Sucedió el 2 de enero de 2023. Ese día el Barcelona ganó la supercopa femenina, 3-0 a la Real Sociedad, en partido jugado en la ciudad de Mérida.
Lo inesperado fue que nadie de la Federación Española de Fútbol bajó del palco para entregar las medallas en el campo al equipo ganador. Nadie lo hizo. Y pasado un tiempo prudencial las propias jugadoras se vieron obligadas a colgarse a sí mismas las medallas de campeonas que esperaban sobre una mesita improvisada, en un acto más que humillante, de ninguneo total. Mientras esto ocurría, el presidente de la Federación Española de Fútbol, Luis Rubiales, y el seleccionador nacional, Jorge Vilda, observaban desde el palco, pero ninguno de ellos se acercó a entregar las medallas. Lo que estaban observando no era sino otro ejemplo de una discriminación sistemática.
Hay voces que exigen mayores explicaciones, piden que se cuenten al detalle hechos que justifiquen la posición de las jugadoras. Creo adivinar mucho morbo en esa exigencia. Entrar en los detalles de la protesta sólo alimenta un debate enfangado, algo que niega el derecho de las mujeres a proteger su privacidad. En realidad, esas voces que exigen transparencia, quieren conocer hechos, lugares, actores, que pueden estar detrás de actos de humillación, de acoso, de abusos. Como si el beso robado no fuera suficiente. Pero las jugadoras no necesitan entrar en semejante escenario para tener conciencia de su discriminación. Tanto que entre la FEF y las jugadoras la confianza durante mucho tiempo ha sido cero, el diálogo cero. Lo que pueden y tienen que hacer esas voces es aprender a interpretar la realidad que a cada momento nos muestra como funciona el patriarcado y como consecuencia el machismo y el micromachismo. La discriminación es el pan de cada día, en la sociedad y en la Federación Española de Fútbol (FEF) hay mucho primario con maldad. Mucho machista que ni siquiera tiene conciencia de serlo.
El sistema falla, la FEF falla. No hay más que ver la fotografía de sus miembros, cerca del 100% son hombres. A pesar de esta foto inaceptable que tapona el desarrollo del talento y del conocimiento de las mujeres, las futbolistas no han pedido como colectivo la dimisión de personajes de la federación. Pero si advierten que si no se limpia las estructuras del fútbol no habrá regeneración. No se puede obviar que sin una limpieza de la FEF que deje fuera a corruptos, misóginos, burócratas y medradores con vocación impositiva y jerárquica, no será posible dar pasos hacia la igualdad. El rubialismo representa un modelo supremacista a favor de los hombres como se vio en la famosa asamblea d la FEF donde Rubiales nos dejó claro que está contra el feminismo y en consecuencia contra la igualdad. Afirmar que hay que erradicar el feminismo de nuestra sociedad, como hizo Rubiales, es de una ignorancia y mala fe brutales. “Es una lacra en nuestra sociedad” afirmó el expresidente en plena borrachera dialéctica.
Tiene razón Alexia Putellas cundo afirma que quienes han aplaudido ese discurso no pueden ser parte de la FEF, ya que encarnan valores contrarios a la igualdad que representan el pasado. Por cierto, la seleccionadora Montse Tomé aplaudió siete veces, no dos como quiere hacer creer. Estrenó el cargo mintiendo. Lo que ha venido pasando desde el final de la copa del mundo, hubiera sido imposible en el fútbol profesional masculino. Es verdad que durante algunos días las reacciones de denuncia a la Federación fueron muchas. Pero poco a poco, con la ayuda de seudoperiodistas, el ambiente se ha tornado muy crítico con las futbolistas. “¿No os dais cuenta que quieren enfrentarnos a los hombres con las mujeres?” dice un habitual del Chiringuito de Jugones con el entusiasmo de quien ha hecho un hallazgo. “El feminismo es una lacra” dijo el propio Rubiales. Son afirmaciones propias de ignorantes con caras de rabia y mala baba. Los mismos que jalean criticas insostenibles como esta: “Hay dos jugadoras que disienten del resto y están sufriendo presiones de sus compañeras” como si no fuera verdad que en cualquier conflicto laboral hay opiniones diversas y personas que se desmarcan de las mayorías. También hay malas relaciones entre familiares. Lo que pasa es que ahora se trata de desprestigiar a quienes se han atrevido a criticar a los poderosos levantándose contra la injusticia. En esta guerra todo vale.
