Pedro Sánchez deslegitima al ministro de Consumo un mes después de presentar una propuesta similar. Políticos como Egea, Vara o Page sobrereaccionan a una idea que lleva décadas transmitiendo la ONU y los expertos. ¿Cuál es el poder real de la industria cárnica para querer mantener su cuota de mercado aunque suponga acabar con el planeta, la salud y los animales?
Cómo es posible que genere tanta polémica una recomendación médica, ambiental y global que lleva décadas haciéndose? Eso puede ser que se pregunte el equipo del ministro de Consumo, Alberto Garzón, después de que este presentara la campaña #MenosCarneMásVida. En ella, a través de un vídeo y un artículo de tribuna, explica que son muchos los motivos para reducir el consumo de carne y más cuando España es uno de los países en Europa que más kilos por persona consume. Unos datos que ha dado el propio ministro tirando de informes como los de sostenibilidad de la Unión Europea, el famoso ‘La larga sombra del ganado’ de la FAO o el propio Plan España 2050 del Gobierno español. Una estrategia presentada hace apenas un mes por Pedro Sánchez, el presidente del Gobierno.
Pese a que este avaló el plan —que entre otras cosas referidas a la salud y el medio ambiente pide la reducción del consumo de carne—, dejó en evidencia a su colega de Ejecutivo respondiendo sobre cómo le gusta a él el chuletón ante las preguntas de los periodistas. Rechazando directamente la campaña reaccionó el ministro de Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentación, Luis Planas, que no solo aseguró que no conocía de antemano el llamamiento de Consumo si no que declaró que “es algo que me parece que no tiene mucho sentido“. Otras respuestas viscerales y muchas de ellas carentes de argumentos fue el tuit que subió el número dos del PP, Teodoro García Egea, respondiendo al ministro Garzón con una foto de una parrillada; su compañero de partido y exministro Juan Ignacio Zoido, mostrando un plano de carne empanada y muchas patatas fritas; la del presidente autonómico Guillermo Fernández Vara invitando a visitar Extremadura argumentando que “sobre el terreno igual es más fácil que nos entienda” o el cántabro Miguel Ángel Revilla diciendo que Garzón ‘no conoce nada’.
“La conclusión es que se ha abierto un debate, el de la reducción de la carne, como se pide desde hace año. La novedad es la sobre reacción que han tenido ciertos políticos”, explica Rubén Pérez Sueiras, miembros de la fundación ambientalista y animalista Franz Weber. Este activista y experto en lobbies no tiene ninguna duda de que el ministro Planas conocía la campaña. “El problema es que el ministro de Agricultura estaba hace un mes firmando acuerdos con la industria cárnica, igual que ya ha hecho con las empresas azucareras”. “Llevamos décadas de esfuerzos constantes para asentar falsamente la idea de que consumir mucha carne, sin límites, es bueno”, asegura Florent Marcellesi, coportavoz de Verdes Equo y ex eurodiputado. “Se ha constituido un lobby agroindustrial de la carne potentísimo con línea directa en los ministerios de agricultura y vemos también, por desgracia, en presidencia”, asegura en referencia a la reacción de Sánchez.
Para Marcellesi, la actitud de las empresas cárnicas es muy similar a la que tuvieron en su momento el sector del tabaco o de las energías fósiles, el negacionismo de sus efectos. “Hay que desmontar la idea de que la producción de carne es inocua para el medioambiente y la salud. Y, sobre todo, al igual que para la lucha climática, hay que dejar de lado los informes de los lobbies y hay que escuchar a la ciencia. Nos jugamos nuestra salud y la del planeta”.
Fake news nutricionales
Pese a que de momento ha habido más reacciones populistas que argumentos en la mesa, sí que hay un pasado en el que los grupos de presión intentaban por medio de documentos propios y expertos a su servicios hacer creer a la opinión pública que los estudios científicos de entidades imparciales no eran verdad. Es lo que ocurrió con el escándalo en 2016 de los informes creados ad hoc para invalidar la opinión de los ONU o la manipulación que la campaña de Justicia Alimentaria trata de evitar.
Que los legisladores tengan los datos y no las presiones, está aún por hacerse posible. “La Unión Europea tiene por un lado a la FAO y la ONU diciéndoles ‘tenéis que cortar con la ganadería’ y ellos responden destinando millones de euros a la promoción del consumo de carne, realizadas conjuntamente con Provacuno y con Interporc, que son los conglomerados del lobby cárnico y sus empresas, incluso con informaciones falsas desde el punto de vista nutricional e incluso machistas”, comenta la dietista-nutricionista del Centro Aleris y autora de ‘Vegetarianos con ciencia’, entre otros.
“Al igual que la UE llama a no fumar o a dejar de usar el coche fósil, tiene que ser capaz a través de políticas públicas de orientar la producción y el consumo hacia un cambio de dieta, basada principalmente en proteínas vegetales ecológicas”, explica Marcellesi que considera que la Unión Europea ha dado un paso atrás con la última reforma de la PAC (Política Agraria Comunitaria). “Es del todo contradictoria con la transición ecológica y justa en general y con un cambio de dieta más saludable y sostenible en particular. Es más, contradice profundamente el propio pacto verde europeo de la Comisión Europea”. “Esta reforma nefasta —continúa— es el fruto de la alianza entre conservadores, socialdemócratas y liberales junto con los lobbies agroindustriales. De nuevo han primado los intereses económicos de las grandes corporaciones en contra de la agricultura campesina, la salud de las personas y el bienestar animal”.
