Francisco Javier Escalera Reyes es profesor titular de Antropología Social en la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla. Doctor en Geografía e Historia y director del GISAP (grupo de Investigación Social y Acción Participativa). Sus principales líneas de trabajo se podrían agrupar en dos: los estudios antropológicos ambientales y socio-eco-sistémicos del territorio andaluz, en lo que se incluyen investigaciones sobre el patrimonio cultural del agua, la degradación de ecosistemas y el impacto socio-ecológico del turismo zonas urbanas. Y por otro lado una segunda línea más centrada en las formas de asociacionismo en Andalucía, el estudio de la sociabilidad y relaciones de poder y la investigación participativa. Entre sus obras destacan La experiencia de la participación social en el Corredor Verde del Guadiamar (2008), Consumir naturaleza. Productos turísticos y espacios protegidos en Andalucía (2010) y Public Participation, Socio-ecological Resilience and Environmental Restoration: Lessons from two contrasting cases from Andalusia and Costa Rica’ (2011).
Buenos días, Javier, como sabes, estamos desarrollando conversaciones con personas a las que consideramos referentes a la hora de pensar Andalucía. Nos interesa particularmente conocer qué aspectos históricos, socioeconómicos y culturales consideras más relevantes para Andalucía, en definitiva, conocer algunas bases materiales de lo que se ha denominado el hecho diferencial andaluz.
Bueno, esto da para mucho. No es un elemento, evidentemente, sino que es una multiplicidad. La base geográfica ya marca una especificidad. El hecho de que haya una cadena montañosa que separa Andalucía del resto de la península, tener una cuenca hidrográfica como la del Guadalquivir que articula el 80% del territorio o estar en la confluencia del océano Atlántico y del mar Mediterráneo marcan importantes características geográficas. Por otra parte, existe un proceso histórico muy particular que, aunque evidentemente comparte elementos con otras partes del Mediterráneo y de la península Ibérica, tiene una especificidad propia. Las características del territorio, del espacio geográfico y del proceso histórico se plasman, por ejemplo, en un tipo de poblamiento muy particular: las agro-ciudades o agro-villas. Y añádele a todo eso, una serie de elementos culturales que se han ido fraguando a través de la superposición, de la hibridación, de distintas aportaciones culturales.
De entre los aspectos históricos, ¿qué hitos destacarías?
Los pueblos, las culturas, no se construyen con hechos puntuales, sino que son procesos que se van superponiendo, retroalimentando e influyendo unos a otros. En el caso de Andalucía, sin entrar en grandes debates, hay elementos indiscutibles. Entre ellos se encuentran: la existencia de formas culturales avanzadas de alta civilización como son los Tartessos; la constitución de la Bética como una de las referencias fundamentales del Imperio romano; y, por supuesto, el período de al-Ándalus. Aunque el ámbito de influencia de la civilización andalusí fuese más allá de los límites de la actual Andalucía, indudablemente encontró aquí sus bases fundamentales, fue donde más perduró en el tiempo y donde más alto llegó su desarrollo y su diversificación. Y no me refiero solo a los periodos de unidad política, como fue el emirato, el califato o luego, a la breve era de los almorávides o con los almohades, sino también al periodo de la fragmentación de ese poder centralizado en las distintas realidades que se han dado a denominar reinos de taifas. Esta fue para mí unas de las épocas que explican el fuerte localismo que tenemos los andaluces y que es una de nuestras señas de identidad. Justamente es en la taifa de Granada donde se alcanzaron algunos de los hitos en la producción cultural, científica e intelectual que produjo esa civilización.
Por supuesto, la conquista castellana y el modelo de colonia que se establece con la conquista castellana es absolutamente central. La clave fundamental para entender el hecho diferencial andaluz actual es su situación de colonia, que se establece desde el siglo XV, pero que adquiere un carácter neocolonial pleno a partir del siglo XIX. Desde la conquista y el establecimiento de la alianza de la monarquía hispánica, este territorio va a servir de colonia, de lugar de producción de materias primas, de fuerza de trabajo y de enclave colonial. No solo las colonias estaban allende los mares, sino que las colonias estaban aquí, en Andalucía o en Canarias. Y, a partir de entonces, en el siglo XIX, se produce la transición a un modelo neocolonial donde el modelo mercantilista se ve sustituido por un colonialismo de corte capitalista en el que se produce el control de los recursos, la explotación masiva de los recursos naturales, mineros, etc. Todo esto es muy complejo porque se va produciendo en relación con todo el proceso de desamortización, por el cual se produjeron, en muy poco tiempo, privatizaciones de una gran parte de la tierra, de esta tierra que era de acceso vecinal, tierra de propios, de comunes, y eso condujo a que una cantidad ingente de personas quedase absolutamente “en el aire”. El capitalismo neocolonial se desarrolló usando esa mano de obra barata y numerosa. Así, se va a consolidar ese modelo neocolonial que, con algunos matices, es el que todavía sigue definiendo a la situación actual. Andalucía sigue siendo un país colonizado que ocupa una posición absolutamente subordinada y dependiente, como lo hace cualquier colonia de los centros de poder político, que cada vez son más centros financieros y económicos. Esto nos ha ido marcando para bien y para mal.
