El atomismo del GIAI (el diario global-imperial-antichavista-insoportable) ataca de nuevo. Pero antes de ello, un pequeño rodeo. El viernes 11 de marzo de 2011, a las 16:46 hora local, recordaba Roberto Peccia [RP], ex Presidente del Colegio de Arquitectos de Rosario, República Argentina, y autor de Energía nuclear: réplicas humanas y urbanas (Editorial Cuaderno, 2013. […]
El atomismo del GIAI (el diario global-imperial-antichavista-insoportable) ataca de nuevo. Pero antes de ello, un pequeño rodeo.
El viernes 11 de marzo de 2011, a las 16:46 hora local, recordaba Roberto Peccia [RP], ex Presidente del Colegio de Arquitectos de Rosario, República Argentina, y autor de Energía nuclear: réplicas humanas y urbanas (Editorial Cuaderno, 2013. Rosario), el archipiélago japonés fue sacudido por un violento terremoto y posterior tsunami, que indujo el accidente atómico en el complejo Fukushima Daichi [1]. La catástrofe en la central nuclear se produjo a causa de graves errores humanos; es asunto que hoy es reconocido universalmente.
RP destaca un paso del informe oficial: «Todos fallaron en Fukushima. Está claro que este accidente fue un desastre hecho por el hombre» (así se apuntaba en el Informe de diciembre de 2011 del Profesor Emérito Yotaro Hatamura). La forma en que TEPCO, la multinacional propietaria de la central, «enfrentó el accidente nuclear, estuvo plagada de irregularidades, incluyó situaciones extremadamente inapropiadas… Las autoridades fallaron por no dar respuesta al desastre -el punto es importante, esencial- pensando en las víctimas…»
Los datos conocidos son escalofriantes: un estudio cartográfico de radiación incluyó a 18 de las 47 prefecturas japonesas (más del 30%), además de recordar el mayor vertido tóxico al mar conocido de la historia: ¡11,5 millones de toneladas de agua contaminada! Más de dos años después, no se ha podido acceder al relevo de dos reactores afectados por carencia de instrumental idóneo y se encuentra en delicada situación el edificio -volaron los tres pisos superiores- de la piscina de almacenamiento que contiene más de 1.500 barras de combustible a la intemperie, «de muy compleja e inédita manipulación y transportación» recuerda RP. La OMS advierte .febrero de 2013- sobre el más que probable aumento de diversos tipos de cánceres en infantes y mujeres expuestas.
Hay más. Tomo ahora pie en «Fukushima: Japón rechaza un informe abrumador de la ONU», un artículo de Thierry Ribault [2], reconocido economista del Centre National de la Recherche Scientifique (CNRS) francesa.
El 27 de mayo, Anand Grover, relator especial del Alto Comisionado para los Derechos Humanos de las Naciones Unidas, presentaba en Ginebra los resultados de su misión del pasado mes de noviembre de 2012 en Fukushima. Las conclusiones de este informe son abrumadoras para (es decir, contra) el gobierno japonés:
Grover constata la amplitud de la catástrofe: «la cantidad de cesio expulsada tras el accidente nuclear de Fukushima es 168 veces más importante que la liberada en el bombardeo atómico de Hiroshima». Sin mencionar otros elementos que no deben ser olvidados: el telurio, el lantano, la plata y el bario.
En Fukushima ya no se pueden aplicar los mismos métodos falsarios que se usaron en Chernóbil para encubrir la realidad, «especialmente en lo que respecta a los efectos sobre la salud identificados desde entonces (aberraciones cromosómicas, aumento de la morbidez infantil, aumento del número de leucemias)». No es posible ignorar los estudios que demuestran la relación entre la exposición prolongada a dosis denominadas «bajas» (que nunca son inocuas) y el desarrollo de cánceres. Entre nosotros, el gran científico franco-barcelonés Eduard Rodríguez Farré ha hablado de ello con su rigor acostumbrado [3].
El informe critica también la falta de distribución efectiva a la población de tabletas de yodo y «cuestiona el sistema de protección sanitaria de los trabajadores: el acceso a los reconocimientos médicos no es sistemático (en contra de lo que prevé la ley) y no se informa de los resultados a las autoridades». Además, el punto ha sido denunciado sin que se hiciera ningún caso, «la mano de obra empleada por los subcontratistas, mayoritaria, no tiene acceso a esos reconocimientos». Ni derechos ni cuidados… y no sólo en Japón. La atómica Francia también se lleva la palma en este nudo.
