En algunas de mis charlas y conferencias suelo preguntar a sindicalistas y miembros de fuerzas políticas allí presentes lo siguiente: ¿Qué me habríais dicho o hecho si hace veinte años os hubiera anticipado un futuro de trabajo precario, pensiones amenazadas, conculcación sistemática del Pacto de Toledo, inanidad e incumplimiento generalizado de los convenios colectivos firmados, […]
En algunas de mis charlas y conferencias suelo preguntar a sindicalistas y miembros de fuerzas políticas allí presentes lo siguiente: ¿Qué me habríais dicho o hecho si hace veinte años os hubiera anticipado un futuro de trabajo precario, pensiones amenazadas, conculcación sistemática del Pacto de Toledo, inanidad e incumplimiento generalizado de los convenios colectivos firmados, cifras de paro estructural en los jóvenes y además sin horizonte de cambio alguno, etc. etc., etc.? Pues bien ese futuro que dibujaba hace dos décadas ya lo tenemos entre nosotros.
Lo que ocurre es que hace veinte años analistas, estudiosos, parte de la izquierda y del mundo universitario ya lo advirtieron. No se hizo caso. Eran los tiempos de una Unión Europea presentada como el cuerno de la abundancia y de un status económico, social, político, cultural y mediático embriagado por aquella creación de la fantasía escapista.
La realidad político-social de hoy no es muy diferente a aquella de entonces. Es verdad que el debate se hace cada vez más acre y la realidad de una clase dirigente absoluta y escandalosamente implicada en la corrupción y entregada a la tarea de involucionar la vida política, la práctica democrática y el ejercicio de las libertades dan la impresión de que la actividad política y cultural se han centrado en el meollo de la situación de España. Sin embargo, y a pesar de ello, el cuadro tenebroso que se avecina no está siendo planteado con toda su crudeza. Se piensa, erróneamente creo, que este momento actual de franca degradación impulsado desde el poder es lo peor que puede pasar.
¿Qué pensiones van percibir los jubilados de los próximos años? ¿Cuáles son las expectativas para una juventud que ya vive peor de lo que lo hicieron sus padres? ¿Qué Sanidad pública habrá en unos años? ¿Qué Enseñanza pública se vislumbra en el futuro? ¿Qué tejido productivo sostendrá la base económica de nuestro país? ¿Cómo estarán de contaminados y esquilmados los recursos hídricos? ¿Qué situación medioambiental tendremos? ¿Cómo seguirá la violencia de género? ¿Y las relaciones laborales? Son demasiadas preguntas en las que las respuestas que aparecen en la mente colectiva no son nada prometedoras.
Desde ese futuro, más que adivinable, podemos centrar un discurso y una propuesta para hoy en día. Y todo ello con lenguaje claro, riguroso, sin escapismos y sin maniqueísmos decimonónicos. Así la población sabrá a qué atenerse, cómo anticipar los problemas y cómo implicarse en la solución.
Fuente: http://www.eleconomista.es/firmas/noticias/8942572/02/18/El-futuro-explica-el-presente.html