Carolina Martín [CM] entrevistó para Público [1] el pasado sábado al historiador José Álvarez Junco [2], catedrático de Historia de la Universidad Complutense. Según CM a José Álvarez Junco [JAJ] le gusta el fútbol, pero «lo lleva con mesura y sin fanatismos». Álvarez Junco es un experto «en la construcción nacional de España y el […]
Carolina Martín [CM] entrevistó para Público [1] el pasado sábado al historiador José Álvarez Junco [2], catedrático de Historia de la Universidad Complutense. Según CM a José Álvarez Junco [JAJ] le gusta el fútbol, pero «lo lleva con mesura y sin fanatismos». Álvarez Junco es un experto «en la construcción nacional de España y el significado de la adopción y difusión de los símbolos nacionales».
En la conversación, tomo el resumen de la misma presentación de CM, el historiador y Premio Nacional de Ensayo analiza «el fenómeno que ha desatado el éxito de la Roja: banderas rojigualdas que empapelan el país y la exaltación del sentimiento patriótico». La exageración ya de suyo, y sin duda es altamente positiva para el catedrático de la Complutense.
Me propongo comentar en esta nota tres pasajes del diálogo.
El primero: CM formula su segunda pregunta en los siguientes términos: «Desde que en 1977 se aceptó la bandera rojigualda como símbolo común, ¿se había visto un fenómeno como éste?». No, no se ha visto, responde JAJ, «porque la bandera estaba muy asociada al franquismo. Para mi generación, que la mitad de la vida la hemos pasado bajo ese régimen, tiene una connotación política asociada a la extrema derecha, que se ha cultivado en las zonas de nacionalismos periféricos» [la cursiva es mía].
¿Aceptación de la bandera rojigualda? ¿No habría que haber indicado en la respuesta por parte de un historiador que conoce muy bien el tema, muy directamente, que la aceptación fue forzada, que, consiguientemente, no fue de hecho una aceptación, que una pistola fue puesta en la sien de la oposición antifranquista movilizada (básicamente, de las fuerzas y ciudadanos comunistas) al mismo tiempo que se le leía con voz tronante y en posición de firmes una disyunción excluyente del tipo «o seguir años y años escondidos en las cloacas, bajo el rodillo de la represión franquista y los atentados de la extrema derecha, o aceptáis la Monarquía, la rojigualda y la unidad nacional uniforme de España, es decir, la España una, grande y monárquica». O, más sucintamente, o vivís de rodillas o, si pretendéis vivir de pie, os machacamos. ¿Esto es una aceptación voluntaria de la era ampliamente considerada bandera franquista, el símbolo por antonomasia del fascismo español?
Por lo demás, ¿la bandera estaba, en pasado, muy asociada al franquismo? ¿Ha visto JAJ estos días alguna concentración españolista tras la victoria de la selección? Toros, aguiluchos, banderas no constitucionales,.. lo peor de la España de siempre haciendo ostentación de su poder y de su cosmovisión fascistoide.
Se habla más adelante en la entrevista de la inquietud de Carod-Rovira: «El vicepresidente de la Generalitat, Josep Lluis Carod-Rovira, se muestra inquieto por la inundación de banderas rojigualdas. ¿Tiene motivos para preocuparse?», pregunta la periodista de Público. La respuesta de JAJ no tiene desperdicio. Pues sí, señala, «tiene motivos para estar preocupado. El hecho de que la bandera española no pudiera salir al espacio público, o saliese escasamente, en las zonas controladas por los nacionalismos más radicales País Vasco y Catalunya les beneficiaba, pero era raro. El nacionalismo banal, como llama Michael Billing al nacionalismo que está presente en nuestra vida diaria pero que es muy importante políticamente, ha hecho que la bandera salga a la calle».
Dejo este último paso que, sin embargo, es decisivo para la inculcación cultural nacionalista española como proyecto político a largo plazo, proyecto con el que JAJ se identifica sin sombras de duda, pero, además de ello, no es de recibo, no tiene ningún nudo de racionalidad aceptable, poner el acento en las dificultades que tiene la rojigualda para ser ostentada en reducidísimos espacios públicos de Catalunya y Euzkadi, cuando de todo es sabido la imposibilidad real, a riesgo de ser agredido, de manifestar, con o sin inocencia política, en amplias zonas de Sefarad símbolos que tengan que ver con Catalunya o Euzkadi. ¿Hay que poner ejemplos de ello? ¿Es la rojigulada la bandera perseguida en España? ¿En qué lugares e instituciones de Catalunya? ¿Acaso en Vía Laeitana, por ejemplo, donde ondea en solitario en la sede de la Jefatura de la Policía Nacional, el antiguo centro de tortura del franquismo? ¿No habría que mirar a otros puntos y a otros espacios que impiden agresivamente, cánticos fascistas incluidos, cualquier presencia de cualquier símbolo que ellos consideran no español , lo cual prueba una vez más que el principal partido anti-español es el encabezado y habitado por partidos y sectores españolistas extremos?
JAJ, transitando por el mismo camino, añade: «En realidad, no es que se incremente el nacionalismo español. Está ahí presente. Incluso en zonas del País Vasco controladas por abertzales, donde no se podría salir a la calle con una bandera, la gente está en los bares viendo el partido de fútbol y están con la selección española de fútbol. No sale porque el espacio público está controlado». Parece que al señor JAJ el nacionalismo español le parece casi natural y para él una identidad tautológica estar con la selección española y ser nacionalista español.
CM cambia de tercio y apunta a continuación: «Desde Catalunya insisten en que es una selección muy catalana. ¿Se puede patrimonializar la selección de fútbol?».
