en el juicio contra el grupo Nazi Frente Antisistema (FAS), que se celebra el lunes 14 de julio en la Audiencia de Valencia. ¿Qué importancia tiene esta causa? Además, habéis manifestado algunas dudas en el proceso…
El juicio es muy relevante porque estamos ante una organización nazi potente, que según la investigación de la guardia civil alcanza a 70 afiliados. Ha quedado demostrada su potencia ideológica, doctrinaria, de acción y armamento. En cuanto al juicio en sí, nos gustaría que quedaran claros algunos aspectos como el origen del armamento, por qué uno de los distribuidores de las armas, detenido inicialmente, no está acusado. Hay otros acusados, asimismo, cuyo caso se archivó pero que en el informe de la guardia civil se reconoce que eran miembros del (FAS) y, por ello, podían tener algún tipo de responsabilidad. Es un ámbito que queda nublado y tal vez el juicio nos aporte claridad. Con esto, sólo queremos decir que el juicio, además de aplicar justicia a quienes tienen responsabilidad, nos ha de ayudar a ofrecer más luz en la investigación.
-Algunas fuentes cuantifican en 1.500 el número de páginas de Internet que incitan al odio y al racismo. ¿Cómo puede combatirse esta realidad? ¿Hay herramientas suficientes?
Actualmente estamos viviendo una situación de impunidad en el ámbito de Internet. Hay pocas herramientas. La primera que se necesitaría es una reforma del Código Penal para castigar la incitación al odio, la discriminación y la violencia por motivos de racismo e intolerancia. Actualmente el Código Penal habla de «provocación» no de «incitación», y lo que hacen las páginas web es fundamentalmente incitar. Por tanto, salvo que tengan una relación muy directa con el ejercicio de la violencia, evitan que haya una acusación formalizada por parte de la fiscalía de delitos de odio. Hay otro problema añadido. Las investigaciones no llegan a buen puerto porque muchos servidores se hallan en Estados Unidos y, con la primera enmienda constitucional, facilitan la libertad de expresión sin límites. Así, cuando un juez se dirige al departamento de Justicia estadounidense muchas veces no obtiene una respuesta favorable.
-Has escrito recientemente un artículo titulado «desprogramar a un nazi», en relación con la agresión a un joven de origen asiático en el metro de Barcelona. ¿Crees factible esta «desprogramación»?
La esperanza no la pierdo nunca. Creo en el ser humano y en las personas, y en que nadie nace siendo nazi, violento ni machista. Por eso pienso que la clave radica en la educación en valores. Aunque también es cierto que estos grupos tienen un elevado componente de fanatismo, sectarismo y eliminación de la personalidad autónoma. Por tanto, «desprogamar» a un nazi implica recuperar a estas personas. Mi tesis es que cuanto las personas son más jóvenes, existen mayores posibilidades. En gente de más edad y más «fanatizada», creo que la herramienta adecuada es la disuasión en el ámbito de los límites legales.
-En el Movimiento contra la Intolerancia se defiende el «diálogo intercultural». En algunos ámbitos de la izquierda se podría descalificar este planteamiento como «postmoderno» y encubridor de una realidad más profunda, las desigualdades económicas. ¿Qué opinas?
No somos uniformes. La diversidad cultural es algo evidente en el estado español y en Europa, y más aún con los actuales flujos migratorios. Las personas inmigrantes vienen con su religión, lengua, costumbres y cultura. El «diálogo intercultural» es una apuesta democrática, horizontal y que pivota sobre una idea: el reconocimiento de la diferencia y también de la igualdad en materia de dignidad y derechos humanos. No existe, así pues, una contradicción respecto a la lucha contra la pobreza. Opino que esa jerarquía de «luchas» está abocada al fracaso. Todo va unido y, generalmente, aquéllos a quienes se les niega la «diversidad» cultural suelen ser los más pobres.
-Por otro lado, ¿considera que los fondos de los estadios de fútbol continúan siendo un foco de incitación al odio y al racismo, o han quedado desplazados por otros espacios?
Es el foco más importante. Los fondos de los ultras en los campos de fútbol continúan siendo los viveros del odio. Por ejemplo, los Ultra Yomus, en Valencia, que aparecen mencionados en el sumario de la «Operación Panzer». Ultras Sur o el Frente Atlético en Madrid; las Brigadas Blanquiazules o los Boixos Nois en Cataluña. Es tal la gravedad del asunto, que actualmente no hay equipo de primera división, segunda o segunda b que no cuente con un grupo ultra. Allí es donde se recluta a la gente y, en consecuencia, donde se concreta el potencial de captación de las organizaciones que promueven el odio. Pero después se adoctrina en Internet, se fanatiza en los conciertos racistas y se termina organizando y promoviendo «cacerías». Éste es el ciclo. Quien lo observe de una manera fragmentada, no está entendiendo el problema.
