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Entrevista con Josep Torrell sobre Octavi Pellisa

«El lazo que unía a Octavi con el PSUC era sencillamente indestructible, lo cual no le impedía despotricar de la dirección o la política del partido»

Fuentes: Rebelión

Crítico de cine, agitador cultural, articulista incansable, colaborador habitual de El Viejo Topo y mientras tanto, Josep Torrell ha editado recientemente en Los libros del Viejo Topo los diarios de Octavi Pellisa (1935-1992), un activista imprescindible en la izquierda catalana y española a lo largo de varias décadas. Acercarnos a la vida militante de Pellisa […]

Crítico de cine, agitador cultural, articulista incansable, colaborador habitual de El Viejo Topo y mientras tanto, Josep Torrell ha editado recientemente en Los libros del Viejo Topo los diarios de Octavi Pellisa (1935-1992), un activista imprescindible en la izquierda catalana y española a lo largo de varias décadas. Acercarnos a la vida militante de Pellisa y al contenido de su diario han sido los ejes centrales de nuestra conversación.

Has editado recientemente los diarios de Octavi Pellisa (1935-1992) entre 1975 y 1992 con el título «Apunts de la clandestinitat». Empecemos si te parece trazando un perfil biográfico de Octavi Pellisa. ¿Cuándo empieza su militancia política comunista? Creo que fue uno de los primeros universitarios que militaron en las filas del PSUC.

Por aquellos años, todos los que se relacionaron con Octavi aseguran que ya se encontraba claramente en posiciones más o menos comunistas, o en cualquier caso claramente politizadas, lo que en aquel tiempo suponía una neta capacidad de oposición a lo existente. ¿De dónde viene esta politización que podríamos llamar precoz? No lo sé. Es cierto que sus padres formaban parte del bando de los perdedores. Es cierto también que su madre -a la que siempre admiró mucho- no se plegó en su vida cotidiana a los rituales de la sociedad fascista (la desobediencia orgullosa a los saludos, por ejemplo). Según el propio Octavi, la politización de los padres se transmitió a sus hijos. No hay que olvidar, además, que Octavi pudo estudiar gracias a que el «señor Simó» -un profesor de instituto amigo de sus padres, «el tío Simonet», como le llamaban- consiguió que sus padres le dejaran ir, sólo, a Barcelona a estudiar bachillerato. Parece ser que el señor Simón también era comunista y fue una influencia reconocida.

¿Quiénes formaron parte de esas primeras células comunistas en la Universidad?

En principio fueron estudiantes que se conocían de la facultad de Derecho y que habían madurado juntos un proceso de distanciamiento de todo lo que era la España oficial. En los albores de la transición, Manolo Vázquez Montalbán les dedicó una interesante novela, La soledad del manager (1977), en la que aprovecha para resaltar su pasado. Además de Octavi Pellissa (Marcos Nuñez en la novela), aparecen el desaparecido cineasta Joaquín Jordá, el abogado Josep Mª Gil Matamala y Luis Goytisolo, que también acabaría convirtiendo las peripecias de ese período en materia literaria de Recuento (1973), donde Octavi aparece con el nombre de Leo. Ésta fue la primera célula del PSUC en la universidad, en el año 1955, antes incluso de mantener un contacto orgánico con los dirigentes clandestinos (que sólo vendría un año más tarde, de la mano de Miquel Núñez).

Fue entonces, creo, cuando conoció a Sacristán y Francesc Vicens. ¿Qué relación mantuvo con ambos a lo largo de los años?

Con Manuel Sacristán empezó antes, en la tertulia de Laye, en el Bar Club. Le volvió a encontrar en el PSUC, en 1956, cuando Miquel Núñez le dijo que Sacristán era el responsable de profesores del partido. A partir de 1967, cuando volvió del exilio, reemprendió el contacto y a partir de entonces -y hasta la muerte de Manolo Sacristán- mantuvieron una relación cordial, basada en el respeto mutuo. La hija de Manolo, Vera Sacristán, le recuerda con particular cariño y lo que me ha sorprendido es que Octavi era un personaje habitual del piso de Sacristán. A los demás, lo que extrañaba de Octavi era su absoluta falta de discreción al criticar al que era visto como el maestro (por así decir). Para Sacristán, la experiencia de Pellissa en la República Democrática Alemana fue un aldabonazo para descreer que esas sociedades fueran portadoras de un futuro de esperanza. Lo que quedó de manifiesto dos años más tarde con los tanques acabando con la primavera de Praga y los escritos desencantados que redactó Sacristan.

