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Entrevista a Martín Alonso sobre El catalanismo, del éxito al éxtasis. III. Impostura, impunidad y desistimiento

«El otro protagonista fundamental del desistimiento es la izquierda, de optar por Josep Benet en el PSUC al apoyo a Pujol en el caso Banca Catalana»

Fuentes: El Viejo Topo

Martín Alonso, profesor de Instituto jubilado, es doctor en Ciencias Políticas y autor de Universales del odio. Creencias, emociones y violencia; No tenemos sueños baratos. Una historia cultural, y El catalanismo, del éxito al éxtasis (tres libros hasta el momento). Nos centramos en el tercer volumen: «Imposturas, impunidad y desistimiento», que acaba de publicar El […]

Martín Alonso, profesor de Instituto jubilado, es doctor en Ciencias Políticas y autor de Universales del odio. Creencias, emociones y violencia; No tenemos sueños baratos. Una historia cultural, y El catalanismo, del éxito al éxtasis (tres libros hasta el momento). Nos centramos en el tercer volumen: «Imposturas, impunidad y desistimiento», que acaba de publicar El Viejo Topo, abril de 2017.

***

Estamos ante el tercer libro de la serie. ¡Esta vez son 865 páginas! Nada menos. Mi enhorabuena, mi felicitación más sincera. Antes de entrar en materia propiamente. Permíteme preguntarte por lo sucedido recientemente en Barcelona.

Uno, que ha dedicado algún tiempo a analizar la sociología del procés después de haberlo hecho con la violencia política, se encuentra de súbito sacudido por la embestida criminal de Las Ramblas. Uno sabe que se trata de un episodio más de una serie que ha tenido escenarios con los que estamos familiarizados y otros con los que apenas lo estamos y de los que apenas tenemos noticia: la fila de la toponimia de la atrocidad es larga y seguirá creciendo. Uno sabe también que vivimos en un mundo convulso donde la geopolítica burda, la economía criminal, la desigualdad, la inhospitalidad y los fundamentalismos han desplazado a la humanidad y a la justicia. Uno sabe todo eso y conoce también el repertorio motivacional que da cuenta del proceso de radicalización de los perpetradores. Y podría ampliarse la lista como en esos documentos de organizaciones internacionales que incorporan un largo preámbulo de considerandos antes de llegar al artículo que contiene la sustancia de la declaración o la norma.

Pero cuando aparece la figura de la víctima todas estas consideraciones se difuminan. El grado cero de la humanidad y del civismo se cifra en prestarla un apoyo incondicional. Ninguna circunvalación por el contexto, ninguna explicación de los motivos de los actores, ninguna invocación de responsabilidades ajenas exime de esta obligación elemental de humanidad. Desde luego cualquier asociación de las atrocidades de Barcelona y Cambrils con las vicisitudes del procés es indeclinablemente inmoral. Son dos piezas tan alejadas que no debe aceptarse ninguna instrumentalización, oportunismo o condescendencia al respecto. Las víctimas merecen reconocimiento categórico, sin matices, sin que importen los colores y las sensibilidades en otros terrenos.

«Ahora, con Barcelona» quiere decir, también, que ahora lo que importa es la expresión de esa solidaridad con las víctimas y con lo que representan: la vigencia de los derechos humanos. Los victimarios pueden invocar unas u otras consideraciones; ninguna, ninguna en absoluto, puede avalar la destrucción de una vida. Sabemos que la fórmula cualitativa del terrorista varía según las circunstancias. Pero eso ahora es irrelevante. En el momento del dolor, las víctimas y sus familias nos representan a todos, en nuestros valores y en nuestro empeño de vivir de acuerdo con unas pautas de respeto y en particular de respeto a la intangibilidad de la vida. Ese es el marco que ahora se impone y en ese punto debemos encontrarnos cuantos, sea cual sea nuestra posición respecto a otros asuntos incluido el procés, tenemos clara la jerarquía de los valores en juego. Es el plano más básico al que nos devuelve la figura de la víctima de una motivación política asesina. Es lo que expresan los compases de esas músicas que dicen, al final de nuestras manifestaciones de apoyo, lo que no aciertan a formular las palabras. Es lo que toca.