Este es uno de los grandes debates. Existe debate sobre el tratamiento de Andalucía porque el desarrollo político de un posible andalucismo varía si aceptamos el tratamiento de Andalucía como colonia interna o como nación periférica. Si aceptamos la noción de colonia, el andalucismo puede formularse en términos de lucha de liberación, más cercana a formas más similares a los movimientos de liberación.
Totalmente de acuerdo. ¿Qué dice nuestro querido himno?: Andalucía libre. Bueno, es que eso es lo que significa ser una colonia y buscar la emancipación como pueblo. Pero claro, estamos en lo de siempre, el andalucismo primero siempre con gaseosa, para no molestar, para que no se nos acuse de insolidarios. La tibieza en la que se ha movido el andalucismo que ha existido aquí, salvo honrosas excepciones, tiene mucha relación con no querer reconocer que el andalucismo va indisolublemente unido a la liberación de Andalucía y que, en ese sentido, debe tener un carácter claramente revolucionario. Y ahí no cabe todo el mundo, lamentablemente. Eso de defender un andalucismo interclasista, donde cabe todo el mundo, nadie se lo cree y no tiene ningún sentido. El andalucismo era, y tiene que seguir siendo en el futuro, un movimiento popular en el sentido amplio del término, popular en el sentido de seguir haciendo referencia a las clases subalternas, entendiendo que las clases subalternas son un tejido muy amplio, que no necesariamente se tiene que limitar al jornalero –limitarlo a eso es un tremendo reduccionismo-. Lo que no se puede pretender es incluir a los mismos sectores que no solo no están interesados en Andalucía, sino que han hecho y siguen haciendo todo lo posible para que este pueblo no despierte. Es necesario generar un andalucismo auténtico, que, en ese sentido, sea consecuente con sus principios fundacionales, en sus orígenes. Con los orígenes me refiero a Blas Infante, José Aumente, José María de los Santos y otra gente que, desde hace mucho tiempo, ya insistían en esto.
Por las implicaciones políticas que tiene la noción de colonia, por lo que se entiende bajo este término y por el papel que Andalucía también juega en la propia empresa colonial, ¿Podrías explicar qué entiendes por colonia en el caso de Andalucía?
Bueno, hay muchas palabras que están cargadas de contenido. ¿Qué es una colonia? Pues, un territorio que está sometido al control de una metrópoli que es la que decide. Decíais antes “una colonia interna”, bueno, ahora externa totalmente, porque quienes dominan ahora mismo aquí, no son precisamente España ni Madrid. Esos son los testaferros, los intermediarios. Los que dominan aquí, como estamos viendo, son los grandes capitales financieros, los grandes fondos de inversión que se están quedando con el campo y con nuestros recursos. Es una colonia del poder globalizado que ahora mismo tiene su sede no se sabe dónde. En cuanto a lo que se refiere a colonia colonizadora, yo creo que Andalucía no ha sido nunca colonizadora. Andalucía, es decir, los andaluces, lo que han hecho es poblar parte de las colonias americanas. Eso no es ser colonizador, eso es servir como base, como tropa al proyecto colonizador de la monarquía hispánica en aquel momento.
En cualquier caso, en cuanto a lo que decíais ¿cómo dulcificar la idea de colonia? La verdad que no se me ocurre un término que sea más claro y contundente porque, insisto, vamos a definir el elefante por sus partes. Si un territorio está sometido a las decisiones que toman otros en otros lugares, tanto desde el punto de vista económico, político, estratégico, etc., y ve cómo sus recursos son extraídos y no producen los beneficios añadidos que se quedan en otro lugar, hemos descrito al elefante por su trompa, sus orejas y sus patas. Cuando hablamos de colonia, hablamos de esto. A ver con qué argumentos se niega la mayor, es decir, cómo se niega que Andalucía está en una situación de dependencia y subordinación absoluta a los intereses externos de la metrópoli, que en este momento es la metrópoli global. No, no es una capital del imperio como lo era en la época romana o como era durante el Imperio de los Austrias pero el de poder, el lugar donde se toman las decisiones, no está ni mucho menos aquí. Mira el ejemplo de Airbus. Resulta que tenemos aquí unas instalaciones que, por cierto, también son una decisión externa. Bueno, pues ahora la decisión que exige el cierre de plantas no se toma aquí y se hace en base a criterios que responden a la lógica de funcionamiento de los centros de poder, no precisamente de Andalucía. Además, curiosamente la planta que se pone en cuestión es aquella que produce aviones para uso civil, mientras que los aviones de uso militar que se siguen fabricando aquí no se cuestionan ¡qué casualidad! Por no hablar del turismo, y de todo este tipo de cuestiones que están absolutamente sometidas a intereses externos.
