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El falso dilema del aborto

Fuentes: Rebelión

A cerca de:«El Drama del Aborto: en busca de un consenso» Faúndes, Aníbal [1] y Barzelatto, José [2], Tercer Mundo Editores, Bogotá (2005) Dos médicos obstetras con experiencia y sensibilidad escribieron esta obra que es fundamental para entender las aristas del problema humano y de salud pública que deriva de la penalización del aborto. Con […]

A cerca de:
«El Drama del Aborto: en busca de un consenso»

Faúndes, Aníbal [1] y Barzelatto, José [2], Tercer Mundo Editores, Bogotá (2005)

Dos médicos obstetras con experiencia y sensibilidad escribieron esta obra que es fundamental para entender las aristas del problema humano y de salud pública que deriva de la penalización del aborto. Con una actitud profundamente comprensiva los autores comienzan presentando la historia de varias mujeres que decidieron abortar, allí están reflejadas las circunstancias de la humilde campesina, la mujer urbana de clase media, la profesional joven, la adolescente trabajadora e incluso la médica madura de buena situación económica que toman la decisión de interrumpir su embarazo, todas esas historias revelan con claridad que no había para ellas otra alternativa.

El aborto es una decisión personal tomada habitualmente como último recurso frente a embarazos no deseados o inviables, en condiciones donde el apoyo social está ausente: «en la mayoría de los casos, la decisión de abortar es una expresión del sentido de responsabilidad de una mujer con respecto al hecho de ser madre, o una manera de proteger su propio futuro o el de los hijos que ya tiene» (Pag. 94). Sostienen Faúndes y Barzellatto que la mayoría de las mujeres tienen embarazos no deseados y abortos inducidos como consecuencia del fracaso de la sociedad en proteger sus derechos: el derecho a decidir libremente el ejercicio de su sexualidad, el derecho a recibir protección para la maternidad, el derecho a la corresponsabilidad paterna, etc.

La pobreza y sus consecuencias que impiden proporcionar una mínima seguridad al futuro hijo o a los ya existentes es la causa más frecuente de aborto en los países menos desarrollados, agravada por la baja disponibilidad de anticoncepción segura y eficaz. Como también sostiene Ivone Gebara [3] las mujeres pobres, son la mayoría de las que mueren en las interrupciones inseguras del embarazo, y lejos de ser criminales, son víctimas del modo de organización de la sociedad.

Su principal pecado es ser pobres

Globalmente, hay 46 millones de abortos cada año, cerca de 19 millones se realizan en condiciones de riesgo, el 95% de los abortos inseguros se realizan en países en desarrollo (OMS, 2003).

Un aporte importante es la revisión que Faúndes y Barzellatto hacen del proceso reproductivo, recorriendo desde la formación de células especializadas o gametos, pasando por la formación del pre-embrión y embrión, la implantación, el desarrollo fetal, el alcance de la viabilidad fetal y el período perinatal, que comienza una vez completadas las 22 semanas de embarazo. Manifiestan los autores que el término «concepción» -generalmente utilizado para referirse al comienzo de la vida- es confuso y no tiene un significado biológico exacto, explican que, de conformidad con la OMS y FIGO, el embarazo se define como «la etapa del proceso reproductivo durante la cual el cuerpo de la madre y el nuevo individuo en desarrollo se interrelacionan, es decir, la fase iniciada con la implantación y terminada cuando se producen un aborto o un nacimiento» (Pag. 45)

Desde la antigüedad hasta hoy se han utilizado métodos para interrumpir los embarazos, desde métodos primitivos e inseguros como introducción de objetos hasta el cuello del útero, pasando por pociones, hasta métodos más modernos y seguros. Estos últimos se clasifican en dos categorías: a) evacuación de la cavidad uterina, regulación menstrual por aspiración y otros; y b) administración de drogas, llamados abortos farmacológicos, por ejemplo con mifepristona/misoprostol. Demostradamente, las muertes por aborto son consecuencia del uso de métodos primitivos en condiciones antihigiénicas, pero permanece oculto bajo las estadísticas de mortalidad materna.

Partiendo de la necesidad de justicia social y considerando que es necesario impedir la muerte de las mujeres por abortos inseguros, Faúndes y Barzellatto proponen un consenso cruzado, despolarizando las posiciones (pro-vida y pro-elección) porque «la verdad es que prácticamente nadie propicia el aborto o se opone sin excepción alguna» (Pag. 217)

La mayoría de quienes se oponen al aborto -a la hora de la verdad- lo justifican en ciertas circunstancias o por lo menos en algún «caso especial y particular». Y quienes lo defienden, consideran que hay demasiados abortos evitables que podrían no ocurrir si se promoviera la reducción de embarazos no deseados, con acceso fácil a métodos anticonceptivos. La cultura patriarcal es una de las principales causas de los embarazos no deseados y la irresponsabilidad paterna (los hombres abortan con la boca cuando simplemente dicen «no es mío») que se acepta de manera pasiva y acrítica en nuestras sociedades es el más importante obstáculo para abordar el problema del aborto.

La penalización no ha evitado la práctica del aborto, sólo la ha mantenido en la clandestinidad, y le ha otorgado la calidad de bien prohibido. El aborto es un problema de salud pública, que se oculta bajo el dilema de «estar a favor» o «estar en contra», cuando su real dimensión está en las condiciones de seguridad o inseguridad en la que se realiza la interrupción del embarazo.



[1] Es Profesor de Ginecoobstetricia de la Universidad Estadual de Campinas, en Sao Paulo, Brasil; fue Presidente del Comité de Derechos Sexuales y Reproductivos de la Federación Internacional de Ginecología y Obstetricia (FIGO).

[2] Médico chileno (1926-2006) Dirigió el Programa Especial de Investigación en Reproducción Humana de la Organización Mundial de la Salud.

[3] Monja y teóloga ecofeminista brasileña.