Lo que ha sucedido en los dos últimos años en Grecia merece atención: nunca antes en la historia del país la cuestión de los derechos de la mujer había hecho tanto ruido en la prensa, había sido objeto de un apasionado debate público y había ocupado el centro de la política.
Todo comenzó cuando el gobierno de Mitsotakis intentó alinearse con las fuerzas neoliberales más reaccionarias y oscurantistas del mundo, lanzando un ataque frontal a los derechos fundamentales de las mujeres.
Afortunadamente, el resurgimiento del movimiento femenino no se hizo esperar y ¡aceptó el reto! Y así es como sucedió.
El caso del «niño no nacido»
Animado por la victoria de «Nueva Democracia» en las elecciones parlamentarias de 2019, el Santo Sínodo de la Iglesia Ortodoxa Griega se ha inventado un día dedicado al «niño no nacido» ¡el primer domingo después de Navidad! Según sus declaraciones, su decisión se tomó para proteger la vida del niño antes de nacer y… ¡para resolver el problema demográfico de la nación griega!
36 años después de la legalización del aborto en Grecia – gracias a una ley muy progresista, obtenida en 1986 tras una dura lucha de casi 10 años por parte del movimiento feminista – la Iglesia Ortodoxa griega dio así la señal para un ataque frontal a este derecho tan duramente conquistado.
A pocos días del Año Nuevo 2020 y del día dedicado al «niño no nacido», la portada de una revista deportiva (!) provocó un tsunami de indignación en las redes sociales! En la portada aparecía una gran mano que sostenía un pequeño feto en la palma de la mano y debajo se podía leer en letras mayúsculas «déjame vivir».
A pesar de las reacciones en las redes sociales, el ministro de Desarrollo, Adonis Georgiadis (un notorio racista y antiguo neofascista), se apresuró a felicitar a la revista, afirmando que tener el doble de abortos (300.000 al año, según su exagerada afirmación) que de nacimientos en Grecia haría que el país perdiera casi un millón de niños, y supondría un problema para la supervivencia de la nación.
Pocos días después, aparecieron carteles gigantes en el metro de Atenas con el mismo mensaje y el mismo feto quejumbroso: «¡Déjame vivir! Y la autoría de esta campaña antiabortista fue reclamada por una larga lista de asociaciones cristianas ortodoxas fundamentalistas…
Pero la retrógrada y oscurantista Iglesia Ortodoxa no actuaba sola, sino que contaba con el apoyo de muchos ministros y altos funcionarios del gobierno. Tras otra protesta pública, el Ministerio de Transportes ordenó rápidamente la retirada de los carteles. Pero estos ataques al derecho al aborto eran sólo el preludio de lo que estaba por venir.
Influido por regímenes como el de Orban en Hungría, el gobierno de Mitsotakis dio un primer paso para darse un perfil pro-natalista y decidió rebautizar la «Secretaría General para la Igualdad de Género» -institución también nacida del movimiento feminista de la segunda ola- como «Secretaría General de Política Demográfica, Familiar y de Género».
El regreso de la ley del padre
Pero más ataques iban a seguir. El gobierno de Nueva Democracia dejó claras sus intenciones al aprobar en mayo de 2021 una ley de Autoridad Parental Conjunta, que reformaba artículos clave del Código Civil sobre derecho de familia.
Fue un momento crucial para las mujeres y los niños, víctimas de la violencia doméstica. Este proyecto de ley surgió después de haber sido defendido durante mucho tiempo por el muy masculinista y agresivo lobby neoliberal, violento y vulgar de los padres. Este último se alió con el gobierno de ND sobre la base de sus intereses comunes y en torno a un discurso familiarista.
Así, el gobierno revisó lo que era la quintaesencia del derecho de familia, aún muy progresista, obtenido en 1983. Pues esta ley fue una verdadera revolución antipatriarcal porque sustituyó el derecho del padre-generador (poder paterno) por la patria potestad.
Ahora, tras la disolución del matrimonio, a diferencia de la ley de 1983, la nueva ley impone la custodia parental conjunta obligatoria, es decir, el niño se ve obligado a pasar un tercio del tiempo con el progenitor con el que no vive habitualmente, aunque no quiera. Incluso cuando el padre es violento, no se tienen en cuenta los deseos del niño. ¿Por qué? Porque para quitarle la comunicación a un padre maltratador se necesita una sentencia firme. Esto puede llevar años o puede que nunca ocurra, porque ir a los tribunales en Grecia es difícil, cuesta dinero, cuesta mucho estrés, y las mujeres de las familias monoparentales están debilitadas, son vulnerables, pobres e indigentes, estando en una situación de increíble angustia, acentuada además por las políticas de austeridad impuestas en nombre de la deuda y la pandemia. ¡Todo esto significa que un padre violento puede acosar, maltratar y disponer del niño a su antojo, pero también utilizar la ley para chantajear, acusar y quizás incluso criminalizar a las madres que simplemente quieren proteger a sus hijos y arriesgar su seguridad y su vida para hacerlo!