A la luz de todos estos elementos descritos, ¿podemos hablar de un pueblo andaluz? ¿Podemos entonces hablar de identidad o identidades andaluzas?
Volvamos a los términos. La palabra pueblo es otro término que se utiliza de muchas maneras. Yo empezaría por darte una definición de lo que entiendo por pueblo que es “un colectivo humano que tiene unas especificidades históricas y culturales, y que se reconoce a sí mismo como tal”. En ese sentido, yo te diría que Andalucía es un pueblo en gestación, una gestación en la que llevamos años, desde el siglo XIX, que no hemos terminado de romper porque falta el escalón de la conciencia. Falta el escalón de reconocernos a nosotros mismos como la realidad que somos. Desde mi punto de vista le ha faltado y le sigue faltando todavía ese salto a la toma de conciencia y al reconocimiento como actor colectivo de sujeto político. Evidentemente, la idea de pueblo está vinculada a la dimensión política. El we the people de la revolución norteamericana es la primera expresión consciente del reconocimiento de la existencia de una colectividad con conciencia. Bueno, pues eso, en Andalucía, todavía no lo hemos conseguido. No se ha producido, no porque los andaluces seamos de ninguna manera, sino porque ha habido y sigue habiendo poderosísimos elementos que han actuado y siguen actuando en la línea de dinamitar cualquier atisbo al respecto. La única etapa en la que se estuvo a un paso de la consolidación de Andalucía como pueblo, fue entre finales de los 60 y principios de los 80. Toda aquella efervescencia les resultó sorprendente a los que entendían que esto era una colonia donde estaba todo atado y bien atado. Bueno, pues esa fue una demostración de que de que el pueblo existe. Lo que pasa es que se empeñaron muy rápidamente en desmontar y desactivar lo máximo posible esa situación. Esto no es casual, responde a elementos muy poderosos de muy diferente tipo. No vamos a culpar únicamente a la manipulación de los denominados medios, sino también a otro tipo de mecanismos más profundos, más sutiles. Un ejemplo es el uso de instrumentos como el PER, las ayudas o los subsidios que consiguieron en muy poco tiempo pasar de la reivindicación histórica de la tierra en primer lugar, que era y sigue siendo el elemento fundamental del trabajo, al subsidio directamente. Evidentemente eso tiene consecuencias en la mente y en la posibilidad de articular algo que vaya más allá de lo mío y de solucionar mi problema. A eso hay que añadir la expansión de instrumentos de alienación masiva como las TIC que han contribuido a debilitar el movimiento. En cualquier caso, la situación continúa sin que se produzca ese salto de reconocimiento y de conciencia que es, desde mi punto de vista, lo que le da pleno sentido a la idea de pueblo. Un pueblo sin conciencia es un conjunto de personas.
Has descrito a lo largo de tus trabajos también cómo participan elementos ligados a la religiosidad, a las festividades y en tercera instancia, a la relación con el propio entorno, lo que también has descrito al principio, en lo que consiste en la conformación de una identidad andaluza. No sé si puede ser bueno explicar un poco qué participación tienen estos 3 elementos.