Con Francesc Vicens militó en el partido, y cuando Octavi ya estaba en Francia, Vicens le ofreció hacer un librito en la popular Gran Enciclopedia Pulga y Octavi redactó Enrique Granados (1958). Para burlar el control policial el librito salió firmado por «F. Vicens». Posteriormente, al volver, no me consta que tuviera una relación especial con él, que mientras tanto había sido expulsado del partido y luego siguió su propio camino.

Octavi Pellissa fue detenido pocos años después del inicio de su, digamos, militancia y fue salvajemente torturado. ¿Qué pasó?

Fue durante la segunda huelga de tranvías, en enero de 1957. La policía detuvo a un dirigente obrero clandestino y en el registro de su casa encontró unos papeles con nombres y lugares de encuentro. Las reglas de clandestinidad prevenían contra eso, porque era peligrosísimo… como se vio. Empezaron a caer militantes obreros en una verdadera redada. Josep Serradell (Román) consiguió advertir al único que estaba en la lista aunque no era obrero, que era Octavi. Fue a esconderse a Ginestar, pero la policía fue allí a buscarle y detenerle. Primero fue conducido a Reus y luego a Barcelona. Y allí, por supuesto, fue torturado por los hermanos Creix. Querían saber quién había en la universidad, pero él no «cantó». A pesar de su detención, y gracias a su silencio, la organización del partido en la universidad siguió intocada. Pero el coste de este silencio fue atroz. Como fue atroz la sensación de sus padres cuando le pudieron ver en la cárcel. Hay escasas anotaciones en el dietario que se remitan a la tortura, y nunca habló en serio de ese tema. Es importante también saber qué estaba dispuesto a hablar y sobre qué prefería callar. La experiencia de la tortura la guardo para siempre en el silencio.

¿Qué edad tenía cuando se exilió? ¿Por qué tomó esa resolución? ¿No existía otra posibilidad?

Tenía veintidós años. El fiscal pedía para él seis años de prisión. El recuerdo de las torturas pesó bastante en su decisión. El partido y su familia estuvieron de acuerdo en que lo mejor era que se exilará. La otra posibilidad era la cárcel, en la que, por otra parte, ya había pasado seis meses. El partido se encargo de facilitarle el paso de la frontera hacia Francia.

¿En qué países vivió?

En Francia y en la República Democrática Alemana. Lo principal de su estancia en Francia fue el contacto y la colaboración con Benigno Rodríguez, antiguo secretario personal del presidente de la República Juan Negrín y, a la vez, militante comunista. Joaquim Vilar, que se exiló con él a Alemania, recuerda muy vívidamente el impacto que le causó en él la figura de Benigno Rodríguez y el respeto que sentía por él. Con Benigno Rodríguez tuvo la idea de organizar un encuentro de intelectuales del exilio y del interior. El encuentro fue el 20 de febrero de 1959 y fue considerado un éxito por todos los participantes. Fue la primera vez que su particular sentido de la oportunidad se manifestaba, y que iba a convertirse en un valor político incuestionable en la fase final de lucha contra el franquismo. En 1986, con la salida de En los reinos de taifas de Juan Goytisolo, le pude ver realmente enfadado -y deseoso de publicitar su rabia- porque en el libro de memorias no constaba el nombre de Benigno Rodríguez (en realidad, está cambiado). Esto es indicativo de su profunda amistad con el hombre a través del tiempo. En la red, por lo demás, puede hallarse un libelo inflamado de Jorge Semprún en defensa de Benigno Rodríguez, que da la talla de este instructor del quinto regimiento, que acomuna a gentes tan dispares como Pellissa y Semprún en su defensa. Uno queda con ganas de saber más de este hombre, pero no es mucho lo que se consigue saber de él.

