«¿Qué más le tienen que hacer o demostrar a algunas de las pocas personas decentes que quedan en el PSOE para que decidan que ya es el momento de abandonar ese estercolero condenado a la insignificancia? ¿Qué más le tienen que hacer a sus votantes para que desistan de su incomprensible empeño? ¿Querrán tragarse sus […]
(Paco Bello)
Ya tenemos los tres candidatos que finalmente competirán en primarias para la Secretaría General del Partido «Socialista» «Obrero» Español en el próximo mes de mayo. El primero de ellos fue Patxi López, pero de él hay poco que hablar: representa una tercera vía entre los otros dos candidatos, aunque en el fondo sus postulados se acercan mucho más a los de Susana Díaz, y por tanto, son más de lo mismo. El segundo en presentar su candidatura fue Pedro Sánchez, el defenestrado ex Secretario General que fue obligado a dimitir ante las indecentes maniobras de la cúpula del partido, de sus barones, y de los poderes económicos y mediáticos que se encuentran detrás, porque comenzó a representar una postura incómoda para dichos intereses, en el sentido de querer «acercarse demasiado» a la izquierda. La opción que Pedro Sánchez representa es, sin duda, la más cercana a la militancia de base, que se rebeló ante dichas maniobras orquestales en la oscuridad del aparato del partido para quitarlo de en medio, y por ello mismo, mucho nos tememos que ese mismo aparato no vaya a permitir que su candidatura salga elegida vencedora, o si es así, ya se encargarán de volver a hacerle la vida imposible.
Y por fin, tenemos a la tercera y última candidata: Susana Díaz, la actual Presidenta de la Junta de Andalucía, gracias a un pacto con CIUDADANOS en nuestra Comunidad Autónoma, y con el desprecio permanente del que hace gala tanto a Izquierda Unida como a PODEMOS en Andalucía. No hay que ser un lince ibérico para entrever el perfil político de esta candidata: ella fue una de las artífices de la humillación sufrida por Pedro Sánchez, toda vez que la influencia de su grupo (andaluz) dentro del seno del PSOE es el que tiene y proyecta más poder. Fue una de las máximas partidarias de la postura de la abstención ante la investidura de Rajoy, que se llevó finalmente a término, para satisfacción del aparato del partido (que ahora lógicamente le presta todo su apoyo) y de los poderes económicos que se encuentran detrás. Ya lo expresó magníficamente Javier Gallego, cuando afirmó: «El PSOE es Teresa de Ávila. Voto sin votar en mí y digo sí aunque no quiero». ¿Qué representa, por tanto, la candidatura de Susana Díaz? Pues además de exponer mi punto de vista, voy a dejar que otros autores lo definan, que seguramente lo han hecho mejor que yo. Por ejemplo, en palabras de Antonio Antón: «La diferenciación del PSOE con la derecha y los poderes económicos, a veces áspera, es retórica. Aspira, fundamentalmente, al recambio de élites gubernamentales, la clásica alternancia. Se formula como aspiración a ser un partido «ganador» frente al PP, pero carece de proyecto alternativo. Expresa un interés corporativo, la añoranza del bipartidismo con la neutralización del cambio, con un oscurecimiento del contenido del proyecto y su compromiso con las capas populares».
Efectivamente, Susana Díaz representa la vuelta del PSOE de siempre, es decir, del PSOE estafador hacia las clases populares. Su discurso hueco y vacío sólo estimula las ansias de los barones territoriales de volver a ganar al PP, pero para continuar manteniendo una hegemonía que ya creían perdida. De hecho, todos los líderes que expresamente han mostrado su apoyo a la candidata andaluza (José Luis Rodríguez Zapatero, Felipe González, José Bono, Emiliano García-Page, Javier Lambán, Guillermo Fernández Vara, Alfonso Guerra, Alfredo Pérez Rubalcaba, Eduardo Madina, etc.) han invocado a la necesidad de «ganar» del PSOE, y a cómo Susana Díaz representa justamente el mejor instrumento para alcanzar dicho objetivo. Se basan lógicamente en su victoria electoral frente al PP en Andalucía, y lo único que pretenden es extrapolar dicha victoria en las próximas Elecciones Generales. Nada más. No se plantean (nunca lo han hecho) un proyecto realmente alternativo, de izquierdas, que sea capaz de revertir las políticas ejecutadas no sólo por el PP, sino también por ellos mismos durante décadas de gobiernos bipartidistas. Su objetivo no es ése. Su modelo de partido y su línea ideológica queda intacta, pretenden continuar siendo aquél partido del régimen del 78 que apuntala la Constitución, y garantiza la hegemonía de los poderes fácticos que se encuentran detrás de ella. Así de simple.