 

Gracias, muchas gracias por tu reflexión, por tus sentidas palabras. Me centro en el libro. ¿Habrá un cuarto volumen o la serie en tu opinión está ya completada?

No sé si es motivo de felicitación; el mérito principal es del Viejo Topo, porque en los tiempos que corren para la letra impresa de ensayo y con el estado de las audiencias sobre este tema, poner en el mercado un volumen como este es una temeridad editorial. No habrá cuarto volumen; aunque hay algunos apartados pendientes de exploración -algunos temas se han quedado en el fichero por razones de espacio, particularmente un capítulo dedicado al sintagma «no nos entienden», que es una premisa sine qua non de todas las imposturas- la línea argumental está suficientemente representada a lo largo de los tres volúmenes (aunque el juicio al respecto corresponde a los lectores). Sí habría un tema relacionado que me interesa tratar y conecta los nacionalismos catalán y vasco: un estudio del origen del «derecho a decidir» y su trenzado entre sectores del nacionalismo a los dos lados de los Pirineos. Pero, aunque relacionado, no podría de ninguna manera considerarse como una cuarta entrega de la saga.

En todo caso y en lo que se refiere al proceso soberanista, creo que lo más interesante a partir de ahora es, por un lado, el desarrollo de los acontecimientos en esta fase crítica de consunción del proceso en la que aumenta la probabilidad de los derrapes y, por otro, lo que iremos descubriendo si hay salidas (o ‘sacadas’, si se me permite el neologismo, como las de Santi Vidal o Lluís Llach, o las recovecos de las fortunas de los Pujol y asociados del 3%) del armario que iluminarán la trastienda de ciertas decisiones, luego comentaré una que tiene como protagonista a Carles Viver.

Impostura, impunidad, desistimiento… Te pregunto sobre ello. Impostura, ¿de quién, de quiénes?

El diccionario de la RAE define impostura como «fingimiento o engaño con apariencia de verdad». A veces utilizo como sinónimo la expresión «burbuja cognitiva». La idea de fondo es que por parte de la intelectualidad, las élites políticas y los medios afines al catalanismo se ha construido un relato que es, por una parte, falso en cuanto que oculta o distorsiona los hechos objetivos, por otra, táctico u oportunista, porque está encaminado a favorecer su propio agenda y, por último, mixtificador, porque enmascara las variables estructurales profundas: la asimétrica redistribución en virtud de criterios etnoidentitarios. Tenemos una analogía a mano. Desde el PP se nos conminaba a la austeridad, se aplicaban recortes inmisericordes, se predicaba el evangelio de las reformas estructurales y se acusaba al Dr. Luis Montes de Mengele; mientras los emprendedores de Gürtel, Púnica y Lezo, por no alargar el repertorio,practicaban el gran saqueo o, si podemos inventar otra palabra, el madricinio. Paralelamente desde el sancta sanctorum del catalanismo, la matriarca argumentaba lo de una mano delante y otra detrás y Cataluña -pocas veces la sinécdoque patrimonial se expresó con más propiedad-, mientras… Mientras llega la noticia cuando escribo esto de que Marta Ferrusola tenía el mando a distancia de la caja… Difícil expresar con más concisión el contraste entre desrealidad y pararrealidad que caracteriza a la impostura.

Unos ejemplos más cercanos al proceso…

 

Adelante con ellos.

