El hombre al utilizar los recursos naturales y el medio ambiente imprime en él un efecto que puede tener diferente envergadura. Por ejemplo, en el cultivo del salmón, para determinado número de salmones se debe disponer de recursos para su alimentación, medicación, construcción de sistemas de cultivo, transporte, entre otros. Por otro lado, los sistemas […]
El hombre al utilizar los recursos naturales y el medio ambiente imprime en él un efecto que puede tener diferente envergadura.
Por ejemplo, en el cultivo del salmón, para determinado número de salmones se debe disponer de recursos para su alimentación, medicación, construcción de sistemas de cultivo, transporte, entre otros. Por otro lado, los sistemas productivos generan desechos que también afectan al medio ambiente, siguiendo en el caso de los salmones, residuos químicos, depósitos de materia orgánica, escape de peces y sus efectos sobre la fauna nativa, generación de residuos inorgánicos y sus posibles nexos con la floración de algas nocivas, son algunos ejemplos de estos efectos. Aunando todo ello, se ha calculado que para cultivar una balsa de peces se necesitan más de diez mil balsas para proveer los insumos y depositar los desechos.
Así al ir el hombre intensificando el sistema productivo, va constantemente incrementando su huella ecológica. Al aumentar la productividad aumenta los costos ambientales, en otras palabras para poder producir más debe aumentar los requerimientos de recursos en los que basa su producción y, además, genera cada vez más desechos. Cuando el hombre comienza a tratar sus desechos también incurre en un aumento de costos y de recursos naturales y consecuentemente incrementa además su huella ecológica. Desde este punto de vista, parece que el incremento de la población humana está imponiendo que se deba, al menos, cuestionar cómo mantener sus niveles productivos tratando de encontrar nuevas formas de organizar la producción y administración del uso de los recursos.
Entre otros aspectos, deseo destacar algunos elementos que complican la búsqueda y hallazgo de alternativas que permitan salir de estas antítesis entre desarrollo y sustentabilidad. Primero, muchos recursos son compartidos por comunidades, regiones o, incluso, países. Un buen ejemplo de esto en Chile, es el caso de la pesca de la anchoveta que se comparte con Perú. En estos casos los intereses de las partes pueden ser diferentes, lo que dificulta llegar a ciertos acuerdos tales como la forma de reducir la huella ecológica de dicha actividad. Por tanto, la arbitrariedad con la que el hombre ha impuesto límites que no se compadecen con aquellos que, de forma natural, establece el medio ambiente, genera problemas para un uso adecuado del medio, que permita mantener nuestros sistemas productivos en límites que no sobrepasen las capacidades de los ecosistemas. Por ello la arbitrariedad de las escalas espaciales deben tomarse en cuenta al intentar proponer salidas hacia una explotación sustentable del ambiente.
Afortunadamente, el aislamiento geográfico de Chile con nuestros vecinos tiende a minimizar este problema aunque no lo anula por completo. Por ello, recomiendo que se cambie las estrategias productivas, incorporando elementos que logren reducir las consecuencias que estas actividades tienen sobre nuestro entorno.
Cuando, como comunidad y sociedad, aceptemos que estamos ejerciendo complejos efectos ambientales y que estos se multiplican al intensificar la producción y aumentan la huella ecológica del hombre, sólo entonces, buscaremos soluciones creativas, y ojalá ya no sea demasiado tarde. Creo que transformar desechos en nuevos recursos puede ser una de las formas hacia la que debemos avanzar. Esto significa, que pasivos ambientales que tienen un costo como parte del proceso deben transformarse en un insumo o nuevo producto. Al comienzo de este artículo mencioné la salmonicultura, pues bien, muchos de sus residuos son reutilizables por otras actividades, concretamente los desechos inorgánicos nitrogenados pueden ser utilizados para la producción de algas y, una vez incorporados a éstas, extraerlas del medio ambiente extrayendo por tanto también estos compuestos. En términos globales, la idea es reducir la huella ecológica dejada por el hombre en el medio ambiente en beneficio de generaciones venideras.
No confundamos la «transformación» de los desechos con el «vertimiento» de estos al medio. No porque los escondamos, o los apartemos de nuestra vista, dejan de existir o queda resuelto el problema. Aunque nos parezcan inmensos los océanos y la atmósfera no son recursos infinitos. Está claramente demostrado que su capacidad asimilativa es limitada y por ello el eslogan «dilución es la solución» no es una forma aceptable para de proceder. El hombre contemporáneo debe asumir que los elementos transformadores de nuestro medio deben ser transformados para reducir la huella ecológica que tras de sí está dejando el hombre de hoy.
Alejandro Buschman, biólogo marino y consultor de Oceana
Adital