Ni presupuestos, ni diálogo, ni negociación, sino elecciones el próximo 28 de abril en medio del juicio del Procés . El fracaso de las cuentas españolas son el punto y final a una mayoría de la moción de censura que ya es historia. La crónica de una muerte anunciada de una legislatura en la que […]
Ni presupuestos, ni diálogo, ni negociación, sino elecciones el próximo 28 de abril en medio del juicio del Procés . El fracaso de las cuentas españolas son el punto y final a una mayoría de la moción de censura que ya es historia. La crónica de una muerte anunciada de una legislatura en la que Pedro Sánchez no ha abordado de forma decidida y valiente la resolución política de la cuestión catalana. Oportunidad perdida.
Los grupos independentistas trasladan el fracaso de los presupuestos y de la legislatura a la negativa y el miedo del gobierno español a avanzar más en el diálogo sobre la autodeterminación. La polémica por el relator, las acusaciones de traición a la patria, el bloqueo de las cuentas y las tensiones por el juicio han abocado a Sánchez a asumir que un adelanto electoral es el mejor de los escenarios posibles para sus intereses. Por un lado, para profundizar en el relato victimista ante el independentismo y para presentarse como el dique de contención frente a la derecha extrema y, por otra, para estar en mejores condiciones para controlar el partido y sus barones. Un nuevo capítulo del «Manual de resistencia» de un Sánchez que cree poder coger a pie cambiado a las derechas y, sobre todo, a un Podemos -en horas bajas- que es percibido como muleta del PSOE.
Que la izquierda tiene que movilizarse, en la calle y en las urnas, ante la amenaza de la extrema derecha es una evidencia. La batalla electoral en el centro-izquierda está servida y veremos si, en este escenario, Podemos y las confluencias son capaces de recuperar terreno o, al menos, resistir para plantear una alternativa creíble, desvinculada de uno de los puntales del régimen del 78; manteniendo -sin equidistancias- la bandera del referéndum de autodeterminación y de la plurinacionalidad del Estado. En cuanto a la derecha, al igual que en el laboratorio andaluz, tendremos una nueva disputa para ver quién lidera el bloque reaccionario y quién es más beligerante contra el independentismo. El PP de un extremista Casado y el partido naranja de un incendiario Rivera competirán con un Vox de Abascal que avanza en su cruzada nacional-catolicista, xenófoba y machista, utilizando como plataforma electoral la acusación popular en el juicio a los presos políticos catalanes.
Mientras tanto, el movimiento independentista ha recuperado la unidad de acción en la calle para denunciar el juicio político, pero continúa con su particular batalla sumergida para ver qué partido y relato hegemoniza el próximo periodo, donde el «cuanto peor mejor» no debería ser una opción. En este sentido, el sobiranismo catalán está supeditado a lo que pueda pasar en el momentum de la sentencia del juicio, y tiene que prepararse para los escenarios que vendrán, sea el del retorno al diálogo o el de afrontar un 155 extremo y una mayor represión.
La convocatoria de elecciones, donde la cuestión nacional será el eje central, abre escenarios inciertos y nuevas posibilidades de alianzas post electorales, donde el fantasma de un tripartito de la derecha con la extrema derecha recorre los pasillos del Congreso y del Palau de la Generalitat . Los nuevos comicios confirman, una vez más, que la gobernabilidad española está íntimamente ligada a la cuestión catalana, y que el problema catalán es un problema español, que solo se resolverá políticamente.
Jesús Gellida, politólogo e investigador social
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