-Las elecciones europeas y el ascenso de la extrema derecha. ¿Coincides en la distinción que habitualmente hacen los politólogos y los medios entre fascismos y populismos de derecha?
Creo que hemos de distinguir entre organizaciones que en un momento dado pueden plantearse la gestión de las instituciones, y otras cuyo mensaje principal es la destrucción del sistema democrático. La «punta de lanza» de estas últimas son los grupos neonazis. Esto es muy visible en Grecia con «Amanecer Dorado», y en los casos del Jobbik húngaro o el NPD alemán. De hecho, hay un esfuerzo por diferenciarse de los anteriores por parte del Frente Nacional francés, el UKIP británico y organizaciones de países nórdicos. Ahora bien, existen los vasos comunicantes entre ellos. También depende de la coyuntura. En términos generales, en Europa se está enarbolando la bandera de la xenofobia con dos ejes: el rechazo a la presencia musulmana (por ejemplo, en Francia, Gran Bretaña y Holanda); y el rebrote del antisemitismo, como puede apreciarse en Hungría (donde se plantean «listas», a pesar de que durante la segunda guerra mundial se masacró a 600.000 judíos húngaros) o en las declaraciones antisemitas de Jean-Marie Le Pen. A ello habría que agregar la homofobia, pues suelen ver en los homosexuales un peligro para su idea excluyente de familia.
-En Ucrania la extrema derecha se encuentra en la calle y en las instituciones. ¿Qué opinas del papel de la Unión Europea?
La gente no ha de equivocarse. En Maidan había una extrema derecha potentísima. Las organizaciones ucranianas «Svoboda» y «Sector Derecho» son conocidas porque han tenido contactos y reuniones con organizaciones ultraderechistas de nuestro país, por ejemplo, Democracia Nacional. Además, Acción Nacional Revolucionaria (ANR), de carácter neonazi, ha apoyado al «Sector Derecho», que es hoy un punto de referencia para todo el nazismo europeo. Por lo demás el papel de la Unión Europea es muy cuestionable.
-Otro punto de inquietud son los prejuicios que se extienden en la Europa Central (Hungría, República Checa o Eslovaquia) respecto a los gitanos.
Vuelven a reproducirse las mismas fobias y rechazos contra judíos, gitanos e inmigrantes que en los años 30. Los gitanos están siendo objeto de persecución, incluso, por partidos democráticos. Es lo que ha ocurrido en Francia. En Hungría, Italia o Francia la población gitana está sufriendo la represión, y a veces persecución y crímenes. Es un asunto muy sensible, junto al de la inmigración (sobre todo de la población negra), pues concentran un buen número de las agresiones.
-En el estado español, están dándose casos de manifestaciones ultraderechistas y repartos de comida «sólo para nacionales» en barriadas con numerosa población inmigrante. ¿Cómo observas el fenómeno?
Hay que pedir a las instituciones que intervengan. Todas, las representativas pero también las fiscales. Es una práctica discriminatoria que rompe con el principio de la igualdad de trato, asumido en toda la Unión Europea. No puede permitirse la «crueldad» de repartir comida a unos y no a otros. Ha habido casos en Valencia, Barcelona, Zaragoza, Alcalá de Henares y en Sevilla. Además, pienso que es una práctica que va a desarrollarse, al igual que el acoso a las mezquitas, después del verano, como una vía para encarar las elecciones municipales y autonómicas. Plantean estas prácticas partidos como España 2000, Democracia Nacional o el Movimiento Social Republicano. Pero es una práctica que se va extendiendo por toda la extrema derecha.
-Por último, ¿plantearías la ilegalización de las organizaciones de estas características?
Hay partidos que están claramente transgrediendo fundamentos esenciales de la democracia, por ejemplo, con la negación del holocausto o la provocación al odio y a la violencia. Estos partidos deberían ser puestos inmediatamente ante el Tribunal Supremo y proceder a su ilegalización. En otros casos, depende. Porque hay una línea clara: si aceptan o no las reglas de la democracia, que implica respetar la dignidad intrínseca de las personas y los derechos humanos. Si no es así, ése partido no debería ser legal.
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