En París, a partir de su amistad con Juan Goytisolo, empezó a frecuentar a un grupo de intelectuales (Monique Lange, Clara Malraux, Jean Genet, etcétera), que no eran precisamente los que el partido consideraba próximos. Jean Genet, enamorado locamente -y sin posibilidades- de Octavi, además era homosexual. Octavi comenzaba a ser un problema para el partido. Entonces se produjo la propuesta de Gregorio López Raimundo en el sentido de que tenía un contacto en la República Democrática Alemana que podía conseguirles una beca para ir a la universidad. Octavi aceptó, y se matriculó en economía política. Claro está, sin embargo, que la concepción de la «economía política» que dominaba en la RDA se traducía en un catecismo de marxismo muy vulgar. Retrospectivamente, Octavi siempre se lamentó de no haber estudiado filología germánica, que le habría permitido vivir de las traducciones.

Pero él trabajó como traductor si no ando errado.

Sí. Al principio le pidieron que hiciera de traductor simultáneo para los delegados cubanos, que acaban de hacer su revolución. Es evidente que traducir literalmente lo que decían los revolucionarios cubanos iba a hacer saltar chispas a los muy puestos burócratas alemanes. Y viceversa: traducir sin más el lenguaje de los burócratas alemanes iba a producir resquemores entre los cubanos. De modo que traducía lo esencial al lenguaje del otro, y así nadie se peleaba. Esa habilidad no pasó inadvertida y le propusieron hacer la tarea de traductor e interprete en congresos internacionales del Consejo Mundial por la Paz, el Federación Internacional de Mujeres Democráticas y la Unión Internacional de Estudiantes, que eran todos de filiación comunista. Algunos piensan hoy que pagar a becarios era un modo de pagar menos por la traducción, pero el recuerdo que Octavi tenía de sus viajes era positivo y consideraba además que estaban bien pagados. Entre 1962 y 1966 pudo viajar bastante, cosa que se acabaría al regresar a España y verse privado del pasaporte hasta el año 1977.

¿Cuándo regresó a España? ¿No temía por su seguridad?

Regresó el día 13 de diciembre de 1966, vísperas del referéndum de la Ley Orgánica del Estado (que obviamente se «ganó» como se ganan los referéndum de todas las dictaduras).

No en todas. En Chile perdieron una vez.

Tienes razón, les falló esa vez aunque lo dejaron muy atado. De todas formas, el Estado quería terminar con la excepción que significaba tener jóvenes exilados por medio mundo. La proposición era clara: el que acepte venir no será sometido a ninguna presión por los hechos por los que se exiló. Había compañeros en la Alemania Democrática que aceptaron y la policía franquista cumplió lo prometido. Recordemos que es a partir de estos años que empiezan a verse emigrados de la guerra pasar sus vacaciones en España, sin que pase nada. Por supuesto, tenían cierto temor a ser controlados subrepticiamente por la policía, pero poco a poco fue normalizándose la situación. Tarde o temprano, los jóvenes exilados regresaron sin problemas. Por lo menos sin problemas causados por los hechos que les movieron a exilarse.

Fue entonces un asiduo de Bocaccio. ¿No es algo extraño que un militante comunista como él acudiera a un centro frecuentado por lo que Vázquez Montalbán llamó la gauche divine? ¿No chocaba con la frivolidad de aquel grupo?

