Llega José Luis Tirado desde Tarifa y nos encuentra enfrascados en esa eterna ambición de aprender a mirar de la forma correcta, coherente. En esa búsqueda inestable que te transforma durante el proceso, cambiando tu esencia y por tanto tu sentido de aquella coherencia y los referentes desde los que comenzaste a mirar. Intentar llevar […]
Llega José Luis Tirado desde Tarifa y nos encuentra enfrascados en esa eterna ambición de aprender a mirar de la forma correcta, coherente. En esa búsqueda inestable que te transforma durante el proceso, cambiando tu esencia y por tanto tu sentido de aquella coherencia y los referentes desde los que comenzaste a mirar. Intentar llevar un hilo desde lo que eres a lo que quieres ser ya no sirve si en la punta inicial ya no estás. Y solo es viernes.
José Luis Tirado nos recoge en una parada de autobús, donde escuchábamos Radio Liberty Pals con Mazinger Z, para llevarnos de ruta por el [paisaje del retroprogreso], una «ópera documental electroacústica» con música de Fran MM Cabeza de Vaca donde los monumentos no están rescatados de las cunetas de la ambición del capitalismo sino que representan su paso más firme, la huella de una pisada constante y continuada. Puro músculo en funcionamiento.
Un polo petroquímico en la Bahía de Algeciras es una una bandera clavada sobre nuestra propia tierra, una conquista, una derrota, y un punto de partida para José Luis Tirado. Cepsa, Endesa, Gas Natural. En la playa, los vecinos que quieren tomar el sol esquivan las sombras de las chimeneas del polo químico que se comenzó a instalar en la época franquista del desarrollismo, dicen que para impresionar al Reino Unido haciendo algo que se viera desde Gibraltar. Luego «la espiral sin límites de la produccón, el consumo y la especulación» lo ha convertido en uno de los más importantes de Europa, cediendo ante «el triufno indiscutible del capitalisomo como único sistema posible, sin regulaciones y sin fronteras» para el negocio. La idea de la democracia perforándose a sí misma para sacar petróleo.
«El paisaje es ideologia», dicen las letras, porque en [paisaje del retroprogreso] no hay ninguna voz humana. De hecho, ninguna presencia humana, ningún comportamiento esencialmente humano. «Los que deberían ser los protagonistas», los vecinos y las vecinas de la Bahía, «pululan por ese espacio sin que les pertenezca», sin que realmente importen. Y así las grúas, los barcos, los camiones de carga, los contenedores, el humo, las poleas, tienen apariencia orgánica. «El capital destruye paisajes y crea nuevos» y hoy la ciudad «es poco más que un enjambre de bits urbanos».
El protagonista de esta ópera es el decorado: el mar invadido, las costas cicatrizadas, un mosaico de imágenes de arrabales de bloques de 10 plantas construídos para soportar el aluvión de la mano de obra necesaria para darle de comer a la máquina. La importancia de una ciudad se cifra en términos de crecimiento de la población y sus consumos. La idea de un Google Analytics para medir el éxito de la política.
Factory, Carrefour, MacAuto, Lidl, Media Markt, Menaje del hogar, Levi’s, Toys r us, Leroy Merlin, El Corte Inglés. A qué cotidianas tiranías nos someten Los Mercados™, más acá de la bolsa, más acá del rescate financiero. La ideología del mercado por el mercado, «del crecimiento por el crecimiento», es una mancha viscosa de control, deforme, capilarizada, que se mete en nuestras relaciones laborales, en las familiares, en las sexuales. En la salud. «Desplaza nuestra vida».
La proverbial ansia de castigo social no tiene las mismas reglas para ellos. Los medios no hacen ni el esfuerzo de dibujar un espejismo de vigilanza, una pose. El respeto hacia el libre mercado y la actividad «generadora de riqueza» es mucho mayor que hacia cualquier otro centro de poder. Lo importante, queda claro, es favorecer un «clima empresarial que favorezca las inversiones y el desarrollo económico», prestigiando lo que sea, desprestigiando lo que sea.
«Esta ópera es un respiro», dice Tirado cuando termina la proyección. Una especie de licencia poética tras mucho trabajo de denuncia vecinal, política, local, puerta a puerta. Y sin embargo, junto a la «admiración por lo terrible», la estructura teatral, la estética fotográfica y la reconceptualización musical, Tirado no ha podido evitar construir otro plano, el del texto en pantalla, avasalladoramente literal, directo, claro, posicionado, didáctico, casi sin piruetas literarias ni conceptuales; una especie de aclaración: no me importa ‘manchar’ mi ópera, pero que todo el mundo entienda el mensaje.
Y entre esos dos planos se produce una contradicción, una tensión. Un lenguaje audiovisual de punto final contra un lenguaje literal de lucha irrenunciable y asalto. Se anuncia el final del neoliberalismo, colapsado, pero a la vez una mole de maquinaria se pasea implacable por la pantalla, ante la que parece que unos cuantos humanos no pueden hacer nada. Solo quizá la marcha atrás. La idea de que esas chimeneas traguen humo hasta que exploten; de que los barcos retrocedan hasta deshacerse en su astillero; de que los camiones vuelvan por la carretera que vinieron, de que esas carreteras se bifurquen; de que los bloques de pisos se deconstruyan; de que se inyecten recursos naturales a la tierra antes de desmontar las plataformas de los mares. De que al final de ese rebobinado vuelva a aparecer Algeciras, Al-Yazira, «la isla verde». Y play.
Fuente: http://13festival.zemos98.org/El-paisaje-como-ideologia