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El hombre, el ecosistema y el derecho ambiental

Fuentes: Ecoportal.net

No existe hoy un espacio natural en el que no se haya sentido el impacto del hombre a través de las actividades, con incidencia espacial que desarrolla en el ambiente. A lo largo de la historia de la permanencia humana sobre el planeta, el hombre ha ido estrechando relaciones con la naturaleza con el fin […]

No existe hoy un espacio natural en el que no se haya sentido el impacto del hombre a través de las actividades, con incidencia espacial que desarrolla en el ambiente. A lo largo de la historia de la permanencia humana sobre el planeta, el hombre ha ido estrechando relaciones con la naturaleza con el fin de lograr la satisfacción de sus necesidades primarias y superfluas, para ello ha modificado su entorno y éste a su vez ha incidido y modificado la conducta humana en una suerte de vasos comunicantes.

Algunos de los más frágiles ecosistemas han sido impactados por actividades antrópicas hasta su casi deterioro total » pareciera que el hombre tiene el convencimiento de contar con otra tierra suplementaria en reserva , y dispuesta a ser utilizada a su capricho cuando quiera, pues, a juzgar por los daños que se le inflingen al ecosistema tierra, a menos que se cambie de postura, no se le podrá encontrar sino en jirones dentro de un gran cubo de inútiles desperdicios y, junto a ella, el hombre».

El intento de dominar la naturaleza y explotarla para hacerla producir más, en procura de un mayor nivel de vida, no es un objetivo sólo de estos tiempos; desde que el hombre descubrió el fuego empezó a introducir transformaciones al medio natural y lo fue adaptando a sus necesidades en un grado muy superior a como lo hace el resto de los animales, pero en ese transformar llegó a alterar los ecosistemas quebrando en ocasiones sus mecanismos de preservación y produciendo un caos ecológico, porque si bien dispone de avances tecnológicos que le permiten intentar doblegar a la naturaleza, muchas veces desconoce los mecanismos de autorregulación de los ecosistemas terráqueos y lo que en primeros ensayos pareció ser un éxito más tarde se vuelve contra él.

No hay que olvidar, no obstante, que cuando el hombre descubrió el fuego , éste era un arma desconocida , que podía acabar con su vida y con todo lo que le rodeaba y no sucedió así, logró hacer del fuego un elemento fundamental para el desarrollo humano, sin el cual éste habría sido distinto o tardado más. Quizás la dependencia del fuego se ha extralimitado y hoy, en los países del tercer mundo persiste la práctica de la quema antes de la siembra, o para obligar a que los animales de caza salgan de su escondite boscoso, práctica que conduce a la desaparición de grandes extensiones de sus bosques.

Ya en etapas de la historia , a modo de explicación de los diferentes fenómenos naturales cuyas causas le eran desconocidas, fue el hombre desarrollando diversas teorías religiosas, como el Taoísmo, Budismo, Confucionismo e Hinduismo, que no sólo explican el origen de la vida y la aparición humana en el planeta, sino que orientan hacia una vida en armonía con los demás seres vivientes.

Las llamadas religiones occidentales, nacidas en el Asia Occidental, Judaísmo, Cristianismo e Islamismo parten de otra filosofía, la de que al ser dueño de la naturaleza, el hombre puede dominarla a su antojo. El origen de esta posición parece descansar en el Libro del Génesis 1-26 que expresa » … Y Yahvé dijo: hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza; que ellos dominen los peces del mar, las aves del cielo, los animales domésticos y todos los reptiles (…) Y creó Yahvé al hombre a su imagen, a imagen de Yahvé lo creó; varón y hembra los creó y los bendijo Yahvé diciéndoles: Creced y multiplicaos y henchid la tierra, sometedla y enseñorearos de ella, dominad sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo y sobre los ganados, y sobre todo cuanto vive y se mueve sobre la tierra (…) Y dijo Yahvé: Mirad que os entrego todas las hierbas que engendran semilla sobre la faz de la tierra y todos los frutales que engendran semilla os servirán de alimento».

Este pasaje bíblico, libro sagrado para una buena porción de la población de la tierra, puede tener dos lecturas, puede entenderse que la tierra fue creada al servicio, sin límites, del hombre o puede entenderse que el hombre es el custodio de todos los recursos que deben ser legados a las generaciones que vendrán con la multiplicación, pero en los dos casos, el hombre, como especie, se pone por encima del resto de la creación.

Ciertamente la primera creencia explica la actuación del hombre en etapas tempranas de su historia, no en los momentos actuales que ya conoce de las intrincadas interrelaciones existentes en el medio, que hacen que la perturbación producida sobre un elemento del ecosistema afecte a todos los demás. Así las explosiones nucleares que periódicamente han ensayado las grandes potencias en territorios que están o no bajo su jurisdicción, pero que siempre, están ubicados en áreas subdesarrolladas, han afectado a todo el planeta, incluyendo, por supuesto, a los que la propiciaron. Y es que como dijo el filósofo Reinhold Niebuhr «El hombre siempre ha sido su propio problema más irritante».

Ante el panorama de un mundo plagado de problemas ambientales se hace imperativo condicionar las conductas antrópicas a los dictados de la Ecología, determinando cuales actividades con incidencia espacial constituyen un daño recuperable naturalmente por los mecanismos autorreguladores de los ecosistemas y cuales deben ser prohibidas por que atentan, en forma irreparable, contra el equilibrio ecológico; de ello depende que nuestra permanencia en el ecosistema tierra sea duradera.

De la delimitación de cuando una determinada conducta humana es permisible y cuando, por constituir un delito o una infracción , debe ser sancionada ,se encarga el Derecho Ambiental. Su filosofía, principios rectores, objetivos y nuevos retos son tema para otra oportunidad.

* Especialista en Derecho Ambienta- Asesora del Ministerio del Ambiente y Profesora de Derecho Ambiental y Aspectos Jurídicos de la Ordenación del Territorio en Postgrados de la Universidad Central de Venezuela

1 S. Jaquenod de Zsôgôn. El Derecho Ambiental y sus Principios Rectores. Dykinson. Madrid 1991