La imagen de la mujer árabe responde a dos fuerzas de construcción que la enmarcan en una serie de estereotipos desde Occidente, por un lado, y al interior de los Estados islámicos, por otro. El estereotipo de mujer sumisa, atada a una religión y unas costumbres que la oprimen, parece ser la visión más generalizada […]
La imagen de la mujer árabe responde a dos fuerzas de construcción que la enmarcan en una serie de estereotipos desde Occidente, por un lado, y al interior de los Estados islámicos, por otro. El estereotipo de mujer sumisa, atada a una religión y unas costumbres que la oprimen, parece ser la visión más generalizada desde Occidente. Este estereotipo está reforzado por la instrumentalización de las identidades culturales que se articulan al interior de los proyectos políticos de los Estados árabes-musulmanes, construyendo desde el patriarcado una «cultura» del ser mujer. Esta unión entre mujer y la idea de estructuras culturales inmóviles en el tiempo sitúan al «ella» como resguardo del mantenimiento del status quo, así como de aquellas (mal) llamadas señas de identidad cultural. Pero, ¿dónde queda la voz de las mujeres árabes en este discurso?; ¿cuánto de verdad y cuanto de mito guarda la losa de lo «culturalmente establecido»?
Esta construcción de conceptos tiende a crear generalidades que, sobre todo desde el exterior, silencian las voces de las protagonistas de sus propias historias, las mujeres musulmanas. Esto sucede sin tener en cuenta que, al igual que ocurre con cualquier esfera del «mundo árabe», la mujer no es un concepto uniforme y homogéneo, sino que por el contrario se define y rearticula en los diferentes contextos geográficos, políticos, sociales e históricos en los que aparece. Como analiza Fawzia Kamel, entender la situación de la mujer árabe requiere de un estudio y reevaluación constante de los términos: cultura, política, economía, ideología, además del colonialismo y la idea de Estado-Nación, y especialmente si lo que queremos es hablar de los movimientos feministas árabes. Estos tienen dos características comunes: la transnacionalidad y el carácter político, lo que remarca su heterogeneidad según la situación sociopolítica por la que pasa.
La mujer ha jugado un papel fundamental en las historias [1] de las naciones, si bien éste ha quedado supeditado a la voz narrativa de los hombres, que han invisibilizado su actividad, transformándolas en objetos pasivos con identidades simbólicas, portadoras de la cultura. Las mujeres musulmanas son claros ejemplos de ese papel otorgado como mujer reproductora de la sociedad, trasmisoras de identidad nacional. Una identidad nacional construida siempre desde el poder patriarcal, quien ha manejado a su antojo las estructuras que permiten el mantenimiento de los privilegios de dominación. Los modelos han ido cambiando en función de los intereses de los diferentes regímenes que se han ido articulando, y en el proceso, la mujer ha tenido que ir deshaciendo y rehaciendo la identidad que le era otorgada desde arriba.