Apoyo a otras empresas rurales sostenibles
Intereses que van en detrimento de otras industrias como la vegetal, más sostenible e innovadora. Así lo defiende Rubén Pérez Sueiras: “La campaña de Garzón ha sido claramente un apoyo a los agricultores y producciones españoles. Curiosamente las empresas que han saltado solo defienden a los ganaderos. Esta propuesta de Consumo da pie a futuras ayudas a los productos de proximidad, innovadores y sostenibles, que generan más empleo, de más calidad, con más cualificación y que ayudan a fijar el talento”. Ejemplos de ello es el ‘calabizo’, un sustituto del chorizo hecho de calabaza en el municipio gallego de Nigrán o cooperativas de trabajadores como Vegasun, que hacen alternativas a la carne adobada.
Además, el activista medioambientalista tacha de “cínico” vincular la ganadería a lo rural, ya que la gran parte de la carne que se produce va a grandes superficies y distribuidoras, que aprietan los precios y las condiciones a los pequeños productores. “El lobby cárnico también está atacando a empresas que buscan algo diferente a los empleos poco remunerados y precarios de la industria”, comenta, a la vez que recuerda que partidos como Vox dice defender a los ganaderos cuando solo legisla para grandes empresas que son quienes reducen los márgenes de beneficios a los productores.
Defender el derecho a comer chuletones
Que la industria cárnica, como cualquier otra, asuma su factura de la contaminación o sus efectos en la salud es también una propuesta que viene de largo. Empezando por el llamado ‘impuesto de carbono a la carne’ o por otras ideas similares al céntimo sanitario de los carburantes. La evidencia médica de que el consumo de carne y procesados cárnicos está vinculada a más riesgo de cáncer, de enfermedades coronarios y otras dolencias, es algo generalmente aceptado que, sin embargo, argumentos como los del presidente Sánchez del ‘chuletón al punto’ hacen quedar de lado. “Siempre se dice que está muy rico el solomillo pero eso se come una vez al año y no justifica el resto de carne de poca calidad que se toma en el día a día”, decía recientemente el nutricionista Aitor Sánchez en la presentación de su libro en la reciente presentación de su libro Tu dieta puede salvar el planeta. “Realmente, en el día a día la gente consume pollo, cinta de lomo o latas de atún”, evidencia.
“Un kilo de carne de ternera gallega con el sello que han lanzado puede costar 25 euros, otros solomillos hasta 40 euros. Está claro que la población general no puede consumir de manera continua estos productos y comen carnes más baratas”, explica Pérez Sueiras. preguntado por si un tipo de ganadería es más ecológica que otra, el miembros de la Fundación Frank Weber lo tiene claro: “El ministro contrapone dos modelos: el intensivo con el menos intensivo, porque habrá voces que piden una alternativa para seguir consumiendo carne”.
Los animales, fuera del debate
Tanto en la campaña de Consumo con en los debate provocados por esta hay un gran vacío sobre uno de los motivos que llevan a muchas personas a dejar de comer productos animales: los propios animales. Mientras que la industria láctea o cárnica cada vez emplea más recursos en campañas o sellos que les hagan parecer más ecológicos o más preocupados por el bienestar animal, no paran de salir casos de abandonos o maltratos en granjas de todo el país. “Esta ‘dulcificación’ y humanización de los animales es solo un reclamo para los consumidores que sí se preocupan por los animales, pero si de verdad la industria ganadera lo hiciera, ¿por qué nunca se han personado en las causas de abandono o maltrato en las granjas? ¿por qué nunca denuncian ellos?”, se preguntan desde la Fundación Frank Weber.
La investigadora y profesora de la Universidad Pontificia de Comillas Estela Díaz Carmona lleva años analizando las tendencias de consumo respecto a los productos plant based o 100% vegetales. “Sobre el consumo de carne hay mucha literatura relacionado con la dieta, sobre el consumo de vida o sobre la comida, pero muy poco aún sobre el medio ambiente y mucho menos sobre los derechos de los animales”, apunta. En el actual estudio que está realizando junto con el también profesor David Felipe Martín, han encontrado pautas similares en los micro influencers que tratan el tema de alimentación y consumo. “La mayoría son mujeres y son muy jóvenes. Su discurso está girando hacia la dieta, hablan de veganismo como preocupación por estar sanas, de sentirse bien, pero es un discurso muy centrado en el yo”, asegura Díaz Carmona. La investigadora lo ve como un riesgo, ya que habla de una moda vacía de contenido, ideología o política que puede desaparecer de forma rápida. Además, considera que es una aptitud centrada en el yo, un individualismo fomentado por el sistema capitalista y consumista. “No sabemos si eso dará para evolucionar en algo más”, concluye la autora del mayor estudio del activismo antiespecista en España.
Medio ambiente, salud, derechos animales y hasta un componente de género tiene el tema del consumo de carne. Su vinculación con la masculinidad hegemónica impuesta está tan arraigada que no solamente ha protagonizado anuncios publicitarios del lobby de la carne tachados de machistas, si no que se puede ver en muchas de las reacciones que ha provocado la campaña de Garzón. Desde la vinculación que hacía la autora estadounidense Carol J. Adam en el ya clásico La política sexual de la carne, hasta el irónico ‘Chuletaman’ de la filósofa Catia Faria en Pikara Magazine. Más ejemplos de cómo cambiar los hábitos de consumo puede suponer que se cumpla la etiqueta de la campaña de Consumo #MenosCarneMásVida.
Fuente: https://www.elsaltodiario.com/cambio-climatico/obby-carnico-polemica-garzon-propuesta-consumo-carne