Francisco Báez, ex trabajador de Uralita en Sevilla, inició en los años 70 del pasado siglo la lucha contra este industria de la muerte desde las filas del sindicato de CCOO. Ha dedicado más de 40 años a la investigación sobre el amianto. Paco Puche, otro luchador imprescindible, reseñó su obra (escrito editado en las […]
Francisco Báez, ex trabajador de Uralita en Sevilla, inició en los años 70 del pasado siglo la lucha contra este industria de la muerte desde las filas del sindicato de CCOO. Ha dedicado más de 40 años a la investigación sobre el amianto. Paco Puche, otro luchador imprescindible, reseñó su obra (escrito editado en las páginas de Rebelión.org).
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Estábamos en el 2.7. Antes de ello, una nota que usted me ha enviado. «Con la presencia e intervención del amigo Ángel Cárcoba, hoy se ha celebrado: http://www.diariodeleon.es/noticias/leon/peligros-amianto-salud-debate-foro-usa-abre-nuevo-horizonte-formacion-estudiantes-leon_961938.html«. ¿Ha podido acudir? ¿Qué sabe de ese encuentro?
No he podido acudir, y no sé nada en particular sobre ese encuentro. Conociendo al interviniente, entrañable amigo, luchador contra el amianto y por la salud laboral, desde hace muchos años, y colaborador en la creación de mi libro, no me cabe la menor duda sobre el interés del evento.
A hora recuerdo: «Con la colaboración de Ángel Cárcoba Alonso» figura en la portada de su libro. Me escribió también el otro día nuestro amigo común Paco Puche. Me hablaba del «cálculo aproximado de las víctimas del amianto en España y en el mundo, la magnitud aproximada del dolor y de la indignación del genocidio (el mayor de la historia provocado por la industria de los siglo XX y XXI)». No le pregunto sobre el futuro, pero sí sobre el pasado. ¿Tiene usted alguna cifra razonable y fundamentada sobre el número de personas que han fallecido en España a causa del amianto? ¿Hay registros fiables de todo ello?
Mírese el contenido de una reciente noticia, cuyo enlace facilito seguidamente: http://www.eldiario.es/catalunya/trabajo/problema-laboral-Espana-oficialmente-afectados_0_364313923.html
Como podrá comprobar, el propio titular («El amianto: un grave problema de salud laboral del que España ignora oficialmente el número de afectados»), ya estaría respondiendo a sus interrogantes. Estimaciones hay muchas, y dispares; tradicionalmente, las procedentes de fuentes sindicales suelen ser las más altas.
¿Y cuánto de altas son las más altas?
Debe de dar siempre por seguro que cuando yo no cito un dato concreto, prefiriendo que, cual un badajo, penda difuso de la campana de una imprecisión, es siempre por muy buenos motivos. Si las fuentes, en no pocas ocasiones, no dejan claro si se están refiriendo a afectados, o meramente a expuestos; si, según se nos tiene informado a través de comunicación personal, las estimaciones del amigo Puche triplicarían a las obtenidas por el equipo del también amigo doctor Menéndez -basadas, a su vez, en datos oficiales-, etc., etc., comprenderá usted que yo sea remiso a concretar.
Lo comprendo.
Además, sin todas las fuentes a la vista, de memoria, ¿puedo estar seguro de que realmente le estoy dando esa estimación más alta, que me demanda usted?… ¿estaré seguro de no estar dejando atrás, por olvido, otra que realmente lo supere?… Si, en cualquiera de los casos, estaríamos hablando de decenas de miles de muertos, ¿no es eso suficientemente escandaloso?… ¿qué «aceite de colza adulterado» se le puede comparar?
Ninguno. Me da, nos da, toda una lección metodológica de prudencia. Pasamos al apartado 2.7 del libro si le parece. Su título: «En tiempos recientes». Habla usted en ella de una carta de septiembre de 2008 dirigida al primer Ministro de Canadá, una carta firmada por 167 científicos. ¿Qué pretendían con esa carta? ¿Ha quedado huellas de todo ello?
