La marcha popular “El último paseo”, un homenaje a las víctimas del franquismo en Granada, incluye este año a la escritora, artista y política feminista granadina en la fecha aproximada de su ejecución.
“El último paseo” era una de las
torturas que, según documentación de la época, aplicaba la represión
franquista a las personas apresadas durante los primeros meses de la
Guerra Civil en Granada. Una suerte de “corredor de la muerte” por el
que eran obligadas al amanecer a caminar desde La Colonia de Víznar,
donde estaban presas, hasta el lugar indeterminado en la carretera de
Alfacar donde serían ejecutadas.
Este año la marcha se celebra
el próximo viernes 18 de agosto y homenajea también a Agustina González
López, escritora, artista y política granadina que protagonizó momentos
clave en la política local granadina durante la II República y fue
ejecutada en una fecha todavía por determinar; sólo se sabe que fue en
agosto, probablemente muy cerca de la fecha del homenaje pero de 1936.
Algunos testimonios declararon que murió junto a otras mujeres entre las
que se encontraba Carmen Rodríguez Parra, “madre Carmela”. Juan Luis
Trescastro, quien se jactaba de haber asesinado a Federico García Lorca
por “maricón”, también presumió de haber ejecutado a Agustina por
“puta”; lo cierto es que fueron asesinados en fechas aproximadas, en los
mismos parajes, y serán homenajeados juntos, con otras víctimas que
sufrieron su terrible destino.
Una mujer viajera, independiente, progresista y feminista en una época equivocada
Agustina González López fue una granadina excepcional. Lectora insaciable, heredó el negocio de la zapatería de su padre que le permitió ser independiente económicamente. Escribió libros donde desarrolló sus ideas políticas de humanismo y libertad; su concepto de un mundo mejor: sin fronteras, con una moneda única, un alfabeto que “ahorraba fonemas”, donde se declaraba feminista. Escribió obras de teatro, ilustraba sus trabajos escritos, pintaba, creó su propio partido político con el que se presentó a dos elecciones nacionales en una época en la que las mujeres no participaban de forma activa en la vida política: en Granada, en 1933 lo hicieron tan solo Maria Lejarraga y ella; pero, sin embargo, Agustina González no ha formado parte de nuestra historia, no la encontramos en libros de texto, de estudio, su nombre y su obra se diluyeron en el tiempo.
Su asesinato logró lo que
pretendía: borrarla del mapa, evitar la oportunidad de que sus ideas y
obras fueran semilla y que la verdad de la que muchos llamaban
“chiflada” no fuera tomada como referente; pero el tiempo, tarde o
temprano, pone todo en su sitio y las huellas de Agustina han ido
abriendose paso, buscando la luz; qué habrán removido las
estrellas que ella tanto amaba y estudiaba, a las que invocó antes de
morir, que sus restos han aparecido en el Barranco de Víznar y este
viernes 18 de agosto, 87 años después de su ejecución, sus palabras
resonarán allí, pronunciadas por otras voces de mujeres granadinas en su
nombre.
Quien mejor conoce
las huellas de la zapatera prodigiosa es Enriqueta Barranco Castillo,
también granadina, médica e investigadora ginecóloga, que lleva más de
20 años buscando datos, siguiendo pistas, dedicada “por pura afición”,
como ella reconoce, a la investigación histórica sobre la represión en
esa época, especialmente la ejercida a mujeres. En 2010 escribió una
biografía resumida de Agustina, momento en el que descubrió “la
necesidad de un estudio detenido y profundo de la obra escrita que se
conservase de la autora”.
En esa época Enriqueta sabía que
Agustina se había dedicado a la política de forma activa, “pero no bajo
qué preceptos trabajaba”. Motivada por descubrir más, profundizó en su
obra dramática, “que las mujeres escriban teatro, todavía ahora, es algo
excepcional; en 2011 descubrí que Agustina había escrito una obra que
se llama “Los prisioneros del espacio” con el mismo esquema y temática
que “Luces de Bohemia” de Valle Inclán, pero a diferencia de Valle, “la
crítica que los hombres hicieron al teatro de mujeres en aquel momento
era muy cruel”. Enriqueta se refiere a la famosa frase de un profesor de
un colegio de Granada, Martín Scheroff, que criticó la puesta en escena
de esa obra de teatro de Agustina con un “zapatera a tus zapatos”.