Invocan constantemente a la amplia historia de este partido, sin mencionar no sólo que esa historia fue definitivamente truncada desde el famoso Congreso de Suresnes en 1974, sino que, como afirma Floren Dimas, del Colectivo ANEMOI de militares republicanos: «La traición va en el ADN del PSOE: 1923, colaboración activa con la dictadura de Primo de Rivera; 1939, traicionando a la República y favoreciendo a Franco, y 2016, poniendo a Rajoy y al PP en el Gobierno de España, en contra de la voluntad de sus afiliados y de sus votantes». La historia del PSOE es una historia de continuas traiciones. De hecho, ahora se esfuerzan en el Congreso de los Diputados por mostrarse como una fuerza política alternativa al PP, pero la verdad es que en la mayoría de asuntos están de acuerdo con ellos, y votan en el mismo sentido (tratados de libre comercio, pacto antiyihadista, negativa al referéndum catalán, estabilidad presupuestaria, reducción del déficit público, privatización de servicios públicos, reducción de derechos laborales, y un largo etcétera que necesitaría varios artículos más). En el Parlamento Europeo es donde mejor se observa este fenómeno, pues en más de un 70% de los casos, el PP y el PSOE coinciden en el sentido de su votación. El PSOE de la candidata Susana Díaz es justamente este partido. Es el partido del continuo engaño a la ciudadanía, de la continua estafa a sus votantes y simpatizantes, de la traición a su militancia de base. Un PSOE que debería ser superado en aras a un saneamiento político de nuestra sociedad.
Un fragmento de una reciente Declaración de Socialismo 21 lo explicaba en los siguientes términos: «La dirección actual del PSOE ha renunciado a la oposición, ha traicionado a sus votantes y ha asumido, con la excusa de desbloquear la situación política, el objetivo de facilitar la imposición de los nuevos recortes que exige el Eurogrupo y la Comisión Europea, pagando el alto precio de dejar que la conducción del país siga en manos del PP». Esto es exactamente lo que ha pasado, y ahora querrán vendernos, como siempre, que ellos representan «la alternativa». ¿Es que nos quieren hacer creer que estando ellos en el Gobierno abandonarían los preceptos de la «austeridad», derogarían las reformas laborales, crearían un polo de banca pública, revertirían todos los recortes llevados a cabo, volverían a potenciar la educación pública, derogarían los Acuerdos con la Santa Sede, permitirían el referéndum catalán, romperían con la OTAN, potenciarían el empleo público, apostarían por las energías renovables, desarrollarían una política ecologista, implementarían una renta básica, o blindarían todos los servicios públicos, que son sólo algunas de las cosas que necesitamos? ¿Pretenden que nos creamos esto? No creo que llegue a tanto la ingenuidad de miles de votantes, que ya se habrán dado cuenta por dónde van los tiros. El PSOE de Susana Díaz jamás estará dispuesto a llevar a cabo todas estas transformaciones fundamentales en nuestro modelo productivo y de reparto y distribución de la riqueza, simplemente porque el PSOE de Susana Díaz se debe a las élites minoritarias que gobiernan sin presentarse a las elecciones, a esa élite social poderosa que está detrás de los grandes poderes económicos y mediáticos que nos dirigen.
El PSOE de Susana Díaz es parte fundamental de esa trama que realmente gobierna el país, que está impregnada de corrupción hasta las cejas, pero que continúan decidiendo y organizando el indecente cotarro donde estamos inmersos. Manolo Monereo es quizá uno de los mejores referentes de la izquierda que ha logrado explicarlo mejor. Retomo sus palabras: «Hay algo que debemos tener claro: igual que los poderes fácticos han sido capaces de destituir a Pedro Sánchez, van a intentar levantar de nuevo al PSOE. La trama política, económica y mediática que ha trabajado contra la dirección del PSOE, ahora dedicará todo tipo de medios para impedir que Unidos Podemos se convierta en la oposición real a la derecha y a las políticas de derechas». La opción de Susana Díaz es la de un aparato desgastado y nefasto, pero que aún conserva mucho poder, y que intentará por todos los medios no sólo que su candidata sea la ganadora de las primarias, sino que además gane las próximas Elecciones Generales volviendo a «recuperar la ilusión» de su militancia, recurso emocional al que aluden para continuar traicionando e impidiendo a las auténticas opciones de izquierda que puedan gobernar en este país. Mientras, los piropos y ánimos a la andaluza «tocada por los dioses del socialismo» (en expresión de Javier Lambán que ya desarrollamos en este otro artículo) se continúan sucediendo. Pero su tarea para recuperar la credibilidad del PSOE será baldía. El electorado de izquierdas ya ha comprendido que este partido no representará nunca una opción creíble de progreso social, sino que continuará desempeñando el mismo papel adjudicado desde la Transición, que no es otro que el de una fuerza política pensada para atraer el voto de las clases populares, para a continuación desarrollar políticas que vayan en sentido contrario a sus intereses, y así continuar beneficiando a los de siempre. Poco recorrido le auguramos a la candidata oficialista Susana Díaz. Aún menos a su partido.
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