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El cine de la crisis y «la imagen inabarcable». Dejando de esperar «sus» películas…

Fuentes: Cine Sin Autor

En la editorial del Nº 36 de los Cahiers du Cinema , Carlos Heredero, su director, reflexiona sobre los «Reflejos de la Crisis» , enfocando el comentario en las relaciones que se abren entre la situación económica mundial y sus repercusiones en el cine. Al final se hace los siguientes cuestionamientos: ¿cómo registran sus imágenes […]

En la editorial del Nº 36 de los Cahiers du Cinema , Carlos Heredero, su director, reflexiona sobre los «Reflejos de la Crisis» , enfocando el comentario en las relaciones que se abren entre la situación económica mundial y sus repercusiones en el cine. Al final se hace los siguientes cuestionamientos: ¿cómo registran sus imágenes los temblores y las sacudidas que experimenta la sociedad en la que surge?, ¿cómo reacciona frente a la conmoción que viven los hombres y mujeres que lo hacen y que lo ven…? Y se plantea estas preguntas porque, dice, «no queremos asistir como espectadores pasivos (es decir, como víctimas) al torbellino que nos envuelve y que amenaza con arrastrarnos y aunque cree que «no pueden encontrar respuestas completas en ningún dossier de ninguna revista».

Luego, en el primer apartado, «Gran Angular» Imágenes para registrar el descalabro económico» Carlos Reviriego hace un repaso por una serie de películas que han tratado de dar parte de todos esos desajustes que «la crisis económica» ha provocado. Bueno, la «crisis económica» no, será el capitalismo, en todo caso, que es el sistema que fabrica, necesita, provoca, hace ocurrir «la crisis económica». Hay veces que el matiz es que el efecto se vuelve causa y termina siendo una manera de ocultar «dicha causa». La frase final del «repaso» que hace dice: «Si el mundo debe reinventarse, el cine también lo hará». Por ahí dejamos la revista un momento, encendemos el cigarro y pensamos… Vamos por parte (o por las partes que no nos cuadran en nuestro azaroso cerebro).

El primer problema que vemos es que si se trata de «representar una crisis económica», podríamos decir que varios de los films citados, son buenos ensayos de algunos cineastas que logran plasmar en su síntesis audiovisual, su percepción y comprensión sobre lo que está pasando. Lo normal. Alguien tiene la posibilidad y capacidad de emitir en cine su opinión de las cosas y lo hace. El autor en su productora.

Si nos vamos un poco más allá, nos preguntamos ¿por qué necesitamos que alguien resuma en una película el estado actual del mundo económico? Parece más obvio considerar que la imagen más representativa de la crisis, es el planetario flujo audiovisual que circula ya. Dado que el conjunto de nuestra especie la está generando a través de los millones de autores y autoras individuales o grupales que hacen sus piezas, el mundo genera su inabarcable sucesión de Fragmentos audiovisuales, gran discurso texto-gráfico-audio-sonoro que va a parar a los diferentes soportes y pantallas.

La imagen de la crisis a principios del siglo XXI, es una imagen explosionada. Un sistema de producción que ha mutado y roto la pantalla única de aquel cine de la era Lumiére. Hoy día, una película no es otra cosa que un fragmento más de ese gran flujo. Cuando unos críticos como los citados se hacen estas preguntas, nos parecen como de aquella época en que el cine podía aspirar (o así lo creíamos) a darnos una visión casi absoluta de algo. Esto no invalida para nada el esfuerzo de un grupo autoral que busca en un film divulgar sus ideas pero relativiza en mucho su intención de eficacia.

El cine, ya que nunca existió como entidad abstracta sino como realidad empresarial corporativa de propietarios concretos, nunca ofreció más que la visión de dichos propietarios, productores y profesionales que la fabricaban. O en caso de una contra-visión, la de sus cineastas críticos.

Esa frase final de Carlos Reviriego que citábamos: Si el mundo debe reinventarse, el cine también lo hará con tono algo profético, la verdad, suena un poco ingenua. El mundo no debe reinventarse con respecto al cine. El mundo se reinventó hace tiempo. Uno a veces escribe un deseo privado como universal profecía. Mejor es decir: Hostia, ¡el mundo se ha reinventado!, pues tendré que reinventarme mi visión personal del cine… para no quedar desfasado. Pero no sorprende esto en cierta crítica instalada en la obviedad.

