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Entrevista a Carles Alvarez Garriga, editor, a los 25 años de la muerte de Cortázar

«El nuevo libro de Julio»

Fuentes: La Gaceta (Tucumán, Argentina)

Papeles inesperados encabeza hoy las listas de libros más vendidos en la Argentina. Se trata de una compilación de textos inéditos de Julio Cortázar, y de otros publicados pero dispersos y hoy inaccesibles para el lector. El volumen reúne cuentos, crónicas, autoentrevistas, artículos políticos, poemas y escritos difíciles de clasificar. Los editores son el catalán […]

Papeles inesperados encabeza hoy las listas de libros más vendidos en la Argentina. Se trata de una compilación de textos inéditos de Julio Cortázar, y de otros publicados pero dispersos y hoy inaccesibles para el lector. El volumen reúne cuentos, crónicas, autoentrevistas, artículos políticos, poemas y escritos difíciles de clasificar. Los editores son el catalán Carles Alvarez Garriga y Aurora Bernárdez, heredera y albacea del escritor. Alvarez Garriga, especialista en la obra del escritor argentino de cuya muerte se cumple un cuarto de siglo, respondió las preguntas de LA GACETA Literaria.

– En una de las notas que reúne el libro, Cortázar dice que escribió Rayuela para lectores de su generación, personas de más de 40 años, y que se sorprendió al constatar que su novela era leída apasionada y fundamentalmente por los jóvenes.¿Quiénes cree que son los lectores del libro y los de Cortázar en general? ¿Los jóvenes, los que fueron jóvenes en los 60, o lectores de todas las edades?

– Cortázar es un escritor que interesa a lectores de todas las edades, como pude comprobar en el stand de la editorial Alfaguara en la reciente Feria del Libro de Buenos Aires: sus libros eran hojeados vorazmente por jóvenes y no tan jóvenes, y los visitantes se recomendaban títulos unos a otros con un entusiasmo que me emocionó. Desde luego que ciertas obras del autor pueden abrumar a lectores muy jóvenes por la cantidad de referencias culturales que contienen, algo absolutamente natural en boca de personajes tan cultivados como lo son algunos miembros del Club de la Serpiente, de Rayuela, por ejemplo. Sin embargo, no entender del todo lo que uno lee puede considerarse un estímulo más que una contrariedad: cuando un libro no nos descubre algo, no nos invita hacia cosas nuevas, corre el riego de caérsenos de las manos. Al final de la presentación de los Papeles inesperados viví algo que desde España no podía ni sospechar: muchos se acercaron a agradecer «el nuevo libro de Julio». Escolares, cincuentones o septuagenarias, sin distinción, formaban una fila intergeneracional feliz con la novedad inesperada. Creo que esos son los lectores del libro y los de Cortázar en general, y en ellos pensábamos al hacer la edición.

– En ese mismo texto, Cortázar dice que lo que lo une con los jóvenes es la revolución. En muchos pasajes del libro hay referencias a la revolución cubana y a las dictaduras latinoamericanas de los años 60 y 70. ¿Qué vigencia o valor tienen las reflexiones de Cortázar en torno de estas cuestiones después de tanto tiempo?

– Me parece que el compromiso político del Cortázar en los años 70 u 80 fue, sobre todo, un compromiso ético. En este sentido, cuando algunos dicen que la obra de Cortázar pierde valor cuando se dedica a escribir sobre esos asuntos, me gusta recordar que uno de esos textos «menos valiosos» contribuyó a salvarle la vida a una mujer a la que la Junta había hecho desaparecer: no creo que haya que referirse a la vigencia actual sino a la urgencia de entonces. Esos textos son documentos históricos que tapan la boca de sus detractores con una lección moral no por conocida menos ejemplar. Además, el concepto de revolución que usaba Cortázar es algo mucho más amplio que lo que algunos quieren creer, mucho más humanista, mucho más «antiglobalización», diríamos hoy.

– ¿Cómo se topó con estos «papeles inesperados»?

