Se caracteriza por el narcisismo, la corrupción, el abuso de poder, la ocultación de la verdad, la manipulación comunicativa o la conspiración a favor de otros poderosos. En el libro «Poderópatas» el activista de 72 años Javier de Federico describe con estos síntomas a los personajes movidos por una ambición de poder sin límites. Entre […]
Se caracteriza por el narcisismo, la corrupción, el abuso de poder, la ocultación de la verdad, la manipulación comunicativa o la conspiración a favor de otros poderosos. En el libro «Poderópatas» el activista de 72 años Javier de Federico describe con estos síntomas a los personajes movidos por una ambición de poder sin límites. Entre ellos «juegan a ver quién es el rey de la montaña», afirma este miembro de los Yayoflautas y Podemos en Valencia. El ensayo de 112 páginas, cuya segunda edición ha visto la luz en 2017, tiene una larga historia. El activista buscaba un trabajo con el que cotizar lo requerido para alcanzar «el mínimo de la pensión». Lo encontró de conserje nocturno, y en ese momento el libro empezó a adquirir forma. El secretario general de Podemos en Valencia y filósofo, Jaime Paulino, ha presentado el texto en «La Morada», sede del partido en Valencia. En su tesis doctoral Paulino también investiga el poder, desde la perspectiva de filósofos como Foucault, Antonio Negri o Roberto Esposito. Javier de Federico reivindica la Psicología como «patrimonio de la humanidad». Parte de esta disciplina para explicar los mecanismos con los que se despliega el poder.
-Dícese del individuo que padece una neurosis obsesivo-compulsiva por el poder en cualquiera de sus manifestaciones (económica, religiosa, empresarial, política, familiar, militar y/o el poder en sí mismo. Su fin justifica los medios, y se muestra indiferente a los límites de la ética.
-Javier de Federico: La sociedad conoce sobre todo al psicópata. Pero se trata de un concepto muy distorsionado, sobre todo por las numerosas películas de asesinos en serie realizadas por el Cine y la Televisión; pero lo cierto es que hay psicópatas que no llegan a matar nunca. Algún autor ha distinguido los psicópatas violentos y asesinos de los otros, de «cuello blanco». Así, el término «poderópata» designa a la persona con un ansia de poder desmesurada. Nunca tiene suficiente. En estos casos hay, además, un mecanismo de defensa frente a unos traumas o deficiencias que en general provienen de la infancia.
-Jaime Paulino: El concepto de «poderopatía» y de «poderópata» que plantea Javier está directamente relacionado con formas no democráticas de relación social y política. Así, cuando alguien quiere amasar más poder y capacidad de control, está en disposición de no respetar la pluralidad y el encuentro. ¿Y qué es la oligarquía financiera sino el encuentro de individuos que aspiran a concentrar una gran cantidad de poder en muy pocas manos?
-Hay ejemplos de «poderópatas» entre los antiguos: Gengis Kan, Lucio Cornelio Sila, Calígula, Torquemada, Leopoldo II de Bélgica, Hitler, Mussolini, Franco, Somoza… Y entre los contemporáneos: Blush, Aznar, Blair, Merkel, Thatcher y Sharon.
-JF: Actualmente Donald Trump ha roto cualquier molde. Se trata, por todas las características de su personalidad, de un «poderópata» inconmensurable. Actualmente el mundo se halla en sus manos, ése es el problema. Pero también lo son los demás. Gente como Ignacio González O Rodrigo Rato, que en muchos casos son millonarios de familia y pese a ello continúan con las tropelías. Uno de los rasgos del «poderópata» es que nunca tiene suficiente, se trata de una patología.
-JP: El poder como problema es un elemento socialmente transversal. Tenemos ejemplos de ello por doquier. Pero no creo que tenga tanto que ver con la situación particular de alguien o una predisposición a amasar con todo, sino más bien con una estructura social de tipo capitalista; y con una forma de generar subjetividades que presupone una ambición extrema y loca por controlarlo todo. Sin embargo, por en medio queda la solidaridad y la cooperación con el otro.
-La cuestión del poder se ha abordado generalmente desde la Sociología, las Ciencias Políticas o la Historia. ¿Qué puede aportar el enfoque psicológico? Entre las diferentes corrientes teóricas -conductistas, psicoanalíticas, cognitivas, gestálticas, humanistas…- afirmas en el libro «Poderópatas» que prefieres a los «clásicos», a los viejos profesores de la Escuela de Viena. Destacas además a autores como Adler, Piaget o Reich.
-JF: Es el intento de demostrar con argumentos consistentes algo que ha ocurrido a lo largo de la historia y nos ha pasado inadvertido. ¿Por qué esta gente actúa así? Existe toda una línea de planteamientos conductistas, basados en la estadística y en factores genéticos. Pero en el libro no sólo se mencionan las causas genéticas, que también reconozco, sino también el factor educacional. Algunos autores se han referido al «ambioma» que conforma el carácter; habría asimismo otra parte, de origen hereditario.
-JP: No tengo conocimientos en materia de Psicología como para referirme a ello. Además la Psicología tiene un punto en el que se diferencia de la Filosofía, y es su carácter experimental. Yo me desenvuelvo mucho mejor dentro del ámbito especulativo puro. Y ahí, sí que diría que las relaciones sociales siempre lo son de poder. Hay relaciones de poder que son productivas, y están vinculadas a la construcción y la potencia, pero otras son destructivas y represoras.
-En el libro citas a Freud y a Nietzsche. ¿Hay algún elemento que les una?
