Fundado en 1935, el Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM) reúne elementos significativos para que este año se recuerde el 80 aniversario. Representó lo mejor de las tradiciones obreras, el sindicalismo revolucionario, el pensamiento y la praxis marxista, pero también de la crítica a los aparatos burocráticos y al estalinismo. De este modo opina el […]
Fundado en 1935, el Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM) reúne elementos significativos para que este año se recuerde el 80 aniversario. Representó lo mejor de las tradiciones obreras, el sindicalismo revolucionario, el pensamiento y la praxis marxista, pero también de la crítica a los aparatos burocráticos y al estalinismo. De este modo opina el escritor y activista Pepe Gutiérrez-Álvarez, miembro de la Fundación Andreu Nin, militante de Izquierda Anticapitalista y colaborador de medios «alternativos» como Kaos en la Red, donde publica artículos políticos y de crítica cinematográfica.
Pepe Gutiérrez-Álvarez lleva años estudiando a fondo tanto al POUM como el pensamiento y la práctica de sus dirigentes, un trabajo a conciencia del que han surgido libros como «Un ramo de rosas rojas y una foto. Variaciones sobre el proceso del POUM», «Barbarie fascista y revolución social» y «El POUM y el caso Nin. Una historia abierta», entre otros. Su militancia política echa raíces en la Liga Comunista Revolucionaria (LCR) francesa y española. Recuerda que en 1968 «me fui a Francia por pies, donde me adoptaron los viejos del POUM; allí conocí a gente como Juan Andrade o Teresa García Banús». El escritor ha participado en un acto organizado por la Coordinadora Obrera Sindical (COS) en el Casal Obrer i Popular Francesc Santacatalina de Valencia.
-¿Quién fue Andreu Nin, uno de los principales dirigentes del POUM?
Andreu Nin fue republicano federal, catalanista, socialista de izquierdas hasta la primera guerra mundial, secretario general de la CNT y secretario de la Internacional Sindical Roja, además de compañero de Trotsky en su lucha contra Stalin. Nin también fue representante del trotskismo en España hasta 1935 y después líder del Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM) con Joaquín Maurín. De su figura política destacaría que se trata, seguramente, del marxista intelectualmente más preparado de la España de entonces. Es una persona con una obra teórica importante, que tradujo los clásicos rusos -Chejov, Dostoievsky, Tolstoi o Turgueniev- al castellano y al catalán de forma modélica. Asimismo es el traductor por excelencia de Trotsky y de Lenin, como han reconocido incluso sus adversarios políticos. El Partido Comunista nace en España como un proyecto de unificar a la clase trabajadora, en el que se superen las diferencias surgidas durante la I Internacional. Nin y Maurín son quienes mejor representan esta idea de «puente» y de lo que podía haber sido el PCE. Realizan un planteamiento de «frente único» que tienda «puentes» con los socialistas y los comunistas, e intente llegar a una entidad superior.
-¿Qué resaltarías de Joaquín Maurín, otro líder del Bloque Obrero y Campesino (BOC) y del Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM)?
Quizá no tenga teóricamente el mismo nivel que Nin, pero responde más a los problemas concretos, de hecho, es un organizador nato. El POUM es en ese sentido obra de Maurín. De los dos partidos que integraron el POUM, el BOC contaba con cinco mil militantes y la Izquierda Comunista de Nin con cerca de mil.
-¿Qué representó el POUM en una coyuntura tan conflictiva como la de los años 30?
El POUM representó lo mejor de las tradiciones obreras, el sindicalismo revolucionario y el marxismo, incluso de los planteamientos más críticos con la burocracia. El POUM es el partido que pone el énfasis en la «alianza obrera» y en que ha de ser la misma clase trabajadora -de todos los partidos y tendencias- la responsable de hacer la revolución. Se plantea además un gobierno que represente la democracia obrera y que reconozca los derechos de las naciones, la reforma agraria y la separación entre la iglesia y el estado. Estas propuestas se hacen extensibles a la crítica de la Unión Soviética en la época de Stalin.