A esa pretensión de convertirse en reflejo audiovisual del mundo (y mundo suena así como a mucho) el cine (en su forma dominante de producción) la adquirió al mismo tiempo que el carácter imperialista que lo poseyó desde el principio (y lo posee aún), así funciona. Su pretensión comercial e ideológica es la de ser el exclusivo reflejo del mundo de manera rentable. Panacea del negocio cultural.

Es lógico que sus críticos colonizados por el sistema de producción imperial, sigan escribiendo en sus columnas con esa nostalgia de decir, a ver si tales o cuales películas nos «refleja» lo que está pasando, sin darse cuenta de que la imagen de este estado de cosas, con la realidad tecnológica de producción de hoy, está siendo producida de forma constante como «imagen inabarcable» donde el cine es un fragmento más. Inabarcable para el viejo espectador individual sentado frente a la pantalla.

Si nunca hemos podido ver todo el cine del mundo para poder juzgarlo, ahora se nos ha hecho inabarcable leer todo el flujo audiovisual circulante. La imagen del cine se rompió en los 60 y está explotando desde los 80 en millones de fragmentos audiovisuales lamentablemente producidos y percibidos de manera fundamentalmente individual. Y aunque este espectador ya no es más que una categoría en declive, el capitalismo audiovisual trata de mantenerlo en su butaca para vivir de el. Este,a su vez, se le presenta cada vez más inquieto, no se conforma solo con comer las palomitas impávido en la sala, sino que se levanta, va y viene, termina la película y mira otras pantallas, en muchos casos produce por sí mismo con su medios domésticos o profesionales y se reproduce en nuevas generaciones que portan otra lógica de producción y de percepción.

Aún queda el gran desafío de que este viejo espectador derive en un consciente productor de imagen y lo haga colectivamente. Tarea compleja cuando recién da sus primeros pasos de independencia del colonialismo audiovisual al que fue sometido durante un siglo pero no imposible para las condiciones tecnológicas a las que se ha llegado. Compleja porque en su reciente autonomía ya le han cautivado en otra silla individual: frente a una pantalla de videojuegos.

Pero hay otro asunto que nos deja pensando y es el de la poca reinvención de las categorías con las que se lee el cine. Incluso el cine, digamos, más político, el cine crítico por sus contenidos, que es el que se comenta en en este número de la revista. No hemos visto todas las películas citadas pero conocemos algunas. Vamos a referirnos a ese tipo de film como Enron, los tipos que estafaron América de Alex Gibney o la comercial Capitalismo, una historia de amor de Michael Moore, entre otras.

Sobre todo porque tienen un fuerte carácter de agitación ideológica, informativa y divulgativa. Son las ideas de un autor (y su equipo) que ha investigado un tema y nos lo plantea de manera didáctica. No tenemos problema, honestamente, con la simplicación de las ideas como a veces se queja el crítico, ya que entendemos que están así construidos para lograr su fin: informar y dar golpes en la quietud desinformadora que nos cabalga. No nos preocupa, inclusive, su carácter panfletario. Todo el sistema de simplificación narrativa de los films comerciales no son más que «panfletos comerciales» bajo las claves de género cinematográfico de repetida narrativa. Nos preguntaríamos más bien por la eficacia de la duración de estos films medida en reacción social, en efectos de algún tipo, en movimiento de algo que no sea solamente la opinión. ¿Hacen reaccionar, mueven algo más allá de la información que divulgan? ¿Son políticamente eficaces en algún sentido?¿Mueven a quienes los perciben a reaccionar en contra de lo que denuncian?En principio queremos pensar que sí.

Hemos visto los dos films mencionados para preparar este artículo. Diagnóstico postratamiento: confirmación satifactoria de la ideología anticapitalista del espectador, encadenamientos de información a veces demasiado rápidos como para compenderlos aunque algo le ha quedado, alguna pisca de rabia y otras de asombro por vimos surgir. No tiene capacidad para reproducir las problemáticas más complejas de las mecánicas financieras que expresaban los films. Y…bueno. Eso.