Será en este contexto donde se articulen los movimientos feministas de la «otra agenda» del feminismo post-colonial, hasta entonces silenciada, abriendo el debate sobre nuevas formas de reflexión procedente de los países del Sur. [2] Contexto de multiculturalismo, en el que las mujeres de las sociedades de la periferia consiguen alzar la voz para reclamar un movimiento femenino más incluyente que, hasta ese entonces, la hegemonía de la agenda de las feministas occidentales había copado. Éstas habían marcando no sólo la agenda de las reivindicaciones, sino que acallando las voces discrepantes en un ejercicio de dominación y sentimiento de superioridad etnocéntrica, habían marcado lo que se debía entender como «mujer ideal», sin tener en cuenta el discurso, la manera y la articulación de las feministas del Sur, para quienes la dimensión de mujer no era la única manera en que sentían la opresión del patriarcado, permeada por el racismo, el colonialismo, la islamofobia, la esclavitud, la clase social… y otras muchas formas de dominación que se daban desde arriba. Todas estas dimensiones las autodefinía dentro de un movimiento más amplio, compartido en muchos aspectos por sus compañeros, que, como ellas, habían vivido la experiencia de ser el oprimido. De manera que para estas mujeres la opresión del patriarcado es una más de las muchas luchas que tienen que lidiar desde diferentes frentes. Obviar esta realidad es arrebatarles su memoria y vivencia histórica como personas y como colectivos. Y eso es lo que con su discurso ejercía, consciente o inconscientemente, ese primer feminismo burgués estrecho y excluyente, incapaz de escuchar más allá de los prejuicios e imposiciones. [3]
Hasta la llegada de esta «nueva agenda del feminismo», los estudios del siglo XX sobre las sociedades musulmanas habían estado profundamente marcados por una imagen de la mujer prácticamente inexistente como sujeto de movimiento, relegada al análisis de la tradición como sinónimo de su forma de vida. La mujer, así, queda estudiada como una parte más de la propia cultura y no como sujeto mismo de movilidad, cambio e historias de la misma.
Organización del movimiento feminista árabe
Los movimientos de las feministas árabes comenzaron a organizarse y tener voz al mismo tiempo que se producía el movimiento de reforma y la modernización del «mundo árabe», donde las mujeres jugaron un importante papel como sujetos activos. Las mejoras en la situación de opresión de la mujer fueron reivindicadas no sólo por ellas mismas, sino que se sumaron a la causa algunos intelectuales (varones) que encabezaban el movimiento de reforma.
La mujer pasa a ser por primera vez sujeto del tema de debate, del que al mismo tiempo formaba parte, a través de diferentes medios de difusión, como revistas y periódicos en los que se reflejaban las distintas corrientes del pensamiento. [4]
Dentro del movimiento feminista árabe que se articula a partir de los años 90, encontramos una línea divisoria que deja a un lado a las feministas laicas (procedentes en su mayoría de la diáspora musulmana en Occidente) y al otro a las feministas islámicas. El punto clave de inflexión entre ambas será, por tanto, la cuestión religiosa, en un debate entre Estado laico y Estado confesional. Si bien ambas corrientes se fundamentan en la lucha contra las desigualdades de las mujeres árabes, la diferencia reside en la forma en que cada una de ellas entiende el término «igualdad». [5]
El denominado dentro del movimiento feminista árabe como «feminismo islámico o musulmán» ha sido constantemente criticado tanto por la literatura del feminismo ortodoxo (donde se puede incluir el discurso del feminismo árabe laico) como por la rama más conservadora del Islam. Para las feministas occidentales, la forma en que las musulmanas articulan sus demandas y transforman o se adaptan a su religiosidad es totalmente opuesto a la liberación de la mujer; mientras que, para los musulmanes del poder, el cambio y toma de conciencia de las mujeres de sus sociedades se presenta como una ofensa a Alá, dentro de lo que podemos definir como el arraigo a unos privilegios mantenidos de dominación.
En medio de este juego la mujer musulmana es infantilizada y cosificada, como parte de una idea estereotipada de mujer sumisa y dócil a la que hay que reconducir y guiar por la senda de la verdad (tanto por unos como por otras). Como si de un «tira sogas» se tratase, se ven en medio de una lucha sobre lo que debería ser su experiencia como mujer, pero sin voz propia, sin posibilidad de toma de decisión. A pesar de ello, las estrategias y conciencia de estas mujeres para su avance e integración han sabido gestarse dentro de un modelo de protesta contra las formas tradicionales de opresión, sin renunciar a su identidad cultural o tomar el modelo hegemónico occidental. Feminismo éste, desde un reconocimiento de los valores espirituales desde donde iniciar los movimientos de liberalización, situado en una dinámica desde dentro. [6]
Para estas mujeres el Islam no es fuente de opresión hacia el género femenino, sino que ha sido siglos y siglos de interpretación hegemónica de los hombres que ostentaban el poder, promovidos por intereses político-económicos, lo que ha generado un sistema que mantiene el status quo y por ende sus privilegios como opresores, transformando el mensaje religioso en desigualdades y pérdida de derechos individuales y colectivos de los hombres, pero sobre todo de las mujeres de sus sociedades. [7] Desde la muerte de Mahoma, los múltiples estudios sobre los textos sagrados hablan de la tergiversación en la historia del Islam, tomando un rumbo muy diferente al que en su origen se pretendía implantar. Cada una de ellas ofrecía una visión interesada que beneficiaba únicamente los sucesivos califas. Todas las interpretaciones que se han hecho de los textos del Islam han estado dominadas por el sesgo patriarcal, si bien el objeto-sujeto a tratar era el comportamiento de las mujeres.