Es una pregunta bastante extraña. Porque casi todos los que le conocían son gentes de una generación posterior, que daban por sentado que Pellissa era un habitual de Bocaccio y, por supuesto, un comunista. Por lo demás, conviene hacer algunos distingos acerca del compromiso de aquella generación. La gente que iba a tomar copas a Bocaccio seguramente podía pagarlas, pero esto no supone que fueran de derechas, sino más bien de izquierdas. En segundo lugar, la policía política cumplió sus promesas pero entre estas no figuraban las famosas listas negras. A Octavi se le permitía vivir en España, pero no trabajar normalmente. De hecho, sólo pudo trabajar en algo remunerado a partir de 1976 (y aún en una película militante de Portabella). Hay, por lo tanto, diez años -más o menos- en los que Octavi prácticamente no puede trabajar o que trabaja esporádicamente para amigos. Entre sus amigos y conocidos pronto se acuerda oficiosamente que Octavi no paga porque no tiene dinero, y como es un tipo muy ingenioso siempre encuentra quien le invite. Esto es así en el Pub Tuset y cuando abren Bocaccio Octavi sigue a sus amigos al cruzar la calle. En tercer lugar, tenía ciertas ventajas el saber que a Octavi se le encontraba cada noche en el mismo sitio. Por ejemplo, Antoni Gutiérrez Díaz, que sería el secretario general del PSUC, tenía por costumbre pasarse por el Pub Tuset, desde la puerta hacer un signo a Octavi, que salía, y entonces Gutiérrez Díaz le pasaba la consigna. En cierto modo, era un método muy eficaz (e improvisado) de contacto con la dirección, cuando ésta lo necesitase. Además Octavi siempre defendió a un sector de gente que había militado en el PSUC en el pasado, aunque en los últimos años sesenta pasase sus noches en Bocaccio. Valoraba más los riesgos que corrieron que el alcohol que trasegaban (en parte, porque comprendía qué es lo que les llevaba a hacerlo). Esta actitud la tuvo siempre con quienes habían arriesgado en el pasado, mientras no militarán en la derecha, claro está. Y, a todo esto, la gente de Bocaccio fue una parte importante de los encerrados en Montserrat contra el proceso de Burgos.

De acuerdo, de acuerdo.

Dicho esto, Octavi me había contado -medio en broma, medio en serio- que era un ser demediado: por un lado, su compromiso político; por el otro, su trabajo con gente de las vanguardias artísticas. Se puede sacar vanguardia y poner gauche divine, porque a la postre es lo mismo. Ocurre, no obstante, que ese ser demediado es precisamente el que le hace prácticamente único. Octavi era un hombre del partido y, al mismo tiempo, nada le emparentaba, en cuanto a modos, a la gente tradicional del partido. Quienes le conocimos hacia el final, puede pasarnos por alto algo que es muy fundamental. A saber: el carácter jovial y lúcido de Octavi es, en realidad, la interiorización de las derrotas de las que ha haciendo acopio a lo largo de su vida. En este sentido, Josep Mª Fradera dice cosas muy sensatas y atinadas en el prólogo al libro. Nosotros sólo conocimos al superviviente del Octavi que intentó ser en el pasado, en los años cincuenta. La derrota es la misma para Octavi que para Manolo Sacristán, por ejemplo, pero mientras Sacristán se hunde en un período depresivo en Octavi ese tono trágico no es visible. Parece como si hubiese reflexionado mucho y hubiese escogido la fina ironía como instrumento para hacer algo más llevadera la derrota. Esto ya es evidente cuando abren las Salas de Arte y Ensayo y, a la primera discusión, retirarse del grupo de gente que intentaba vivir de las traducciones de las películas en versión original. Algo que a mí me impresiona mucho es su decisión de no pelearse con aquellos que no son enemigos declarados. Para esto es preciso haber pensado mucho sobre las consecuencias políticas que llevaba consigo lo que para los demás era una pelea sin trascendencia. Me parece que lo fundamental de esa reflexión hay que retrotraerlo al período de Alemania. Cuando vuelve a Barcelona me parece que es ya un Octavi Pellissa distinto del que se exiló. Pero es algo meramente intuitivo.

Octavi participó como guionista en varias películas. ¿Qué películas fueron esas? ¿Quiénes les dirigieron?

Bueno, si no viviésemos en España, diría que es muy extraño que al guionista de L’agressió quotidiana (1978) no le hayan llovido ofertas de trabajo. Aunque en la practica ha sido así. Los únicos que le pidieron ayuda en el guión fueron amigos suyos, Carlos Durán, Pere Portabella y Octavi Martí. Punto. Supongo que el hecho que fuera comunista -por muy sui generis que fuera su comunismo- espantaba mucho al personal del gremio. Con Carlos Durán hizo varios cortos para el Institut del Cinema Català: La sanitat (1977), L’agressió quotidiana (1978), El barri del Besòs (1979), Escola pública (1980) y Assemblea de Catalunya (1981). Con Octavi Martí hizo sólo un programa de televisión, Creació artística i col.laspe de la societat a la RDA (1990). Finalmente con Pere Portabella, que fue el primero que le invitó a sumarse a las tareas de guión, hizo dos largometrajes Informe general sobre algunas cuestiones de interés para una proyección pública (1977) y Puente de Varsovia (1989), y el mediometraje Art a Catalunya (1992).