-El POUM hizo compatibles el marxismo y la defensa de la «cuestión nacional»…
Tenían un planteamiento leninista. Tanto Nin como Maurín son deudores de Lenin, que es el teórico marxista más relevante en este ámbito. Sectores vinculados a Macià, a Estat Català pero también a Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) se pasaron al POUM, ya que, sin abandonar las propuestas del nacionalismo catalán, entienden que es a la clase obrera a quien corresponde resolver la «cuestión nacional». Consideran que el movimiento obrero -la III Internacional- ha asumido el derecho a la autodeterminación de las naciones. Gente como Josep Rovira o Jordi Arquer, figuras tal vez menores respecto a Nin o Maurín, poseen un nivel teórico y militante muy destacado. Proceden del nacionalismo catalán, incluso del independentismo, y son marxistas…
-En el libro «Retratos poumistas» (Ed. Espuela de plata) escribes también sobre militantes de este partido, a veces desconocidos…
Con quienes tuve una relación más personal fue con Juan Andrade y con su compañera María Teresa García Banús. Ella fue una de las mujeres comunistas más preparadas de su época, y si aparece en un segundo rango es porque las traducciones las firmaba su marido, aunque también las hiciera ella. Formaban una pareja increíble. Mantuvieron una relación apasionante de amor-odio con Trotsky. Destacaría asimismo a Eduardo Mauricio, un trotskista extremeño que estuvo en la guerra y la resistencia. En Llerena y otras zonas de la provincia de Badajoz la organización alcanzó más de 500 afiliados, lo que suponía la mitad de la izquierda comunista. A Eduardo Mauricio lo conocí en París en los años 60 y 70. En libro aparecen personajes como Benjamín Péret, sectores del surrealismo y otros. En el POUM hay muchas capas, y personajes con biografías más grandes que la vida, como dicen en el cine.
-Sin embargo, se ha dicho que el POUM fue un partido fundamentalmente de cuadros universitarios y con una escasa implantación.
No es cierto. El Bloque Obrero y Campesino (BOC) y el POUM eran en 1935 el principal partido obrero de Cataluña si exceptuamos a la CNT. Era mucho mayor que el PSUC, partido que empezó a cobrar fuerza a partir de 1937. El POUM fue una organización obrera con algunos sectores intelectuales, pero que también eran militantes, como Julián Gorkin, un personaje muy controvertido y uno de los fundadores del Partido Comunista además de escritor y traductor que se relacionó con Blasco Ibáñez y Romain Rolland. Además, en este partido la gente se quejaba cuando dirigentes como Maurín hablaban más tiempo que los demás. Había un margen y libertad para las tendencias muy amplio. Las bases procedían del sindicalismo revolucionario, de la CNT, sobre todo en Asturias y Cataluña. Por ejemplo los hermanos Rebull. Josep Rebull fue uno de los organizadores de la huelga en la empresa eléctrica «la Canadiense», en 1919. El partido experimentó un auge importante en 1935-36, que se cortó con la guerra civil. Donde los fascistas ganaron allí el POUM desapareció.
-Señalas que Nin y Maurín fueron dos de los principales arquitectos de las «Alianzas Obreras» (1933-35). ¿En qué consistieron?
Se siguieron los esquemas de Trotsky en relación con Alemania, es decir, la constitución de un frente obrero contra el fascismo. En Alemania resultó un desastre porque se pelearon socialistas y comunistas, de lo que se aprovechó Hitler. Nin y Maurín adaptan esta idea al estado español, son prácticamente los artífices, con el apoyo de Largo Caballero y Santiago Carrillo, el sector «trentista» de Pestaña y Peiró, y el Partido Comunista que se apuntó a última hora.
-También destacas que Andreu Nin no se presentó a las elecciones de febrero de 1936 en las listas del Frente Popular por el veto del Partido Comunista, aunque a partir de diciembre de 1936 fue conseller de Justicia en el gobierno de Cataluña. Maurín fue un diputado muy activo del Frente Popular. ¿Era compatible esta presencia institucional con las colectivizaciones?