Pretendían que Canadá cesase en la extracción y exportación de su crisotilo. Actualmente ya no se extrae ni exporta, pero no podemos inferir que haya sido a causa principal o exclusiva de dicha carta colectiva, porque las circunstancias particulares del cese no permiten, razonablemente, esa lectura de los acontecimientos.
¿Circunstancias particulares del cese? ¿Qué circunstancias?
Me refiero al hecho de que lo que determinó el cierre de la única mina que permanecía operativa, nada tuvo que ver, en un principio, con lo demandado en la susodicha carta.
La explotación a cielo abierto, estaba ya al término de una extracción que, para poder ser continuada, tenía que serlo ya en galerías subterráneas que habría que excavar. Eso requería de una cuantiosa inversión, por lo que la ampliación subterránea se había quedado paralizada, a falta de recursos económicos. Se la emprendió, en su momento, en la confianza de que «papá Estado» vendría al rescate, pero para aprobar la co-financiación entre los gobiernos local y federal, se impuso la condición previa de que, en un plazo definido, se contase ya con suficiente financiación privada para poder atender al total de la inversión requerida, y ahí fue su talón de Aquiles, cuando el principal grupo inversor se echó atrás, a la vista de las críticas surgidas.
El plazo previsto se cumplió, y nadie más estuvo ya interesado en invertir. Nada que ver, en todo ello, con ninguna suerte de escrúpulos. Mero «olfato» inversor, preocupado por la seguridad… de lo que se planteaba invertir, no por la seguridad de los seres humanos.
¿Por qué cree usted que los sucesivos gobiernos, liberales y conservadores, sin distinción entre ellos en este asunto, se han mantenido firmes en la política del uso seguro del crisotilo? ¿Tan al servicio están de las corporaciones del sector?
Tan al servicio, hasta allí donde la espalda pierde su casto nombre, como para dedicarse directamente sus embajadas, incluida la de Madrid, a tratar de captar a destacados sindicalistas, a base de ofrecimientos -gratis total-, de viajes a Canadá, para ganarlos para la causa del supuesto «uso seguro y controlado del amianto crisotilo». En mi poder obran cartas originales, que así lo acreditan.
¿Y por quién están firmadas esas «cartas originales»? ¿Por el embajador, por alguna autoridad canadiense?
Efectivamente, así es, pero aquí lo más relevante sería poder conocer la identidad del destinatario, y decir eso no lo debo de hacer, por no contar con su autorización. Hay que entender, que siempre puede haber malintencionados, interesados en querer darle la vuelta a lo que fue realmente lo acontecido.
Tomo pie en usted: 19 millones de dólares canadienses lleva gastados el gobierno para promover el amianto en el resto del mundo. ¿El gobierno o las corporaciones? ¿No hay voces críticas entre los partidos gubernamentales?
Me ratifico en todo lo que llevo manifestado al respecto, en coincidencia con otras muchas voces, mucho más autorizadas que la mía. Ha habido, efectivamente, cierto grado de contestación política, y de ahí ha venido, en definitiva, el relevo en el gobierno local de Quebec, que a la postre ha permitido el cierre de la única mina que restaba abierta, y que se proyectaba ampliar, con una cuantiosa inversión, en parte gubernamental, para hacer subterránea una extracción, que hasta entonces sólo se había realizado en superficie.
Le cito de nuevo: «Ocultamiento, primero, y desinformación después, son los sempiternos ingredientes de la abyecta conducta de la industria del amianto». ¿Sigue siendo así en su opinión? ¿En todas partes sin excepción?
Sigue siendo así, y de ello existen permanentes evidencias. La excepción a que usted alude como posible, preguntándome por ella, vendría a estar representada, en todo caso, por aquellas empresas que se decidieron a efectuar la substitución del amianto, y que ahora, por razones puramente de competencia comercial, se apuntan, con entusiasmo, al bando prohibicionista, y a despecho de un imborrable pasado, en el que dijeron «blanco», donde ahora dicen «negro».