Tras recopilar biografía y profundizar en sus textos, después de cinco años de investigación, Enriqueta nos explica, “en 2019 tuve la oportunidad de publicar el primer libro serio biográfico y documental sobre la vida y la obra de Agustina González”. La biografía, que incluye la obra de Agustina, comienza desde su nacimiento el 5 de abril de 1891 en su domicilio familiar del número 6 de la calle Mesones, donde se encuentra también la zapatería. Nos cuenta que su padre muere cuando Agustina era pequeña y la internan en el Colegio de Santo Domingo del Realejo, donde aprende a leer y escribir y se empieza a desarrollar intelectualmente. Pronto, quiere leerlo todo, se interesa por la astronomía y la medicina, pero, según describe Enriqueta, “la tutela familiar era férrea y terriblemente incapacitante y además se mantenía hasta los 23 años”.
Vestida de hombre para explorar la noche en Granada
Comprueba cómo sus hermanos tenían libertades de las que ella carecía “y un día se decidió a vivir otra vida”, comenta Enriqueta. La inició vistiéndose con la ropa de su hermano mayor y saliendo a media noche a las calles de Granada a descubrir la vida nocturna, “discurrió por Granada y al regresar a su casa, el sereno la vio entrar, Agustina le hizo creer que era un ladrón y ahí empezaron sus males”, apunta Enriqueta. Al día siguiente, Agustina fue incapaz de confesar, “probablemente por miedo“, que se había disfrazado de hombre para poder salir a la calle. Cuando los rumores del ladrón se propagaron, utilizó una estrategia usada por mujeres en sociedad y se hizo la loca. El remedio de la época fue someterla a friegas con agua caliente y fría en las piernas, que describió en sus libros como ”extremadamente dolorosa”, apunta su biógrafa.
Después de pedir en un consejo de familia la autorización familiar de sus hermanos y tíos para poder leer —y conseguirlo— pasó de la completa abstinencia lectora provocada por la prohibición de leer ni siquiera los envoltorios de periódico de los paquetes de la tienda a devorar todo lo que pasaba por sus manos y conectó, a través del poemario ‘Colón’ de Rubén Darío con la corriente imperante del momento en 1910: el espiritismo y la teosofía, filosofía que desarrolló el resto de su vida a través de sus escritos, grabados, dibujos y pintura.
La descripción
generalizada entre las personas que investigan y escriben sobre Agustina
es que fue una mujer adelantada a su época y en efecto ella fue una
pionera también en mostrar sus pechos desnudos como escudo y valentía
ante la represión. Un gesto que todavía hoy protagoniza portadas y
controversia en el siglo XXI sucede en una huelga general convocada en
Granada en 1919 donde Agustina abre su blusa en plena Plaza del
Ayuntamiento para mostrar su pecho a la Guardia Civil gritando, “¡Cobardes!
¡Disparad y matarme! ¡Viva la anarquía!”, según relata Enriqueta en su
libro biográfico; “En 1918 ya estaba perfectamente preparada para
ejercer un liderazgo político y social. Creó y fue la primera presidenta
de la Agrupación Socialista Feminista de Granada, fue la primera
presidenta”, comenta Enriqueta.
La biógrafa logró durante estos años de estudio sumergirse en el pensamiento sociopolítico de Agustina “para saber cómo pudo alumbrar un partido político, el Entero Humanista, con una praxis tan diferente al resto; defender el vegetarianismo, la ley de acción y reacción del karma, la reencarnación de las almas, un lenguaje único universal, una moneda única en Europa. Ideas que se salían de toda norma que imperaba en aquel momento, a las que no se acercaban ni siquiera los políticos con el pensamiento más aventajado. Ahí es donde me encontré que ella se había basado en un prefecto básico: la defensa de las mujeres y la igualdad de todos los seres humanos”. Lamenta que se perdió su faceta más interesante, que fue la de pintora, “cuando los golpistas requisaron y vaciaron su casa, desaparecieron sus obras. Sólo hemos tenido acceso a sus grabados donde podemos vislumbrar que su universo de fantasía se parecía al de Remedios Varo”.
Enriqueta nos cuenta que Agustina vivió una vida bastante libre una vez que se independizó de todas las trabas que le habían puesto. “Se centra en vender sus obras en la zapatería y en arengar a obreros y militantes de diferente índole sobre cómo hacer la revolución, viaja, descubre, hay otra anécdota de ella como luchadora greco romana en un número circense. Tenía la bandeja servida a la represión para ser detenida por simpatizante o por comunista, de hecho, así figura en su proceso. Vinieron un día a su casa, le pegaron una patada a la puerta y se la llevaron detenida”.
