Cuando se intensifican los esfuerzos por controlar el paludismo en Asia sudoriental, resulta particularmente importante que haya tanta actividad en una clínica especializada de Mae Sot, un pueblo tailandés cercano a la frontera con Birmania. Es a la clínica Mae Tao que se dirigen cada vez más inmigrantes birmanos para recibir tratamiento contra el paludismo […]
Cuando se intensifican los esfuerzos por controlar el paludismo en Asia sudoriental, resulta particularmente importante que haya tanta actividad en una clínica especializada de Mae Sot, un pueblo tailandés cercano a la frontera con Birmania.
Es a la clínica Mae Tao que se dirigen cada vez más inmigrantes birmanos para recibir tratamiento contra el paludismo o malaria, luego de cruzar la frontera occidental de Tailandia.
«El año pasado tratamos a 7.000 pacientes con malaria; 70 por ciento de ellos eran de Birmania», dijo la fundadora de la clínica, Cynthia Maung.
«La cantidad de pacientes aumenta 10 por ciento cada año», agregó esta médica de la etnia minoritaria karen, muchos de cuyos integrantes huyeron del régimen militar de Birmania hace dos décadas.
Quienes llegan a la clínica Mae Tao para tratarse contra la malaria son parte de los casi 120.000 que buscan atención cada año en este centro de salud. Son una población vulnerable y móvil, dijo Maung en una entrevista telefónica desde la frontera.
«Vienen de lugares remotos dentro de Birmania, por no tener acceso a una buena atención a la salud», señaló.
La clínica Mae Tao integra una vasta red de centros de salud que han florecido a raíz de la batalla que libra Tailandia por controlar el avance de la malaria. Actualmente hay 900 clínicas en las fronteras que este país comparte con Birmania y Camboya.
«El Ministerio de Salud mantiene a 400 de estas clínicas fronterizas, mientras que otros 500 centros para pacientes con malaria son financiados por el Fondo Mundial de Lucha contra el Sida, la Tuberculosis y la Malaria», dijo Wichai Satimai, del Ministerio de Salud Pública de Tailandia. «Combinan atención a la salud y esfuerzos de concientización para frenar la propagación» de la enfermedad, agregó.
El Fondo Mundial se creó en 2002 para combatir a las tres enfermedades mortales del mundo en desarrollo.
Los desafíos que enfrenta Tailandia en el intento de controlar el paludismo son similares a los de las vecinas Birmania y Camboya. Los tres países lidian con el avance del mosquito transmisor, que se ha vuelto resistente a los fármacos actualmente disponibles.
A raíz de esto, los funcionarios de salud pública controlan a los trabajadores inmigrantes y a otras poblaciones móviles, que se trasladan desde áreas contaminadas por la malaria a lugares con baja prevalencia, y que por lo tanto ayudan a propagar la enfermedad.
«Tememos que los trabajadores inmigrantes contagien la malaria resistente a los fármacos. Esto ha ocurrido antes», dijo Wichai a IPS.
En Tailandia hay alrededor de dos millones de trabajadores inmigrantes, la mayoría llegados de Birmania en busca de trabajos en los sectores agrícola, de la construcción, la pesca y la vestimenta. El país también atrae a trabajadores de Laos y Camboya.
«Los trabajadores inmigrantes corren serios riesgos de contraer malaria, porque generalmente son pobres, carecen de acceso a servicios de salud y también viajan», dijo Najibullah Habib, del Proyecto de Contención de la Malaria en la oficina camboyana de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Para cubrir a este sector de la población se introdujeron programas preventivos en los establecimientos dedicados al cultivo de maíz y mandioca, donde trabajan muchos camboyanos, explicó Habib en una entrevista telefónica desde Phnom Penh. «Intentamos que los dueños de los establecimientos brinden mosquiteros a los trabajadores», agregó.
Los esfuerzos por controlar el paludismo en la última década lograron una drástica reducción de infecciones y muertes por esa enfermedad.
Esas muertes cayeron 60 por ciento entre 1998 y 2007 en la cuenca del río Mekong, según el informe «Malaria in the Greater Mekong Subregion 2010» («La malaria en la subregión del gran Mekong 2010»), presentado a comienzos de este año.
La incidencia de este mal se redujo 25 por ciento durante el mismo periodo, según el reporte, que se centra en Birmania, Camboya, Laos, Tailandia, Vietnam y la sureña provincia china de Yunnan.
«Desde los años 70, la frontera entre Camboya y Tailandia ha sido el epicentro mundial de la resistencia a los fármacos contra la malaria», señala el estudio. «Ésta es el área (donde) se desarrolló por primera vez la resistencia a la cloroquina», agrega.
Los médicos de la región lidian con la resistencia del paludismo a la artemisinina, actualmente el medicamento más potente contra el Plasmodium falciparum, cepa responsable de la mayoría del millón de muertes por paludismo en 2008.
«Tenemos que ser más agresivos» contra el mortal parásito, dijo Charles Delacollette, coordinador de Programa de la OMS contra la Malaria en el Mekong.