Nuestra amiga Beatriz Talegón vuelve a salir a la palestra. Pocos días después de que el PP iniciara su campaña de propaganda contra los movimientos sociales con una serie de vídeos -que copian la estética 15M- y concluyen con el eslogan «juntos salimos«, la otra pata del régimen, el PSOE, vuelve a sacar a su […]
Nuestra amiga Beatriz Talegón vuelve a salir a la palestra. Pocos días después de que el PP iniciara su campaña de propaganda contra los movimientos sociales con una serie de vídeos -que copian la estética 15M- y concluyen con el eslogan «juntos salimos«, la otra pata del régimen, el PSOE, vuelve a sacar a su muy sumisa cachorra «rebelde». En un tuit, afirmaba la joven socialista que «el 15M debilita la democracia» (lo que ella entiende por democracia, es decir la representación política) y que «detrás del 15M está seguramente la derecha». Es hermosa la coherencia, incluso en el delirio. Tal vez, sobre todo en el delirio, pues el delirio cierra el paso a la siempre incongruente realidad mediante oponiéndole un discurso cerrado. Talegón, al igual que los propagandistas del PP tiene una cosa clara: que lo real es lo representable. Discípulos de Hobbes -y en cierto modo también de Berkeley- consideran que ser es ser representado. Así, la democracia se «debilita» o se «pone en peligro» cuando la población actúa políticamente en lugar de delegar el monopolio de la actuación política a los representantes. La democracia de ellos no tiene absolutamente nada que ver con el pueblo y el demos sino con el poder constituido a través de la representación. Es una democracia absolutista, una democracia Leviatán, la que permitió hasta anteayer mismo participar en la Internacional Socialista de la Srta. Talegón a partidos como el de Ben Ali o el de Mubarak, por no hablar de la AD venezolana del siniestro Carlos Andrés Pérez, responsable de miles de muertes durante el caracazo.
Todo en esta representación tiene algo de teatral. Para Beatriz Talegón «detrás del 15M» está la derecha. Los motivos de indignación de la mayoría social ante el desastre ocasionado por las políticas neoliberales del PSOE son, por consiguiente, falsos y manipulados. Según Talegón, la población tenía que haberse dirigido para resolver sus problemas a los mismos que los causaban en vez de salir a la calle y denunciar a los dos partidos del régimen como agentes de la catástrofe social. Según esta ideología absolutista y representativista, no hay más realidad que la del tingladillo teatral del parlamento y del juego autista de los partidos. Siempre que algo pasa es porque el «Otro» mueve los hilos por detrás. Si alguien protesta contra la políticas neoliberales del PSOE es porque lo engaña la derecha. Si alguien se queja de las políticas igualmente neoliberales del PP, lo hace impulsado por el PSOE. La población, las distintas singularidades que componemos la multitud, carecemos de vida propia, de deseo, de pensamiento, sólo somos en cuanto representados y nunca actuamos sino en función del juego de espejos de la izquierda y la derecha de la representación, de la izquierda de la derecha y la derecha de la derecha, como diría el Subcomandante Marcos.
El régimen, por mucho que intente ahora recuperar terreno deseperadamente mediante campañas de propaganda, ha sido ya desalojado de las calles. La Srta. Talegón pudo comprobarlo personalmente y Doña Esperanza Aguirre sueña despierta cuando afirma que sacará a la calle a su gente a defender los recortes. Les queda el espacio de la representación y del espectáculo, esto es un resorte fundamental en la producción de obediencia. Si los movimientos sociales contra la dictadura deudocrática quieren tener capacidad de ruptura no deben despreciar esa esfera y afirmar autosatisfechos que la realidad somos nosotros y «ellos» viven en el ensueño. Este es el error garrafal que impide hoy a la mayoría social que ya existe contra la deuda, los desahucios, etc. cambiar la situación política y social que causa el actual desastre. No basta saber la verdad, no basta saber que se vive en la realidad para que las cosas cambien; también es necesario intervenir eficazmente en el ámbito de la producción de las pasiones, el ámbito donde el poder fabrica nuestra obediencia. Ese ámbito que produce ilusiones no es ilusorio sino perfectamente material: existe y produce efectos. Es indispensable que las posiciones de los movimientos sociales se expresen en los medios e incluso en el parlamento para que las cosas cambien. En términos «leninistas» podríamos decir que está planteada la cuestión del «Partido», la cuestión de la organización del movimiento social en la esfera de la representación. No se trata de «representar» a los movimientos sociales como pretenden los dos partidos gemelos del régimen y sus apéndices, sino de abrirse paso en la esfera de la representación y del espectáculo con dos fines: 1) bloquear la producción de tristeza e impotencia en que se basa la obediencia al régimen y 2) fomentar desde la esfera de la representación y del espectáculo las pasiones alegres necesarias para fortalecer la actuación política de las mayorías sociales.
Para esto es necesario un «partido» de nuevo tipo, adaptado a la nueva composición de clase. Hoy nadie está dispuesto a aceptar un partido de vanguardia, guardián de una doctrina e ilustrador de las masas. Hoy no hay masas, sino singularidades. Las masas corresponden a la realidad de clase del proletariado fordista, sometido en la producción a un mando y una dirección y cuyas formas de organización replicaban esta realidad social. Hoy el trabajo precario, flexible, cognitivo, afectivo, socialmente difuso que caracteriza al postfordismo no se adapta en absoluto a esos esquemas. No acepta mando ni lecciones, pero aspira a expresarse en todas las esferas. La izquierda tradicional tarda en incorporar esta nueva lógica, pero los movimientos lo están haciendo por ella. En Cataluña, las CUP han dado ya un paso importante en este sentido. En Madrid, la AUPA de Alcorcón y otras iniciativas se ponen en pie. Necesitamos este tipo de instrumentos así como campañas de información e imagen mucho más amplias para desalojar al régimen de ese espacio clave que es el de la producción de la obediencia. Naturalmente, esto debe hacerse sin caer en la tentación -tan habitual en el caso de las izquierdas- de ocupar ese mismo espacio y utilizarlo para crear un poder propio. La presencia de una fuerza democrática transformadora en los aparatos de Estado debe ser un poderoso instrumento de devolución de la capacidad de decidir a los individuos reales y a los movimientos sociales donde intervienen, no una nueva forma de representación.
Blog del autor: http://iohannesmaurus.blogspot.com
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