En la Crisis Global y el Largo Declive civilizatorio, «no será posible transitar dignamente sin primar la cooperación sobre la competitividad y la guerra, como ha hecho la especie humana mayoritariamente durante más del 95% de su existencia», afirma Luis González Reyes (Madrid, 1974) en el final del libro de dos volúmenes y más de […]
En la Crisis Global y el Largo Declive civilizatorio, «no será posible transitar dignamente sin primar la cooperación sobre la competitividad y la guerra, como ha hecho la especie humana mayoritariamente durante más del 95% de su existencia», afirma Luis González Reyes (Madrid, 1974) en el final del libro de dos volúmenes y más de 900 páginas titulado «En la espiral de la energía» (Libros en Acción y Baladre, 2014), del que es autor junto con el fallecido investigador y activista Ramón Fernández Durán. En el actual contexto de colapso, según ACNUR, más de 25 millones de personas huyen anualmente de sus hogares a causa de las temperaturas extremas, las sequías o el aumento del nivel del mar; mientras la desertificación avanza, y Naciones Unidas señala que dos de cada cinco personas están afectadas por las dos mil millones de hectáreas de tierra degradadas. «Es necesario pensar el colapso como una oportunidad para intervenir y transformar la realidad», afirma el militante de Ecologistas en Acción, que ha publicado textos en los libros «Rebeldías en común» (Comunaria, 2017) y «Cambiar el mundo desde arriba. Los límites del progresismo» (Zambra y Baladre, 2017), de Raúl Zibechi y Decio Machado. La entrevista se realizó tras la celebración de una jornada-taller en el Centre Social Autogestionat (CSA) La Llavor de Torrent (Valencia).
-El pasado 20 de mayo se celebró por primera vez el Día Mundial de las Abejas, tras la declaración aprobada por Naciones Unidas en 2017. Según la FAO, cerca del 35% de los polinizadores invertebrados, sobre todo abejas y mariposas, y el 17% de los polinizadores vertebrados -por ejemplo, los murciélagos- se hallan en peligro de extinción. Además, el 75% de los cultivos alimentarios que producen frutos o semillas dependen en parte de polinizadores. ¿Qué te sugieren estas cifras?
En los ecosistemas hay seres vivos que actúan como catalizadores de numerosos cambios. Es central el papel de los insectos polinizadores -abejas, mariposas, moscas o abejorros, entre otros- porque muchas especies vegetales, como el girasol, las judías, el almendro o los melones, requieren la polinización por insectos. En otros casos, como en el de los frijoles, aunque la polinización no es imprescindible, aumenta considerablemente la producción. Por tanto una disminución importante -como la que se está produciendo- de estos insectos tiene como efecto un incremento de las problemáticas ambientales y en el sostenimiento de nuestras vidas. Hay determinadas especies de cereales, de los que nos alimentamos, que necesitan de la polinización para ser fertilizados, y en la medida que esto no ocurra tendremos problemas. Uno de los factores que contribuyen a la disminución de poblaciones es la liberación de tóxicos y pesticidas.
-Por otra parte, según los mapas de la NASA, la extensión de hielo en el Ártico en febrero de 2018 se situó 1.350.000 kilómetros cuadrados por debajo que la media de este mes en el periodo 1981-2010; según la agencia aeroespacial estadounidense, en el último quinquenio la Antártida perdió 219.000 millones de toneladas de hielo anuales, lo que implica un incremento medio de 0,6 milímetros al año en el nivel del mar. Además, las temperaturas globales del planeta en 2017 fueron, en promedio, las más elevadas desde 1880. ¿Son efectos del calentamiento global?
