Durante una de las ocasiones en las que Marcos Ana (1920) fue torturado en la Dirección General de Seguridad, los policías que se encargaban de la ignominiosa tarea, cargados de ira y de odio, le preguntaron: ‘¿Por qué luchas?’ El poeta, henchido de dignidad, respondió: ‘Lucho por una sociedad en la que nadie le pueda […]
Durante una de las ocasiones en las que Marcos Ana (1920) fue torturado en la Dirección General de Seguridad, los policías que se encargaban de la ignominiosa tarea, cargados de ira y de odio, le preguntaron: ‘¿Por qué luchas?’ El poeta, henchido de dignidad, respondió: ‘Lucho por una sociedad en la que nadie le pueda hacer a usted lo que usted me está haciendo a mí’. Con sus 94 años, Marcos Ana es una de las personas que pone voz a la lucha contra el fascismo. Condenado a muerte por el franquismo, estuvo 23 años en la cárcel, siendo el preso político que más años pasó encerrado durante la dictadura. La semana pasada, el poeta salió a la calle para celebrar la abdicación del rey y reclamar la llegada de la República. Esa sería su venganza: ver triunfar los ideales por los que luchó desde joven.
¿Le sorprendió la abdicación?
Un poco, pero en realidad ya se barruntaba que algo iba a pasar. Ellos sabían que algo tenían que hacer, y lo que ha pasado es que ahora la Monarquía se queda coja y los monárquicos se agarran a Felipe VI como a un clavo ardiendo.
¿Ve más cerca la III República?
Ese es un vaticinio un poco difícil de hacer. Yo creo que la veremos, antes o después. Estamos viviendo una disyuntiva muy difícil de sortear. El sentimiento republicano se ha hecho muy visible de repente. Antes, el tema de la República se dejaba para los republicanos solo, pero ahora es algo muy visible, la gente habla de ello en los bares… Esta mañana, por ejemplo, he ido a desayunar a un bar cerca de casa y me uní a una charla que mantenían unas personas sobre el tema. Lo mismo en el gimnasio, al que voy todos los días. Creo, por tanto, que es una coyuntura muy favorable. Lo que debemos hacer es saber utilizarla y aprovecharla bien. Lo importante es que todo tiene que salir de nosotros mismos, debemos calentar las plazas, las calles, hacer más visible este sentimiento, porque de nada sirve que tú y yo lo sintamos y tengamos el corazón republicano, hay que visibilizarlo. Estamos en un momento muy propicio. Lo explica por ejemplo el caso de Pablo Iglesias, que demuestra que la gente ya no es como antes, que pasaba de estos asuntos, ahora comienza a hacer suyo lo nuestro.
¿Quiere que vuelva la del 31?
Los tiempos cambian y las necesidades son otras, pero la República como institución la queremos como aquella, sí, y enriquecida por las experiencias de nuestro tiempo. Tú ahora vas a las manifestaciones y todo el mundo está ya hablando de la III República.
¿Cómo definiría la figura del rey Juan Carlos?
Muy mal. Habría que recurrir a un milagro de la genética política para admitir que una criatura de Franco nació con vocación democrática. Luego ha hecho sus piruetas para ofrecer una imagen distinta, pero fue un heredero directo de Franco. Y Felipe VI, pues lo veremos… Yo creo que, a pesar de todo, al menos es joven, parece ser que se ha movido mucho en estos últimos tiempos, que es serio, pero ya veremos. Sin embargo, para nosotros lo importante sería que la disyuntiva República-Monarquía se rompiera y llegara la III República. Sobre todo porque la República no nos la arrancaron con votos, sino con armas, el 18 de julio. Por los votos se escogió la República del 31. Después, ellos recurrieron a los cuarteles, a las cárceles… Y empezaron a matar, en lugar de debatir la situación por medios políticos y lícitos. Yo me pasé 23 años en la cárcel, pero como siempre he dicho, ni en prisión ni fuera de ella lograron doblegarnos. Hasta en las cárceles teníamos organizada una vida democrática y revolucionaria.
Incluso dirigió un periódico en prisión.
Uno clandestino, sí. Empecé a dirigirlo después de que una noche pillaran a un muchacho leyéndolo y tras torturarlo, empezó a dar nombres de las personas que lo hacían. Decidí hacerme cargo de aquello e hice una declaración en la que decía que había sido idea mía. Para la Policía era una chulería, claro, porque había muchas más letras que la mía, pero yo debía hacerlo, porque sabía que si no la cadena de nombres podía aumentar. Era un chico joven, y no solo por eso, sino porque no estaba lo suficientemente formado…
Podía seguir delatando.
Claro.
Entonces tenían un periódico en prisión. Ahora parece que faltan incluso fuera, que la gran mayoría se dedican a lavar la imagen de la Monarquía.
Los medios están en las manos de quien están, de la derecha, de los de siempre, los que tienen el poder. Pero de todas maneras, algo hay. Al menos ahora ya podemos hablar abiertamente de Monarquía y República.
¿Pensaba ver el día en que por fin se hablara abiertamente de ello?
