Durante esta primavera fue noticia comentada en los medios la decisión del gobierno cubano de distribuir ollas de presión y ollas arroceras entre la población. Desde sectores anticastristas del primer mundo se intentó ridiculizar la medida, incluso algunos insistían en afirmar que hasta entonces estaban prohibidas en Cuba, prohibición que ahora se ha visto sólo […]
Durante esta primavera fue noticia comentada en los medios la decisión del gobierno cubano de distribuir ollas de presión y ollas arroceras entre la población. Desde sectores anticastristas del primer mundo se intentó ridiculizar la medida, incluso algunos insistían en afirmar que hasta entonces estaban prohibidas en Cuba, prohibición que ahora se ha visto sólo está en los planes de Estados Unidos.
Es lo que ha sucedido con tres empresas mexicanas que no han podido vender la materia prima necesaria para que Cuba fabricase los tres millones de ollas previstas.
Se trata de la firma VAFE S. A. DE C.V. que no pudo exportar el producto FENOL, que se emplea en la fabricación. Esta empresa, después de iniciar su oferta en 2005, se vio obligada a suspenderla, debido a que el material era de procedencia norteamericana.
Se decidió entonces cambiar la tecnología utilizando el POLIPROPILENO. Se solicitó a la firma INDELPRO S. A. una oferta de este material. Se recibió una propuesta, pero posteriormente sería cancelada al conocer que el destino era Cuba.
Seguidamente se procedió a firmar contratos para la compra de 185.000 unidades de la marca EKCO. Se realizó la transferencia del dinero a través de MOTOINSA al banco mexicano BANAMEX, filial del Banco norteamericano «CITYBANK». La operación fue frustrada, como consecuencia de las presiones de las autoridades norteamericanas.
Parece que uno de los temas de política de Estado del gobierno norteamericano, tanto como la guerra de Iraq o la reconstrucción de Nueva Orleans, es impedir a toda costa que Fidel Castro pueda distribuir ollas a las familias cubanas.
Si les parecía absurdo a columnistas de derechas y políticos occidentales que un gobierno distribuya este menaje entre las cocinas de sus ciudadanos, más absurdo les deberían parecer los intentos norteamericanos para prohibir la exportación a la Isla de las famosas ollas desde terceros países.