Así, las mujeres musulmanas comienzan su lucha feminista al intentar romper esa dinámica machista y reinterpretar los textos del Islam bajo una mirada que observa el Corán como «fuente de cambio en las relaciones de género y derechos de las mujeres musulmanas». [8]
Esta conciencia estará íntimamente ligada a la reclamación de sus derechos, que comienza como reivindicación de acceso a la educación, como medio para ser libres. Varios discursos (unos desde el laicismo, otros desde lo confesional) entrarán en juego en la estrategia de resistencias, luchas y quiebros dentro del margen de actuación en el que las diferentes corrientes de movimientos feministas se podían situar: desde la corriente más «conservadora» del discurso donde se ve la necesidad de educación para la mujer como trasmisoras de conocimientos en su función de madres hacia sus hijos para el desarrollo de sus naciones; hasta un discurso más «transformador» de exigencia de la educación como dignificación de la mujer; serán los diferentes sustentos teórico por los que se proclaman las demandas de sus derechos como personas.
Por tanto, el movimiento de islamización en sus inicios, desde la perspectiva del movimiento de mujeres musulmanas, se entiende como instrumento de reforma integral y apoyo en la emancipación de la mujer. Este instrumento se materializó en las aleyas [9], donde se abre un primer debate sobre la igualdad, que finalmente terminó perdiéndose al haber mayores intereses y privilegios creados por las élites patriarcales que ostentaban el poder desde el periodo pre-islámico. [10]
Los estereotipos sobre la condición de la mujer en el Islam, como ya hemos visto, son principalmente el producto de la imagen que se crea desde el exterior. Pero también es necesario observar el modelo que ha tomado desde ese intento fallido (con la muerte de Mahoma) de reforma, en algunas partes del mundo donde se procesa esta religión. Las prácticas desarrolladas en nombre del Islam (y digo «en nombre del Islam» y no «según el Islam») responden en muchos casos, a una forma profunda de discriminación y violaciones a los derechos humanos así como a la dignidad de las mujeres musulmanas. Los matrimonios forzados, la mutilación genital femenina, la obligación del empleo del burqa… o los obstáculos que se presenta para su participación política; así como la discriminación en estatuto jurídico de la mujer, las han avocado al aislamiento y el analfabetismo en muchos casos. Sin embargo, como señala Asma Lamrabet [11] estos actos son producto de siglos de interpretaciones sexistas y lecturas descontextualizadas del Corán, que no hacen de éste un instrumento de opresión sino que, como hemos visto, pretendían instalarse como un elemento de diferenciación y aperturismo al sistema pre-islámico. [12] Correspondería analizar las políticas opresoras hacia la mujer que se desarrollan en algunos países islámicos desde una perspectiva integral, donde entren en juego no sólo la lógica de las «tradiciones» sino los intereses políticos, económicos y sociales más amplios, sin quedar en el reduccionismo religioso.