Sí, yo siempre he sido muy optimista, muy positivo. Tenía plena confianza en nuestras ideas, lo que sucede es que a veces no nos damos cuentas y creemos que las medidas humanas son iguales que las medidas de la Historia. Humanamente pensamos que en el plazo que estamos viviendo podían producirse grandes revoluciones, pero no es posible. La historia se toma su tiempo, tiene que madurar. Es más, nosotros somos los que debemos madurarla, con pequeñas y grandes luchas. Pero yo creo que ahora hemos roto muchos muros, el camino es más específico. Confío en eso. Yo me relaciono mucho con la juventud y me doy cuenta de que hay un espíritu nuevo. Cuando la Policía nos echó de una manifestación en Sol, hace tiempo, dejamos un cartel que decía: ‘No nos vamos, nos trasladamos a tu conciencia’. A veces nos dejamos llevar por la impaciencia revolucionaria, sin saber que primero hay que crear las condiciones para ello.
Tenemos mucha ansia por cambiar las cosas.
Está bien que haya ansia, pero que no complique la marcha, que la facilite.
¿Qué opina de la posibilidad de realizar un referéndum popular, ya que desde el Gobierno no se impulsará?
Hay que hacerlo, y además cuenta. En la calle es donde está lo popular. Debemos seguir luchando, sabiendo además que ellos tienen sus recursos y los van a poner en marcha. Y el capitalismo es peligrosísimo, porque aunque utilizan unas ideas liberales, siempre tienen entreabierta la puerta del fascismo, y cuando no pueden dominar con sus políticas…
Se ha visto en Europa, por ejemplo en Francia.
Es un peligro permanente. Pero aquí estamos bien. Yo voy a muchas asambleas, institutos… Y veo interés, por ejemplo, en muchachos de 14 años, que te preguntan qué pasa, qué hay que hacer… Hay una rebeldía innata en ellos.
¿Cree que puede haber llegado el momento de que las fuerzas de izquierda hablen de un frente amplio?
Si las fuerzas estuvieran de acuerdo, sería interesante, pero hay muchos inconvenientes. Por ejemplo, los socialistas no estarían de acuerdo. Hay que ir paso a paso. Debemos abrir el camino para crear la posibilidad de ese frente amplio, y estamos en ese periodo. Lo veo en los jóvenes, insisto. A mí todos los días me viene a ver algún nieto de los fusilados, porque saben que he estado en la cárcel y quieren saber si he conocido a sus abuelos. Y a todos no los conocí, pero a muchos sí. Y les digo: ‘Tu abuelo era un ejemplo de lucha y de conciencia, y yo quiero que sigas su ejemplo y te hagas merecedor de su recuerdo’.
¿Se mancha el recuerdo de nuestros abuelos cuando se dice que el rey trajo la democracia?
En gran medida, sí. Pero ya no solo hablando de política militante, sino desde el punto de vista social. Los datos dicen que hay más de 50.000 hogares que se sustentan con la pensión de los abuelos.
Después de tantos años en la cárcel, ¿siente rencor con la Monarquía, con los que continuaron con el régimen de Franco?
Nunca he tenido rencor, ni venganza en el sentido de venganza fría. La única venganza, para mí, es ver triunfar los ideales por los que hemos luchado. El rencor no sirve para nada, es como llevar un pedrusco en el bolsillo.
¿Conoció a Billy el Niño?
No personalmente, pero sé quién era. Era de mi época pero a mí no me tocó.
El Gobierno no quiere extraditarlo.
Habría que hacerlo. Existe una justicia universal que lo permite, que esté donde esté puede ser juzgado. Y en Argentina han puesto en marcha procedimientos para hacerlo.
¿Por qué no se quiere juzgar el franquismo en España?
Porque siempre ha gobernado el PP, también el PSOE, durante unos años, pero no han querido hacer nada. No ha habido ningún periodo de poder popular. Es inconcebible que en este país, que ha sufrido tanto, el PP siga llevándose las elecciones.
En la manifestación republicana que hubo tras la abdicación, un hombre que fue militante del Partido Comunista en la clandestinidad me decía que aquí ganaba la derecha porque el fascismo se encargó de eliminar a los que eran de izquierdas, matándolos o exiliándolos.
Miles y miles, fueron. ¿Tú sabes lo que era para mí y para otros compañeros, durante todos los años que hemos estado en la cárcel, despedirnos de 15, de 20, hasta de 85 compañeros cada madrugada porque iban a ser fusilados? Yo estaba en la galería de condenados a muerte y cada día tenía que dar abrazos postreros, conteniendo las lágrimas. Era tremendo. Y no solo eran fusilados, también había garrote vil, que no se dice tanto.
De hecho, hasta en 1974 se utilizó, cuando mataron a Salvador Puig-Antich.
Sí, el anarquista. Fue horrible lo que pasó con todos nosotros. No le cabe a nadie en la cabeza que una persona normal pueda pasar 23 años en prisión. Yo perdí toda mi juventud. Por suerte, nuestro sentido y nuestra dignidad fueron más fuertes que su ira.