El sistema climático no es lineal, sino que está preñado de «bucles de realimentación positiva» que se activan a partir de determinados umbrales. Uno de esos «bucles» fundamentales en la historia climática de la tierra, también en el momento actual, es el deshielo de amplias capas heladas de zonas glaciares, sea el Círculo Polar Ártico congelado o bien los glaciares que en el Antártico se están deshaciendo a velocidades muy altas (un estudio publicado en junio de 2018 por la revista Nature señala que la tasa de pérdida anual de hielo en la Antártida occidental se triplicó entre 1992 y 2017). Esto es esencial para el clima de la tierra; así, convertir superficies «blancas» en otras «oscuras» significa disminuir el Efecto Albedo, es decir, la capacidad de reflexión de la luz en esas zonas; y, de ese modo, que pasen de ser zonas blancas o «espejo» a superficies «oscuras» que absorben radiación. En otros términos, que el «espejo» que refleja las radiaciones hacia el exterior y contribuye a que no incremente el calentamiento global se convierta en zona «oscura» y, por tanto, se realimente el proceso. Actualmente el equilibrio climático del planeta se sitúa en torno a los 15ºC de temperatura media, pero los «bucles de realimentación positiva» nos podrían sacar de este equilibrio, hacia una temperatura media de 18-19ºC.
-En cuanto a los combustibles fósiles, la OPEP anunció el 23 de junio un aumento de la producción de crudo hasta finales de año en un millón de barriles diarios. En la última semana de abril, los analistas destacaron que, con un precio de 75 dólares el barril de Brent (de referencia en Europa), se había alcanzado el punto más alto en tres años. ¿Cómo se explican todos estos vaivenes?
Si observamos la evolución de los precios del petróleo desde la Segunda Guerra Mundial hasta 2005 y exceptuamos las dos crisis petroleras, que fueron por causas políticas (en 1973 y 1979), el resto del periodo se ha caracterizado por precios del crudo baratos y estables (en torno a 20-30 dólares el barril, con la inflación corregida). Pero desde 2005 entramos en un escenario sustancialmente distinto de precios, muy fluctuantes y con «picos» muy altos. Los precios pueden aumentar a 140 dólares el barril, descender a 80 dólares, después incrementarse a 120-130, mantenerse a esos niveles durante unos años y caer de nuevo. ¿A qué responden estas fluctuaciones? En gran parte a que el petróleo convencional -la mayor parte del que utilizamos y elemento clave de nuestro sistema energético- alcanza el «pico» en 2005. Es el momento en que no se puede continuar extrayendo una cantidad creciente de los pozos, y los que quedan tienen peor acceso y calidad.
En 2005 la extracción de crudo convencional se estancó en una «meseta» irregular. El petróleo se convierte, así, en una materia prima cuya extracción los países no tienen capacidad de modular adecuadamente y con la que resulta más fácil especular en las bolsas y mercados de futuros. Estos factores se imbrican con elementos de oferta y demanda. Además ha habido coyunturas de incremento en la oferta «ficticia», es decir, en términos de volumen pero no de energía neta, como ha sucedido con la extracción a través del «fracking» en Estados Unidos y las arenas bituminosas de Canadá. Existe asimismo una cierta contracción en la demanda, pues la crisis global de 2007-2008 no termina de repuntar.
-Además del «cénit» del petróleo, el libro «En la espiral de la energía» destaca la tendencia al agotamiento de compuestos como el oro, níquel, uranio, plomo, zinc, plata o cobre. Los investigadores W. Zittel y A. Exner han señalado que en 2003 cerca del 25% de las minas existentes se hallaban bien en reservas naturales, o a menos de 10 kilómetros…
Todavía no se ha alcanzado el «pico» del cobre, un elemento central de nuestro sistema eléctrico, pero según los datos de las reservas nos hallamos cerca. Lo mismo ocurre con el fósforo, un elemento determinante en nuestro sistema alimentario; porque aunque la agricultura y la ganadería tengan poco peso en el PIB, son fundamentales para el sostenimiento de nuestras vidas. El galio es otro ejemplo de material relativamente escaso en la corteza terrestre, que se utiliza en la electrónica, diodos, láser, microondas, paneles solares, iluminación LED y medicina. O el niobio, metal empleado en las aleaciones de acero, en los superconductores, lentes y rotores de aerogeneradores (La fecha prevista para el «cénit» del cobre se sitúa en el periodo 2012-2024; entre 1989 y 2031 en el caso del fósforo; y en el periodo 2002-2040, del galio. Datos de las previsiones en los «picos» de extracción según las reservas. Nota del entrevistador a partir del libro «En la espiral de la energía»).