Este es el telón de fondo de una realidad de machismo asfixiante que en estos días hemos podido conocer. Una realidad de la que el beso robado a Jenni Hermoso es apenas una punta del iceberg que el ahora investigado ha querido enfrentar presionando a la futbolista y su entorno. Lo cierto es que el fútbol está plagado de personajes machistas y misóginos. Directivos, jugadores, medios de comunicación y un buen número de futbolistas comparten una cultura y unos valores adaptados a la obediencia y al gregarismo. Muchos no quieren cambiar, acomodados a estructuras ancladas en el pasado. Temen los cambios, no vaya a ser que se les mueva el suelo y pierdan un modus vivendi ventajoso. Así fue que para hacer público su obediencia al jefe Rubiales, aplaudieron una y otra vez sus disparates. Particularmente me impresionó la mentalidad de cacique de quien de forma arbitraria y saltándose los procedimientos subió el sueldo del seleccionador Jorge Vilda, a viva voz en plena asamblea de la FEF, en un acto que fue un escándalo.
Las mujeres de la liga profesional, para llegar a donde han llegado han tenido que soportar mucho desde hace años. El ambiente del fútbol femenino, en los campos de fútbol, ha sido demasiadas veces un espectáculo de insultos y amenazas con participación activa de hombres desatados, de puñetazo fácil. Algo que también ha sido fomentado por la ausencia de consecuencias punitivas para ese público. Un ejemplo. En 2018, durante el partido que enfrentaba a dos equipos de la regional preferente asturiana, la asistente de banda, Sonia Güeva, recibió insultos por ser mujer: «Qué coño haces, vete a tu casa, subnormal, estabas mejor fregando en tu casa». Dirigiéndose a su compañero «Línea, y la putita esa de la otra banda que viene contigo, ¿cuánto cobra? Me la voy a llevar hoy para casa a la muy zorra». Este tipo de comportamientos son el hábitat en que han crecido muchas futbolistas. ¿Cómo para aguantar que ahora les obliguen a dormir con las puertas de las habitaciones abiertas, o les revisen los bolsos cada vez que ingresan al hotel? O que tengan que soportar ironías del tipo ¿con qué ropa interior vienes hoy?
En los siete primeros meses de 2023, son seis los ataques a jugadoras en los campos de fútbol españoles. En marzo, el Salamanca UDS denunció “xenofobia, racismo y machismo” durante un partido de juveniles. En abril, un padre denunció en Facebook los insultos que su hija tuvo que soportar como portera del Alhaurín de la Torre. «Puta, te comes más goles que pollas, eres una guarra, dadnos tu Instagram, que tienes un culazo», fueron algunos de los comentarios que le hicieron a la futbolista de tan solo 13 años.
En este escenario insoportable para muchas futbolistas desprotegidas, llama la atención la escasa solidaridad de los futbolistas hombres para con sus colegas mujeres. No estoy pensando en los jugadores modestos, en esos que tienen mucho que perder y tratan de hacer carrera con limitada fortuna. A estos no se les puede pedir gestas de héroes. Pero sí solidaridad a muchos otros que cobran cantidades como para hacerse ricos con contratos de privilegiados. Futbolistas consagrados han permanecido callados ante el caso de Jenni Hermoso y sus compañeras. Probablemente por cobardía y porque consideran que ellas son futbolistas menores.
Sin embargo, a pesar de las críticas merecidas al silencio de los hombres futbolistas, el futbol femenino ha aportado lecciones de valentía, de dignidad y un coraje, que no se deja pisar. No es causalidad que mientras las mujeres luchan contra la discriminación sistemática que sufren por parte de la FEF las jugadoras sigan manteniendo en alto las banderas de la igualdad y del respeto que se merecen.
Ha bastado un acto de rebeldía para que las mujeres de la selección estatal de fútbol muestren la diferencia entre lo que se es y lo que se tiene. Ellas tienen bastante menos que sus compañeros (salarios, tecnología, material, trato de profesionales) pero son un referente moral. Estas jugadoras representan la pujanza de un fútbol de calidad, pero también la pujanza del feminismo. Tanto es así que un sector de la población, harto de la toxicidad del fútbol profesional de hombres, celebran el haber encontrado un espacio donde disfrutar del deporte sin sentir vergüenza.
Ha valido la pena el lío que se ha montado. Un lío que desvela el mínimo moral, de igualdad de oportunidades, un imperativo categórico esencial para la construcción de un deporte que merezca llamarse Futbol. Las jugadoras lo han dicho en todo momento: este no es un asunto únicamente de fútbol y mujeres, es de todas las mujeres y de toda la sociedad. Sí, estas futbolistas están haciendo el discurso más Hermoso.
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