Ahí tenemos para mucho. Con lo de la religiosidad ocurre como con la tecnología. Las ideologías, y especialmente las religiones, también tienen ese carácter: no son ni buenas ni malas. La religión católica participa en esa constitución de la situación colonial y colonizada de Andalucía a la que aludíamos antes. A partir de la conquista y del establecimiento de las bases de la monarquía hispánica, uno de los instrumentos, potencialmente peligrosos, que se utilizó para el etnocidio, el desarraigo y el éxito de ese proyecto imperial fue la religión, en concreto, el catolicismo. La Iglesia católica produjo una aculturación muy potente, muy fuerte a todos los niveles. Eso sí, por mucho que lo intentaron, no consiguieron el genocidio, es decir, la eliminación física de la gente. Aquí está muy extendido el mito de que se fueron todos los moros, porque los expulsamos y vinieron todos los del norte que eran buenos cristianos. Ese es un mito insostenible. La realidad es que aquí se quedó la mayor parte de la gente, entre otras cosas, porque les interesaba. Y para poder mantener a esa gente tranquila, especialmente después de las experiencias de los levantamientos moriscos y de algunas otras expresiones de protesta, se utilizó la religión como un elemento de sometimiento. No obstante, como todo proceso de aculturación, siempre que no desaparezca la gente, se producen procesos de apropiación. Y aquí se produjo una apropiación tremenda, muy profunda y muy compleja, también de muchos de los elementos del aparato ideológico de la Iglesia católica. Y, en la medida de lo posible, eso va actuar permitiendo el mantenimiento o el desarrollo de formas de creencias. Y no solo de creencias, sino de expresiones rituales, de manifestaciones festivas, ceremoniales, que digamos consiguieron pervivir porque se disfrazaron de catolicismo. Las apariciones de vírgenes a troche y moche por Andalucía a partir del siglo XIII-XIV-XV es una demostración palmaria. La reproducción de determinadas formas rituales bajo el paraguas de lo católico, van a desarrollarse aquí de manera muy diferente a la de otros territorios católicos, pues tiene mucho que ver con las características expresivas de la cultura andaluza. Los andaluces necesitamos contextos a través de los cuales podamos expresar nuestra afectividad, pero también nuestras relaciones y nuestro contacto con el medio en el que estamos. Y esa expresión pública de la fe, sobre todo a partir de la Contrarreforma, va a ser un material absolutamente clave para el desarrollo de una efervescencia de manifestaciones festivas. Por eso la inmensa mayor parte de la fiesta en Andalucía tienen un motivo religioso, aunque obviamente los puristas siempre se llevan las manos a la cabeza al ver lo que se le dice a la virgen, lo que le bailan y lo que le tocan. Es algo que entra en contradicción total con los principios de la iglesia. Pero ahí tienen las manos atadas. Se ha intentado desde la jerarquía coartar ese tipo de expresión, pero sin poderlo eliminar, porque si esto hubiera ocurrido se perdería la conexión y la capacidad de influencia sobre la gente. Si me apuras, es una situación incluso un poco esquizofrénica. Aquí, muchos agnósticos, una gran mayoría de la gente hasta mi generación y las dos generaciones posteriores está bautizada y de alguna manera forma parte de la de la Iglesia católica. Pero el grado de cumplimiento, de participación y de creencia es muy reducido. A mucha gente atea, entre la que me encuentro, no nos produce ningún sarpullido, sino que participamos activamente en un fenómeno como la Semana Santa. Esto son situaciones reales que desde fuera no se entienden y sirven para seguir tener una mala opinión acerca de nosotros, “esta gente está grillá”, “son unos mentirosos, unos hipócritas”. Esto lo afirma Pitt-Rivers, uno de los referentes de la antropología sobre Andalucía en los 50. Pitt-Rivers llega a afirmar que los andaluces son la gente más mentirosa del mundo porque, claro, a él le contaban una cosa y después veía otra. Esa dualidad es muy característica de un pueblo colonizado, es decir, el intentar no oponerse y transmitir una buena apariencia al que está por encima para no crearse problemas. Ese tipo de comportamientos tan aparentemente contradictorios de gente que se declara o se comporta de manera absolutamente alejada de la religión y de la Iglesia católica, pero que después se lanza a la Semana Santa o se emociona viendo pasar al gran poder, o al abuelo, es algo que no consiguen comprender. Y aquí reside una de las claves fundamentales. Claro que este tipo de expresiones han servido, hasta cierto punto, y de una manera importante, como mecanismos de articulación, interrelación y creación de sociedad que, de otra manera, no se podrían haber hecho.
Esto se agrava durante el franquismo, cuando se prohíbe a la gente que se asocie. Desde finales del XIX hasta la República, la cantidad de sociedades, de socorros mutuos, de cooperativas, de asociaciones, de grupos de gente humilde, de gente obrera, fue inmensa. Todo eso con el franquismo desapareció y solo quedaron aquellas de carácter religioso. Si me apuras ni siquiera el carnaval. En algunos sitios, como Cádiz, Isla Cristina o Ayamonte, por poner ejemplos donde el carnaval además de ser muy importante tiene esa misma función de vertebración y articulación de sociedad, intentaron cargárselo. Lo que quedó, lo que dejaron, fueron las cofradías, las hermandades, las romerías, la fiesta de la patrona o del patrón. En ese momento, hubo eminentes sociólogos que en los años 60 vaticinaban que, con la democracia y la modernización, todo ese tipo de cosas desaparecería porque iban en contra de los principios y de los valores de una sociedad avanzada, democrática y desarrollada. En su mente tenían modelos anglosajones. Si levantaran la cabeza se sorprenderían. No se puede hacer interpretaciones con esas claves que eluden el impacto de una cultura particular, como es la andaluza.