-La sustitución del 2% de la potencia instalada fósil por energías renovables necesita una inversión energética que cuadruplique la potencia que se quiere instalar, «porque no es posible fabricar un aerogenerador con la energía del mañana», apuntas en «La espiral de la energía». Hace una década el ingeniero y activista Pedro Prieto sostenía que cubrir en 2020 el 30% de la electricidad mundial de 2007 con energía eólica requeriría construir 1,5 millones de aerogeneradores de 2 megavatios; para ello haría falta el doble de la producción mundial de acero, el total de la de cemento y casi la mitad de la de carbón y cobre. ¿Tiene en cuenta la UE estas advertencias cuando anuncia políticas de ahorro energético?
La UE apuesta más que otras regiones por las energías renovables entre otras razones porque no le queda otro remedio. No cuenta con grandes fuentes fósiles y las disponibles se hallan en una fase de declive. Por ejemplo, todo el petróleo y gas del Mar del Norte se hallan en una situación «post-pico», con unos campos que van decayendo. Pero a pesar de la situación de gran dependencia, la apuesta de la UE es bastante conservadora. De hecho, el 15 de junio acordó que el 32% de la energía consumida tenga un origen renovable en 2030, cuando incluso el Parlamento Europeo había pedido un porcentaje superior, del 35%. Además, este formato de energías renovables depende de los combustibles fósiles en todo el proceso de instalación, reparación y ciclo de vida. Un ejemplo es el neodimio, tierra rara que se extrae mediante la minería a cielo abierto y requiere maquinaria pesada que sólo puede ser movida mediante combustibles fósiles. Con el empleo del neodimio en los aerogeneradores, acabamos teniendo un sistema «renovable» -en este caso eólico- que depende de los hidrocarburos.
-Afirmas que la tecnología «no resolverá los problemas ambientales y sociales». ¿Y el conocimiento? ¿Existe hoy una especialización y fragmentación excesivas?
Uno de los pensamientos típicos de la modernidad, y que arrastramos, es que la suma de las partes puede explicar el todo. Creo que necesitamos comprender las partes, y que el conocimiento científico ha tenido ha tenido avances notables estudiándolas, pero eso no significa que la suma de las partes explique el funcionamiento del conjunto. Necesitamos, por tanto, un sistema científico que posea una mirada globalizadora y holística. Hice mi tesis doctoral sobre una proteína concreta de un virus específico, la proteína F del Virus Respiratorio Sincitial Humano (VRSH), muy similar al de la gripe; sabía mucho de esa proteína, pero no tenía ni idea de cómo interaccionaba con sus células huésped o cómo actuaba el virus, se propagaba la infección en el cuerpo y éste respondía. Se acaba teniendo un conocimiento muy parcial de algo, pero se es incapaz de mirar la interrelación.
-La NASA ha anunciado el lanzamiento a Marte de un helicóptero de menos de dos kilogramos en 2020; la jornada Innoday 2018 de Iberdrola para atraer «talento joven» presentó los drones para la inspección de instalaciones eólicas; se definen como «arañas voladoras que supervisan el estado de las palas de una flota de aerogeneradores». ¿Es el triunfo de la tecnociencia y el progreso sin límites?
Algo que nos cuenta entender, porque vivimos en el mito de la innovación continua, es que actualmente los descubrimientos mantienen un ritmo decreciente. Si observamos la evolución de los hallazgos (no variaciones de lo que ya existía) en relación con la población existente, el «pico» se sitúa a finales del siglo XIX. Cuando Thomas Newcomen inventó en 1712 la máquina de vapor, lo hizo en su taller, con herramientas muy sencillas y la ayuda de muy poca gente. Esto no tiene nada que ver con lo que ocurre en la actualidad. Por ejemplo con las investigaciones que, en materia de física de partículas, realizan los científicos del Consejo Europeo para la Investigación Nuclear (CERN), institución en la que participan una veintena de países y cuyos laboratorios se hallan en la frontera franco-suiza. En el CERN se han invertido enormes sumas de dinero, materiales, energía y hay mucha gente trabajando para, a lo largo de los años, conseguir pequeños avances.
