«Ayer volví de una expedición de escalada al Matterhorn suizo. Ascendimos por la arista Hornli, la famosa ruta utilizada por primera vez en 1865. Voy allí todos los veranos. Estas rutas tan utilizadas se están volviendo peligrosas y varias se han cerrado. El permafrost, que ha mantenido la roca sólida durante cientos o miles de […]
«Ayer volví de una expedición de escalada al Matterhorn suizo. Ascendimos por la arista Hornli, la famosa ruta utilizada por primera vez en 1865. Voy allí todos los veranos. Estas rutas tan utilizadas se están volviendo peligrosas y varias se han cerrado. El permafrost, que ha mantenido la roca sólida durante cientos o miles de años, se está derritiendo. Se derrite durante el día y se congela por la noche y, de este modo, la roca se deshace. Este proceso se observa cada año a mayor altitud: va subiendo por la montaña». Así lo narra Sebastian Montaz, residente en Saint Gervais, un pueblo de la región francesa de Chamonix. Guía de montaña e instructor de esquí, creció en los Alpes franceses, pero guía a escaladores y esquiadores por toda la región alpina.
El suyo es uno de los testimonios que este mismo año utilizaba la Agencia Europea de Medio Ambiente en el marco de un informe apropiadamente titulado «Señales», las mismas que, según este organismo, demuestran que las cosas van mal en materia de conservación ambiental y biodiversidad. Ayer su directora, Jacqueline McGlade, aventuró que «en regiones de montaña hay especies representativas, como por ejemplo el edelweiss, que lucharán por sobrevivir», refiriéndose a la flor blanca alpina que aparece en las monedas de Austria y es un símbolo de Suiza.
Lo hizo en Bruselas, en la presentación de la evaluación que realiza esta agencia cada cinco años sobre la evolución del medioambiente europeo. Se trata de su informe estrella, que esta vez coincide con la celebración de la Cumbre de Cancún sobre el Cambio Climático. Y, como no podía ser de otra manera, el calentamiento global acelerado del planeta guía buena parte del documento.
Hace ahora seis años, esta agencia europea avanzó un estudio en el que pronosticaba el futuro de la Unión Europea de seguir calentándose el planeta al ritmo acelerado que se denuncia. Un documento que, por aquel entonces, expertos vascos en meteorología y climatología consultados por GARA coincidían en tachar de «catastrofista».
El recurrido cambio cimático
Ahora, este nuevo informe mantiene esa línea alarmista en cuanto a qué ocurrirá. Los bebés que nazcan hoy en países del Mediterráneo serán testigos de un aumento de siete grados en las temperaturas veraniegas al final de sus vidas, advierte este organismo de control medioambiental de la Unión Europea.
Los glaciares alpinos se derretirán en cuestión de décadas, los países del norte serán hasta un 20% más lluviosos al final de este siglo y el número de días en los que las temperaturas superarán los 40,7 grados centígrados se duplicarán a lo largo de las costas mediterráneas para el año 2080, aventura el informe.
«Para cuando los niños que nacen hoy sean septuagenarios y octogenarios, ya habrán tenido que adaptarse al aumento de las temperaturas», dijo ayer McGlade. «Diariamente, durante el verano, estarán experimentando temperaturas de más de 40º en el sur de Europa», añadió.
Y por si no fuera bastante, atención al dato aportado: a finales de siglo, las muertes anuales relacionadas con el calor podrían duplicar las 70.000 que se produjeron durante la ola de calor europea del 2003. Menos mal que reconocen que los fallecimientos por el frío en el norte y centro europeos bajarán y lo mismo debemos suponer que pasará con las muertes relacionadas por el virus de la gripe.
Pero no sólo de calentamiento global se habla en este examen al medio ambiente y la sostenibilidad en la Vieja Europa. El nuevo informe alerta de que la demanda mundial de recursos naturales para alimentar, vestir, alojar y transportar a la población se está acelerando. Esta creciente demanda de capital natural ejerce cada vez más presión sobre los ecosistemas, las economías y la cohesión social en Europa y en otras partes del mundo.
Dentro de las fronteras del continente, las políticas medioambientales son motivo de orgullo. Se ha regulado el uso de químicos peligrosos, de emisiones de carbono y tenemos etiquetas para el consumo de energía de los bienes. ¿Y fuera? ¿Qué efecto tiene nuestro nivel de consumo fuera de las fronteras de Europa? De acuerdo con la Agencia Europea de Medio Ambiente, Europa tiene un déficit ecológico.
De media, un ciudadano de alguno de los 27 estados miembro de la UE tiene una huella ecológica de 4,7 hectáreas; es decir, dos veces la capacidad del continente europeo de proveer recursos naturales y absorber los desechos. De alguna parte tiene que salir lo restante, y lo lógico es que sea de los países en vías de desarrollo, que no parece lo ideal, incluso desde un punto de vista de dependencia del exterior.
Los retos se entremezclan
«Consumimos más recursos naturales de lo que es ecológicamente seguro. Y eso sucede tanto en Europa como en todo el planeta. Por ahora, el cambio climático es el signo más visible de inestabilidad, pero una serie de tendencias mundiales apuntan a riesgos sistémicos mayores para los ecosistemas en el futuro. La naturaleza de la crisis financiera actual debería hacernos pensar», afirma la profesora Jacqueline McGlade.
