Hace tiempo que sabemos que los soldados de las Fuerzas Armadas trabajan en una situación de gran precariedad laboral al no poder acceder a un contrato permanente como el resto de militares. Al contrario que los militares de carrera, no tienen ningún tipo de cobertura y son depurados al menor síntoma de enfermedad o problema […]
Hace tiempo que sabemos que los soldados de las Fuerzas Armadas trabajan en una situación de gran precariedad laboral al no poder acceder a un contrato permanente como el resto de militares. Al contrario que los militares de carrera, no tienen ningún tipo de cobertura y son depurados al menor síntoma de enfermedad o problema serio. Cuando llegó la crisis se aprovechó para purgar a gran cantidad de soldados hasta llegar a la situación actual (19.000 oficiales y solo 41.000 soldados. Es decir, un oficial por cada dos soldados). Uno de los grandes problemas de las Fuerzas Armadas, no ya desde hace años o décadas, sino siglos, es la macrocefalia o excedente de oficiales. Como suele ser habitual, la crisis no fue motivo para resolver el problema, sino justificación para empeorarlo.
Por tanto, dicho problema se acrecentó con el Plan Visión 2025 (reducir las FAS en 15.000 militares y 5.000 civiles, de ellos 5.000 mandos y 10.000 componentes de tropa). En lugar de reducir el número de oficiales decidieron rebajar el doble de soldados que de mandos. El mundo al revés.
Debido a esta cacería injustificada, cualquier dolencia o enfermedad de un soldado es aprovechada para la expulsión de este. Esto hace, por desgracia, que los soldados oculten enfermedades para no ser expulsados y algunos terminen, incluso, suicidándose al esconder depresiones, ansiedad y otras patologías.
Debemos acabar con esta situación por muchos motivos. En primer lugar, por reconocimiento a la extraordinaria labor que muchos de ellos han realizado (hay que separar lo que hacen nuestros militares del uso inadecuado que se hace de los ejércitos). En segundo lugar, porque las condiciones de precariedad laboral o el miedo a la expulsión son el caldo de cultivo ideal para las malas prácticas, la corrupción, las malversaciones, el fraude, los abusos y los privilegios anacrónicos. Es obvio que un militar temporal que puede perder su trabajo con suma facilidad, máxime en un mundo tan cerrado como el castrense, no denunciará los delitos que pueda conocer por no asumir el riesgo que ello conlleva.
El negocio de la crisis
En el contexto de crisis, como comentaba antes, las Fuerzas Armadas se han comenzado a deshacer de una gran cantidad de militares de tropa, más de 10.000 en los últimos cinco años. Por desgracia, como casi siempre, detrás de estas expulsiones hay un gran negocio. En este caso se llama SEGUR, empresa en la que trabajó el actual ministro y a la que le concedió una gran cantidad de contratos en el mes de diciembre, mes electoral. La exempresa de Pedro Morenés y otras del sector son las que precisamente se nutren de estos exmilitares con 45 años (y más jóvenes), muy valiosos por su gran experiencia en el ámbito de la seguridad. El negocio es mayor dado que las empresas no pueden dar trabajo a todos los expulsados, lo que hace que existan tantos candidatos por cada puesto de trabajo que se puedan rebajar los salarios y las condiciones hasta donde se quiera. Este excedente también perjudica al resto de trabajadores del sector porque las empresas pueden imponer condiciones más duras.
Incomprensiblemente, son las administraciones públicas las que en muchos casos contratan a estas empresas para que se encarguen de la seguridad en edificios públicos y lo hacen con los militares formados y expulsados por las Fuerzas Armadas. Es decir, pagamos a empresas de seguridad vinculadas a Pedro Morénes, altos mandos militares, políticos y otras personalidades para que militares a los que hemos formado (y expulsado) se encarguen de la seguridad de nuestros edificios (a un coste mayor que si estos soldados lo hicieran como trabajadores públicos). Por supuesto, ello genera gran beneficio a estas empresas, cuyo gasto en formación ya está cubierto, y puestos de trabajo muy bien remunerados para los antes mencionados. En definitiva, beneficios a cambio de puertas giratorias.
Es necesario convertir a todos los militares temporales en militares de carrera, lo que es lo mismo que hacerles permanentes, y terminar con la gran injusticia que se está cometiendo y el gran negocio con el que tantos se están lucrando.
Es cierto que llegada una edad (45 años u otra) los militares no podrán seguir cumpliendo con sus cometidos (lanzarse de un avión, correr decenas de kilómetros con gran peso encima, estar preparados para intervenir en una zona en conflicto…), pero podrán perfectamente encargarse de la seguridad de nuestros edificios públicos, lo que generará un gran ahorro a todos los contribuyentes y unas grandes pérdidas económicas a las empresas privadas de seguridad. Entre ellas la que está vinculada a Pedro Morenés.
Ahora toca decidir
Parece que muchos no han comprendido todavía que lo que ellos tanto aman no es lo mismo que aman Morenés, el PP, el PSOE y la cúpula militar… Lo que aman estos es poder, ascensos, condecoraciones y, por encima de todo, dinero.
Mi patria es una patria que no maltrate, expulse y abandone a sus soldados y que estos puedan trabajar en unas condiciones dignas (y, también, que sus misiones sean loables y no las actuales: neocolonialismo, estados fallidos, ejércitos al servicio de las industrias y las empresas,…). La patria del PP, el PSOE, Morenés y la cúpula militar es maltratar a los militares temporales mientras están a sus órdenes, usarlos para guerras que generan grandes beneficios (y expolios) a industrias y empresas y, después, cumplidos los 45 años, explotarles laboralmente en empresas privadas para ganar todo el dinero que puedan (o dejarles en el desempleo).
A veces, ni tan siquiera pueden ser explotados porque se han suicidado antes o han terminado en un hospital por problemas físicos o psicológicos, momento en el que se convierten en una nómina menos y/o un desempleado con muy pocas posibilidades de reincorporarse al mercado laboral. Cada militar dado de baja es un motivo de alivio para la gran cantidad de oficiales que sobran, muchos de ellos sin un trabajo real que acometer y bastante más mayores y en peores condiciones físicas que los soldados que se expulsan.
Debemos terminar con el negocio y las guerras de unos pocos o esos pocos terminarán con nuestro futuro.
Luis Gonzalo Segura, exteniente del Ejército de Tierra y miembro del Colectivo Anemoi. Puedes obtener más información en las novelas «Código rojo» (2015) y «Un paso al frente» (2014).
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.