Justo te íbamos a preguntar por los símbolos en Andalucía y su relación con la colonización, concretamente sobre las vírgenes. Encuentro un paralelismo con la construcción de los símbolos en los pueblos colonizados latinoamericanos en los que se produce una apropiación impura de símbolos de la religión católica.
En Latinoamérica hay muchos ejemplos de apropiación de determinados símbolos y personajes religiosos para, por una parte, representar el nosotros, pero también simbólicamente para vencer al que nos oprime. Aquí pasa algo parecido con las vírgenes. La importancia que tiene la religiosidad popular y que tiene en este tipo de manifestaciones la Virgen María, en contra de toda la teología cristiana y católica, es clara. Lo que pasa es que la virgen conecta. Yo no soy experto en eso ni mucho menos, y en estos temas se corre el riesgo de caer en esencialismos pero no cabe duda de que hay determinadas claves que se han ido transmitiendo, incorporando de una manera u otra. Por ejemplo, la idea de que la Virgen del Rocío es una Astarté (diosa pagana de la madre tierra y la fertilidad) vestida de manera barroca evidentemente tiene algunos elementos realidad porque el territorio en el que está el santuario de la Virgen del Rocío efectivamente existió un centro ceremonial tartésico. Cuando hablo de estas continuidades relativas me viene a la memoria la historia de las Santas Justa y Rufina, patronas de la ciudad de Sevilla, dos mártires proto-católicas, del siglo III y IV que fueron martirizadas porque se les ocurrió enfrentarse a una procesión de una imagen, un ídolo, que era la salambona, la astarté, Venus, que bajaba desde el Aljarafe al centro de la ciudad. Ellas, que eran puristas iconoclastas, no resistían esa relación de la gente con esa representación de la feminidad, de la Diosa madre y le lanzaron un cacharro de barro, porque se dice que eran alfareras. La gente no se lo tomó muy bien y el desenlace no fue bueno. Estas dos señoras (Justa y Rufina) que eran recién conversas, absolutamente fanatizadas, entendieron que la mejor manera de demostrar su fe era agrediendo una expresión ritual festiva pero no consiguieron, aunque lo intentaran, crear ese desarraigo. Lo que se ha producido es que bajo el símbolo de la Virgen cristiana católica se mantienen, al menos en lo básico, la misma relación, la misma conexión de la gente con una representación de la de la Diosa madre. Aquí, en Andalucía, la importancia de lo que en antropología denominamos matrifocalidad es tremenda, a diferencia de otros territorios de la península. Está claro que hay machismo, pero la referencia fundamental de la vida social se articula fundamentalmente en torno a lo femenino. Para bien y para mal. Ahí tenéis la casa de Bernarda Alba de Lorca. En ese sentido, esas conexiones con lo femenino a través de esas imágenes son fundamentales. Estas, además, son personificadas y tienen nombres y apellidos, no son la Virgen María en abstracto. Esa es otra de las claves importantes para entender muchas de las expresiones culturales de Andalucía: la necesidad de darle forma humana, y, si acaso, no sólo forma, sino sensibilidad humana a las representaciones, incluso a las ideas, los símbolos, etcétera. Esto se pone muy de manifiesto a través de la religiosidad, incluso en el otro sentido, es decir, en el sentido de la quema de imágenes. Los episodios más fuertes de iconoclastia también se han dado aquí, no solo en la República y en el año 36, sino con anterioridad, en muchos de los levantamientos de los de los jornaleros. Los campesinos que habían sido desposeídos acabaron quemando el convento, la iglesia, los papeles, pero también las imágenes vinculadas a los representantes del poder y, como decíamos antes con los demonios, a través de ello en realidad querían quemar a los terratenientes, a los curas, a los representantes del poder, poder social, económico y religioso también.
Además de la cuestión de clase claramente reflejada en la quema de determinadas imágenes que se identificaban con aquellos estamentos claramente relacionados con la opresión de clases, creo que la adoración también es muy importante. Hay casos documentados en Andalucía de quema o destrozo de imágenes simplemente porque no habían cumplido las expectativas depositadas en ellas. Si de una imagen se espera, por ejemplo, que traiga la lluvia y no lo hace esa imagen no sirve, se tira y se coge otra.
