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El Día Internacional Sin

Fuentes:

Si dedican a tu desdicha un Día Internacional de ésos que se celebran todos los días, échate a temblar: eso quiere decir que dan por hecho que lo tuyo va para largo. Porque si pensaran que se va a solucionar en un plazo relativamente corto, no institucionalizarían el problema. Hoy es uno de esos días […]

Si dedican a tu desdicha un Día Internacional de ésos que se celebran todos los días, échate a temblar: eso quiere decir que dan por hecho que lo tuyo va para largo. Porque si pensaran que se va a solucionar en un plazo relativamente corto, no institucionalizarían el problema.

Hoy es uno de esos días irritantes: el «Día Internacional Sin Coche». Se supone que debemos ser estupendos y dejar el coche aparcado. Como si la gente recurriera por manía al vehículo privado. Habrá quien se ponga al volante por razones más o menos psicopatológicas, pero la inmensa mayoría lo hace porque es lo que le viene mejor, pese a todos sus inconvenientes.

Estaba hace un rato oyendo las noticias de Radio Euskadi. Han recogido opiniones de algunos ciudadanos sobre esto de la jornada sin coches. Una señora decía, con tono de evidente irritación: «Tengo que ir todos los días desde Durango a Lakua. No hay ningún transporte público que efectúe ese recorrido. ¿Qué se supone que debo hacer, entonces?». Otra apuntaba en la misma dirección: por donde ella vive no pasa ningún autobús.

Cada dos por tres me desplazo de Madrid a Alicante. No puedo ir en tren -cosa que me encantaría- porque para llegar desde Alicante a mi casa de Aigües necesito el coche: suelo llevar bastantes bultos y la comunicación Alicante-Aigües es indirecta, muy esporádica y mala. Aunque no llevara bultos: de elegir ese sistema de transporte (primero el tren a Alicante, luego el trenecillo de la costa hasta El Campello, luego el autobús que sube a Aigües), ni sé las horas que perdería. Si todos los trenes llevaran vagón de transporte de coches, se me solucionaría el problema, pero no lo llevan.

Hay veces que no viajo a Alicante desde Madrid, sino desde Bilbao. Sería estupendo realizar el viaje de noche en tren, durmiendo tranquilamente, pero no es posible: hay que hacer trasbordo en Madrid en mitad de la madrugada, lo que te parte el sueño por el eje. Pero da igual, porque tampoco es posible llevar el coche en el tren, con lo que volvemos al problema anterior.

Lo de Madrid es de otro género. El alcalde de la capital ha conseguido crear una situación de efectos disuasorios fulminantes: es absurdo desplazarse en coche, porque la circulación está saturada hasta tal punto que uno se arriesga a perder toda la mañana para hacer un simple recado. Supongo que la mayoría de los que circulan en vehículo privado de cuatro ruedas proceden del extrarradio. Se meten con el coche hasta la cocina porque en las entradas de la capital no hay grandes aparcamientos disuasorios que permitan desprenderse del cacharro y recurrir a la red de Metro. (Lo cual en cierto sentido es de agradecer, porque el Metro también circula congestionado en las horas punta. Como se añadieran los que ahora van en coche, reventaría.)

Yo circulo por Madrid en motocicleta. Es lo mejor. Te juegas la vida, dado el modo en que conduce el personal, pero, si no te matan, llegas relativamente pronto a cualquier sitio. Y aparcas también en cualquier sitio.

Bueno, el caso es que celebrarán hoy el Día Internacional de marras, el alcalde se hará fotografiar yendo a su despacho en Metro -un día al año no hace daño-, algún ministro quizá tenga la ocurrencia de hacerlo en bici, sonreirán mucho, que para eso están, y a otra cosa, mariposa. Hasta el año que viene.

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P.S. Ayer participé en la presentación del libro de Julio Anguita El tiempo y la memoria. Quien quiera leer mi intervención puede hacerlo pinchando aquí.