La cinematografía cubana busca superar los embates del bloqueo económico impuesto a la isla, y lucha por abrir y mantener los espacios conquistados a nivel internacional En uno de los últimos refugios del socialismo, la producción cinematográfica encuentra el compromiso de ser arte y no un simple negocio. Ésta es la filosofía que mantienen los […]
En uno de los últimos refugios del socialismo, la producción cinematográfica encuentra el compromiso de ser arte y no un simple negocio. Ésta es la filosofía que mantienen los realizadores cubanos desde el triunfo de la Revolución, hace ya casi 50 años.
Pero hacer cine en Cuba no es fácil. Más allá de los problemas presupuestales, los cineastas de este país se enfrentan a la exclusión del gran productor de entretenimiento a nivel internacional y su acérrimo enemigo: Estados Unidos.
En el sector cultural, el saldo más escandaloso del bloqueo económico impuesto a la isla es la reciente negativa estadounidense de permitir la visita a 12 cineastas de nacionalidad cubana, entre ellos Julio García Espinosa, director de la Escuela Internacional de Cine de San Antonio de los Baños, Cuba.
Sobresale también el caso de Fernando Pérez, cuya más reciente producción es el filme «Suite Habana» que, a pesar de encabezar la muestra latinoamericana de Nueva York en abril pasado, no pudo asistir pues la visa le fue negada.
Humberto Solás, Rigoberto López, Gerardo Quijona, Humberto Padrón, Enrique Álvarez y Gloria Rolando, entre otros destacados realizadores cubanos, también han corrido la misma suerte.
«El bloqueo es esencialmente anticultural, una brutalidad que se fundamenta en la ignorancia, en la bestialidad, pues como parte de esa visión de exclusión, de pretender aislar a un país en todos sus aspectos, ahora mismo a los cineastas cubanos se les niegan las visas para ir a Estados Unidos», dice Omar González Jiménez, presidente del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográfica (ICAIC).
La política estadounidense hacia la administración de Fidel Castro, repercute incluso en los realizadores norteamericanos, pues éstos tienen prohibida la filmación de cualquier material en la isla; con esto el gobierno de George W. Bush garantiza que Cuba no obtenga beneficio alguno de esta industria.
«Nosotros no podemos hacer ninguna película con servicios de productores norteamericanos; las leyes del bloqueo también nos impiden la filmación de películas donde intervengan cineastas norteamericanos, se trata de un pensamiento kafkiano cuyo argumento se reduce a que, con el sólo pago del hospedaje, se beneficiará a la Revolución,», asegura González Jiménez.
Dificultades extras
Actualmente, la cinematografía cubana no goza de buena salud económica, pues, como la mayoría de los sectores sociales de este país, aún no se recupera de la peor crisis financiera que sobrevino en los noventa con la caída del bloque socialista.
«La reestructuración del mundo tuvo una repercusión tremenda sobre todo en la economía, porque en algunos casos, el 85 por ciento de las exportaciones de pronto se quedaron sin mercado; en el caso del cine todo se importaba de los antiguos países socialistas de Europa del Este», explica el presidente del ICAIC.
Antes del llamado «Periodo Especial» Cuba importaba proyectores, película virgen, tela y otros materiales fílmicos con facilidades de pago; incluso se firmaban convenios estatales para que el saldo fuera cubierto en especie; al cerrarse esa posibilidad, el cine tuvo un impacto enorme y la producción cayó.
«La dificultades iniciaron con el derrumbe y la ausencia de proveedores sistemáticos sobre todo, porque carecemos de una base económica sólida, pues la cinematografía cubana no se fundamenta en la taquilla», indica Omar González, y añade: «nuestro cine no es un proyecto mercantil; es un proyecto cultural y simbólico».
En la Habana, uno de los lugares más «caros» de la isla, la entrada al cine cuesta dos pesos cubanos equivalentes a siete centavos de dólar; mientras que en la provincia la taquilla llega a costar hasta 40 centavos de peso.
Los avances tecnológicos y la digitalización de la industria también han representado obstáculos a la cinematografía local. «El cambio de modalidad tecnológica para los cubanos también ha tenido fuertes repercusiones, pues se requiere de grandes presupuestos para poder invertir», dice el funcionario.
En este sentido, los realizadores cubanos han encontrado en el auspicio de las coproducciones un inmejorable aliado que les ayuda a superar estos embates. También han desarrollado importantes proyectos y suministran servicios de animación a países latinoamericanos, entre ellos México.
En la actualidad, en promedio se realizan ocho largometrajes al año, de 10 a 15 documentales y hasta 250 minutos de animación. Cuba cuenta con dos mil 300 salas de video con capacidad para 60 personas, 390 salas de cine, 28 de ellas equipadas cines con video-reproductores.
Orígenes y proyectos
Fundado el 24 de marzo de 1959, el Instituto Cubano del Arte y la Industria Cinematográfica fue la primera institución cultural que se creó, después del triunfo de la Revolución. Desde entonces, sus estatutos establecen que el carácter de la cinematografía será artístico: «por cuanto el cine es un arte», se establece.
«La relación entre el cine y la cultura es parte esencial de la voluntad política del Estado cubano; por ello, nuestro cine nunca se ha propuesto hacer otra cosa; el cineasta tiene una gran responsabilidad y conciencia de la importancia de preservar esa poética», señala Omar González.
Para su presidente, la labor más importante del Instituto Cubano del Arte y la Industria Cinematográfica es dotar al espectador de la capacidad de discernir entre lo que es bueno y lo que es malo, sin un decálogo a priori que establezca estos parámetros.
«Desde su fundación, el ICAIC empieza a abrir las perspectivas, a enriquecer el punto de vista del espectador con la oportunidad de acceder a las producciones de todo el mundo. En Cuba se ve el gran cine europeo, asiático, norteamericano y latinoamericano, con sus vertientes más renovadoras», asegura González Jiménez.
Para la prensa cubana, la cinta «Diarios de motocicleta» del director Walter Salles, ha sido la coproducción Cuba-Brasil- Argentina-Chile con mayor éxito en los últimos meses. Protagonizada por el mexicano Gael García Bernal, esta cinta refleja la vida de Ernesto Che Guevara antes de su participación en la Revolución Cubana.
El reto para la cinematografía cubana es mantener el espíritu artístico y su identidad nacional. Entre los proyectos más ambiciosos del ICAIC se encuentra el rescate del acervo fílmico cubano.
«Estamos digitalizando el patrimonio. Cuba cuenta con el mayor archivo de toda América Latina sobre el movimiento revolucionario de liberación nacional, de los años 60. Tenemos documentada la historia de la Revolución Cubana, las memorias incluso anteriores al 1 de enero de 1959, todo eso lo estamos rescatando», explica.
«Hay un gran caudal que preservar, digitalizar y restaurar para no perder la memoria audiovisual de la nación. Sólo en algunas partes, en algunos espacios, el cine es considerado como cultura, porque es cada vez más una utopía, un acto de rebeldía, un acto heroico, y nosotros luchamos por la supervivencia de ese cine, y lo seguiremos haciendo», sentencia Omar González.