¿Cómo mantiene uno su conciencia durante tantos años encerrado?
Lo haces porque estás contento de haber cumplido con tu deber, sabiendo que luchaste por unas ideas y seguirás haciéndolo. Eso conserva la juventud. Tú tienes la juventud de manera natural, pero uno se puede mantener joven manteniendo las ideas jóvenes. Yo tengo 94 años y tengo muchos compañeros que ahora están deprimidos, y que no quieren saber nada más ya. Yo nunca he pasado por eso, ni siquiera me afectaron los calabozos de la Dirección General de Seguridad. Se me pasa ahora por la cabeza una cosa que hacíamos en la cárcel. A la pena de muerte le llamábamos la Pepa, e hicimos un chotis: ‘Y es la Pepa una gachí / que está de moda en Madrid / y que tiene predilección por los rojillos / cuando viene esta mujer a la cárcel de Porlier / al más bravo se le anuda el solomillo’. Cantábamos esa canción al atardecer, cuando volvíamos a la galería. Los guardianes alucinaban.
La poesía también le ayudó.
La gran diferencia entre la poesía y la prosa es que un artículo es difícil que persista en el tiempo. Juega su papel pero es difícil que se vaya a repetir. La poesía sí lo hace, pasa de mano en mano, persiste. Yo nunca había escrito porque no tenía formación como escritor, pero en la cárcel comencé a hacerlo y eso me sirvió una vez salí en libertad.
En la cárcel comenzó a leer a Lorca, Quevedo…
Mucho fue en parte gracias a los maestros de escuela que había en la cárcel. Los maestros fueron el colectivo más represaliado, porque en los pueblos el maestro era la persona más instruida, más políticamente preparada.
Ahora también es de los colectivos más afectados.
Claro. Yo tengo una disposición de agosto del 36 que decía que la cultura es el veneno. Yo, en realidad, soy un privilegiado porque gracias a que mis poemas llegaron a muchos sitios, hasta Neruda habló de ellos, pude viajar por todo el mundo. El año 1962, uno después de ser liberado, lo dediqué a Europa; el 63, a América Latina. Participaba en actos enormes. En Luna Park, en Argentina, se reunieron 60.000 personas.
Estuvo en Chile y en Argentina, que después pasaron por una situación similar a la que se vivió aquí.
Cuando cayeron mis hermanos de América Latina, hice lo que pude… Sucede que el enemigo tiene 20.000 manos. Nos queda el orgullo de saber que los peores momentos los hemos pasado con dignidad. Nos hemos dejado muchas cosas por el camino, pero no las ideas. Como dejé escrito en un poema: ‘Me hirieron, me golpearon y hasta me dieron la muerte, pero jamás nos doblaron’. Esa es la dignidad.
Ahora que veo la foto que tiene del Che, como dice esa frase ya tópica: mejor vivir de pie…
Eso ya lo había dicho Dolores Ibarruri. Yo tuve la suerte de conocer al Che, un tipo estupendo. Era un hombre muy tierno pero muy duro al mismo tiempo. Yo estaba en Chile y me dieron un homenaje. Habían llevado comida y en un momento la gente que estaba en la presidencia conmigo comenzó a hablar… Acababa de llegar el Che. Se acercó y mirando a la comida dijo: ‘¿Esto qué es?’ ‘Es un homenaje que le estamos haciendo a Marcos Ana’, le respondieron, y soltó: ‘A Marcos Ana se le hace un homenaje político así que retirad todo esto inmediatamente’. Luego él vino a mí y me dijo: ‘Te habrá parecido una exageración pero esto que había aquí no lo come la gente en Santiago de Chile y los comunistas tenemos que ser sencillos y ecuánimes’.
¿Volvió a verle?
Sí. Hay, además, una especie de poesía en prosa que dice: ‘Cuando Marcos Ana salió de la cárcel llevaba en su macuto el Canto General de Pablo Neruda; cuando el Che Guevara murió en Bolivia llevaba en su macuto los poemas que Marcos Ana escribió en la cárcel’.
¿Era verdad?
Era verdad.
Está presente en casi todas las manifestaciones y participó en el 15M. ¿Cómo ve el movimiento ahora?
Sigue en pie.
¿Qué les diría a aquellas personas que dicen que murió?
Que vean las luchas que se hacen. Qué se va a morir el 15M, qué va. Lo que pasa es que los que piensan así son los que están cansados, marginados… A ellos va dirigido el último libro que escribí, Vale la pena luchar. Porque hay gente que ha sido luchadora pero con el tiempo piensa que ya no vale la pena seguir. No es verdad. Las cosas cambian, siempre están cambiando.
¿Cómo se combate la apatía?
Pensando en los demás. Yo tengo como consigna vivir para los demás. Es la mejor manera de vivir para uno mismo. Eso te da fuerza. Eso y aprender a ser feliz en la felicidad de los otros, el no hacer de tu pellejo el perímetro del mundo. Te da fuerza saber que estás luchando por otros.