Efectivamente, esto daría para una discusión larga porque son pequeños matices. Las historias de quema de imágenes hay que verlas con mucho cuidado y normalmente se quedan muy en la superficie. Primero, no se quemaban todas las imágenes por toda la gente. Uno podía ir a quemar la imagen de la Iglesia de algún lugar, pero su Virgen no podía ser quemada, porque era la suya. ¿Por qué se dan esas situaciones? La respuesta radica en la personalización. No es sólo una imagen, es un individuo con el que yo comparto algo en particular. Se quema la imagen un poco como representación de la persona a la que realmente se quería quemar. Pone de manifiesto la importancia de la personificación. No se quema cualquier cosa. Por supuesto se quemaban las escrituras, los archivos, pero las imágenes tenían ese componente de represalia o de acción sobre una representación humana ya que no se podía o no se quería atentar directamente contra la persona humana. Entonces ese componente de humanización o personificación me parece fundamental y va más allá de la creencia o no creencia de si hace o no un favor. La mayor parte de la gente se vinculaba a una a una imagen porque la asocia a mi padre o mi madre, a mí de chico, porque representa mi barrio, o a mi gente. Son más bien ese tipo de argumento. Sí que hay casos de lo contrario, pero a diferencia de otros lugares, en Andalucía la gente no es particularmente milagrera. Claro que hay algunas vocaciones, pero no es lo general. Por ejemplo, la relación con la Virgen del Rocío no se manifiesta y se desarrolla a través la típica fórmula “yo te prometo y si tú me haces esto yo te doy”. Esto existe, pero comparativamente yo diría que menos que en otros lugares.
Aunque cambiemos ligeramente de tercio, querríamos centrarnos también en el trabajo que has desarrollado desde la antropología ambiental en Andalucía. Y para poder adentrarnos en estas cuestiones vemos importante partir de cómo se ha ido construyendo históricamente la noción de naturaleza, en gran medida en oposición a lo que se ha llamado la cultura y a la sociedad, lo urbano sobre lo rural. Y, en segundo lugar, de qué modo todo esto se ha desarrollado en Andalucía.
Lo primero, efectivamente, es que desde esa perspectiva socio-ecológica a la que tú hacías referencia no se puede entender la sociedad. No se puede comprender sin su relación indisociable con el medio del que forma parte, no en el que está, sino del que forma parte. Buena parte de lo que somos, cómo somos, de nuestra identidad como sociedad, tiene que ver con esa relación con el medio, con los seres con los que compartimos y hemos ido construyendo nuestra vida. En el caso de Andalucía, es evidente que se trata de un territorio que está poblado como poco desde hace un millón y medio de años. Yo afirmaría que no hay ni un milímetro cuadrado de suelo que no haya sido hollado y transformado por los seres humanos. Andalucía desde el punto de vista del medio no se puede entender sin la relación con lo humano esto desde hace milenios. De hecho, la mayor parte de los paisajes de Andalucía –los paisajes desde mi punto de vista son la expresión sensible y perceptible del medio- están todos en relación con lo humano. Incluso Doñana, la joya natural, no se puede entender sin la articulación de la relación con los seres humanos desde milenios. La impronta de los seres humanos sobre el medio es absolutamente omnipresente y forma parte de nuestra identidad. Podemos hablar de paisajes andaluces como es el caso de la dehesa ibérica. La dehesa andaluza, es una expresión absoluta de esa construcción eco-evolutiva de lo humano y el medio, hasta el punto que se ha considerado merecedora de incluirse dentro del Patrimonio Mundial de la humanidad, y no precisamente porque sea una joya de la naturaleza, sino porque es expresión de esa interrelación.
Sobre lo urbano, yo diría que hasta hace muy poco, y me gustaría pensar que todavía sigue siendo así, en buena parte de nuestras ciudades y de nuestros pueblos, la conexión de la ciudad y el campo no ha estado tan escindida. Con las agro-villas se hace referencia justamente a eso, no existía esa distinción entre la ciudad y el campo, sino que había una continuidad, una conexión, una comunicación absolutamente fluida. Entonces, en ese sentido, no se daba esa división radical entre lo urbano y lo rural, la naturaleza y la cultura, la sociedad y el medio ambiente, lo animal o lo humano. No diría que no existiesen, pero, en cualquier caso, la división no era ni mucho menos tan radical y tan absoluta como a partir de cierto momento. Una clave fundamental para entender el desacoplamiento de la buena parte de la población andaluza del medio, de la naturaleza y del entorno viene del establecimiento de un modelo de explotación de la tierra de carácter capitalista, que se basó, por ejemplo, en la expulsión de buena parte del campesinado que antes vivía, o por lo menos trabajaba, en los montes, las tierras del común, y, que, de un día para otro, se vieron obligadas a concentrarse, a vivir en los centros desde los que podían ir a trabajar, a conseguir el jornal, pasando de lo antes eran tierras de acceso común y que a partir de entonces eran propiedad de tal señor o de tal familia. Eso supuso un alejamiento de la gente del medio, un alejamiento incluso del propio conocimiento del medio.