– El encuentro con los textos que forman el esqueleto inicial del libro tuvo algo de fantástico, unos elementos que sin duda han contribuido a la atención tan favorable que le están dedicando los medios: una cómoda en una casa de París que la viuda y albacea nunca revisó a fondo; el investigador extranjero que tiene acceso a ese cofre de los tesoros en las vísperas de Navidad, un simpático ratoncito que corretea junto a los papeles ¡y cualquier día puede comérselos!, etcétera. Había que aprovechar esa historia, desde luego, sin olvidar que de todos modos gran parte de lo que se publica en el volumen proviene de otros lugares: hemerotecas, agencias de noticias, universidades norteamericanas. En eso el título es bastante justo: el encuentro de los papeles fue inesperado y, en gran medida, maravilloso.

– En el prólogo del libro usted dice que no lo afecta el «complejo de Brod», porque, a diferencia de los textos inéditos de Kafka, los de Papeles inesperados fueron avalados por Aurora Bernárdez, a quien Cortázar le adjudicó la potestad de publicarlos. Al participar en la selección del material, ¿el hecho de que Cortázar haya decidido no publicar ciertos escritos no lo hizo dudar a la hora compilarlos para su edición?

– Nadie sabe a ciencia cierta qué textos no quiso publicar un escritor si no hay algún testimonio explícito al respecto. En este caso, y por poner un ejemplo muy concreto, el hecho de que Cortázar aceptara no incluir dos de las historias de cronopios en el libro que editó el gran Paco Porrúa no significa que se hubiera negado a publicarlas más adelante como piezas sueltas en un almanaque (pensemos en La vuelta al día en ochenta mundos, en Territorios, en Ultimo round). La prueba de que esa posibilidad existía es su conservación, cuando sabemos que Cortázar en persona quemó muchos de sus escritos. Hay que indicar, además, que la selección la hizo Aurora Bernárdez pensando en la opinión que hubiera tenido Cortázar. Ella se negó a incluir lo que le pareció de menor calidad, y no creo que nadie esté autorizado para poner en duda su criterio.

– Usted recuerda un prólogo de Cortázar en el que afirma que el prefacio es lo que el autor escribe después, el editor publica antes y los lectores no leen ni antes ni después. Usted escribió una tesis sobre los prólogos de Cortázar y en Papeles inesperados recupera algunos de ellos junto con muchas anotaciones fragmentarias, textos que se sitúan en los bordes de la obra del autor. ¿Qué valor tienen esos escritos?

– Los «bordes de la obra del autor», las «orillas», como las llamaba Raymond Queneau, tienen siempre un gran interés para el lector aficionado, porque, pese a su carácter secundario respecto de la «obra central», sigue descubriéndose en ellas una misma actitud ante la literatura, ante la vida. En algunos casos, pienso en Henry James, en Pablo Neruda, en el infatigable doctor español Gregorio Marañón (que presumía ante Paul Valéry, en sus paseos matinales, de que él había escrito más prefacios que el otro, ¡220!); se han publicado volúmenes independientes, formados sólo por esas páginas dispersas, que me parecen enormemente divertidos. En los Papeles inesperados hay, en efecto, una veintena de fragmentos «secundarios» que conviven de modo natural en la miscelánea con otros textos de mayor entidad per se, como los relatos, los poemas, los artículos periodísticos o las autoentrevistas.

– ¿Cuál es el mayor hallazgo de Papeles…?

– El mayor éxito del libro me parece su cohesión, esa imagen de autobiografía multigenérica que al final acaba imponiéndose, me dicen, con su lectura. En los florilegios (la palabra es cursi, pero no se me ocurre otra mejor) no hay que destacar piezas: hay que ver si el conjunto es coherente y fiel al espíritu del autor. Pienso que este libro no modifica la esencia de que lo que cada uno pueda saber o recordar de Cortázar, suposición que a estas alturas resultaría un poco ingenua. Ayuda, eso sí, a afinar algunos detalles y, en especial, convida a la relectura. Si Juan Cruz inventó hace 15 años y para el público español el feliz lema «Hay que leer a Cortázar», Papeles inesperados propone una variante: «Hay que REleer a Cortázar». Mientras armábamos el libro, en recuerdo de la frase atribuida a los admiradores póstumos de Gardel que decían que «el Mudito» cada día cantaba mejor, Aurora Bernárdez exclamaba: «Este Julio cada día escribe mejor». Hagan la prueba.

Fuente: http://www.lagaceta.com.ar/nota/330680/LGACETLiteraria/nuevo_libro_Julio.html