Traducido para Rebelión por Susana Merino
Las emisiones de gas de efecto invernadero aumentan a un ritmo sin precedentes, afirma el informe del GIEC publicado el 13 de abril. Es tal la urgencia que la ONU ha señalado la responsabilidad de las industrias petrolera y de gas. El Nobel de la Paz, el arzobispo surafricano Desmond Tutu, llama, inspirándose en el boicot contra el apartheid, a boicotear a las industrias fósiles. Los fondos de inversión comienzan a retirarse de las compañías petroleras debido a las movilizaciones en los EEUU contra la construcción de oleoductos o en Europa contra la explotación de los hidrocarburos de esquisto. ¿Seguirá Francia esta tendencia?
Las constancias existentes en los dos últimos informes, recientemente publicados por el GIEC (Grupo Intergubernamental de expertos sobre la Evolución del Clima), no admiten reclamos. Los efectos de las emisiones de gas con efectos invernadero crecen más rápidamente que nunca -2,2% por año entre 2000 y 2012 contra el 0,4% por año en las tres décadas precedentes- alcanzando niveles nunca vistos y haciendo temer que se superará el umbral de los 2°C en 2030. Por otra parte, los efectos del calentamiento climático y las catástrofes que está provocando (ciclones, diluvios, sequías) en todas las regiones del mundo, se agravarán mucho más en el siglo XXI. Se traducirán en: inseguridad alimentaria, presiones por el acceso al agua, conflictos, poblaciones desplazadas y problemas sanitarios.
Esos informes son tan alarmantes que han impulsado a Christiana Figueres, la responsable del «clima» en la ONU, a salir de su habitual reserva diplomática para acusar a la industria petrolera, del gas y del carbón: Se terminó el tiempo de la experimentación y de los cambios marginales» afirmó pidiéndoles que «las tres cuartas partes de las reservas de combustibles fósiles permanezcan en el subsuelo» mientras que el resto deberá «ser utilizado con mesura y de manera responsable». En realidad la humanidad ya ha utilizado la mitad de la cantidad de carbón disponible para quedar debajo de los 2°C de calentamiento climático global.
Noventa empresas responsables
Christiana Figueres ha decidido en consecuencia interpelar a quienes pueden ser juzgados como responsables del calentamiento. De hecho, según un estudio recientemente publicado por la revista Climate Change, son 90 empresas, desde 1854, las responsables de las dos terceras parte de la emisión en la atmósfera de gases con efecto invernadero y entre ellas desde luego casi todas las del sector de extracción de energías fósiles (las «Big Oil»).
Frente a esta evidencia, Bill Mc Kibben, fundador de la ONG 350.org y Naomi Klein, entre otros, consideran indispensable señalar las responsabilidades y mencionar a los actores que forman parte del problema, más que mantener el mito de una comunidad de intereses y de destino que aboliría las categorías de responsables y de víctimas. Para decirlo de otro modo si hemos entrado en el antropoceno, no todos somos culpables. El sector de la energía fósil, esta «industria canalla» (rogue industry) según Bill Mc Kibben se percibe como «el enemigo número uno de la supervivencia de nuestra civilización» y hay que actuar en consecuencia.
Señalar al adversario
En el marco de esta óptica resulta crucial «identificar al adversario» para comprender adonde está el obstáculo para alcanzar una real y ambiciosa transición energética. Una vez identificado el adversario, se pueden elaborar estrategias y poner en marcha adecuadas alternativas políticas. Es por eso que se justifican las masivas desobediencias civiles recientemente organizadas en los EEUU, delante de la Casa Blanca y en los lugares adonde se están construyendo oleoductos e infraestructura, para bloquear la importación de petróleo extraído de las arenas bituminosas de Canadá. Lo que Naomi Klein ha llamado «una estrategia para estrangular las arenas bituminosas extranjeras»
Una estrategia y prácticas que también han llegado a Europa. Mediante la ocupación de tierras a las que han echado el ojo los industriales del gas o bloqueando la llegada de los camiones para la ejecución de los trabajos de instalación y de perforación, las movilizaciones contra la explotación de los hidrocarburos de esquisto en Polonia, en Rumania, en el Reino Unido, claramente ubicadas tras el mismo objetivo. Otro ejemplo, el movimiento «No Dash For Gas» (Ninguna fiebre del oro con el gas) ocupó a fines de 2012 durante una semana dos chimeneas de la central de gas EDF en Est Burton ¿El objetivo? Parar la producción eléctrica para denunciar la construcción de 40 nuevas centrales de gas que provocarían un «irreversible cambio climático».
Empresas que socavan nuestro porvenir
A través de la campaña «Do the math» Bill Mc Kibben y el movimiento 350.org contribuyen a ampliar un proceso de significativa desinversión en el sector de las energías fósiles. La lógica es simple: si es necesario preservar la estabilidad del clima no debe haber ganancias con su destrucción. Algunas universidades así como los fondos de pensión y de inversión se están retirando de las empresas de energías fósiles demasiado dependientes de las reservas que no deberían extraerse.
Este proceso de desinversión acaba de recibir un apoyo de alto nivel en la persona de Desmond Tutu. Este arzobispo surafricano y Nobel de la Paz (1984) acaba de llamar a un boicot a las industrias fósiles inspirado en el realizado contra el apartheid. Pomueve «romper los vínculos con las sociedades que financian la injusticia que significa la alteración climática» considerando que «no tiene sentido invertir en empresas que socavan nuestro porvenir».
¿Qué va a hacer Segolene Royal?
Pero las industrias petroleras y del gas tienen intenciones de darse por aludidas. El día que se publicó el informe del GIEC señalando las alteraciones climáticas Exxon Mobil, la compañía petrolera cuya cifra de negocios es mayor que el PBI de 179 países y que ha negado durante mucho tiempo el origen humano de las alteraciones climáticas, agregando que los cambios climáticos no le impedirían producir y vender energías fósiles. Manteniendo las proporciones, la Unión Francesa de Industrias Petroleras (UFIP) adopta una posición similar: aún no había sido nombrado el nuevo gobierno cuando ya requería la «apertura del expediente» del gas de esquisto, cuidándose muy bien de precisar como se compatibilizaría con las evidencias elaboradas por el GIEC.
Desde este punto de vista, las declaraciones de la primera ministra de la transición energética y de ecología son inquietantes: apenas nombrada juzgó necesario recurrir a una «ecología punitiva». Frente a la amplitud de las alteraciones climáticas, ¿puede negarse que todo un sector industrial desarrolla una actividad peligrosa para la supervivencia de la especie humana y la totalidad del planeta? Y es evidente que con sus estrepitosas declaraciones, la industria petrolera y gasífera están haciendo lo imposible por encarnar al enemigo de una transición energética que esté a la altura de las exigencias climáticas.
1) El informe «Cambio climático 2014, impactos adaptación y vulnerabilidad» se publicó en marzo de 2014 y el informe «Cambio climático 2014, atenuantes para las alteraciones climáticas» en abril de 2014
2) Esta campaña, cuya traducción sería «Hagan el cálculo», se basa en las estimaciones de la cantidad de reservas de energías fósiles que no habría que explotar para proteger el clima.
Fuente:http://www.bastamag.net/Boycotter-l-industrie-petroliere
rCR