Durante el año 2019 el nombre de la adolescente Greta Thunberg ha resonado en distintos lugares del mundo, siendo una nueva voz para la juventud, y una voz que ahora se encuentra al frente de la exigencia por la justicia ambiental y la toma de conciencia ante el cambio climático. Su mensaje se ha hecho […]
Durante el año 2019 el nombre de la adolescente Greta Thunberg ha resonado en distintos lugares del mundo, siendo una nueva voz para la juventud, y una voz que ahora se encuentra al frente de la exigencia por la justicia ambiental y la toma de conciencia ante el cambio climático. Su mensaje se ha hecho viral, y ha provocado la desobediencia civil con las huelgas de los viernes en colegios, así como campamentos internacionales de estudiantes en Europa. En estos espacios, jóvenes de distintos países se organizan y se reúnen para discutir sobre cambio climático.
Si bien este mensaje y las movilizaciones planteadas representan un espacio de resistencia entre las juventudes de los países de Europa; en América, y sobre todo en NuestrAmerica, la realidad es muy distinta. En países del primer mundo, como Suecia, desobedecer a la obligación básica de no asistir al colegio puede interpretarse como un acto simbólico de resistencia entre la juventud; sin embargo, en muchos de nuestros países completar la escolaridad no es ni siquiera materialmente posible entre las familias más pobres.
No es la idea de este texto desvirtuar las movilizaciones de la juventud por el cambio climático, ni presentar argumentos adulto centristas, pero no deja de llamar la atención que algunos medios de comunicación ensalcen el efecto que ha tenido el fenómeno Thunberg sobre las juventudes latinoamericanas. Este discurso lanzado por los medios de comunicación no hace más que reforzar el eurocentrismo histórico que aún se mantiene vivo y toma fuerza en las sociedades latinoamericanas.
Los Global Climate Strikes (Huelgas Globales por el Clima) impulsados por Greta y por el movimiento Fridays for Future fueron generalmente apoyados por las ONG, distintas empresas, grupos académicos y algunos gobiernos locales. En el caso de Costa Rica, se organizó la «Marcha Nacional por el Ambiente» el domingo 18 de agosto. La marcha hizo un recorrido desde el Parque Metropolitano la Sabana hasta la Plaza de la Democracia, y contó con el apoyo del Ministerio de Educación Pública (MEP), la Municipalidad de San José y distintas ONG y Asociaciones Ambientales como: Green Wolf Costa Rica, Movimiento Tortuga, Eco Runners, EcoGrecia, Coalición Ambiental, Ríos Pura Vida, entre otros. Al ser domingo y contar con los debidos permisos municipales, más que marcha o paro, este evento tuvo tintes de desfile.
Después de un inicio difícil y atribulado por el descontento masivo en Chile, la COP 25 (Conferencia de las Partes) finaliza en Madrid como la COP más larga de la historia y en la que no fue posible lograr prácticamente ningún acuerdo novedoso o necesario. Hubo fuertes desencuentros entre los participantes respecto a los Mercados de Carbono, tema insigne del capitalismo verde de nuestros días y por demás controversial. La duración e ineficiencia de esta COP no hace más que provocar pensar en una cosa: el desperdicio enorme de recursos. Recursos materiales y humanos, además de ambientales; todo lo que se supone que los líderes y diplomáticos presentes en la COP quieren evitar. Es así como esta conferencia se va transformando en un evento donde asisten delegaciones de los gobiernos para lucir sus logros climáticos y proyectarse internacionalmente, sin embargo, en el fondo, sus alcances son nulos.
Como invitada especial de esta COP 25, Greta brindó un discurso emotivo y político, bien estructurado y acertado. La activista increpó a los líderes y gobiernos presentes en la conferencia por no haber hecho lo suficiente ante la crisis climática que se vive hoy. También enfatizó en que la fuerza está en la gente, que la gente está cambiando y está tomando conciencia, lo cual da esperanza para revertir el desastre ambiental al que hemos llegado. En lo medular, este discurso recuerda las palabras dadas por la líder lenca Berta Cáceres, durante la entrega del premio Goldman en reconocimiento a su labor en el año 2015. Además de haber sido una mujer indígena y un ejemplo para el mundo entero, Berta era una líder ecologista y feminista en su comunidad. Durante la entrega del galardón, Berta otorgó unas palabras magistrales en las que culpó a la depredación capitalista, racista y patriarcal de exterminar los recursos naturales y los ríos de su tierra, dinamitando los ejes espirituales de su cultura. Aboga a la rebeldía, e indica que la Madre Tierra nos exige actuar. A diferencia de Greta, Berta dio su discurso en torno a su cosmovisión, rescatando las diversidades naturales, étnicas y culturales de un país tan desconocido internacionalmente como lo es Honduras. Como parte de sus palabras, Berta proclamó:
¡Despertemos humanidad, ya no hay tiempo!
