En gran medida, nuestros sistemas políticos y la política global no están preparados para los retos reales del mundo actual. El crecimiento económico global y el aumento de las poblaciones están presionando como nunca antes al ambiente físico y estas presiones a su vez están causando retos sin precedentes a nuestras sociedades. No obstante, los […]
En gran medida, nuestros sistemas políticos y la política global no están preparados para los retos reales del mundo actual. El crecimiento económico global y el aumento de las poblaciones están presionando como nunca antes al ambiente físico y estas presiones a su vez están causando retos sin precedentes a nuestras sociedades. No obstante, los políticos conocen muy poco estas tendencias. Los gobiernos no están organizados para hacerles frente. Y las crisis que son fundamentalmente de índole ecológica se manejan con estrategias obsoletas de la guerra y la diplomacia.
Consideremos, por ejemplo, la situación en Darfur, Sudán. Este horrible conflicto se está abordando con amenazas de fuerza militar, sanciones y en general con el lenguaje de la guerra y el mantenimiento de la paz. Sin embargo, el origen indudable del conflicto es la extrema pobreza de la región que empeoró desastrosamente durante los años 80 debido a una sequía que, esencialmente, ha durado hasta nuestros días. Tal parece que el cambio climático de largo plazo está llevando a una menor pluviosidad no sólo en Sudán sino también en gran parte de África inmediatamente al sur del Desierto del Sahara -un área en donde la vida depende de las lluvias y en donde la sequía significa la muerte.
Darfur está atrapado en una trampa mortal inducida por la sequía pero a nadie se le ha ocurrido que valga la pena abordar la crisis de Darfur desde una perspectiva de desarrollo de largo plazo en lugar de una perspectiva de guerra. Darfur necesita más una estrategia del agua que una estrategia militar. Sus siete millones de habitantes no pueden sobrevivir sin un enfoque nuevo que les dé oportunidad de cultivar y de dar de beber a sus animales. No obstante, todas las pláticas en Naciones Unidas tratan sobre sanciones y ejércitos y no se vislumbra un camino que conduzca a la paz.
La presión sobre el agua se está convirtiendo en un obstáculo importante para el desarrollo económico en muchas partes del mundo. La crisis del agua en Gaza es causa de enfermedades y de sufrimiento entre los palestinos y es una de las principales fuentes de las tensiones subyacentes entre Palestina e Israel. Una vez más, en la región se gastan miles de millones de dólares en bombardeos y destrucción mientras que prácticamente no se hace nada con relación a la crisis creciente del agua.
China y la India también van a enfrentarse a mayores crisis del agua en los años que vienen, con consecuencias potencialmente terribles. El despegue económico de estos dos gigantes se inició hace cuarenta años con la introducción de mayores producciones agrícolas y el fin de las hambrunas. Sin embargo, parte de ese aumento de la producción agrícola se derivó de los millones de pozos que se excavaron con el fin de aprovechar el agua subterránea para la irrigación. Ahora, el nivel freático está bajando a un ritmo peligroso ya que el agua subterránea se extrae mucho más rápido de lo que tardan las lluvias en reponerla.
Además, aparte de los patrones pluviales, el cambio climático está alterando el flujo de los ríos, ya que los glaciares que proveen una cantidad enorme de agua para la irrigación y el uso doméstico se están derritiendo rápidamente debido al calentamiento global. La nieve de las montañas se derrite más temprano que de costumbre durante la estación, por lo que se dispone de menos agua de río en los veranos cada vez más largos. Por todas estas razones, la India y China están experimentando serias crisis de agua que es probable que se intensifiquen en el futuro.
Para Estados Unidos también hay riesgos. Los estados del medio oeste y del suroeste han experimentado una prolongada sequía que bien podría ser el resultado del calentamiento de largo plazo, y los estados donde hay granjas dependen mucho del agua de una enorme reserva subterránea que se está acabando debido a la sobreexplotación.
Del mismo modo en que las presiones sobre la oferta de petróleo y gas han elevado los precios de la energía, las presiones ambientales podrían ahora elevar los precios de los alimentos y el agua en muchas partes del mundo. Debido a las ondas cálidas, las sequías y otras presiones sobre el clima que ha habido este año en Estados Unidos, Europa, Australia y otros lugares, los precios del trigo se están disparando a sus niveles más altos en décadas. Así, las presiones ambientales están golpeando las utilidades -y afectando los ingresos y los medios de subsistencia en todo el mundo.
Con el aumento de las poblaciones, el crecimiento económico y el cambio climático, nos enfrentaremos a la intensificación de sequías, huracanes, tifones, fenómenos de El Niño, presiones sobre el agua, ondas cálidas, extinciones de especies y más. Los temas «blandos» del medio ambiente y el clima se convertirán en los temas duros y estratégicos del siglo XXI. Sin embargo, nuestros gobiernos y nuestra política mundial apenas reconocen esta verdad fundamental. A las personas que hablan del hambre y las crisis ambientales se les considera «moralistas» estúpidos frente a los «realistas» prácticos que se ocupan de la guerra y la paz. Eso es una tontería. Los llamados realistas simplemente no entienden las fuentes de las tensiones y presiones que están conduciendo a un número creciente de crisis en todo el mundo.
Todos nuestros gobiernos deberían establecer ministerios de desarrollo sostenible dedicados de tiempo completo a manejar los vínculos entre el cambio ambiental y el bienestar humano. Los ministerios de agricultura por sí solos no podrán lidiar con las carencias de agua a que se enfrentarán los agricultores. Los ministerios de salud no podrán manejar el aumento de las enfermedades contagiosas debido al calentamiento global. Los ministerios de medio ambiente no podrán enfrentarse a las presiones sobre los océanos y los bosques o a las consecuencias de fenómenos climatológicos extremos como el huracán Katrina el año pasado o el tifón Saomai este año -el peor que ha afectado a China en muchas décadas. Un nuevo y poderoso ministerio debería encargarse de coordinar las respuestas al cambio climático, las presiones sobre el agua y otras crisis de los ecosistemas.
A nivel global, los gobiernos del mundo deberían entender de una vez que los tratados que han firmado en años recientes sobre el clima, el medio ambiente y la biodiversidad son por lo menos de igual importancia para la seguridad global que todas las zonas de guerra y lugares conflictivos que se llevan los titulares, los presupuestos y la atención. Al concentrarse en los retos subyacentes del desarrollo sostenible, nuestros gobiernos podrían acabar más fácilmente con las crisis actuales (como la de Darfur) y evitar muchas otras en el futuro. www.ecoportal.net
* Jeffrey D. Sachs es profesor de economía y Director del Instituto de la Tierra de la Universidad de Columbia
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