Óscar Carpintero Redondo, Entre la economía y la naturaleza. La controversia sobre la valoración monetaria del medio ambiente y la sustentabiidad del sistema económico. Los libros de la catarata, Madrid, 1999. Presentación de José Manuel Naredo. Rafael Sánchez Ferlosio daba cuenta de esta fábula china en el epílogo de La homilía del ratón 1 . […]
Óscar Carpintero Redondo, Entre la economía y la naturaleza. La controversia sobre la valoración monetaria del medio ambiente y la sustentabiidad del sistema económico. Los libros de la catarata, Madrid, 1999. Presentación de José Manuel Naredo.
Rafael Sánchez Ferlosio daba cuenta de esta fábula china en el epílogo de La homilía del ratón 1 . Un emperador quería inmensamente a su única hija. Temeroso de darla en matrimonio a un hombre que la hiciera sufrir, ordenó a sus cortesanos que recorriesen el imperio buscando a un joven que tuviera el rostro de la perfecta santidad. Entre los aspirantes, traídos de remotos confines de la inmensa China, se eligió el que acabó siendo compañero aceptado de la hija del Emperador. Su comportamiento no defraudó la elección. La supo hacer siempre feliz, viviendo amorosamente con ella hasta el final de sus días. Pero ocurrió que cuando estaba siendo amortajado para su sepultura, un cortesano notó junto a su sien el borde de la hasta entonces inobservable máscara de oro que cubría su rostro. El joven había cometido perjurio, gritó el cortesano, al tiempo que arrancaba de golpe la máscara que cubría el auténtico rostro. Cuál no sería el asombro de todos los presentes al ver que el semblante que entonces se mostraba ante sus ojos tenía las facciones idénticas, absolutamente idénticas, a las de la máscara que hasta entonces le cubría. Rostro y máscara tenían la misma faz.
Pero no siempre, como es sabido, las máscaras ocultan rostros idénticos. Ni siquiera similares. Óscar Carpintero, joven profesor de la Facultad de Económicas de la Universidad de Valladolid, colaborador del Área de Medio Ambiente de la Fundación 1º de Mayo y, para nuestro bien, asiduo colaborador del topo, ha extraído las máscaras con las que suele cubrirse, con ciertos aires de soberbia y aparatosa cientificidad, la ciencia económica en su tratamiento de la gestión de los recursos naturales y del medio ambiente y se ha encontrado, y nos muestra, un rey desnudo o con escaso ropaje.
Entre la economía y la naturaleza (EEN) se abre con una breve e interesante presentación de José Manuel Naredo y se compone de una valiosa introducción y de cuatro extensas y documentadas secciones. El mismo autor señala del modo siguiente los objetivos de su investigación: mostrar las principales aristas de la controversia sobre la valoración económica del medio ambiente y la sustentabilidad del sistema económico desde una triple perspectiva histórica, teórica y metodológica, argumentando con buenas y poderosas razones las limitaciones en que el estudio de las relaciones entre economía y naturaleza puede embarcarse si nos seguimos empeñando en colocar en el puesto de mando de nuestras aproximaciones la valoración monetaria de los ecosistemas. Carpintero señala la aparente paradoja de la situación dado que el proceso de monetarización del medio ambiente, y su integración en el paradigma analítico ordinario, estuvieron precedidos por la expulsión de las preocupaciones de economistas como Quesnay, Malthus, Ricardo u otros, por anclar el edificio de la economía en el sustento biofísico que ciertamente le da cobijo.
Más detalladamente. La primera sección, la más breve de EEN («Riquezas, recursos naturales y medio ambiente en la ciencia económica») traza un excelente panorama histórico de las varias reflexiones que han concedido importancia a la naturaleza en el desarrollo de la ciencia económica, con especial referencia a la distinción aristotélica entre economía y crematística y al papel de los fisiócratas, presentados como «el último eslabón de unión entre lo físico y lo económico». Un nítido cuadro de Naredo sobre las restricciones sucesivas de la noción de riqueza (desde la inclusión en ella de todos los objetos que componen la biosfera y los recursos naturales
hasta su definición como conjunto de objetos valorados, apropiados y que resulten productibles) es comentado por Carpintero con no menos claridad y corrección (pp. 55-59).
La segunda sección («La dimensión microeconómica en la monetarización del medio ambiente») da cuenta en sus seis primeros apartados de las valoraciones monetaristas del medio ambiente, para desembocar en una presentación de la economía ecológica, disciplina que, a diferencia de la economía ambiental, se ha mostrado desde siempre dispuesta a aceptar «que es el sistema económico el que está inserto en la biosfera y no el medio ambiente el que forma parte, como una variable más o menos relevante, del propio sistema económico» (p. 109). Al ser las relaciones entre economía y medio ambiente relaciones entre sistemas con reglas propia de funcionamiento y, consiguientemente, con cierto margen de compatibilidad, «no parece razonable acometer el estudio de estas relaciones desde los pilares teóricos y conceptuales de una disciplina en concreto, sea ésta la economía o la ecología» (p. 110). La tarea de la economía ecológica será, pues, trazar puentes entre ambas, lo cual significa abrirse a otros argumentos, sean estos económicos, biológicos o físicos. Se trata de «aprender de una fertilización cruzada entre todos ellos» (p. 110), sin que ello conlleve la negación de la autonomía relativa de la ciencia económica o, más general, de las ciencias sociales. Carpintero señala que la envergadura de los problemas sugeridos por la actual crisis ecológica ha puesto de manifiesto las enormes limitaciones de los análisis parciales. Es en esta zona de «frontera e intersección entre la ecología, algunas partes de la física como la termodinámica, y, por último, la economía, donde desempeña su labor la Economía ecológica» (p. 111).