Los elementos de la naturaleza son parte fundamental del proceso de reconocimiento y reconstrucción de nuestra identidad. La relación con el medio es uno de los elementos que hemos ido perdiendo justamente por la situación de subordinación, de separación y de expulsión que hemos tenido. Como ejemplo para que veas hasta qué punto llega la desconexión, hoy salía una noticia en la que se afirmaba que la Diputación de Jaén busca declarar el olivar como paisaje cultural. Ahí hay trabajos muy interesantes de colegas como Juan Infante y del grupo de Manolo González de Molina, en los que explican muy claramente que el olivar que vemos hoy es una construcción que empieza a partir de finales del siglo XIX, no antes. La extensión masiva del monocultivo olivarero es algo absolutamente nuevo, vamos, nuevo en la escala temporal. El olivar tradicional era un olivar disperso, no en hileras, no tan… los pixeles también estéticamente pueden ser bonitos, pero kilómetros y kilómetros, unos detrás de otros, a mí, la verdad, como que me aburren un poquitín. Entonces me causa dudas que ese sea el valor. Además, el olivar desde la Bética, hasta justamente antes del XIX, no estaba precisamente en Jaén, sino que estaba en Córdoba, en Sevilla y en parte de Granada. Esa era la zona del olivar tradicional, que además tenía un carácter de policultivo, mezclado con el cereal con otro tipo de producciones hortícolas. En el siglo XIX empieza a simplificarse de manera absolutamente brutal y a convertirse en un monocultivo que arrasa con la diversidad, no solo la biodiversidad, sino con la diversidad paisajística, de práctica, de uso, etcétera. Pues eso, aquí la gente está muy contenta porque la UNESCO declare ese paisaje, que es un paisaje neocolonial, como patrimonio de la humanidad. Bueno, ahí tenemos una pequeña contradicción. El olivar de la campiña de Jaén, la mayor parte de Córdoba es un olivar absolutamente de cuadrícula y absolutamente falto de humanidad. Son paisajes industriales.
Incluso pienso en la homogeinización del pensamiento que produce el monocultivo, cómo rompe con la diversidad en todos los sentidos, incluso con la posibilidad de pensar, imaginar alternativas y otros relatos.
Del pensamiento y de la dependencia económica. A Trump se le ocurre poner un arancel al aceite y para la gente que vive del aceite es una catástrofe. Eso no pasaba cuando el olivar lo que aportaba era el producto necesario para el mantenimiento de una serie de necesidades y la comercialización de una parte, no en vano hay una enorme evidencia arqueológica de que el aceite que se consumía en Roma ya provenía de aquí; de hecho, el Monte Testaccio romano posee una importante cantidad de ánforas y vasijas que provenían de la Bética. Era una producción importante, pero ni mucho menos alcanzaba la escala y la dependencia absolutamente total que tienen hoy muchas zonas de Andalucía de ese monocultivo.
Y ahora se está empezando a sustituir con otro monocultivo que está ocupando nuestra tierra, que son las placas solares. Se están ocupando miles de hectáreas de una manera absolutamente brutal. Y, para variar, ¿quiénes son los responsables? Fondos de inversión, la mayor parte de ellos, ni siquiera empresas, sino fondos de inversión que han visto ahí la posibilidad de obtener beneficios. Pues eso está haciendo que miles de hectáreas estén siendo ocupadas por ese nuevo monocultivo que, además, tiene muchos efectos. Yo no sé si vosotros os lo habéis preguntado, pero cuando habéis pasado por estos sitios ¿os habéis fijado que no crece una mala hierba? Eso ¿por qué es? No es precisamente porque haya piaras de cabra que se las comen, como podría ser una solución ecológica, sino que me temo que se debe a la cantidad de glifosato y herbicidas que utilizan para que evidentemente las plantas no le hagan competencia. Una tierra que además que es mayoritariamente fértil, empieza a poblarse de buenas a primeras con placas solares y no crece una mala hierba. ¿Eso qué significa? ¿Que desde Andalucía no se puede o no se tiene que hacer esto? Pues claro que se tiene, pero desde aquí, y siendo nosotros los que veamos cómo organizamos todo eso, decidiendo dónde, cómo, cuándo y en qué condiciones. De esta forma, no. No a costa de cargarnos nuestros acuíferos, ni impidiendo que la gente cultive y se tenga que comprar las patatas no se sabe dónde porque donde cultivaba patatas ahora solo hay placas solares.
Para cerrar, de cara a pensar un proyecto emancipador para esta tierra, y teniendo en cuenta todo lo que venimos hablando, ¿qué aspectos te parecerían más importantes a tener en cuenta?
