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El Hidrógeno no es una fuente de energía, solo un combustible, difícil de almacenar y peligroso de utilizar, que el neoliberalismo utiliza creando falsas expectativas

El hidrógeno y el ‘movimiento continuo’

Fuentes: Rebelión

La energía es parte esencial de la revolución industrial y agrícola y su descubrimiento y las distintas maneras de cómo transformarla mediante la combustión, o para la obtención de materias primas. Distinto es, que el modelo seguido haya sido razonable, cuando el despilfarro y la degradación medioambiental sólo ha sido superada por la lucha por […]

La energía es parte esencial de la revolución industrial y agrícola y su descubrimiento y las distintas maneras de cómo transformarla mediante la combustión, o para la obtención de materias primas. Distinto es, que el modelo seguido haya sido razonable, cuando el despilfarro y la degradación medioambiental sólo ha sido superada por la lucha por sus yacimientos. Esta revolución sólo ha alcanzado a una pequeña parte de la humanidad, pero la degradación ecológica y el expolio sí ha llegado a la mayoría, mientras que los países «industrializados»con el 15% de la población consumen el 50% de la energía.

La revolución industrial y agrícola, cuando aún apenas tiene historia, ya está llegando a su fin, pues el modelo no da para más y la energía en la que se ha basado está a punto de iniciar su agotamiento, sin que la energía alternativa pueda aportar, tan siquiera, una mínima parte de las que hasta ahora han liderado el proceso. Hace sólo unos años, los combustibles parecían no tener fin y ahora se recurre a soñar con «inventos» cuando el 86% de la energía se obtiene de yacimientos cuyo límite de extracción se alcanzará en muy pocos años para llegar a su agotamiento en medio siglo, más o menos, según se hable de petróleo, gas o Uranio y, siglo y medio para el carbón, con el nivel actual de consumo, según la British Petroleum y la AIEA.

El modelo económico de crecimiento indefinido, basado en el consumo creciente de energía y degradación medioambiental, ya no es posible, pero, en lugar de cambiar el chip, se recurre al viejo truco del «movimiento continuo» en el que una rueda o un sistema hidráulico puede funcionar indefinidamente, lo mismo que decir ahora que el Hidrógeno, H2, es un excelente combustible, sin añadir lo fundamental: que no es fuente de energía, que no se encuentra libre en la naturaleza, que no hay yacimientos de H2, que sólo existe combinado con otros elementos químicos y que sólo se obtiene aportando la energía necesaria para romper esa unión, para que después en su combustión nos devuelva la energía aportada, como dice el primer principio de la termodinámica: en estas manipulaciones nunca se puede ganar, por que la energía ni se crea ni se destruye, sólo se transforma (considerando la materia como una forma de energía, lo de E=mc2 de Einstein). Aún más, el segundo principio añade que en cualquier transformación siempre hay pérdidas, por calor, rozamientos y turbulencias, como en el movimiento continuo. En resumen, el primer principios asegura que nunca podremos ganar y el segundo que ni siquiera podemos empatar.

El H2 no es una fuente de energía, es sólo un gas combustible que sólo puede obtenerse aportando más energía que la que nos devuelve, y aunque su combustión sea limpia, el balance es: menos energía y más contaminación, de modo que su utilización se restringe sólo para ser almacenado, aparte de las aplicaciones industriales y de laboratorio.

Los combustibles utilizados actualmente se caracterizan por su enorme poder calorífico por m3 y son fáciles de almacenar, transportar y de utilizar, en cambio, para el H2 todo esto es muy complicado, comparado con cualquier otro gas; su bajísimo peso específico de 0,085 kg/m3 propicia un bajo poder calorífico de 2.890 kcalorías/m3, mientras que el butano tiene 27.700 y el GN 8.150. El butano licua sin apenas presión, 0,75 atmósferas, multiplicando su poder calorífico en volumen o peso y algo similar con el GN que se transporta licuado a -161 ºC, temperatura «razonable» para los tanques de acero criogénico fijos o de los barcos metaneros.

En cambio, el H2 licua a -253 ºC, a sólo 20 ºC del cero absoluto, temperatura en la que las propiedades de los materiales y aceros caen estrepitosamente. Como gas, el H2 tampoco es mejor, una botella o tubo industrial de 50 litros a 200 atmósferas contiene sólo 0,75 Kg de H2 que aportan 22.500 Kc, mientras, que el GN o Metano, a 175 atmósferas, aporta 4,1 veces más energía y licuado, 11,3 veces; con butano 14,7 veces y con gasolina o gasóleo 20 veces más energía para el mismo volumen o peso.

A todo lo dicho hay que añadir que el H2 es mucho más peligroso, mientras que el butano o el GN, son explosivos en concentraciones en el aire entre el 2 y el 15%, el H2 del 4 al 75%, pero detonante del 18 al 59%.

La conclusión fundamental es que el H2 no es fuente de energía, su capacidad de almacenamiento es muy limitada y su uso muy peligroso. La confusión y las falsas expectativas que se están creando, no son más que una huída hacia delante en temas tan críticos como la energía y la degradación medioambiental. La incapacidad del sistema neoliberal y de sus políticos, para propiciar soluciones, es manifiesta.