¿Qué papel jugó en el encierro de Montserrat contra las penas de muerte del Consejo de Burgos?

El papel jugado por Octavi fue decisivo, y decisivo por la repercusión que tuvo. En Barcelona había varios círculos que se planteaban hacer algo ante las condenas a muerte del proceso de Burgos. La idea de Octavi era muy simple: desconvocar las protestas parciales y agruparlas todas en una sola, unitaria. Se trataba de unir en una misma lucha la izquierda comunista-socialista y, al mismo tiempo, la denominada gauche divine. En 1959, se trataba de acomunar la intelectualidad del interior y del exilio. En 1970 se trataba de poner en contacto dos izquierdas (para entendernos), que en principio vivían de espaldas una de otra. Por supuesto, la idea fue muy bien acogida por otros y se consiguió el éxito de Montserrat, con trescientos intelectuales protestando contra las penas de muerte. Penas que fueron conmutadas, lo que supuso una bocanada de aire fresco para quienes habían participado en la protesta en todo el estado, sobre todo en Euskadi. En Cataluña la continuación de la Asamblea de Montserrat fue la Asamblea de intelectuales, profesionales y artistas (contra las multas que impuso gobernación) y poco más tarde la Asamblea de Cataluña. Hay algo que conviene decir. Juan Ramón Capella cuenta que el abogado Josep Solé Barberá ingenió un mecanismo para no pagar las multas, alegando que había una protesta en tramité. Por supuesto, no había nada pendiente pero la policía fingía creerlo. Pero no para Octavi. Buscando entre sus papeles aparecieron unos papeles pequeñitos con la cantidad de quinientas pesetas a cuenta de las multas pendientes. Retrospectivamente, el acoso policial tuvo que ser muy serio e insistente.

¿Qué posiciones mantuvo Pellissa durante la época de la transición? ¿Se mantuvo crítico con las posiciones de la dirección del partido?

En realidad, aunque fue siempre del PSUC, nunca tuvo el carné. De hecho, desde 1975, y con Ramón Garrabou andaba ya detrás de la fundación de lo que, a grandes rasgos, sería como el Instituto Gramsci, que aquí bautizaron como Centre de Treball i Documentació (CTD). De todos modos hay algo que para nosotros es difícilmente explicable. Para alguien que le han torturado y que ha tenido que exilarse por ser miembro de un partido, es imposible separar el partido del resto de su vida. Estaba dándole vueltas a esta cuestión cuando la formulé tentativamente a María Rosa Borrás, que estuvo en Alemania con Octavi. A María Rosa le brillaron los ojos de sorpresa y dijo que el lazo que unía a Octavi -y a ella misma- con el PSUC era sencillamente indestructible. Lo cual no es óbice para acto seguido despotricar furibundamente de la dirección o de la política del partido. Pero son dos cosas distintas. El partido puede ser un lupanar, pero es su partido: el partido al que han dedicado sus vidas y por el que han sufrido tortura. Ésta también es una de las caras que Octavi tuvo que enfrentarse para ser el que conocimos nosotros, con su sagacidad y su sarcasmo.

Octavi jugó un papel destacado en la fundación y actuaciones del CTD. Has hablado de él hace un momento. Te pregunto más concretamente. ¿Qué pretendía el Centre? ¿Cuáles fueron sus principales actividades?

