El gobierno de Sánchez ha celebrado el hecho de que «España regresa a Siria tras más de doce años», izando la bandera rojigualda en la embajada española de Damasco, cerrada tras el inicio de la revuelta de 2011 organizada por el Pentágono y los servicios secretos estadounidenses y de sus aliados con sus redes de yihadistas de Oriente Medio. El ministro de Asuntos Exteriores, Albares, que ha visitado en Damasco la prisión de Sednaya, se ha hecho eco de lo que denomina «el horror del régimen de Bashar al-Assad» y ha condenado la violación de derechos humanos, pero ha olvidado referirse a las matanzas que han cometido durante la guerra las fuerzas yihadistas de Ahmed al-Sharaa (también llamado Abu Mohamed al-Golani, el dirigente del grupo terrorista HTS, Hayat Tahrir al-Sham, que ha ensangrentado Siria), y la represión que ahora están llevando a cabo. El yihadista con quien se ha entrevistado Albares es el mismo terrorista que había jurado fidelidad a Al-Qaeda, que aterrorizó a la población del norte sirio, que traficó con drogas en los territorios que controlaba y que después se convirtió en un instrumento más de la sangrienta intervención de Estados Unidos y Turquía en Siria, que desde 2011 ha causado más de quinientos mil muertos en el país. Albares tampoco repara en que Estados Unidos sigue manteniendo ilegalmente, desde hace años, a miles de soldados en suelo sirio, y el gobierno de Sánchez, que suele tener siempre dispuesta la reclamación de soberanía e integridad territorial para algunos países, no ha emitido la más mínima condena a la ocupación militar estadounidense en el norte de Siria, ni al robo de su petróleo durante años.
Al-Sharaa dirigió el Frente Al-Nusra, la rama de Al-Qaeda en Siria, y recibió ayuda y financiación de Daesh y de los servicios secretos estadounidenses e israelíes. Ese es el hombre a quien Albares y el gobierno español han reconocido tácitamente como el «gobierno legítimo» de Siria, acompañando su gesto, para tapar la vergüenza, de palabras vacías para la ocasión: Albares ha afirmado que «España quiere un proceso político pacífico e inclusivo para todos los sirios y sirias», pero no ha tenido inconveniente de estrechar la mano ensangrentada de Al-Sharaa, un gesto que no puede justificarse apelando a las hipotecas que en ocasiones impone la diplomacia porque supone el reconocimiento tácito por parte del gobierno español de un régimen terrorista en Damasco, comprometiéndose además a enviarle una ayuda millonaria.
Aunque el gabinete de Sánchez sigue sin reconocer al gobierno de Maduro en Venezuela, y se ha negado a romper relaciones diplomáticas con Israel, aun contemplando una espantosa matanza de decenas de miles de palestinos, ha sido muy diligente a la hora de obedecer las instrucciones de Washington. Estados Unidos inició el reconocimiento tácito del nuevo régimen yihadista en Siria con la visita del asesor para Oriente Medio, Daniel Rubinstein, y la responsable para la región en el Departamento de Estado, Barbara Leaf, que se entrevistaron con Al-Sharaa en Damasco hace unas semanas. Su objetivo, con Israel, y con la sumisa obediencia de la Unión Europea, es el control de la transición y del nuevo régimen sirio, imponiendo un nuevo diktat en Oriente Medio. A esa visita estadounidense a Damasco, siguió la de los ministros de Asuntos Exteriores de Francia, Jean-Noel Barrot, y de Alemania, Annalena Baerbock, en otro reconocimiento oficial del gobierno yihadista, como ha hecho Kaja Kallas, la ultraderechista estonia encargada de la diplomacia y vicepresidenta de la Unión Europa que si utiliza con frecuencia un lenguaje incendiario con Moscú se muestra siempre solícita y amable con Washington: ella es la mujer que la Unión Europea ha elegido como Alta Representante para su acción exterior. La Unión Europea ha enviado ahora también a la comisaria belga Hadja Lahbib para reunirse con Al-Sharaa en Damasco, donde anunció la entrega al régimen yihadista de un «paquete de ayuda» de 235 millones de euros, y anunció la reapertura de su delegación en Siria, que contrasta con las duras sanciones económicas que Bruselas impuso al gobierno de Bashar al-Assad.
España no puede reconocer a los peones yihadistas de quienes, desde Washington y Bruselas, impusieron una guerra a Siria que ha causado centenares de miles de muertos y millones de refugiados. Porque la visita del ministro de Asuntos Exteriores español, Albares, al dirigente yihadista Al-Sharaa, que encabeza el régimen terrorista que se ha apoderado del gobierno sirio, no solo es un gravísimo error político y una vergüenza que ensucia el nombre de España: es también la renuncia a una política exterior española independiente, que no esté dictada por los intereses de Estados Unidos y la OTAN.
La izquierda española, empezando por el Partido Comunista de España, debe solidarizarse con el pueblo sirio que, como el del Líbano y Palestina, sufre el terror impuesto desde el exterior, y debe denunciar la dura represión y las matanzas que el régimen yihadista sirio está cometiendo. También, debe exigir al gobierno español de Sánchez que impulse una política de defensa de la paz, de la libertad y del fin de la ocupación militar estadounidense, turca e israelí en Siria. Al mismo tiempo, aunque el PSOE de Pedro Sánchez y el gobierno que dirige se plieguen a las demandas de Estados Unidos, la Unión Europea y la OTAN, la izquierda real debe plantear una iniciativa conjunta en el Congreso de los Diputados para exigir una inmediata rectificación del gobierno español, la dimisión o el cese del ministro Albares, el cierre de la embajada en Damasco mientras dure el régimen yihadista, la retirada de las fuerzas estadounidenses, turcas e israelíes que ocupan partes de Siria y la denuncia del sanguinario gobierno que se ha impuesto al pueblo sirio.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.