Después de ver como el ejército de los EEUU permite que las mujeres también puedan combatir; y después de comprobar como cada vez más es una mujer la que presenta la sección de deportes en los telediarios de todas las cadenas, pienso que, o bien el papel de la mujer, verdaderamente, tomó la forma -por […]
Después de ver como el ejército de los EEUU permite que las mujeres también puedan combatir; y después de comprobar como cada vez más es una mujer la que presenta la sección de deportes en los telediarios de todas las cadenas, pienso que, o bien el papel de la mujer, verdaderamente, tomó la forma -por su propia iniciativa y causalmente por su propio interés en el asunto- que antes adoptaba solamente el hombre; o bien, el machismo se nos ha infiltrado hasta la médula y ya; ni cuenta nos damos.
El hecho de reconocer y aceptar nuestras habilidades (cosa que también implica, por supuesto, limitaciones) nos revela conciencia, no desigualdad de género. Con eso, quiero decir que no hace falta desempeñar un trabajo de hombres para hacer de la figura de la mujer un ente más poderoso. Porque es ahí, donde entonces erramos. Ese poder sería otorgado a nosotras por medio del hombre; ese ente que solo siendo superior al otro podría llegar a concederle parte de su poder.
Instintivamente, la mujer ha ido ejerciendo roles que se adaptaban mejor a sus capacidades más innatas: sean la gestión y el orden para no perder el control sobre los recursos de su alrededor. Sean el tacto y el cuidado para con sus semejantes. Sean tantas habilidades como sean, el hecho de ser un animal inteligente, no le ha impedido asimilar nuevas cualidades. Sean la mecánica y el engranaje de un motor, sean la caza y la lucha por una guerra absurda… sea lo que sea que el hombre quiera que sea, ella también puede serlo.
La mujer que presenta la sección de deportes en una cadena de televisión no es parte de esa evolución de la feminidad; sino que más bien sirve para taponar su falta de presencia en los deportes que ella misma está anunciando. Porque habitualmente no vemos noticias que hablen de deportes como: la natación, el voleibol, el esgrima, la gimnástica, etc. donde la mujer también participa. Pero sí presenciamos en cada telediario noticias relacionadas con el fútbol, y fútbol masculino. Entonces, ¿por qué poner ‘expresamente’ una mujer conduciendo este tipo de deportes cuando ‘expresamente’ no tiene nada que ver con ella? Mejor dejémosnos de hipocresías y nos tiramos por el abismo. Ya que nos creemos muy liberados, sí, y tan alivianados con nuestro engaño y nuestros simbolismos que nos olvidamos de variar los verdaderos esquemas que nos esclavizan.
¿El simple hecho de suponer que hay trabajos de hombres y de mujeres, ya nos cataloga eso de machistas?
A ver si nos alejamos y dejamos de pre-prejuiciar la superficie de lo que vemos desde nuestro resquicio. Tenemos trabajos como los de la caza, o los que requieren de cierta fuerza física que han ido desempeñando, por lo general, más los hombres que las mujeres. Civilizaciones preincáicas, dedicaban el trabajo de las telas, tejidos y costura más a la mujer por su tendencia a la delicadeza y precisión con sus manos. Entonces, ¿qué nos queda? ¿decir que ya eran machistas estos pueblos, o más bien que cada uno se adaptaba a lo que mejor sabía hacer? No nos engañemos, el respeto no se obtiene con una cara bonita al frente de la batalla; ni tampoco con una figura al frente del plano del televisor.
¿Hablamos de una sola idea implícita y por lo tanto, categorizada, de «trabajo de y para hombres»? ¿O bien hablamos de un hombre que trabaja independiente de la labor que esté ejerciendo? Ya no estamos en la época de los incas, ni de los mayas, ni los chimús y en lugar de ir perdiendo tabús con los milenios, hemos ido taponándonos con y con más de ellos. El ciclo de posibilidades en el oficio se nos amplió a tal escala que, encima, seguimos catalogando y etiquetando como salvajes cada parte de nuestra triste existencia productiva. En lugar de disfrutar de este gran ventanal, nos limitamos a limitarnos haciendo una interpretación errónea de lo que debería ser para la mujer y lo que debería ser para el hombre. Pensándonos que desde antaño ha sido así y aferrándonos a ideas que nunca prevalecieron por el machismo sino por una pura adaptación de las capacidades de cada uno. El don innato no excluye al futuro aprendizaje para desarrollar un oficio por el cual, previa y aparentemente, no eras apto. Seguimos paseando igualmente mal nuestras ideas mientras nuestro alrededor ha cambiado para darnos mucho más de lo que nosotros podemos concebir.
¿Está hecho el trabajo para el hombre? ¿O el hombre se hace con el trabajo?
Tanto el uno como el otro se necesitan como el pez necesita el mar. Es entonces, cuando nuestra otra mitad perdida intuición debe ocuparse de desprogramarse para darse cuenta que ni el uno ni el otro fueron primeros. Ya que los dos lo fueron al mismo tiempo y a la vez, siguen estando gracias a que el otro también sigue estando.
Relajo. Lo que nos hace falta es trabajo. Porqué, al fin y al cabo, qué haga cada uno lo que pueda sin esa estúpida y absurda idea de cuestionarlo todo.
Porqué, como veis, hay vueltas para rato y la verdad, hace falta escarbarla a fondo.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.