El problema en México es que los mecanismos legales son complicados y las estrategias son poco novedosas Las condiciones económicas y políticas que prevalecen en el mundo propician la voracidad del capital por apropiarse de los recursos naturales y todo lo que encuentre a su paso, afirmó la consultora ambiental Luisa Murga Meler. No obstante, […]
El problema en México es que los mecanismos legales son complicados y las estrategias son poco novedosas
Las condiciones económicas y políticas que prevalecen en el mundo propician la voracidad del capital por apropiarse de los recursos naturales y todo lo que encuentre a su paso, afirmó la consultora ambiental Luisa Murga Meler. No obstante, el tema está ataviado de falsas apreciaciones sobre la realidad de los fenómenos.
La psicóloga de la UNAM agregó que hasta hace menos de una década la legislación mexicana en esta materia fue una de las más avanzadas del mundo. Su reglamentación en auditoria ambiental para las empresas estaba a la par de las de Alemania, las cuales tienen un estricto grado de certificación para la industria limpia actual.
El problema fue que cuando se intentó concretar lo plasmado en la ley, los mecanismos se hicieron complicados, y al ponerlos en marcha las estrategias fueron poco novedosas. Por ello, se rezagó la instauración de ese tipo de prácticas, añadió la también profesora de la Escuela Nacional de Trabajo Social (ENTS).
Hace pocos años, la regulación en México era sólo normativa. Ahora existe la posibilidad de prefigurar un delito ambiental. Por ejemplo, hoy puede ir a la cárcel un jardinero que tire un árbol, pues va contra el orden ecológico. Sin embargo, dijo, tiene el mismo peso que la tala clandestina.
En «esa diferenciación en cuanto a la ley y a la aplicación de los reglamentos, es en donde estamos atrasados. No es que seamos una sociedad que no quiera sus recursos; al contrario, estamos cercanos a ellos. El problema es esta intermediación que hace cada vez más difícil acercarnos a su cumplimiento», indicó Murga Meler.
Resulta más económico para el industrial ponerse hoy en orden. Sin embargo, precisó, al llevar esto a la realidad, los mecanismos están desfasados y son lentos, y se miran las auditorias como si fuera una licencia de obra.
Es decir, el promotor del proyecto lo único que quiere es tener el papel, no importándole cómo, y a la autoridad le cuesta trabajo caminar todo el trayecto en tiempo y forma. Ahí es en donde se tienen problemas de aplicación normativa, agregó.
La ambientalista universitaria aseguró que la cuestión del manejo de los recursos naturales se ha observado de manera seria; sin embargo, se le desvincula de su significación social y no se le mira dentro de un orden de importancia particular de las sociedades.
Por ejemplo, para reconocer si hay un cambio climático en las condiciones que prevalecen, en términos de tiempos cíclicos de los fenómenos naturales, se debe hacer una serie de cálculos minuciosos de mucho tiempo atrás. Es decir, se requieren registros rigurosos del cambio de las temperaturas, viento e incidencia de la lluvia.
«Hablar de deterioro ambiental implica, necesariamente, involucrar el orden de lo social en términos de que esos recursos naturales, que se dicen afectados, forman parte de nuestra existencia», señaló Murga Meler.
Hablar de ello implica referirse a una mutación en la vida de las personas y en las sociedades. En ese sentido, la consultora llamó a reconocer que cualquier tipo de desequilibrio se define con base en los procesos comunitarios fincados en elementos considerados como tales.
«En términos de valoración del deterioro, una comunidad debe conocer el grado de afectación de sus recursos. Cómo estar cercanos a los recursos para saber que, en un momento dado, no están como deberían, y ese es un problema fundamental en nuestros días, sobre todo en ciudades como México, y en las comunidades en donde las grandes compañías transnacionales se apropian de los recursos y los manejan», concluyó.