-JF: Que yo sepa Nietzsche no destrozó la vida de nadie, mientras que varios de los alumnos y seguidores que llevaron la contraria a Freud pasaron por grandes crisis (Herbert Silberer, Wilhelm Reich, Alfred Adler o Carl L. Jung). Freud era un gran «poderópata». Porque la «poderopatía» no es sólo política o económica: en las familias el padre también puede utilizar el poder para demostrar quién manda a sus hijos; además existe la «poderopatía» en las relaciones personales y la de carácter espiritual: la ejercida por sectas y religiones. Así, el hecho de situarse a la derecha de Dios Padre otorga mucho poder, y sobre todo si se sabe especular con el concepto. En resumen, más que Freud y Nietzsche me interesan psicoterapeutas como Alfred Adler, quien afirmaba: «El egoísmo del neurótico, su envidia, avaricia y tendencia a despreciar personas o cosas tiene su base en un sentimiento de inseguridad». Donde dice «neurótico» podría mencionar al «poderópata». También decía que el sentimiento infantil de inferioridad excita el afán de poder. Y en aquellos momentos no conocía a Aznar, Berlusconi o Bush… Creen que Adler está superado, pero no se lo ha leído nadie. Ocurre lo mismo que con Marx.
-JP: Nietzsche sostiene que hay relaciones basadas en la represión, vinculadas directamente con el resentimiento; que a su vez está relacionado con el miedo al otro; o con mi voluntad de poder y dominio respecto al otro. Sin embargo, Nietzsche consideraba que lo importante es aprender a jugar, a no tener miedo a equivocarse y mezclarse con los demás. En definitiva, a que uno sea capaz de afirmarse. Se trata del «amor al destino», que es algo magnífico frente a la resignación. Y, por otro lado, de ser capaz de afirmar la diversidad y la vida en toda su potencia, sin que ello se mida en términos de éxito o fracaso (un conflicto de jerarquías que distribuyen quienes se hallan en disposición de poder). Antes Javier hablaba del poder religioso. Y podríamos además hacerlo de la relación con la confesión y el confesor, de cómo esta se seculariza en el psicoanálisis; de cómo se ejerce el poder sobre un paciente sometido a un trauma emocional o moral.
-¿Qué importancia tiene el miedo para la manipulación de las masas? El ensayo cita el ejemplo de una película de Michael Moore, «Bowling for Columbine», que en principio aborda la cultura de las armas en Estados Unidos, pero que finalmente remite al miedo como emoción primaria.
-JF: El miedo es la energía esencial para el desarrollo de la «poderopatía». El miedo que te infunde la sociedad, a no ser nadie, a la muerte, a que te castren. Además el miedo paraliza. Pero asimismo es un instinto de conservación con una función específica, por lo que sentirlo en determinadas circunstancias es normal. La patología reside en un miedo exagerado y abusivo. Lo contrario es sentirse seguro… Con alguna forma de poder, sea económico, político, eclesiástico o intelectual.
-JP: Estoy de acuerdo. Me remito a Hobbes, el primer autor moderno que empieza a pensar la Política, el Estado y el Contrato Social. Afirmaba que el fundamento de la sociedad civil es el miedo. Más aún, el estado absolutista se justifica únicamente por el miedo. Pero la pregunta es: ¿Hay otros presupuestos teóricos para construir relaciones sociales que no sean ese miedo que nos conduce indefectiblemente al poder absoluto ejercido de manera despótica? A lo mejor sí, ésta es la fórmula que hay que explorar.
-Por último, una de las metáforas empleadas para señalar al capitalismo neoliberal es la de un cáncer: «Ambos sólo quieren reproducirse y multiplicarse, y terminarán devorando sus propias entrañas con nosotros dentro de ellas». En la portada del ensayo figura una imagen de Saturno devorando a sus hijos… Pero hay quien ha querido ver un capitalismo regulado, con intervención estatal y de «rostro humano».
-JF: Creo que del capitalismo se habla con un poco de ligereza. Desde la época en la que lo estudiábamos -con Hegel, Marx, Engels y otros- el capitalismo ha evolucionado, pero no ha ocurrido esto mismo con la izquierda. Hemos pasado del capitalismo paternalista a un neoliberalismo salvaje, que es el perfecto «caldo de cultivo» para la «poderopatía». Wilheim Reich trabajó con la idea de «peste emocional», con la que podemos designar a determinadas ideas que, al igual que las epidemias con los virus y las bacterias, se contagian. El ejemplo más evidente es el del nazismo. Hoy el capitalismo se ha convertido en un sistema totalmente anónimo, en el que la única norma son los beneficios. Hasta el punto de que están devorando a los consumidores que ellos producen para hacer sus negocios. Y si no circula el dinero, llega el colapso. Además, el neoliberalismo reduce el Estado a la mínima expresión, con lo que las mafias económicas asumen la forma de plutocracias.
-JP: El neoliberalismo no deja de ser una versión muy concreta del capitalismo, que se desarrolla en el momento en que la socialdemocracia está en crisis. Hoy nos encontramos ante la «alternativa» de una sociedad gobernada por el miedo y el horror. Resulta fascinante, si se analiza desde el punto de vista del enemigo, la capacidad de hacer coincidir conceptos antagónicos. Me refiero a cómo se ha conseguido, en un mundo globalizado, provocar el miedo al extranjero (por ejemplo, con la idea de que pueda ser un terrorista peligroso). Esto es algo propio de las sociedades cerradas. Pero esto ocurre al tiempo que se ha instalado una subjetivación basada en la precariedad absoluta. Es decir, el miedo convive con la incertidumbre total, lo que implica quedarse con todo lo malo y nada de lo bueno -cooperación, protección, comunidad- de las sociedades cerradas. La «alternativa» es «socialismo o barbarie».
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