El tan manoseado «mandato de las urnas» que se invoca hoy, cuando conocemos que los resultados electorales no avalan tal mandato, o, con más empaque, el eslogan del Simposio de la crema de los historiadores: «España contra Cataluña». O la consideración como impropia (o no propia) de la lengua más hablada en Cataluña. Por no mencionar asuntos más nebulosos o exóticos como la teoría de la distribución diferencial de los genes de Junqueras (más refinada, que las de Heribert Barrera, con todo). No se trata de una afección propia sino que enlaza con la niebla de la posverdad: el trumpismo, el brexismo, el erdoganismo, el putinismo, el vucicsismo, el orbanismo, el kaczynskismo… son otros ejemplos del dominio de la impostura. También, recordémoslo, los años del raca-raca de Ibarretxe. Un fenómeno que descansa en el hecho de que no hay nada intrínseco en el lenguaje o en la comunicación que delate su falsedad. Las frases falsas están construidas con el mismo material léxico y sintáctico que las verdaderas. Sólo hay dos maneras de precaverse, del lado del emisor respetar las máximas de Grice (se encuentran enseguida en Google, para no alargar mi perorata), del lado de receptor, leer con filtros antireflectantes (fact checking).

 

Me agrada y alegra tu referencia a Grice. Impunidad… casi te pregunto lo mismo. ¿De quiénes?

Aquí tenemos un claro episodio fundacional: Banca Catalana, al que se dedica el capítulo 4. Es fundacional por dos razones, porque sirvió de troquel para la alargada sombra de Pujol a través de sus prótesis multivalentes (Prenafeta, Alavedra, pero sobre todo las togas de oro: Joan Piqué Vidal y su compañero Pascual Estevill, cuyos avatares posteriores son conocidos). Y porque con una astucia maquivélica Pujol convirtió una deuda en un capital político: de ética, moral y juego limpio hablaremos nosotros. Lo ha estado haciendo hasta julio de 2014, fecha de su mal llamada confesión. Una falsa confesión es el colmo de la impostura. Ahora mismo toda la familia de Pujol tiene asuntos de interés judicial, valga la expresión. Un desenlace que solo se explica por su convencimiento de que eran inmunes a las leyes comunes. Y siguen disfrutando de su patrimonio, a manos llenas, no una delante y otra detrás. (Mientras escribo conozco que es detenido el primogénito).

 

Sigue en la cárcel a día de hoy, finales de abril.

Y podríamos seguir con la secuencia del 3%, la metáfora del hundimiento del túnel del Carmel y una larga lista de casos. El caso Banca Catalana endiosó a Pujol porque le infundió la convicción y la arrogancia de ser intocable. También ayudaba, a su manera y en un plano difuso, una cierta idea de superioridad étnica sobre las instituciones estatales centrales (mesetarias). Acaso respaldada por un correlativo tratamiento deferencial desde allí, bien ilustrado en el caso Banca Catalana.

 

Queda la tercera: desistimiento. ¿De quiénes?

En resumen, del Estado, de gobiernos centrales con mayorías insuficientes y de la izquierda.

Hay desistimiento por parte del Estado en varios planos. El más difuso enlaza con lo que acabo de decir (recordemos las reconvenciones de Francesc Homs al tribunal que le juzgó o las lecciones pertinaces de calidad democrática de Puigdemont; en realidad democrático es un adjetivo aliterado sin pausa en los predicadores del proceso). Otro con la historia inmediata: el nacionalismo español hereda en la democracia el legado negativo del franquismo y esa connotación (justificada y sana) afecta al funcionamiento y la percepción de la legitimidad del estado por parte de los nacionalismos periféricos (lo cual dista de estar justificado). Es así manifiesto el contraste entre la valoración negativa del nacionalismo español y la positiva de los nacionalismos periféricos, en parte deudora de la experiencia de oposición al franquismo. Así que, en primer lugar, hay una dejación de parte del Estado. Si tenemos dudas para visualizar esto basta con que tratemos de imaginar una Vía catalana en Perpiñán; Perpiñán es parte del todo orgánico del imaginario de los Países Catalanes, hay que recordarlo. ¿Tratan con el mismo baremo los nacionalistas catalanes a París que a Madrid? ¿Utilizan la expresión estado francés con la misma impronta y frecuencia que estado español? La debilidad histórica del estado se anudó con las de la democracia incipiente. El diseño del estado autonómico, lo que había sido la reivindicación histórica de la oposición -Libertad, Amnistía y Estatuto de Autonomía- dejó una estructura muy abierta que fue denunciada primero por el nacionalismo vasco; ocurrió a mediados de los 90 cuanto el Pacto de Lizarra -heredero por cierto del pulso victorioso de ETA al Estado en la autovía de Leizarán- declara muerto el Estatuto e inaugura una política frentista; y luego por el catalán, al cambio de siglo.