El Centre de Treball i Documentació surgió en 1977 para retomar todas aquellos temas que la izquierda (sobre todo la nueva izquierda parlamentaria) dejaba de lado. Al principio hubo también un intento de crear grupos de trabajo por temas (enseñanza, historiadores, economía, etcétera). Pero, con la excepción del de economistas, duraros pocos. Fueron muy importantes los debates y las jornadas. Yo no vivía en Barcelona, pero a comarcas llegaban noticias de sus actividades. Por ejemplo, el CTD fue el primero en traer ex combatientes de las Brigadas Internacionales. Fue el primero en organizar unas jornadas amplias sobre la cuestión ecología y el movimiento contra las centrales nucleares (Marxismo y ecología, en mayo de 1979, con participación del filósofo alemán Wolfgang Harich, autor del libro ¿Comunismo sin crecimiento? Babeuf y el Club de Roma). En este sentido, hay una memoria de actividades del Centre que cubre el período 1977-1982. Vale la pena echarle un ojo, de verdad. Aparecen una serie de actos (más de un centenar) que cubren desde la cuestión de la mujer hasta el incipiente movimiento por la paz (en la que participé yo, por cierto, en representación del Comité Antinuclear de Cataluña), pasando por discusiones de libros o el pase de películas. El punto culminante fueron las jornadas por la paz y el desarme (mayo de 1984), que contó con personalidades internacionales de primera fila, sumó una participación extraordinaria y consiguió una resonancia en los medios durante todas las jornadas. Con la vista puesta en el después, Octavi había logrado durante unos años una plataforma que le permitía hacer un auténtico trabajo político. En el Diari que hemos publicado, hay una anotación muy reveladora, en la que rechaza hacer política al modo tradicional. Dice textualmente: «me gusta y busco el tono confidencial». Y esto es lo que se hacía en el centre: debatir en tono discreto y amable cuestiones que, luego, cada cual llevaba al terreno político como mejor le parecía. Desde comarcas era tranquilizador saber que en Barcelona había algo que realmente funcionaba. Ahora debe ser desalentador ver este gran monstruo durmiente, víctima del sopor generalizado que nos hace a todos iguales, es decir, atontados. A medida que los partidos fueron perdiendo capacidad de convocatoria, el CTD intentó paliar este vacío de la izquierda. Fue la campaña de recogida de firmas de intelectuales por el no a la OTAN, fue la campaña Aturem la guerra contra la primera guerra del Golfo, fue la difícil campaña contra la Ley de Seguridad Ciudadana o fue el acto masivo La democracia de mercat, unic món possible? en octubre de 1991, contra la mayor campaña de desprestigio de las ideas comunistas que yo recuerde en mi vida.

¿De dónde han surgido el diario que habéis publicado recientemente? ¿Cómo se ha tardado tanto tiempo en editarlo?

En el verano de 2005 leí algo -no recuerdo qué- que me hizo recordar vivamente a Octavi. Haciendo un balance de lo que se había hecho desde el momento de la muerte, en 1992, el resultado era muy pobre. Octavi Pellissa era cada vez más un recuerdo que se perdía en la memoria. Y me pareció injusto. Tal vez porque en el momento de la muerte me propuse escribir sobre él, pero acabé escribiendo sobre cine, lo cual no es muy heroico. Decidí hacer algo, no sabía muy bien qué, y llamé a la que había sido la compañera de Octavi, Lídia Garcia-Cairo. Quedamos una tarde de septiembre, hablamos y, al despedirnos, me entregó una bolsita de una conocida marca de ropa. «Es para ti.» Me quedé sorprendido, abrí la bolsa y encontré los cuadernos con una letra que reconocí en seguida, pues había tenido que pasar a limpio muchos escritos suyos. Creo que no logré pensar en nada. Sólo pregunté que era. Me contesto que le habían pedido si había algo publicable y dijo que no. Luego encontró los cuadernos, pero ya nadie volvió a pedirlos. Que los mirara, a ver si había algo interesante. Primero transcribí y publiqué Alemania, Alemania (en la revista mientras tanto, núm. 98, enero de 2006), que era un escrito independiente. No pude ocuparme del diario porque estuve prácticamente ocupado en los primeros meses de ese año en las entradas del libro Vientos del Este. Los nuevos cines en los países socialistas europeos, que no sólo se trataba de escribirlo sino de conseguir las películas que comentaba, en su mayor parte no estrenadas. En el verano siguiente transcribí el diario, que no era tarea fácil, dada la minúscula letra de Octavi. Por lo demás, en la escritura salía la figura de Octavi tal como yo le conocí, pero también otro Octavi, al que yo no legue a conocer (pero del que tenía noticias del propio Octavi, como de otra persona). Cuando en septiembre de 2006 empecé a mostrar la primera trascripción de los cuadernos se hizo evidente que el lector se preguntaba «¿Y quién es Octavi Pellissa?» No bastaba, pues, con publicar el diario, sino que había que ofrecer algo más, una cronología o bien un esbozo biográfico. Empecé la búsqueda en libros y las entrevistas con las personas que figuran al final del libro. Aquí hay que decir que este trabajo no es solo mío. La aportación de Lídia Garcia-Cairo es absolutamente fundamental. No ha ahorrado esfuerzos en ningún sentido y ha contribuido buscando artículos, revisando los pasaportes, aportando datos, removiendo papeles, etcétera. En cierto sentido, el libro es tan suyo como mío.