El protagonismo en las colectivizaciones lo tuvo la CNT, que era el sindicato mayoritario, pero la gente del POUM participó en el proceso. Además Nin y otros militantes poumistas estuvieron en la CNT. También tengo que decir que la FAI les intentó hacer la vida imposible en Cataluña, ya que consideraban que los marxistas no tenían derecho a estar en la CNT. Había una guerra no muy noble para expulsarlos de este sindicato. De hecho, hay una «luna de miel» entre la CNT y la Revolución Rusa que termina con la represión de los marineros de la guarnición de Kronstadt.
-¿Cómo definirías la relación del POUM con el trotskismo y con Trotsky?
El concepto de «trotskista» es equívoco. Se utilizó desde el año 1905 para definir las ideas particulares de Trotsky, pero se dejó de hablar a partir de 1917 ya que estas ideas pasaron a formar parte de un todo, con las de la III Internacional y el Partido Bolchevique. El «Trotskismo» lo inventan Stalin y en menor grado otros como Zinóviev y Bujarin; ellos se consideran los verdaderos leninistas, y oponen Lenin a Trotsky. El calificativo de «trotskista» lo utilizó en aquella época la dirección del PCUS para distinguir las disidencias políticas de izquierda, tanto en este partido como en el ámbito internacional. Por ejemplo, «trotskista» era considerado el Independent Labour Party en el que militaba Orwell, cuando realmente se trataba de un partido socialista de izquierdas radicalizado. Nin participa de las ideas de Trotsky, pero también simpatizaba Maurín, aunque con diferencias. En resumen, Trotsky representó en cierto modo las tradiciones revolucionarias de la II y III Internacional. Y Stalin tachaba de «trotskista» a todo el que fuera «antiestalinista». Otra cuestión es las diferencias que estas personas tuvieran con Trotsky; y también Trotsky decía en ocasiones cosas contradictorias.
-¿Cómo caracterizarías las relaciones entre el POUM y el PSUC-PCE?
Empiezan a torcerse después de los Procesos de Moscú (1936-38). Los dos llevan en sus siglas la «u» de «unificados». El objetivo era que hubiera un solo partido marxista (unificado) en Cataluña, y que éste ocupara el lugar del PSOE. Hasta finales de 1936 hay cartas de Carrillo y Comorera dirigidas al POUM en las que se hablaba de continuar las discusiones para realizar la unificación. Pero es a partir de los Procesos de Moscú cuando la cosa cambia, cuando Stalin afirma que el «trotskismo» ha dejado de constituir una corriente del movimiento obrero para convertirse en una panda de bandidos y la «quinta columna». Ahora bien, los cambios no se producen tanto por parte del PSUC como de los agentes soviéticos que se encontraban ya en Barcelona. El Partido Comunista y el PSUC siguen la línea represiva marcada, aunque a regañadientes. Después todo se extravía. «Trotskista» sería todo el que se saliera, disidente, del PSUC, incluso los antiguos «estalinistas» que rompieron con el partido después de los pactos nazi-soviéticos.
-¿Queda alguna duda sobre la muerte de Andreu Nin?
Todo está definitivamente claro. A Nin lo mataron los soviéticos. Se intentó lograr una confesión, una declaración de «culpa», como ocurrió con Zinóviev en los Procesos de Moscú. Sin embargo Nin no aceptó y lo torturaron, lo despellejaron. Un comunista recién llegado, César Falcón, que dirigía el periódico «Frente Rojo», dio la cobertura mediática a la campaña contra el POUM. En este periódico se aseguraba que Andreu Nin se reunía con Franco y Trotsky con Hitler. El Partido Comunista siguió la campaña promovida por Moscú pero sin implicarse, de hecho, no hubo ningún dirigente comunista en los procesos contra el POUM en Barcelona. Por el contrario, dirigentes de la CNT y del PSOE dieron su apoyo al Partido Obrero de Unificación Marxista.
-¿En qué punto se halla la memoria histórica sobre esta organización política?
