Hace tanto como 1/100 de la edad del planeta, lo que hoy es el Ebro era un mar que comunicaba el Cantábrico con el Mediterráneo. Unas pequeñas islas al norte crecieron desde abajo y se erigieron en los Pirineos. Algo parecido sucedió con las cordilleras Costero Catalana, Ibérica y Cantábrica y entonces ese mar quedó […]
Hace tanto como 1/100 de la edad del planeta, lo que hoy es el Ebro era un mar que comunicaba el Cantábrico con el Mediterráneo. Unas pequeñas islas al norte crecieron desde abajo y se erigieron en los Pirineos. Algo parecido sucedió con las cordilleras Costero Catalana, Ibérica y Cantábrica y entonces ese mar quedó aislado como un mar interior que ocupaba Cataluña occidental, Huesca, Zaragoza, el sur de Navarra, La Rioja, y partes de las provincias colindantes. Fue la orogenia Alpina que comenzó hace 80 millones de años y terminó hace unos 10.
La Cuenca del Ebro nace como una obra esculpida por dos fuerzas, una interna desde abajo, la tectónica, empujada por los movimientos del manto y otra externa, climática, cincelada por el agua, el hielo y el viento. Muy recientemente en la escala geológica se suma una tercera fuerza: el ser humano.