Debo concretar y lo haré con un ejemplo de lo que he llamado salida/sacada del armario y que no está en el libro porque se ha conocido después de su publicación. En una columna titulada «Carles Viver, el jurista de la independencia», cuenta José María Brunet, después de detallar la curiosa peripecia biográfica del personaje (una de las que cabrían en ese capítulo nonato de las metamorfosis biográficas) dos elementos representativos (La Vanguardia, 09/04/2017). El primero es que el jurista considera, de acuerdo con la versión dominante, que la resolución del TC de 2010 marcó un punto de inflexión. El segundo vale la pena recogerlo en su literalidad: «El entonces presidente del TC, Manuel Rodríguez Piñero, recibió en su despacho a Jordi Pujol, en aquel momento president de la Generalitat, para hablar de los recursos pendientes y, muy especialmente, del relativo a las normas lingüísticas. Una entrevista así es hoy en día difícilmente imaginable. La impresión que quedó del encuentro dentro y fuera del TC fue que la estabilidad política podía resentirse según cuál fuera la sentencia que se dictara sobre la normalización lingüística. El hecho es que el TC acabó avalando la política de inmersión y las normas recurridas». Es llamativo el contraste entre los dos datos; y que se convalide la tesis de la normalidad de que el TC resuelva en la dirección que prefería el president en aras de la estabilidad mientras se repite la letanía de que todo empezó con la sentencia de 2010 y no con aquella otra ley de diciembre del 94. Como sabemos la política lingüística ha sido el caballo de Troya de la socialización nacionalista. Pero dejemos esto y quedémonos con el motivo de la estabilidad porque ello nos lleva al segundo flanco, al del gobierno.

 

De acuerdo, centrémonos en este punto.

El sistema de partidos en España ha respondido hasta hace poco a lo que puede denominarse bipartidismo imperfecto, por dos razones complementarias. La primera reside en que salvo en los escasos supuestos de mayorías absolutas, el partido del gobierno ha tenido que basarse en alianzas que lo han sido preferentemente con los partidos nacionalistas; la segunda que ello obedece a que PNV y CiU han sido partidos hegemónicos en sus respectivos territorios. Me he referido antes a la entrada por la puerta trasera de la ley de inmersión lingüística, la segunda ley importante del ramo, la de política lingüística, se implantó porque una de las condiciones del Pacto del Majestic era que el gobierno no tocara esa ley. Vemos aquí que el zócalo de la catalanización se construyó sobre el desistimiento. Y luego sobre ese zócalo se ha construido lo que vino después, porque esas leyes funcionaron como metas volantes.

El otro protagonista fundamental del desistimiento es la izquierda, desde la opción por Josep Benet al frente del PSUC, pasando por el apoyo a Pujol en el caso Banca Catalana, la retirada de Maragall en la denuncia del 3%, el sepelio del alma obrera del PSC y la asunción del derecho a decidir por la nueva izquierda y parte de la vieja; sin ánimo de exhaustividad. El desistimiento de la izquierda se hace patente en su embarque en esa utopía de sustitución que es el pasaje a una Ítaca estelada.

Habría que referirse también a la parte más activa de la sociedad civil como sindicatos y movimientos sociales. Ya me he alargado demasiado, quede al menos formulado.

Debo terminar este apartado con dos consideraciones generales. Por una parte, los contornos de la impostura, la impunidad y el desistimiento se solapan en ocasiones. Por otra, no se trata de un asunto de todo o nada. Convivimos con dosis diversas de las tres. Lo que tienen de particular los arrebatos identitarios es que convierten la impostura en definición oficial de la realidad y en programa político preferente; en monotema. Y, correlativamente, al que no mira con esa lente en un antialgo, es decir, un antinosotros en su doble versión, enemigo o traidor.