Es decir, en su opinión, no ha habido ninguna conversión sincera -la economía al servicio de la humanidad- sino simple e interesada reconversión industrial -el viejo negocio ya no es rentable, apostemos por otro.
No le quepa la menor duda. En cualquier caso, bienvenido sea ese cambio.
Leslie Thomas Stayner y Trevor Ogden, usted los cita en el libro, ¿no son dos buenos ejemplos de la ciencia crítica?
Efectivamente, así es, y en ello, afortunadamente, no están solos. Es evidente que la inmensa mayoría de los investigadores son científicamente honestos, y llegado el caso, igualmente se distanciarían ostensiblemente de todo intento de manipulación de su labor científica respectiva.
¿Y por qué cree usted que algunos científicos son más bien sumisos y otros, en cambio, la inmensa mayoría según acaba de decir, insumisos o cuanto menos críticos no serviles?
Pues por lo de siempre; porque la diversidad humana es tan amplia (quizás como característica de supervivencia, favorecida por la evolución de la especie), que tiene que haber de todo.
Por cierto, habla usted del Banco Mundial. ¿Cuál es su posición en este asunto? Dice usted que en un documento de mayo de 2009, el BM apuntaba que el «amianto no debía ser utilizado en las nuevas construcciones». ¡No está mal tratándose del BM! ¿UN toque humanista de esta entidad financiera poco dada a la generosidad desinteresada?
Sea lo que sea, bienvenido, y más vale tarde que nunca.
Habla también de Michael Ignatieff. ¿Qué tal, qué posiciones mantiene el que fue, no sé si sigue siendo, el responsable del Partido Liberal de Canadá?
Para mi concepto, Ignatieff representa al clásico político «veleta», cuyo posicionamiento se replantea continuamente, en función de hacia dónde «sopla el viento» de la opinión pública, en contraposición con las presiones del lobby de turno, en esta ocasión el del crisotilo. En el caso concreto del amianto, su momentáneo pronunciamiento en contra de mantener el sostén gubernamental a la minería del asbesto, tuvo un impacto decisivo, determinante de la retirada del principal inversor chino interesado en el proyecto, haciendo abortar a toda la operación; el relevo en el gobierno local quebequés, hizo el resto.
Cambio de tercio. ¿Cómo se entiende, por ejemplo, que el límite máximo de exposición en el puesto de trabajo sea de 0,01 fibras por mililitro en el caso de Países Bajos, Alemania, Suiza y creo que en Francia y que sea 10 -¡diez!- veces superior en el caso de USA y Reino Unido? ¿De 1 a 10? ¿Cómo se come esa diferencia? Canadá, por otra parte, tiene una legislación mucho más permisiva aún.
Estas divergencias abismales, lo que ponen de manifiesto, es el carácter sumamente convencional de tales límites, que en muchas ocasiones han estado condicionados meramente por la conveniencia económica de quienes hayan de ajustarse a su efectivo cumplimiento, en cada nación. Son, en todos los casos, fruto de un forzado equilibrio entre presiones contrapuestas. Para un cancerígeno que genera mesoteliomas, no hay límite que valga. El único amianto seguro, es el amianto no inhalado.
Habla usted de un documental titulado «Canadian Broadcasting Corporation». ¿Lo ha visto usted? ¿Qué le parece? ¿De qué trata?
No recuerdo haberlo visto, pero sí he tenido conocimiento de su existencia, a través de la nutrida presencia de reseñas, presentes en Internet. Como ejemplo, que el lector puede usar con múltiple provecho, facilito la siguiente:
Kathleen Ruff, «How the asbestos industry used McGill University scientists to promote its interests». Asbestos Symposium, Copenhagen – December 12, 2014 http://www.bispebjerghospital.dk/NR/rdonlyres/840C4673-C0AD-4F9C-BF7B-DAC3DF166274/0/Kathleen_Ruff_asbestsymposium_121214.pdf
Por cierto, ¿y el documental del Col.lectiu Ronda sobre los trabajadores de Rocalla, la fábrica de Castelldefels?