¿Qué tipo de apuntes son estos «Apunts sobre la clandestinidat»? ¿Puedes ponernos algún ejemplo de sus reflexiones?

Es muy difícil cuando has vivido cuatro años con un texto ajeno. Lo primero que sorprende es que Octavi hable de la tortura, de la que sólo la exorcizaba en broma. La segundo que llama la atención es la interiorización de las normas de seguridad de la vida clandestina: no hay casi ningún nombre. Muchas de las anécdotas las había oído contar al propio Octavi con nombres y apellidos. Pero en el dietario aparece el hecho sin los nombres. Por lo que pudiera pasar. En tercer lugar están las reflexiones personales, que atraviesan todo el diario, y que son un intento de verse a sí y a su actitud ante la realidad circundante, pero siempre con un tono distanciado y sencillo, como si eso no fuera importante. Y después, claro está, el pensamiento político, donde se pueden fechar ciertas reflexiones que ahora son patrimonio de la izquierda (pero él las anota hace treinta años, cuando no lo eran).

¿Por qué clandestinitat si abarcan un período que se inicia en 1975 y finaliza en 1992?

En principio empezó siendo meramente un cuaderno de notas sobre el significado de las palabras. Poco a poco fueron apareciendo los apuntes, aunque con morosidad. El diario toma forma en la primavera de 1976. Hacía el año 1979 se nota un cambio bastante radical. Las notas no son sobre lo que pasa, sino que tienen una clara voluntad de fijar lo que fue la clandestinidad. Si se prescinde de las fechas, la naturaleza de estos apuntes queda clara. Por supuesto, si tenemos en cuenta las fechas, pueden salir coincidencias reveladoras. Aunque yo no hecho un estudio en este sentido.

¿Qué es lo que te ha interesado más a ti de este diario?

Vamos a ver, yo conocí a Octavi y, por supuesto, quedé fascinado por su franqueza y su mordacidad. De hecho, fue la primera persona que (des)conocí en Barcelona. En el otoño de 1982, recién llegado a Barcelona, coincidí con él en el centre y me pareció que me tomaba el pelo con batallitas, hasta que Paco Fernández Buey me contó su vida. Siempre le consideré como el hombre que sabía la historia porque la había vivido. Luego, ha habido un problema previo antes de saber qué me interesaba, que era qué decía auténticamente el dietario, puesto que había pasos poco menos que indescifrables. Y luego el periodo de confección de la cronología, en que cada entrevista me aportaba un matiz que desconocía o que me había pasado por alto. ¿Qué me interesó? Evidentemente la reflexión, emparentada con Jean-Paul Sartre, del espejismo de considerar el futuro más real que el presente. Pero esta es una reflexión ya fue trasladada tal cual a los diálogos -o a los monólogos- de El puente de Varsovia. Con el tiempo, lo que me impresiona más son los apuntes personales de un hombre que sabe que ha sido derrotado. Por ejemplo, cuando dice «ahora, después de tantas luchas solidarias, nos queda poca cosa: cansancio, escepticismo, soledad». O aquella reflexión en que hace balance de sus amistades para decir que «las relaciones que he establecido con las personas que he conocido, las he basado o se han basado en motivos nobles y desinteresados». Sinceramente, me pregunto si podemos decir lo mismo.

Josep Maria Fradera, prologuista del libro, recordó el día de la presentación la definición de un antiguo compañero de militancia universitaria, Antoni Domènech, quien dijo que Octavi era lo que los franceses llaman un «vrai», alguien auténtico. ¿Qué quisieron apuntar Fradera y Doménech con esa autenticidad?

A mí me parece muy claro lo que querían decir. Desgraciadamente, uno lo coge o no lo coge, y sanseacabó, ¿no?. En cualquier caso, añadiría aquella cita de Wittgenstein que dice que de lo que no se puede hablar, lo mejor es callarse.