El geólogo Antonio Casas, autor de varios informes sobre Itoiz, considera que la concentración de los epicentros de los terremotos que vienen registrándose desde septiembre en una zona concreta y próxima al embalse, con los hipocentros situados en el mismo plano horizontal y a una profundidad igual a la de la falla situada bajo el […]
El geólogo Antonio Casas, autor de varios informes sobre Itoiz, considera que la concentración de los epicentros de los terremotos que vienen registrándose desde septiembre en una zona concreta y próxima al embalse, con los hipocentros situados en el mismo plano horizontal y a una profundidad igual a la de la falla situada bajo el pantano, así como el hecho de que comenzarán a producirse tras el inicio del llenado le llevan a la conclusión de que nos encontramos ante un fenómeno de sismicidad inducida.
Antonio Casas, doctor en Ciencias Geológicas y profesor de la Universidad de Zaragoza, ofreció la semana pasada una charla en Pamplona, invitado por la Coordinadora, en la que reiteró la peligrosidad que, a su juicio, conllevaría la puesta en funcionamiento del embalse de Itoiz. Casas dio a conocer las conclusiones preliminares de los estudios que realiza sobre los terremotos que se suceden en la zona y adelantó que están relacionados con el llenado de Itoiz.
El geólogo explicó que los datos que se tienen permiten comprobar que en la zona Surpirenaica y en Navarra «hay cierta sismicidad de fondo», y la prueba es que en 1982 se registraron más de cuarenta terremotos de baja intensidad, «pero desde septiembre hasta ahora, en algo más de dos meses, se han producido más de 200». Añadió que todos se encuentran localizados en una zona «muy concreta», como lo demuestra que sus epicentros se sitúan, casi en su totalidad, en torno a Lizoain y Nagore. Si se tiene en cuenta que el llenado del embalse de Itoiz se inició la pasada primavera y que con anterioridad la zona no destacaba por tener una actividad sísmica mayor que la de su entorno, la deducción evidente es, según Casas que «hay una coincidencia temporal entre el llenado del embalse y la generación de sismos».
El conferenciante apuntó las razones que han podido provocar el inicio de lo que denominó «crisis sísmica» a partir de que la presa de Itoiz comenzara a retener el agua de los ríos Urrobi e Irati. Por una parte están las condiciones geológicas del terreno, donde se ha observado que a unos 5 kilómetros de profundidad se encuentra la falla o cabalgamiento de Oroz Betelu con algunas fallas asociadas. Por otra, el embalsamiento habría provocado más que filtraciones -que en cualquier caso no podrían llegar hasta 5 km. de profundidad- un aumento de la presión sobre el agua del subsuelo, que como cualquier fluido no puede comprimirse y, por tanto, tenderá a desplazarse hasta encontrar una cavidad o empujará hasta disponer del espacio que necesita, siguiendo los principios de la dinámica de fluidos. Además, la presencia de agua entre los bloques facilitaría su desplazamiento al reducir notablemente la resistencia al rozamiento.
El conferenciante apoyó sus argumentaciones en el hecho de que la mayoría de los seismos registrados desde septiembre de 2004 tienen su hipocentro (el punto subterráneo donde tiene lugar el movimiento que produce el terremoto, su proyección vertical en la superficie es el epicentro) a una profundidad estimada de 5 kilómetros, y coinciden en un plano horizontal, lo que demostraría que se generan por movimientos geológicos en el cabalgamiento de Oroz Betelu inducidos por un aumento de presión debido al llenado del embalse. «En Navarra, históricamente ha habido una sismicidad difusa, pero a partir de septiembre se produce una concentración brutal, es una tormenta sísmica en la zona del pantano y a unos 5 kilómetros de profundidad, es decir, bastante superficiales. ¿Qué significa esto? A mi juicio, que la sismicidad se concentra en torno al cabalgamiento de Oroz Betelu y a sus fallas asociadas; hay una concentración importante en la zona por debajo del embalse y también algo más al norte de donde llegaba el agua».
Sismicidad inducida
Antonio Casas dijo que existen casos comprobados de sismicidad inducida por el llenado de un pantano, y citó un experimento realizado en Estados Unidos en los años 60 del siglo pasado. Era necesario deshacerse de una gran cantidad de agua contaminada y decidieron inyectarla en el subsuelo, en una zona en la que no se había producido ningún terremoto. Poco después de comenzar la operación empezaron a registrarse sismos, registrándose entre 30 y 42 al mes. «Dejaron de inyectar el fluido y la sismicidad no volvió a ser cero, pero pasó a ser mucho menor que antes de que empezara la crisis. Luego volvieron a inyectar entre septiembre de 1964 y septiembre de 11965, y volvieron a producirse terremotos, hasta casi 90 al mes». Este experimento demuestra «inequívocamente», a juicio de Antonio Casas, «el principio físico que explica que las fallas se desplazan cuando existen fluidos que reduzcan la presión normal sobre el plano de falla y, por tanto, el rozamiento, lo que favorece el movimiento de un plano sobre otro y da lugar al terremoto.
Pero el riesgo «real» es que estos movimientos pueden desestabilizar el deslizamiento de una masa de 20 hectómetros cúbicos (50 millones de toneladas de piedras y tierra) situado en la ladera izquierda sobre la que se apoya la presa de Itoiz. «Es la situación más desfavorable para una falla geotécnica, porque al meterle presión del agua se produce una
aceleración sísmica que disminuye la fuerza con la que el bloque se pega al que tiene debajo, a su suelo, y lo empuja, por lo que es más fácil que caiga», manifestó Casas, quien dijo que el derrumbamiento de esa masa sobre un pantano de Itoiz lleno generaría una ola que superaría la presa, produciendo una riada de consecuencias catastróficas para los habitantes de las localidades situadas aguas abajo.
«Dada la conjunción de estos factores y ahora mismo, pudiendo evaluar los riesgos a los que se somete la población, es inadmisible, fuera ya de cualquier otra consideración, el riesgo a que se está sometiendo a todas las poblaciones situadas aguas abajo del embalse mediante su puesta en carga y el llenado», concluyó el profesor de la Universidad de Zaragoza.