No logro ver la insistencia «desde Catalunya» en ese vértice de composición pero, más allá de ello, vale la pena detenerse en la respuesta de JAJ a la pregunta: «Se intenta patrimonializar porque vivimos ese ambiente tan nacionalista [SLA. JAJ se refiere sin duda al nacionalismo periférico] y es la manera que ellos (sic) tienen de poder asumir lo que está ocurriendo, que es que la gente se está sintiendo española [SLA: porque está con la selección]. Ellos (sic) buscan una forma de poder aceptarlo [SLA: el psicoanálisis social es del señor Junco, cosecha propia]. En 2008 Montilla decía: «Nos podemos sentir españoles porque este equipo representa la España plural». ¡Pero si siempre ha representado la España plural! (SLA: sic, siempre). En el equipo de los años cincuenta, en pleno franquismo, estaban Zárraga y Gainza, ¡eran todos vascos!»
Dejemos el «todos» cuya referencia no se ve por parte alguna. No es evidente que vivimos ese ambiente único tan nacionalista. Más bien parece lo contrario. El ambiente de ayer sábado, en Barcelona, en el centro de la ciudad lo era, y mucho [4], y no en el sentido que indica JAJ. Pero, sea como sea, más allá de la observación del president Montilla sobre equipos y representaciones de la España plural, el comentario inmediato de JAJ no tiene desperdicio: la selección siempre, señala, ha representado la España plural, incluso la de los años cincuenta. ¿Y por qué esa representación de la España plural? Porque de ella formaban parte jugadores vascos. ¿Ya está? Sí, ya está.
Pero, ¿qué concepto de España plural tiene el catedrático de historia de la Complutense? ¿En qué teoría argumentativa apoya su razonamiento? Dado que en la selección española de los años cincuenta, en pleno franquismo, cuando los muertos seguían tirados en las cunetas y en los campos y las comisarías españolas eran centros de salvaje tortura, en la selección, decía, participaban jugadores vascos, esa selección representa la España plural. ¿España plural la España de los años cincuenta, bajo la bota del uniformismo político, cultural, lingüístico y nacional-católico? Pero, ¿qué concepto de la España de las nacionalidades subyace a esa concepción? ¿De qué España plural habla JAJ cuando habla de España plural?
Según creo, los independentistas catalanes no tuvieron conocimiento de la entrevista de Público. Si lo hubieran tenido, hubieran hecho miles de copias y hubieran agitado políticamente con éxito en la manifestación del sábado. Si el centro político civilizado opina así de la España plural, de los símbolos y de los sentimientos nacionales no españoles ¿qué opinión tendrá la derecha españolista? Para temblar y salir corriendo.
PS: Sobre el uso españolista de derecha extrema de los triunfos de la selección española las declaraciones del señor Aznar del domingo 11 de julio son, como era de imaginar, ejemplo altamente ilustrativo. Para callar la boca del más ingenuo.
Por lo demás, en Público, el mismo día de la entrevista con José Álvarez Junco, aparecían unas declaraciones de Xavi, el centrocampista del Barça y de la selección española [5]. En ellas, el compañero de Iniesta no sólo vertía comentarios deportivos tan prudentes, no sectarios y modestos como el siguiente: «Es que no lo soy [el mejor futbolista español de todos los tiempos]. Es que para mí es Raúl. A pesar de que no haya ganado nada con España. Los números lo dicen. Para mí, Raúl sigue siendo el número uno. Y muy cerca, Hierro, Butragueño…», sino que, además, en tono más directamente político, señalaba que el fútbol unía a la ciudadanía y que bastaba mirar al pueblo vasco y catalán -¡pueblo vasco y catalán!- que estaban en la calle para comprobarlo.
Notas:
[1] Público, 10 de julio de 2010, p. 46.
[2] Tomo de páginas de la red esta aproximación al entrevistado: «José Álvarez Junco (Viella, Lleida, 1942) es catedrático de Historia en la Universidad Complutense de Madrid. Estudió Ciencias Políticas en Madrid. José Antonio Maravall dirigió su tesis doctoral sobre el pensamiento político del anarquismo español, investigación que leyó 1973. Entre 1992 y 2000 ocupó la cátedra Príncipe de Asturias de la Universidad Tufts (Boston) y dirigió el seminario de Estudios Ibéricos del Centro de Estudios Europeos de la Universidad de Harvard. Ha sido director del Centro de Estudios Políticos y Constitucionales hasta mayo de 2008 y Consejero de Estado. En 2002 recibió el Premio Nacional de Ensayo. Principales obras: La comuna en España, Siglo XXI. (1971), La ideología política del anarquismo español (1976), El emperador del Paralelo (1990), Mater Dolorosa. La idea de España en el siglo XIX (el Premio Nacional de Ensayo en 2002).
[3] Por lo demás, el domingo 11 de julio, un día después de la masiva manifestación ciudadana contra la sentencia del Estatut, en el trayecto en tren entre Barcelona y les Franqueses (Vallès oriental) he contado en los balcones de los pisos próximos a las vías del tren una sola bandera catalana y decenas de rojigualdas, con toro, sin toro, con aguilucho, sin aguilucho, constitucionales, y sin ningún distintivo. Sin duda, los balcones sin banderas eran mayoritarios.
[4] Pero de nuevo hay que señalar que nada en esa manifestación recordaba el ambiente fascistoide de los aguiluchos. Hoy por hoy, el nacionalista catalán soberanista se reconoce en «L’estaca» de Llach, o en Els segadors. No, desde luego, en el «Cara al sol» o cánticos afines.
[5] Público, 10 de julio de 2010, pp. 50-51.
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