En 2013, cuando se cumplía el aniversario del asesinato de Nin, el Parlament de Cataluña convocó un pleno con la presencia de las formaciones de izquierda: PSC, ERC, ICV-EUiA, CUP y los sindicatos CCOO, UGT y CGT, así como los partidos marxistas minoritarios. Al acto asistieron antiguos militantes del POUM, también todo el espectro de herederos del PSUC. Con matices, todos los participantes convinieron en que Andreu Nin fue un gran revolucionario, aunque se pudiera equivocar en cuestiones concretas; lo que se hizo con Nin se ha de calificar como ignominia y un ejemplo de sectarismo anticomunista. Esto ya nadie lo cuestiona. Actualmente no hay ningún dirigente del PCE ni partido representativo de la izquierda que ponga reparos al crimen.
-¿Por qué los historiadores han dado tanta relevancia a los hechos de mayo de 1937? ¿Qué representó el combate en torno al edificio barcelonés de la Telefónica?
En mayo de 1937 terminó una época histórica. Es el momento en que se pone fin al proceso revolucionario iniciado con la Primera Guerra Mundial y la Revolución Rusa. Se trató de un movimiento muy amplio y en el que participaron todas las corrientes obreras. El epílogo de todo ello es mayo de 1937. En la Segunda Guerra Mundial la alternativa ya se plantea entre socialdemócratas y comunistas, de hecho, las minorías revolucionarias habían desaparecido completamente. Lo que sucedió en aquella fecha es que hubo una derecha republicana -el gobierno y los estalinistas- que pretendían acabar con los sectores revolucionarios, es decir, la CNT y la gente en la calle, que fueron quienes pararon al franquismo, los que desarrollaron las colectivizaciones y los que convirtieron la República en «social». Pero todo este proceso se fue después «normalizando», se dio un retroceso y se acabó persiguiendo a las minorías revolucionarias.
-¿Incluirías a ERC dentro de este gobierno de «derecha republicana»? ¿Cómo definirías la relación entre ERC y el POUM?
ERC quiso reprimir al POUM para que dejara de molestar, pero no pretendía matar a nadie. Cuando comienzan las persecuciones, Companys se puso al lado del POUM. De entrada, ERC está en contra de que la CNT y el POUM realicen colectivizaciones; su objetivo es que la situación se «normalice», porque se trata de un partido «pequeñoburgués». Pero, insisto, no está de acuerdo en que se les haga desaparecer, además, hay muchas amistades de por medio. En la época en que el POUM estaba ilegalizado (1937-38), Companys lo recibía en la Generalitat. Había también un concejal de POUM en el Ayuntamiento de Barcelona y nadie lo «tocó».
-¿Y en cuanto a la relación con el PSOE?
Lo que afirmaban Prieto, Fernando de los Ríos y Besteiro es que no se podía romper con los soviéticos porque proporcionaban las armas, pero las persecuciones y crímenes contra miembros del POUM fueron una canallada. Venían a considerar que los poumistas estaban equivocados, aunque se trataba de gente honrada. En los «procesos» contra el POUM Largo Caballero y Araquistáin declararon que habían sido compañeros de esta organización toda la vida.
-Por último, ¿fueron «compañeros de viaje» los militantes anarcosindicalistas?
La CNT y el POUM ponen las barricadas y realizan las colectivizaciones conjuntamente. Pero a mi juicio la CNT tiene un punto sectario, que radica en afirmar que ellos marcan la pauta. El sindicato anarquista no entra en la batalla que se da entre el PSUC y el POUM, pero se dan cuenta de que no sólo se va contra esta organización, sino también contra la misma CNT; y toman partido entonces a favor del POUM, incluso protegen a sus militantes. Los poumistas que se hallan en los regimientos están protegidos en las zonas controladas por los anarquistas. Por el contrario, donde estaban las Brigadas Internacionales no podían entrar. En el caso de las «Mujeres Libres» anarquistas y las del POUM hay un proceso paralelo de toma de conciencia: sobre el rol de la mujer, su función en el hogar o en la política. Hay también ejemplos de amistad. Cuando se produce la persecución de las mujeres poumistas, son las compañeras de «Mujeres Libres» las que las llevan a su casa y las protegen.
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