Esta segunda sección finaliza con una equilibrada comparación de la economía ambiental y de la economía ecológica, y con una recapitulación de lo expuesto con una ilustrativa aplicación a gran escala: el cálculo del valor monetario de los servicios proporcionados por la biosfera terrestre.
La siguiente sección («La dimensión macroeconómica de la valoración monetaria. Hacia la reforma ecológica») se centra en las voces y argumentos que desde finales de los años sesenta y amparándose en las anteriores críticas de economistas como Kapp o Wantrup y en informes globales como Los límites del crecimiento, sostuvieron la necesidad de una modificación «de las herramientas que los economistas empleaban para medir el éxito y el bienestar económico de una nación» (p. 158), consideraciones que señalan con toda claridad la imposibilidad de que indicadores como el PNB sirvan para dar cuenta tanto de la degradación como del agotamiento de los recursos naturales. Carpintero expone a continuación las carencias ambientales de los sistemas de cuentas nacionales, da cuenta de la corrección ecológica de las macromagnitudes, señala algunas objeciones a la mera corrección «ambiental» del PNB, informa del sistema de cuentas de los recursos naturales (SCRN) noruego y francés y finaliza con una aproximación crítica al sistema de cuentas satélites presentada como solución intermedia que «sigue manteniendo la idea de producción como la de generación de un valor añadido monetario» de forma tal que el medio ambiente y su dimensión física han sido arrinconados en lo que Naredo ha denominado el «limbo de las cuentas satélites».
La cuarta sección, la más extensa de EEN («Del debate sobre la valoración macroeconómica a la controversia sobre la sustentatibilidad») se inicia con una reflexión de las tempranas posiciones de J. S. Mill, T. R. Malthus y sobre la tesis del estado estacionario. Esta noción tuvo en la década de los sesenta de este siglo un apoyo en la metáfora de Kenneth Boulding sobre el sistema Tierra como «nave espacial». Esta nave espacial que puede ser representada, desde un punto de vista termodinámico, como un sistema que intercambia energía con el exterior (radiación solar, por ejemplo) pero no materiales (salvo la excepción, por ahora despreciable, de los meteoritos), «es incompatible con la extensión de esa otra economía que Boulding bautizó como la del «Cow-Boy», simbolizando el modo de producción y consumo depredador de las modernas sociedades industriales…» Es, por tanto, este ámbito de lo económico el que se encuentra constreñido en su expansión en «los límites de una nave espacial que avanza con recursos limitados» (p. 225).
Sin poder dar cuenta de la riqueza de los análisis de estos apartados, el autor prosigue dando explicación detallada de la relevancia que para la economía tienen los resultados de las ciencias naturales, especialmente de la termodinámica y de la ecología. Son a tal efecto absolutamete recomendables los apartados 3.1, 3.2 y 3.3 (pp. 241-258). La sección finaliza con una extensa y no menos interesante aproximación al concepto de sustentabilidad.
Se cierra EEN con un apretado pero sustancial epílogo y con una documentada bibliografía, cierre en que el autor recoge unas palabras de Frank Hahn sobre la necesidad futura de un abrazo entre la economía y disciplinas como la historia, la sociología o la biología. «Un abrazo, en fin, que nos recuerde nuestro verdadero lugar, este territorio que participando de lo natural y lo social se encuentra, como es sabido, entre la economía y la naturaleza» (p. 357).
En definitiva,EEN tiene un innegable interés no sólo para economistas o científicos sociales sino para filósofos con aficiones epistemológicas, para sociólogos de la ciencia o para historiadores de las ideas y más, en general, para todo ciudadano o ciudadana interesado por asuntos de tanta importancia y urgencia como pueda ser el de nuestra vida equilibrada en esta nave espacial con rumbo desconocido y mando, en ocasiones, netamente irresponsable. No creo que sea traicionar la aspiración de Carpintero con su trabajo si señalo que ha tenido muy en cuenta en su exposición este público no especialista cuidando con mimo el uso no excesivo de formulación matemática, reducida a dos sencillas apariciones (p. 279 y p. 314) que pueden ser comprendidas sin dificultad
Un trabajo así, un esfuerzo tan encomiable, merecía una historia tan hermosa como la que Sánchez Ferlosio escogía para finalizar su homilía. Bien mirado no es de extrañar. A Óscar Carpintero se le nota feliz cuando sostiene, recordando una idea similar de Jorge Riechmann, que a él no le importaría en absoluto formar parte de alguna agrupación comunista-epicúrea, con la austeridad que la situación, la naturaleza y la ética exigieran, que tuviese en Manuel Sacristán su orientador o dirigente. Con gustos así, las cosas suelen hacerse de forma excelente.
———————————
1 Rafael Sánchez Ferlosio, Ensayos y artículos. Volumen I. Barcelona, Ediciones Destino 1992, pp. 449-450.