Por lo que se refiere a las zonas contaminadas, el relator recuerda que en Chernóbil, y en 1991, el límite máximo admisible para que se pudiera volver a vivir y a trabajar en ellas se situó en 1 mSv (miliSievert) anual. En Fukushima ese límite se ha situado en 20 mSv al año (¡20 veces más!), sin contar «que entre 20 y 50 mSv, la población puede acceder libremente a las zonas contaminadas durante el día». La arbitrariedad es manifiesta. ¿Quién puede creerse la racionalidad documentada de esas medidas? ¿A quiénes se pretende engañar?
El relator critica impecablemente otro nudo neoliberal de la situación, el que las autoridades japonesas recurran al análisis «costes-beneficios» en estas circunstancias. El argumento de Grover merece ser enmarcado e impreso con tinta enrojecida: «ese análisis no respeta el derecho de los individuos a la salud… el [supuesto] interés colectivo no puede primar sobre el derecho individual, especialmente en el caso del derecho a la salud». ¡En el centro de la diana! Es obvio que la apelación a los derechos colectivos es aquí pura estafa.
En el ámbito educativo, Grover pide al gobierno japonés que deje de explicarles «a los niños japoneses en sus libros escolares que por debajo de 100 mSv al año las radiaciones son inofensivas para la salud». ¡Falsedades por certidumbres! ¡Cuentos falsarios sobre cuentos falsos! ¿A eso le llaman educar?
Se señala además en el informe que «no basta con limpiar los patios de los colegios: es preciso descontaminar de manera mucho más extensa, atendiendo de forma especial a los «puntos críticos» que pueden existir en zonas por debajo de 20 mSv donde la población vive de nuevo ahora». Por último, se critica «haber implicado a la población, sin equipamiento y sin información, en la descontaminación» y la financiación «por parte del Estado (es decir de los contribuyentes) de los daños causados por Tepco (110.000 millones de euros señalados a finales de 2012)».
El gobierno japonés ha dado a conocer, en un contrainforme hecho público el pasado 27 de mayo en Ginebra, su total disconformidad con las conclusiones de Grover. Era de esperar. El gobierno nipón considera que los llamamientos del relator «a una mejor protección sanitaria de la población están totalmente fuera de lugar y son superfluos en la medida en que nada prueba «científicamente» que las poblaciones afectadas necesiten realmente más protección que la que ya se les ha proporcionado». Respecto a los residuos producidos por la descontaminación, las autoridades no dudan en mentir: «En el proceso de almacenamiento de la tierra retirada, se toman medidas para prevenir el impacto sobre la salud humana, como la colocación de plásticos protectores. La descripción del informe Grover en la que se señala que «los residuos representan un riesgo sanitario para los habitantes» tampoco está fundada». Así se escribe y reescribe la historia. ¡La lucha de clases (con derivadas atómico-culturales) en el ámbito de la teoría!
Esta es, sucintamente, la situación, una descripción sucinta de la trágica historia que aconteció y sigue sucediendo.
Pues bien, a finales del mes de mayo visitó España un asesor científico del jefe de Exteriores en Reino Unido. Es físico y se llama Robin Grimes. En una entrevista con el global-imperial soltó -la palabra es más que adecuada- cosas del siguiente tenor [4]:
Mr Grimes tiene el encargo de dar a conocer los planes de su primer ministro, David Cameron: apoyo cerrado a la energía nuclear, y conversión del Reino Unido en un líder en el tratamiento del alzhéimer (¿Y qué tendrá que ver la Z con alef sub 30?).
El secreto de que esta energía tan temida esté bien considerada en el Reino Unido (según su interesado punto de vista) radica, según Grimes, en que «se ha explicado muy bien lo que la rodea». ¡El mundo al revés! Aún más: si la física lo escogió a él, «Grimes decidió saltar a la asesoría tras la crisis desatada por el accidente nuclear de Fukushima (Japón)». Pinta peor que mal: ¿hizo algún cálculo de ubicación publicitario?
En Reino Unido, asegura Mr. Grimes, la energía nuclear es popular. Desde la catástrofe la imagen es la misma. Incluso más favorable: «realmente es un 1% mejor, así que no ha cambiado sustancialmente». Habría que verlo en detalle. Por lo demás: ¿qué les habrán contado? ¿Quiénes habrán elaborado esas encuestas?
El secreto de que esta energía tan temida esté bien considerada entre los ingleses radica, en opinión del asesor del ultraconservador Cameron, «en que se ha sabido explicar muy bien todo lo que la rodea. Se ha hecho pedagogía». Es decir, en esencia: que se ha explicado muy mal, se ha hecho antipedagogía y se ha manipulado a la opinión pública.
Con las grabadoras en marcha, Mr. Atómico insiste en que la tecnología nuclear es segura (¡segura!) «y que hay que hacerla más eficiente». No existen hechos que puedan falsar teorías; sino hechos o acontecimientos que confirman siempre las teorías.