Resumen: Condiciones del paciente muy semejantes a aquellas que precedían al visionado. ¿En todos los espectadores causará el mismo efecto este tipo de film? Suponemos que algunos aportará más datos y a otros no tanto. Conclusión.Sí. El sistema capitalista en un apabullante delirio inhumano. Y ahora ¿qué hacemos?. Estamos solos, ya que no era una sala, sino el ordenador. Podremos exclamar un poco cuando nos juntemos con otros u otras algunas cosas…. mmm

Parecen films de la zaga del viejo cine militante que buscaba, en las pocas pantallas visibles, colocar su discurso disidente. Y esto es necesario, claro. Pero ¿hoy?. Ante la multiplicación al infinito de las pantallas y la hiperinformación, estos films parecen perderse en la centrífuga del gran flujo audiovisual. Una especie de entretenimiento polítizado con un flujo audiovisual que tiene el ritmo de una serie CSI. Cautiva con que algo grave está pasando pero nunca sabemos profundamente qué. Es algo más que un noticiero por lo específico pero de rapidísima digestión e inquietante olvido.

¿Cuánto duran los contenidos de una película de denuncia? ¿Cómo opera en el interior de un o una espectadora? La caducidad de este tipo de films en cuanto eficacia tranformadora en el terreno social es algo que generalmente no se analiza porque seguimos anclados al becerro de oro del espectador impasible: mira, comenta y vete a tu casa (o pasa a otra cosa o haz click y mirate otro).

Fundamentalmente porque los efectos de una imagen se construyen a través del tiempo de trabajo conjunto. Y aún así, hoy es difícil que algo pase con un film. Entre los profesionales del cine y del mercado de las imágenes está claro: la vida de una película de cine no es cualquier cosa, surge del tiempo conjunto de maduración de un guión, tiempo e inversión de promoción previo a la exhibición, tiempo conjunto de rodaje, tiempo de montajes con mucho debate, organización para su distribución y exhibición, etc, etc.

Organización social empresarial de las minorías productoras. La imagen crítica del cine, padece también de esta falta de seguimiento alrededor de su producción, de cómo se hace y cómo se prolonga su efecto. Padece de la «irresponsabilidad política» de las minorías creadoras que dejan los efectos de sus creaciones a la deriva del azahar de la expectación individual.

Nosotros veníamos hablando en los últimos artículos, de manera desordenada, de lo que puede significar «trabajar en la creación de las condiciones de un «estado social de producción cinematográfica». Y este concepto nos distancia de las dudas de estos críticos. Porque aunque nos parece útil cualquier tipo de película o trabajo audiovisual que denuncie los desajustes e inhumanidades del sistema que nos intenta regular, creemos imprescindible trabajar por una naturalización del cine en los sistemas de educación y en todo tipo de organización social que pueda generar planificadamente sus propios films, sus propias historias y su particular presente.

Creemos que las preguntas del director de los Cahiers con las que abríamos el artículo deberían ya adaptarse a los nuevos tiempos y podernos interpelar diciendo: ¿por qué ante la crisis u otra situación cualquiera, no contamos con «otro estado social de producción, otras infraestructuras técnicas, otra preocupación generalizada, otros planes asociativos que nos permitieran documentar y ficcionar popularmente esos efectos de la crisis pero a pie de vida? Si esto se puede hacer. ¿Por qué estamos tan lejos de una situación social que nos permita no esperar más si algún iluminado o iluminada del cine nos reflejara en su película lo que todos los días comprobamos en la nevera, en las hipotecas, en la precariedad laboral que nos consume, en las angustias que nos esperan a la noche? ¿Por qué esperar siempre que del limbo de la producción cinematográfica y cultural nos caigan las migajas de un cuento que lo podemos contar socialmente, nosotros, con todo el realismo que nos otorga el propio espesor de nuestra vida? ¿Por qué?.

http://cinesinautor.blogspot.com/2010/07/el-cine-de-la-crisis-y-la-imagen.html