Respecto a los dos volúmenes anteriores, ¿cuáles serían las nuevas aportaciones, la nueva perspectiva de análisis?

En primer lugar el intento de establecer una continuidad entre el pujolismo y el proceso. En segundo lugar el de identificar los elementos de radicalización que dan cuenta de este salto cualitativo. En este punto ocupan un lugar destacado el capítulo dedicado al editorial conjunto, que pone de manifiesto la cooptación de los medios públicos y privados funcionando dentro de ese esquema de uniformización cultural que es el espacio catalán de comunicación, así como el giro ideológico de la izquierda dejando huérfano a su electorado tradicional. Quizás cabría mencionar también el capítulo que revela la cara oscura del oasis, los medios poco democráticos de hacer callar las voces discordantes y de limitar el pluralismo; en ese capítulo se mencionan casos semejantes fuera de Cataluña y se formula el concepto de contramovilización.

 

¿Y a quién va dirigido este tercer volumen?

Como es un volumen espeso puede servir a diferentes perfiles de lectores. En cuanto a la dimensión interna o de legibilidad del libro, hay capítulos que son generalistas, el primero y el último como es de esperar, que creo que globalmente están al alcance de las lecturas rápidas. Otros son más especializados, aunque la introducción proporciona la tesis de fondo. El bastante detallado índice de contenidos del principio y la lista onomástica del final ayudarán a esa lectura en forma de calas que es, me parece, la práctica más habitual. Hay dos elementos en cierta manera secundarios que marcan los polos extremos del continuo de la lectura. Al principio de cada capítulo hay un florilegio de citas que sirven para iluminar el tema a través de la mirada de terceros. La función de estas citas no es decorativa sino enmarcadora: acotan el espacio conceptual del capítulo.

 

Es interesante lo que estás señalando.

El otro polo, el del detalle, es el de la letra pequeña de las notas, unas veces complementarias, otras de alcance teórico para situar el asunto objeto de debate en perspectiva, más allá del estudio de caso que caracteriza al libro. Desde luego las referencias, incluidas en el texto en vez de en las notas para simplificar, tienen esta misma función.

En cuanto a la dimensión sustantiva -aquello de lo que trata-, el libro va dirigido a quien tenga interés en conocer la génesis y peripecias del proceso desde la cocina. La cocina para el terreno en el que estamos es el dominio de la sociología, la disciplina que rastrea las acciones de los actores (también la etnología, aunque con otra coloración). Desde ese punto de vista, este tercer volumen contempla dos tipos principales de actores, los responsables de la impostura, por un lado, y los responsables, por acción pero sobre todo por omisión, del desistimiento; pienso en buena parte de la izquierda.

(Entre paréntesis hay que mencionar a un destinatario inusual: cuando empecé a interesarme por el tema no era desde luego con la intención de escribir sobre él sino de buscar las claves de ese cambio brusco en el paisaje que resumo en la palabra éxtasis. En ese sentido la aristotélica motivación de la curiosidad define al propio autor como primer destinatario).

Por último una observación que cae por su peso: en el esquema de las audiencias segmentadas es muy poco probable que a alguno de los protagonistas de la efervescencia le incomoden las páginas de este libro mientras dure la efervescencia, ni que se vea reseñado en los medios concordantes.

 

Insisto en el punto anterior. Me pongo en el punto de vista del potencial lector de libro. ¿No son muchas 850 páginas? ¿Qué consejo puedes darnos para no abrumarnos por tanta información, argumentación y crítica? ¿Podemos superar este largo viaje? Son muchas preguntas en una. Descansemos un momento para coger fuerzas si te parece.

Me parece. Cojamos fuerzas.

 

Fuente: El Viejo Topo, julio-agosto de 2017

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.