La zapatera prodigiosa, musa de Lorca
Enriqueta
encontró que “el desdén popular le colocó el apodo de la zapatera”, sin
embargo, la investigadora también apunta con alivio que hubo quien supo
ver lo que otros no entendían, y Federico García Lorca, el poeta,
admirador de Agustina, escribió la famosa obra de teatro basada en su
amiga, “además de inspirarse en ella para crear el personaje de Amelia
en la “Casa de Bernarda Alba” y mantener una relación muy especial y
difícil de clasificar porque no se sabe si iba más allá de la pura
amistad”. En una entrevista Federico dice que “Agustina está en la otra
orilla de la que nunca va a volver” , según comenta Barranco, “en unos
términos crípticos para hablar de la gente que tenía unos pensamientos
más allá de la vida”.
Para Enriqueta Barranco, Agustina fue una mujer granadina que pudo haber alcanzado cierta relevancia social y política, puede que también en la pintura, si hubiera vivido en una sociedad menos cerrada, menos masculinizada, en la que se hubiera valorado sus cualidades y el potencial en la medida que los tenía; “y no que se le hubiera relegado al olvido y se hubieran dedicado a hablar mal de ella como Francisco Ayala en “Los Relatos Granadinos”, porque es injusto, él tuvo oportunidad de exiliarse y fraguar su vida en el exilio pero esta mujer no pudo porque su vida terminó en Víznar”.
La Zapatera de las estrellas
Agustina ha vuelto a nosotras por muchas vías, Ina Gámez, ilustradora granadina ha sido otra de las aliadas en la reconstrucción de su memoria. Dibujante de cómic y diseñadora web, ha publicado un cómic sobre Agustina González, “La zapatera de las estrellas”. A Ina le pareció muy interesante la vida de nuestra heroína y quiso hacer un cómic desde el primer momento que la conoció, “era una mujer que se salía del cánon y el molde que había en esa época. Me pareció muy rupturista el detalle de ella quitándose la blusa en medio de una manifestación en el contexto de los años 20, una mujer considerándose feminista, publicándose sus propios textos, sus propias ilustraciones”.
Ina nos cuenta que visualizaba completamente su experiencia saliendo sola de noche vestida con la ropa de su hermano, recorriendo las calles, “me pareció tan emocionante y a nivel visual tan potente que quise llevarlo al cómic”. Así que sus viñetas comienzan con esa escapada nocturna por esas calles vacías de Granada, “y luego hago un salto en el tiempo en el que ella ya mayor y emancipada, va a los cafés y funda su propio partido político, se presenta a las elecciones; dibujo el momento en el que acude a las manifestaciones, peligrosas porque en esa época había mucha represión y moría gente; dibujo el suceso cuando se quita la blusa, admiro mucho la valentía que ella tenía”, describe Ina Gámez .
La ilustradora también ha estudiado
las ideas de Agustina para poder recrearlas, “era ecologista, defensora
de los animales, buscaba una democratización de la cultura, tenía
tantas facetas; en el cómic incluyo su parte teosófica, recreo una
historia de su memorias secretas en la que Agustina hace una sesión de
espiritismo con una amiga que me pareció muy interesante, ella habla de
un ser alado que se eleva, basado en una visión que tiene su amiga, y
esto lo utilizo como recurso de fantasía para tratar su figura, cómo se
la vería hoy en día, como ese ser en esa fantasía” .
Para Ina, el proceso de construcción a nivel visual de la vida de Agustina ha resultado difícil porque no contaba con mucha documentación gráfica, “en esa época hay pocas fotos de mujeres relevantes, y de ella sólo se conservan tres o cuatro fotos, se sabía que le gustaba llevar gorros, capas, y se atrevió a vestirse de hombre, he optado por un tipo de dibujo icónico, no muy detallista que me permite tener cierta flexibilidad. Tampoco quería hacerla muy concreta a nivel de detalle porque quería que el lector se identificara con ella, es un truco que se usa mucho en el cómic”.
Hablando de cómics, un formato que acerca la cultura a los más jóvenes, nos cuenta que es la primera vez que hace un cómic de un personaje histórico y ha tenido un buen feedback de la gente, “se quedan con ganas de más, ese era un poco el propósito, que la gente se quedase con el gusanillo y la intriga para poder seguir indagando sobre ella”. Ina está animada a seguir con su historia, “Creo que hay un vacío a nivel histórico y educacional sobre esa parte de la historia que de alguna forma incomoda o no se quiere dar tanto a conocer y ahora como ha pasado más tiempo y los ánimos están más calmados se está empezando a poder recuperar, de Agustina se han quedado fuera muchísimas partes de su historia y de referencias que ella hacía que son muy interesantes. Lo presenté a unos premios de la Diputación de Granada, Granarte, y gané el primer premio en la modalidad de cómic, ha sido un exitazo. Ha supuesto un impulso grande para reconocer mi trabajo y seguir con otros proyectos”.