El proyecto de ley fue duramente criticado por los abogados griegos tanto por su debilidad jurídica como por la violación de los derechos humanos y del Convenio de Estambul que implicaba. También fue rechazada por todas las organizaciones de mujeres y el movimiento feminista, que tuvo que enfrentarse a una campaña de odio dirigida por el misógino y rabioso lobby de los padres, apoyado por casi todos los medios de comunicación importantes del país.
Cuando la ley fue aprobada por la mayoría -en contra de la mayoría de los partidos de la oposición en el Parlamento griego- los fanáticos del lobby de los padres lo celebraron en las redes sociales y no dejaron de lanzar amenazas físicas contra los jueces y fiscales del país para obligarles a aplicar la ley a favor de los padres. Por ejemplo, el grupo Equal Parenting Rights escribió: «¡Estamos apuntando la artillería pesada al poder judicial, cargando, cebando y esperando! Que aquellos de nuestros miembros que publiquen lo que está ocurriendo en nuestro grupo, informen al Sindicato de Jueces y Fiscales que ahora están en nuestra mira.
En definitiva, estos grupos masculinistas se están volviendo muy peligrosos: su antifeminismo, su cultura de la virilidad, la reconstrucción de una masculinidad hegemónica constituyen puentes ideológicos hacia la derecha más extrema y tarde o temprano pasarán cada vez más a la acción violenta, no sólo en su relación sino también en la sociedad.
La erupción del #MeToo griego y el despertar de las conciencias
El panorama es desolador, pero a mediados de enero de 2021, en plena pandemia, más de tres años después de que surgiera el movimiento #Metoo en Estados Unidos, el #MeToo de Grecia irrumpió en la escena social y política del país.
El #Metoo griego se desencadenó con las revelaciones de Sofia Bekatorou, de 43 años, doble medallista olímpica de vela (oro y bronce), que declaró públicamente que fue violada a los 21 años por un alto cargo de la Federación Griega de Vela. Dirigiéndose a todas las mujeres que han sido agredidas sexualmente, dijo: «¡Rompan el silencio, hablen!
También este año, el estallido del #MeToo griego ha contribuido a madurar la conciencia feminista sobre la forma más atroz de violencia de género, el feminicidio. Fue en noviembre de 2018, con el asesinato en Rodas de Eleni Topaloudi, una estudiante de 21 años, violada, torturada por dos jóvenes y arrojada al mar cuando aún estaba viva, cuando el término «feminicidio» entró en el lenguaje cotidiano.
Este año 2021 -especialmente este verano- también se ha producido una cadena de asesinatos de mujeres a manos de sus parejas en todo el país, desde Atenas a Salónica, desde Creta a las Cícladas. Sin embargo, esta vez, la diferencia con el pasado reciente fue evidente: los medios de comunicación hablaron abundantemente de ello, se soltaron las lenguas, los partidos políticos salieron de su habitual silencio y, sobre todo, las mujeres salieron a la calle, las feministas a la cabeza, para gritar su rabia y llamar a la solidaridad.
El resurgimiento del movimiento feminista…
Este es otro ejemplo del renacimiento del feminismo: en junio, un anuncio llamaba a las mujeres a… procrear, dirigiéndose en particular a las que habían «envejecido» y estaban demasiado preocupadas por sus carreras, descuidando así su fertilidad. Era un anuncio de la «Conferencia Panhelénica de Fertilidad», que contaba con el apoyo de la Iglesia, las empresas de reproducción asistida, la «Secretaría General de Política Demográfica y Familiar e Igualdad de Género», la cadena pública (ERT) y… la propia Presidenta de la República Helénica. Pero tras un nuevo clamor público, la presidenta Katerina Sakellaropoulou se vio obligada a retirar su apoyo a la conferencia y casi todos los participantes oficiales hicieron lo mismo… la conferencia se canceló. Fue un fiasco total.
Al final, el gobierno de Mitsotakis pudo aprobar su proyecto de ley sobre la patria potestad conjunta -por poco-, pero incluso los medios de comunicación progubernamentales admitieron que era una victoria pírrica. De hecho, la resistencia de las feministas causó problemas incluso en el Consejo de Ministros y provocó disensiones en el grupo parlamentario de Nueva Democracia. Fue la primera vez desde su formación en 2019 que el gobierno de la derecha atravesó una crisis y, por admisión común, el responsable de esta novedad absoluta fue… ¡el movimiento feminista!
La conclusión no es difícil: el año 2021 ha visto nacer en Grecia un movimiento feminista joven, radical pero también unitario, que ya está en la vanguardia de las luchas populares contra la Santa Alianza de la reacción neoliberal y el oscurantismo nacionalista y ortodoxo. Se trata de un acontecimiento importante, casi histórico, en una sociedad griega conservadora y desorientada, que sigue buscando una izquierda digna de ese nombre.
Lo que suceda a continuación promete ser emocionante…
Sonia Mitralias es dibujante y caricaturista. Es una activista feminista y la iniciadora del Movimiento de Liberación de la Mujer en Grecia en 1975. Fue miembro de la Comisión de la Verdad sobre la deuda griega.
Traducción: Carlos Rojas; artículo original inprecor.org