-Estados Unidos, Canadá y México renegocian actualmente el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). En la nueva Ruta de la Seda china, que incluye grandes corredores comerciales, «nudos» de transporte y proyectos de infraestructuras, participan 65 países y según fuentes oficiales movilizaría un tercio del PIB mundial. Según la agencia Sputnik, el Mundial de Fútbol ha costado a Rusia cerca de 12.000 millones de dólares (el 75% inversión pública). ¿Dónde se posiciona un militante ecologista ante la alta Geopolítica, las macroiniciativas y grandes inversiones?
La Geopolítica es un elemento que hemos de introducir en nuestros análisis de la realidad, porque de hecho influye en nuestras vidas. La hemos de observar para entender el movimiento de alianzas y enfrentamientos dentro de los estamentos de poder, pero no me dejaría obnubilar. También necesitamos hablar de las disponibilidades energéticas y materiales, y de las políticas locales. Además, si estudiamos la Historia de la Humanidad desde el Paleolítico hasta la Revolución Industrial, la mayoría de las personas no se desplazaban -o se movían muy poco- de su localidad. Y la mayoría de los parámetros culturales y económicos eran locales. Un ejemplo de iniciativa público-privada a gran escala es el Proyecto DESERTEC, basada en la producción de electricidad para su consumo en Europa a partir del sol y el viento de las zonas desérticas del Norte de África, Arabia y Oriente Medio. Sin embargo, la instalación masiva de paneles solares en el desierto del Sahara me parece una aberración; probablemente no exista base material para sostener un proyecto de estas características; y además el desierto no es un ente inhabitado sin países ni poblaciones.
-En el libro colectivo «Humanidades ambientales. Pensamiento, arte y relatos para el Siglo de la Gran Prueba» (Catarata, 2018), aportas un texto sobre el colapso («Algunas ideas sobre cómo comunicar el colapso civilizatorio»). Sin excluir el miedo como emoción humana, defiendes que en el centro de la comunicación se sitúe en la esperanza, la alegría y la responsabilidad…
El colapso es la pérdida de complejidad, en términos históricos rápida (lo que no significa que no dure décadas) de un sistema, que termina por reorganizarse de un modo diferente. El colapso, como todo sistema de reorganización y cambio, tiene una cierta dosis de trauma, pero también de esperanza. Cuando un orden antiguo se derrumba y otros crecen, el «abanico» de alternativas se abre. Pensar en el colapso del capitalismo es hacerlo en un sistema que está destruyendo las sociedades y el entorno, y condenando a la mayoría de la población a vidas miserables. No me puedo entristecer por el hecho de que este sistema se venga abajo, otra cosa es que seamos capaces de que el derrumbe se produzca con el menor sufrimiento social y abra las puertas a sociedades más sostenibles, solidarias y justas. ¿Es esto posible? Creo que sí. Con sociedades más pequeñas y locales, de gestión potencialmente más democrática y fuentes energéticas renovables de acceso universal.
-Por último, la revista Papeles editada por la fundación FUHEM dedicó en la primavera de 2014 un número al Ecologismo y la Religión. En uno de los artículos, el teólogo jesuita Jon Sobrino reflexiona sobre la «civilización de la pobreza contra la civilización de la riqueza para revertir un mundo gravemente enfermo». ¿Tienen sentido esperar una nueva espiritualidad en un contexto de colapso?
Ningún cambio social se ha producido históricamente sin un auge de determinadas cosmovisiones religiosas. Creo que no será una excepción lo que vayamos a vivir. Puede ocurrir, por un lado, que las jerarquías se solidifiquen y justifiquen a partir de las religiones o, en sentido contrario, que religiones «liberadoras» intenten dar el salto a que comprendamos que no somos el centro del universo. ¿Vías que apunten ese camino? Lo que continúa existiendo, que no es poco, de la Teología de la Liberación en América Latina, que ofrece una perspectiva muy biocéntrica; o por ejemplo las cosmovisiones indígenas y determinadas líneas del budismo, aunque no se trate exactamente de una religión. En casi todas las religiones podemos encontrar tendencias sinérgicas con estos cambios civilizatorios.
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