El informe alerta de que los retos ambientales descritos se repiten con respecto a estudios anteriores. Pero, subraya, «lo que en la actualidad ha cambiado es la velocidad con la que la interconexión de estos retos propaga los riesgos y aumenta las incertidumbres en todo el mundo».
Las medidas no son suficientes
¿Y qué está haciendo la UE para afrontar este enorme reto medioambiental? McGlade afirmó que las medidas adoptadas a escala comunitaria han supuesto avances, pero recalcó que es necesario ir más allá.
La experta citó, así, alcanzar el cumplimiento de normativas ya existentes, como la directiva de calidad del aire; reclamó que las políticas agrícolas sean reformadas de acuerdo con las exigencias del cambio climático; pidió políticas adecuadas y actuar con prudencia en relación a la apuesta por los biocombustibles; recordó la grave afección de los ecosistemas marinos europeos…
Incluso en materia de reducción de los niveles de dióxido de carbono (C02), estimó que los esfuerzos internacionales de recorte de emisiones «distan mucho de ser suficientes para evitar una subida media de dos grados centígrados en la temperatura del planeta».
La buena noticia es que las emisiones de CO2 se situaron en 2009 un 17% por debajo del nivel de 1990, muy cerca del objetivo del 20% para 2020. La mala en este terreno es que las emisiones del transporte, por ejemplo, aumentaron un 24% entre 1990 y 2008.
Pero McGlade abogó también por que Europa necesita un cambio fundamental en la actitud y en la forma de vida de sus ciudadanos. «La idea de que uno continuará viviendo como lo ha hecho hasta ahora es, creo, el campo donde hay trabajo pendiente», apuntó en clara alusión a que también los europeos deben cambiar de chip.
Pese a que la política «verde» ha ganado peso en Europa, la funcionaria consideró que aún es necesaria una mayor aceptación social de los objetivos de eficiencia energética. Ello implicaría, según Jacqueline McGlade, un sacrificio para prescindir de la compra de grandes vehículos o aceptar un impuesto sobre el carbón.
bosques
El bosque es la vegetación natural predominante en Europa, pero los que quedan en el continente distan mucho de estar intactos, ya que la mayoría de ellos están muy explotados. Sólo el 5% de los bosques europeos está intacto.
crisis de agua
«La opción estará entre utilizar el agua en la agricultura o el agua para beber», dijo ayer Jacqueline McGlade, directora de la agencia europea. «Hoy, ya en algunos países, la agricultura consume el 80% del agua que llega al territorio».
Una PAC más verde
Para lograr los objetivos, la Agencia Europea de Medio Ambiente considera fundamental que la reforma de la Política Agrícola Común (PAC) preste «más atención» a la lucha contra el cambio climático y a la protección de la biodiversidad.
La UE recuerda la experiencia histórica de tardar 30 años en tomar medidas
«Crisis como éstas también han demostrado lo difícil que resulta para la sociedad hacer frente a los riesgos», advierte la Agencia Europea de Medio Ambiente en referencia a la situación financiera mundial pero trasladada a la crisis medioambiental. «A menudo se ignoran de forma generalizada numerosas alertas tempranas perfectamente señaladas», pone sobre la mesa. La experiencia pasada, según este organismo, demuestra que a menudo pasan entre 20 y 30 años desde que se define un problema ambiental hasta que se obtiene una primera visión completa de sus impactos, por ejemplo, mediante la realización de informes sobre el estado de conservación o los impactos ambientales.
Entre estos ejemplos se incluyen los casos del cambio climático, los clorofluorocarbonos, la lluvia ácida, la gasolina sin plomo, el mercurio y las poblaciones de peces. Estos casos, para esta entidad europea, revelan que el decalaje de tiempo, desde las primeras alertas tempranas con base científica hasta el momento en el que las acciones políticas pasaron a reducir eficazmente los daños, fue a menudo de entre 30 y 100 años, un intervalo durante el cual la exposición temporal y los futuros daños aumentaron considerablemente.
Por ejemplo, cita en su informe presentado ayer, «se podría haber evitado más de una década de cánceres de piel si se hubieran tomado medidas, cuando se produjo la primera alerta temprana en la década de los 70, y no cuando se descubrió el agujero de la capa de ozono en 1985». A su juicio, «dada la velocidad y la escala de los retos, no pueden permitirse decalajes de tiempo tan grandes».
Este organismo urge a seguir adoptando medidas, aunque también reconoce que, por ejemplo en el caso más mediático como es el del calentamieto global, «aunque Europa cumpla todos sus objetivos de reducción de emisiones y los líderes mundiales acuerden medidas audaces durante las conversaciones sobre el clima que se celebran en Cancún, Europa seguirá teniendo que adaptarse a los efectos continuos y esperados del cambio climático». Es decir, para esta agencia, los cambios en el clima ya están ahí. Y no sólo en Europa. «El norte de África también sufrirá», dijo su directora McGlade. «Si esos países de la zona sur del Mediterráneo no pueden resolver la cuestión del agua en particular, las generaciones intentarán trasladarse a zonas donde puedan tener más garantizada la comida y el empleo», avisó. J. V.
Apuesta por tener «economías verdes» dentro de 40 años
La agencia dejó claro que el actual modelo de consumo y de producción «amenaza los recursos» y apostó por la necesidad de «acelerar» la transición hacia la creación de economías verdes en Europa. De hecho, consideró «razonable» pensar que esa transición se podría completar en un plazo de 40 años.
http://www.gara.net/paperezkoa/20101201/235345/es/El-grado-consumo-amenaza-medio-ambiente-Europa