Gregorio López Raimundo estaría inmensamente feliz si estuviera entre nosotros. Lo está de hecho. No hace falta perder ni un segundo en comentar el aburrimiento y la manipulación (des)infomativa que acompañaba al día de reflexión en las anteriores contiendas electorales españolas. Es el pasado de nuestras vidas. Nunca como hasta ahora un día de reflexión […]
Gregorio López Raimundo estaría inmensamente feliz si estuviera entre nosotros. Lo está de hecho.
No hace falta perder ni un segundo en comentar el aburrimiento y la manipulación (des)infomativa que acompañaba al día de reflexión en las anteriores contiendas electorales españolas. Es el pasado de nuestras vidas. Nunca como hasta ahora un día de reflexión fue realmente eso, un día de debate, de información, de contrastación de opiniones, de propuestas, de argumentos, de emociones, de homenajes incluso, que, en su mayor parte, no hay atisbo de duda sobre ello, no estaban relacionados con las propuestas partidistas del momento. Ese no fue en ningún momento el tema de la hora.
Todo eso lo vivimos ayer, de nuevo, en la Plaza de Catalunya de Barcelona, una plaza cada vez más organizada, con mejores medios para la audición y participación, con ganas y propuestas para extender la movilización a barrios y con la finalidad de abonar luchas obreras como, se habló de ella explícitamente, la oposición de los y las trabajadoras de Telefónica a la nueva infamia empresarial: el despido, en años de beneficios inconmensurables, de más de cuatro o cinco mil trabajadores, su reconversación en lugares de trabajo precarios externalizados.
Por debajo y al lado de todo ello, una demostración sin saltos cuánticos de que no sólo la autodeterminación personal es posible sino que también la autoorganización es una conquista ciudadana.
Por la mañana la plaza se fue levantando poco a poco, organizadamente. Algunas discusiones irrumpieron hacia el mediodía. En la que yo estuve un joven tomó el micro e invitó a la conversación y a la reflexión. Se habló de muchas cosas durante unas dos horas. Con respeto, escuchando, argumentando. De banca ética, de la democracia, de la ley electoral, de las experiencias de rebelión de otros países, de la deuda, del ejemplo islandés, de la tradición libertaria en Catalunya. Un hombre de mediana edad tomó la palabra para agradecer todo lo que estaba pasando. No tenía costumbre de hablar público; lo había hecho porque su hijo de unos diez u 11 años le había pedido que lo hiciese. El joven que llevó la asamblea, que no negó su vinculación a un colectivo político, recordó las palabras del Che: si hacéis vuestras las injusticias de cualquier lugar del mundo, entonces sois mis hermanos. Tomos nos sentimos fraternalmente unidos a él.
Una joven llamó a realizar una acción. Fuimos a una de las puertas del Corte Inglés, la que queda en uno de los lados de la plaza. Nos sentamos en el suelo, durante una media hora. Una pancarta., en la que estaba escrita la palabra «Pasado» apuntaba al interior del edificio; otra apuntaba a la plaza de la acampada. La palabra en ella inscrita: «Futuro».
A la hora de la comida, por grupos de barrios, jóvenes y no tanto jóvenes, siguieron hablando de propuestas. Comían juntos. Ellos mismos se la habían preparado. Lo recogieron todo, no dejaron ningún resto.
La plaza se fue llenando poco a poco. A media tarde y por la noche no cabíamos ni un alfiler. La asamblea general, una de las mejores hasta el momento en mi opinión, estuvo llena de propuestas organizativas y políticas, y sobre todo rebosó de coraje y ganas de hacer. Este es un movimiento ciudadano plural «sin cabeza» y con mucha cabeza.
Por debajo de todo una idea parece imponerse de forma acelerada: cada día está más claro para todas y todos, casi como estaba en tiempos anteriores que parecían no retornar, que no hay democracia real sin democracia económica y que, por el contrario, bajo el dominio de una plutocracia económica insaciable la supuesta democracia es un cuento para adormecernos. Se puede decir con otro lenguaje, y acaso con más precisión, pero no hay divergencia de ideas: capitalismo y democracia no generan sólo una aporía o una paradoja curiosa y divertida sino una contradicción formal y material sangrante que es necesario disolver: o capitalismo o democracia, esta es la cuestión, o esta es una de las cuestiones centrales.
Alma Allende ha hablado alguna vez de la «zauraterapia» (zaura en árabe, ha señalado, significa «revolución»). Esa terapia, con resultados comprobados, se extendió ayer por toda la plaza y por sus alrededores. Y lo que es aún más importante: parece que la cura tiene efectos a medio y largo plazo y que nadie está dispuesto a cejar en su empeño. ¡Hasta la victoria siempre!, se gritó una y otra vez.
Una enorme sábana, una abyecta publicidad de Nike, cubre la fachada del edificio de Caja de Madrid en la plaza. El slogan: el valor de tener valores. Para morirse. Los acampados, las gentes que ayudaban y abonaban la plaza de la Revolución, tenían valor y tenían valores. No los de Nike precisamente.
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