Los costes de la industria «se han incrementado», reconoce Grimes. ¡Menos mal! El Gobierno que asesora tiene los planes siguientes: un mix de energías en el que las nucleares supongan entre un 30% y un 40% del suministro (actualmente supone el 17% de la electricidad del Reino Unido: es decir, se pretende un aumento del doble o más) y que el otro 30% lo asuman las renovables. «Todas las formas de obtener energía tienen impactos en el medio ambiente», argumenta este científico que es una lumbrera, sin ser capaz de diferenciar entre impactos, efectos marginales, peligros y desastres inconmensurables.
Como científico, es decir, no como científico sino como hooligang atómico pronuclear, Grimes ha participado activamente en la reactivación de la energía nuclear en estos últimos años. Asegura además que su esposa, médico, y sus tres hijos han aprendido bien la lección. ¿Qué lección? Su hija mayor, dice hinchando el pecho y feliz de conocerse a sí mismo, estudia Historia en la Universidad, «se encarga de explicar a los alumnos anti-nucleares cómo funciona exactamente» el mecanismo nuclear. ¡Menudos memes! ¿Piensa acaso Mr. Grimes que los miembros del movimiento antinuclear somos idiotas?
En síntesis: Grimes, que también ejerce como profesor de Física Nuclear en el Imperial College de Londres, es una demostración en vivo de que el cientificismo fanático, indocumentado e insensible no sólo es un humanismo poco informado sido un aliado fiel y estratégico del lado oscuro y nuclear de la Fuerza. Lo ya sabido.
Por lo demás: ¿es razonable que una visita de estas características sea contraportada, generosa contraportada del GIAI? Desde el vientre del diario conservador y neoliberal, sí que es razonable.
PS: Paul M. Sweezy, en «Capitalismo, para mal» (Leonard Silk (ed.), El capitalismo americano, Barcelona, Euros, 1975, pp. 170-171) apuntó una reflexión que aunque sabida merece ser recordada: «Mientras las fuerzas motrices de la producción sean el beneficio y la expansión de las empresas que buscan los beneficios y mientras la renta de los trabajadores se mantengan a la baja precisamente para permitir un aumento en los beneficios y una expansión más rápida de las empresas, aumentará el crecimiento del poder de la sociedad para intentar dejar atrás su capacidad de consumo. Y si esta contradicción es más profunda y penetrante hoy día que en tiempos de Marx, la razón es que, en el periodo transcurrido, el proceso de concentración y centralización del capital -que él reconoció como rasgos inevitables del desarrollo del capitalismo- ha ido tan lejos que los monopolios dominantes tienen hoy día el poder no sólo de explotar a sus propios trabajadores, sino también al de los restantes estratos de la sociedad, ensanchando de este modo la brecha entre la riqueza en un extremo y la pobreza en otro, al mismo tiempo que hay, o pronto podrá haber, un amplio poder productivo para suministrar a todo el mundo si excepción los medios para vivir humana y decentemente». En estas circunstancias, concluía el gran economista norteamericano, los economistas han cargado sobre sus hombros «la tarea de esconder los hechos, de hacer aparecer lo incontrolable como si estuviera controlado, de racionalizar un sistema que condena a cientos de millones de seres humanos a vivir en la desesperación y el hambre y que, a través de su libertinaje y violencia desmedidos, amenaza la misma continuación de la vida en la tierra. No es una tarea que les envidie».
Habría que añadir un pequeño matiz: no sólo los economistas.
Notas:
[1] www.hipotesisrosario.com.ar
[2] http://www.rebelion.org/noticia.php?id=169275 (fuente: http://www.rue89.com/rue89-planete/2013/06/02/fukushima-japon-rejette-rapport-accablant-lonu-242873) Traducido del francés para Rebelión por Rocío Anguiano.
[3] Véase Ciencia en el ágora, El Viejo Topo, Barcelona, 2012 (capítulo VI especialmente).
[4] Entrevista de Juana Viúdez a Robin Grimes: http://sociedad.elpais.com/sociedad/2013/06/02/actualidad/1370206197_257908.html
[5] Agregando estupideces científicas y pueriles del siguiente tamaño, impropias de una persona informada: «El profesor Grimes ha visitado España por primera vez para acudir a tres citas de su Embajada: una reunión en Valencia y dos actos en Madrid. El trayecto que une las dos ciudades lo ha hecho en tren [AVE]. «Es una tecnología maravillosa, es para estar orgulloso», destaca».
Salvador López Arnal es miembro del Frente Cívico Somos Mayoría y del CEMS (Centre d’Estudis sobre els Movimients Socials de la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona; director Jordi Mir Garcia)
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