Se refiere usted al accesible mediante el enlace: https://www.youtube.com/watch?v=ZTWxxQq-r4Y&feature=youtu.be
Efectivamente, a ese documental me refiero.
Mejor que yo lo pondere muy favorablemente, será preferible que sean los lectores los que directamente se puedan formar una opinión sobre el mismo, visionándolo a través del referido enlace, ¿no le parece?
Me parece. Yo mismo lo estoy usando en mis clases de «Economía e Iniciativa emprendedora», entre alumnos de ciclos formativos de grado medio y superior, como ejemplo destacado de economía antihumanista. Prosigo: ¿hay movimientos críticos en Asia? ¿En qué países?
Los hay, tanto allí la prohibición está ya consolidada, como, sobre todo, donde no lo está. En la India, en Indonesia, en Tailandia, en Filipinas, etc.
Vuelvo a Canadá. ¿La exposición al amianto es la principal causa de muerte de los trabajadores de ese país? Si es así, ¿cómo es que no hay revuelta democrática en contra de esa barbaridad? ¿Son desalmados los gobiernos canadienses?
Es la principal causa de muerte, por enfermedad laboral. El daño ya está hecho; las protestas actuales, en ningún caso van a revertir la situación. Y sí, han sido absolutamente desalmados; no tienen, ni la más mínima excusa. Pero en ello han estado acompañados por otra mucha más gente, igualmente desalmada.
Afirma usted: «el consenso científico es que no hay ningún nivel seguro de exposición al amianto crisotilo». ¿No hay dudas, no hay controversias en este punto? ¿No hay voces que niegan ese consenso? Me expreso con energía: la afirmación del uso responsable del amianto crisotilo sería entonces una patraña.
La ausencia de ese nivel seguro es una evidencia empírica. Quienes han contraído un mesotelioma, siempre lo han hecho a través de exposiciones que invariablemente estaban por debajo del límite de turno, cada vez más abatido, sin que en ninguna de esas oportunidades haya servido para evitarlo. El pretendido uso responsable del crisotilo, es, efectivamente, una inmensa patraña.
¿Cuál es actualmente la posición de la OMS en este tema? ¿Detener el uso de todos los tipos de amianto? ¿Desamiantar en condiciones adecuadas?
La posición de OMS, afortunadamente, es cada vez más clara y contundente en esta cuestión. Extrapolando a futuro, y en línea con el posicionamiento del Parlamento Europeo, todo lo que menciona en su pregunta está, efectivamente, contemplado.
¿México es el patio trasero usamericano en este ámbito?
Rotundamente, sí. Lo cual no obsta, como es lógico, para que en esa nación, de tan entrañable evocación para los españoles, por muchos y poderosos motivos, pues no exista también un vigoroso movimiento de rechazo al crisotilo, que se nuclea en torno a los expertos -médicos, principalmente-, que abanderan esa lucha, de momento algo quijotesca, y por tanto sublime, más que efectiva todavía.
Cita usted, al final del apartado que comentamos, a Bernard Lown: «Sólo aquellos que vean lo invisible, pueden hacer lo imposible». ¿Nos hace un comentario de texto para superar esta aparente contradicción?
Yo creo que no son precisas demasiadas explicaciones. Los visionarios racionales e instruidos, se anticipan a futuros consensos, que la sociedad en su conjunto, más remisa, sólo con posterioridad termina también por asumir.
Pasamos al apartado 2.8. Habla usted en él de España y lo inicia con una cita de San Agustín nada menos.
La cita tiene su sal, porque nos muestra cómo los rumores sobre supuestas propiedades fantásticas, a partir de una base real, construyen todo un cúmulo de sandeces. Esta es la cita: «Una piedra de la Arcadia es llamada amianto, porque, una vez encendida, no se puede apagarla de nuevo…» (San Agustín, obispo de Hipona, en La Ciudad de Dios, 21,5).
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