En contraposición a Greta Thunberg, Berta no tuvo voz en espacios tan diplomáticos y de corte tan internacional como son las Conferencias de las Partes; sin embargo, su ejemplo resultó ser tan peligroso para el gran capital y el Estado militar de Honduras, que en marzo 2016 pagó con la muerte sus acciones de protección a la vida.
Mientras tanto, en otro país cercano a Honduras, Costa Rica, se asiste a la COP 25 con una delegación de más de 80 personas. A pesar de sus contradicciones socio ambientales internas, Costa Rica insiste en resaltarse como un ejemplo a seguir a nivel mundial. Desde afuera, la percepción de Costa Rica en cuanto a su economía y política ecológica resulta positiva. Este balance, además de haber sido impulsado con una fuerte plataforma mediática, es alimentado en la idiosincrasia costarricense. El desarrollo de la actividad turística en el país desde la década de los noventa (con campañas que hoy día son tan fuertes como «Esencial Costa Rica») ha impulsado un discurso ecológico y ambientalista que se ha insertado en el imaginario de los y las costarricenses, pero que a la vez resulta contraproducente a la hora de que la población actúe o haga exigencias a las autoridades en cuanto al cambio climático.
Los movimientos ecologistas en Costa Rica cuentan con una larga historia, son diversos y presentan distintas estrategias y formas de proceder. Sin embargo, a pesar de esta heterogeneidad, comparten ciertas demandas con el objetivo de mejorar las relaciones humanas con la naturaleza.
Lo peligroso de asumir el discurso impulsado por Greta como modelo para el ecologismo o ambientalismo en América Latina y en Costa Rica, es el de caer en el olvido o la negación de las luchas y resistencias ecologistas pasadas y presentes que se dan día a día desde distintas trincheras en nuestros países. En Latinoamérica, más que discursos en eventos magnos o huelgas con permisos institucionales para alzar la voz por la naturaleza, la lucha por la conservación y la protección de los recursos naturales es un asunto de vida o muerte para los principales líderes de la región, es decir, un asunto de sobrevivencia. Por ejemplo, en Colombia, mueren asesinadas personas activistas en comunidades costeras y rurales casi todos los días.
No podemos, hoy más que nunca, darnos el lujo de olvidar todo el camino recorrido. No hay que ir muy lejos para corroborar que en este país -Costa Rica-, la protección de la naturaleza y de la vida de quienes la defienden se encuentra bajo constante amenaza. En marzo del año 2020 se cumplirá un año del asesinato político del líder indígena Sergio Rojas, quien lideró y ejerció, junto con la comunidad bribri, su derecho autónomo a la toma y protección de sus tierras. Evidentemente, Sergio no se alineaba con lo normalizado por el Estado, tanto que en vida sufría constantes amenazas y criminalizaciones que lo buscaban desprestigiar. Al día de hoy, este delito sigue impune.
Entonces, no es posible hablar (al menos todavía) de justicia ambiental en un país como este. Un país que no respeta la diversidad de cosmovisiones y formas de relación ancestral con la naturaleza de sus pueblos originarios. Un país donde se minimiza el efecto de las extensiones de monocultivos de piña sobre la seguridad de los ecosistemas y de las personas que viven en ellos.
Por lo tanto, Greta no constituye, y no debe de constituir, la voz de la juventud latinoamericana en cuanto acciones en pro del medio ambiente, sobre todo porque no vive y no representa la realidad que de este lado del mundo se vive. Ejemplos como los de Berta y Sergio son un constante a lo largo y ancho de Latinoamérica y para comenzar a hablar de justicia ambiental debemos primero reconocer su trabajo; para luego hacerlo visible, reivindicarlo y reproducirlo.
Margarita Loría y Fernando Bermúdez (Organización Política Carmen Lyra)- Costa Rica
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