Esta es la pregunta del millón, cómo diseñar el proyecto de la liberación de Andalucía. Si tuviese que focalizar los esfuerzos, creo que una de las claves tiene que ver con construir sentido y conciencia de pueblo. Trabajar para que, de una vez, demos el salto a la conformación de una identidad como pueblo, en el sentido de actor colectivo con conciencia propia y con capacidad. Hasta que no se dé esa situación difícilmente vamos a poder enfrentarnos a los problemas y las cuestiones clave que, por otra parte, en ocasiones nos van a obligar a cambiar radicalmente nuestra forma de funcionamiento, porque nos hemos ido acostumbrando a muchas cosas, como por ejemplo a formas de consumo absolutamente irracionales. Todo lo que se haga en esa línea, me parece que es absolutamente prioritario. Hay que conseguir incorporar en la educación alguna de estas ideas, empezando por el conocimiento de nuestra historia, de nuestra especificidad, de nuestra cultura, de nuestro territorio. La ausencia significativa de conocimiento resulta absolutamente sorprendente. Sin un pueblo consciente que se reconozca a sí mismo no se puede pretender construir un proyecto colectivo. Y por supuesto, si no se está en posición de decidir los programas, los currículums, los contenidos de nuestro sistema educativo, pues habrá que buscar fórmulas que vayan incluyendo esto de alguna manera. Y ahí creo que la presión social y la movilización es fundamental. Yo envidio a los gallegos que, por ejemplo, defienden la lengua gallega desde grandes sectores frente a los intentos de manipular de Feijoo. Aquí alguna gente se lamenta cuando algún capitalino o de otra parte del Estado, se cachondea de la forma en la que hablamos, del andaluz. Alguna gente, no diría todos, se indigna, pero no se pasa de ahí. Mientras que no se pueda incorporar el conocimiento de nuestra lengua, tendremos un problema. Yo no tengo ningún empacho en hablar de nuestra lengua. Sí, con las variantes que se quiera, claro, pero como cualquier otra lengua del mundo porque no hay ninguna lengua que sea uniforme. En Cataluña hay 19.000 formas de hablar catalán, pero a nadie se le ocurre decir que pronuncian unos de una manera y otros de otra, pero aquí al almeriense se le dice no sé qué, y al otro no sé cuál. El andaluz es una lengua que tiene una diversidad y una riqueza que no solo no hay que ocultar, sino que hay que defender. El ceceo, el seseo, hay que afirmarlo como una de nuestras señas de identidad lingüística.
Por otra parte, si no conseguimos que la gente, especialmente la gente joven, incorpore y tome conciencia, me temo que todo lo demás va a ser mucho más complicado. Para eso es importante decir que la cultura andaluza, nuestra identidad, es plural, es compleja, que no hay una solo una forma. Esto no va de que, si no te vistes de gitana o no te gusta el fino, no eres andaluza, o de si a ti te gustan los verdiales ya no eres andaluz, o de si no hablas con ceceo ya no eres andaluz. No. La cultura andaluza y la identidad andaluza es como cualquier identidad, compleja y diversa. Afortunadamente no es ni unitaria ni monolítica. Y aunque soy algo pesimista, si entendemos pesimismo como optimismo bien informado, porque creo que Andalucía, como cultura, como identidad, está en proceso de desactivación, también veo fenómenos muy esperanzadores. En los últimos años fenómenos tales como grupos como Califato 3/4 me reconcilian, porque demuestran que es posible. Cuando se utilizan lenguajes, medios y estrategias para llegar, se llega.
Así que, todo lo que vaya en favor de superar la situación de colonialidad en la que estamos, no solo del punto de vista económico, que eso es evidente, sino del punto de vista del pensamiento, me parece también absolutamente fundamental e importante. También es crucial defender todo lo que suponga favorecer la integración, la incorporación de la diversidad, que ha sido una de las claves de la riqueza de Andalucía, pese a que en los últimos tiempos esté amenazada. Hay que atacar claramente el desarrollo de actitudes de desconfianza, de recelo, incluso de exclusión, hacia la diversidad. Y con esto me refiero a fomentar, no ya la convivencia o la tolerancia, que me parece que son conceptos un poco burguesones, sino la integración, la integración cívica, el compartir. Tú me das esto, yo te doy esto. Así es cómo se ha construido la Andalucía que conocemos hoy. Esa confluencia y esa hibridación es la que nos hace diferentes. Ni mejor ni peor, sino diferentes. Esto no lo decimos cuatro andalucistas, sino que ya lo afirmaba decía Ortega y Gasset, que de quede andalucista tenía poco. Ortega, a pesar de los topicazos del andaluz vegetativo y esas cosas, decía que no hay ningún otro pueblo en la península Ibérica tan propio y tan diferente, como el andaluz. Es más, decía que el pueblo más antiguo del Mediterráneo es Andalucía. Eso lo decía Ortega y Gasset, no un loco soberanista andaluz iluminado.
Entrevista realizada por Vero Cala y Floren Ramírez
Fuente: https://vientosur.info/el-hecho-diferencial-andaluz/