Liberar el terreno de muerte y horror para lograr un lugar de memoria
Francisco
Carrión Méndez es profesor titular del Departamento de Prehistoria y
Arqueología de la Universidad de Granada, investigador principal y
coordinador del equipo multidisciplinar que trabaja en el Barranco de
Víznar y en otros proyectos, tanto en campo como en laboratorio,
exhumando víctimas de la represión franquista en Andalucía. Su equipo es
el que ha encontrado los restos de Agustina.
Paco Carrión, como le llaman, lleva
más de 15 años trabajando en este tema que concibe como “una deuda
histórica muy grande que teníamos también desde la Universidad por
recuperar a estas víctimas” con un objetivo principal: “recuperar a las
personas del sitio donde fueron asesinadas para que sus restos descansen
por fin en los lugares donde determinen sus familias o los municipios
donde quieran darle un entierro digno y en el que se expliquen las
causas de esos asesinatos de gente completamente inocente”.
Su equipo está formado por arqueólogos, antropólogos físicos y forenses, sociólogos, historiadores y criminalistas con una amplia experiencia que también ha trabajado en otras zonas de memoria histórica en las provincias de Granada y Córdoba. Para ellos, los actores principales de este proceso son los familiares, “que llevan prácticamente 87 años, que se dice pronto, intentando recuperar a sus seres queridos” comenta Paco. El investigador nos describe el proceso en su trabajo: los investigadores históricos se documentan y les informan del proceso represivo, los crímenes y dónde se produjeron los asesinatos.
A partir de estos datos, técnicas
arqueológicas determinan dónde están las fosas. Mediante prospecciones
geofísicas llegan al depósito donde encuentran los restos humanos con lo
que llaman, según el investigador, “la cultura material que los
acompaña: objetos que están asociados a esos cuerpos y que nos pueden
dar muchísima información porque se puede contrastar muy bien con la
información de los historiadores y analistas. Por ejemplo, en una fosa
exhumada con doce mujeres el año pasado, la inmensa mayoría eran
bordadoras y costureras, tenían que ver con el Sindicato de la Aguja y
con ellas aparecieron sus dedales, que portaban como objeto cotidiano en
sus delantales y vestidos; los conservaban porque fueron detenidas y
traídas directamente aquí al barranco para fusilarlas”.
Preguntamos a Paco Carrión sobre el impacto emocional del trabajo en su equipo y reconoce que cuando están excavando están situados a centímetros de lo que queda de estas personas, “a medida que los vamos limpiando estamos viendo las expresiones de sus caras, los estigmas del horror, prácticamente la causa de la muerte violenta porque encontramos proyectiles asociados a esos cuerpos, bien en el cráneo, bien en su esqueleto”. También perciben lo que describen como “los procesos de tortura antes de la muerte, por ejemplo fracturas previas: son muy frecuentes las fracturas en cúbito y radio, producto de cuando les llevaban detenidos y les daban un culatazo con un fusil y se protegían con el brazo”.
Reconoce
también su profesionalidad, que intentan no dejarse distraer por las
emociones, “aquí las emociones son bastante fuertes porque uno está
asistiendo a toda la barbarie que se cometió contra personas que eran
inocentes. He visto a mis queridas compañeras con las lágrimas “saltás”.
Eso afecta, no estamos hablando de restos de hace 5.000 años, estamos
hablando de restos de hace 87 años”.
Su perspectiva de trabajo en el futuro es buena a corto plazo, según Carrión,“contamos con financiación asegurada para este año que nos permitirá mantener al equipo otros seis meses de trabajo en el Barranco de Víznar e intentar recuperar a cuántas más personas mejor”. Después, nos explica, su trabajo dependerá de los avatares políticos del país, “que debería ser algo que estuviera por encima de quien gobernara porque estamos ante crímenes de lesa humanidad, ante derechos fundamentales y por tanto los políticos deberían pensar que no es un tema de ideología sino de reparación, de derechos humanos, ni más ni menos”.
Fuente: https://www.elsaltodiario.com/memoria-historica/homenaje-agustina-gonzalez-zapatera-asesinato