Sin embargo, la imagen creada desde Occidente del «mundo árabe» asociada al terrorismo indiscriminado, desprovista de todo análisis de fondo y promotora del miedo xenófobo hacia los árabe-musulmanes (como si se tratase de un único sujeto llamado «mal absoluto»), está sustentada por ese otro icono-moral de la mujer objeto velada que sólo a través de nuestra «libertad neoliberal» será capaz de despojarse de las cadenas que la constriñen. Que sólo subiéndose al carro del occidentalismo salvador, a ese superman de los derechos humanos, será capaz de entender la libertad que supone estar atrapada en la moda de la imagen perfecta. Sólo así, eliminando el sujeto activo de la mujer musulmana que lucha por sus derechos, desde su propia forma de entender el mundo, podemos legitimar acciones bélicas como la de Irak, o leyes discriminatorias en nuestras propias escuelas contra el uso del hiyab, sin ni siquiera plantearnos que esas mismas mujeres a las que decimos querer liberar, tienen voz propia.
Alba Onrubia García es periodista y colaboradora de Paz con Dignidad y la revista Pueblos. En 2010 realizó el Máster en Relaciones Internacionales y Estudios Africanos (UAM).
Notas:
[1] Usaremos «historias» en vez de historia como idea de la visión múltiple que articula el mundo histórico, donde diferentes visiones, interpretaciones y panorámicas de los acontecimientos configuran una realidad desde mi punto de vista inabarcable en el ámbito del estudio. El objetivo es eliminar la idea de única Historia, como la interpretación hegemónica etnocéntrica y patriarcal que se estudia en las escuelas de Occidente.
[2] KAMEL, Fawzia (2003): El feminismo occidental y la mujer árabe. Del orientalismo tradicional al relativismo cultural, II Congreso Internacional «Pueblos y Culturas de la Cuenca del Mediterráneo. Mundo Egipcio», 16 a 18 de diciembre 2003.
[3] JABARDO Velasco, Mercedes (2008): Desde El Feminismo Negro, uma Mirada Al Gênero y La inmigración. En Suárez, Y.; Martín, E.; Hernández, A. (coords.) Feminismos en la antropología: nuevas propuestas críticas. XI Congreso de Antropología (Nº 6). Donostia/San Sebastián.
[4] SALGUERO Esteban, Laura (2002): Nueva Perspectiva sobre la Modernidad Árabe: El Debate Femenino. MEAH, Sección Árabe-Islam 51; 287-303.
[5] MOGHADAM, Valentine M. (2006): Desengaños y Expectativas del Feminismo Islámico. Conferencia «Primer Congreso Internacional de Feminismo Islámico». www.feminismoislamico.org
[6] MOGHADAM, Valentine M. (2006); Asma (2007B): La Problemática de la Mujer Musulmana dentro del Diálogo de Culturas.
[7] MERNISSI, Fátima: Sobre la Autonomía del Feminismo Árabe.
[8] MARCOS, Sylvia (2002): Lecturas alternativas del Corán: hacia una hermenéutica feminista del Islam, en Islam y la Nueva Jihad, Revista Académica para el Estudio de las Religiones, Tomo IV, Publicaciones para el Estudio Científico de las Religiones, México 2002 – p.53.
[9] Subcapítulos dentro del Corán que tratan específicamente la cuestión de la mujer desde una perspectiva de igualdad con el hombre.
[10] SCHENEROCK, Angélica (2004) Más allá de velos y peinados: Las reelaboraciones étnicas y genéricas de las chamulas musulmanas sufrís en san Cristóbal de las casas. Liminar. Estudios Sociales y Humanísticos 2004, Vol. 2. Disponible en Internet: http://redalyc.uaemex.mx/src/inicio/ArtPdfRed.jsp?iCve=74511794007
[11] Feminista islámica, defensora de la libertad en el uso del hiyab.
[12] LAMRABET, Asma (2007): La Problemática de la Mujer Musulmana dentro del Diálogo de Culturas. Conferencia: «Escuela Técnica Superior de Arquitectura de la Universidad de Palma de Gran Canarias.