En niños que viven cerca de lugares donde se fumiga con glifosato y otros plaguicidas se constataron daños genéticos, que podrían conducir a enfermedades como la leucemia y que ya estarían ocasionando síntomas como broncoespasmo y hemorragias nasales. La investigación -publicada en la revista de la Sociedad Argentina de Pediatría- fue hecha por la Universidad […]
En niños que viven cerca de lugares donde se fumiga con glifosato y otros plaguicidas se constataron daños genéticos, que podrían conducir a enfermedades como la leucemia y que ya estarían ocasionando síntomas como broncoespasmo y hemorragias nasales. La investigación -publicada en la revista de la Sociedad Argentina de Pediatría- fue hecha por la Universidad Nacional de Río Cuarto, Córdoba: en una muestra de chicos de Marcos Juárez, ciudad cordobesa «rodeada por cultivos», se registró casi un 55 por ciento más de anomalías que en nenes no expuestos a plaguicidas. Las alteraciones genéticas son más en los chicos que viven a menos de 500 metros de las fumigaciones (límite permitido por la ordenanza local) pero se detectan aun en chicos que viven a más de un kilómetro. Los resultados del estudio -en sintonía con estudios anteriores con trabajadores rurales- plantean varias cuestiones urgentes: a) la distancia de seguridad para agrotóxicos en zonas pobladas no se estaría cumpliendo; b) aun si se cumpliera, resultaría insuficiente, ya que se detectó daño aumentado en niños residentes a más de 1.000 metros de las aplicaciones; c) el pronto reconocimiento del problema permitiría encarar los problemas de salud de los niños ya afectados, ya que, según advierten los investigadores, los daños registrados «todavía pueden revertirse».
La investigación fue publicada en Archivos Argentinos de Pediatría, firmada por Delia Aiassa, Nora Gorla, Álvaro Méndez, Fernando Mañas, Natalia Gentile y Natalí Bernardi, todos integrantes del grupo Genética y Mutagénesis Ambiental (GEMA), de la Universidad Nacional de Río Cuarto.
Los autores señalan que «no existen en Argentina estudios que analicen los efectos genotóxicos producidos en los niños por la exposición a sustancias químicas». El trabajo se propone examinar esos efectos para niños con exposición a plaguicidas por inhalación. El método utilizado es el «monitoreo genotoxicológico» que, a partir de células de la mucosa bucal, detecta daños genéticos y se viene aplicando en distintos países para poblaciones expuestas a agentes tóxicos.
Los investigadores estudiaron una muestra de 50 niños de Marcos Juárez, ciudad de 27.000 habitantes que «está rodeada por zonas cultivadas»; precisan que «los plaguicidas más utilizados en la zona son el glifosato, en sus diferentes formulaciones líquidas o granuladas, y los insecticidas cipermetrina y clorpirifós en formulaciones líquidas».
Las edades de los chicos de la muestra iban de cuatro a 14 años, con una media de nueve. Del total, 27 residían a menos de 500 metros de los lugares de aplicación de plaguicidas y 23 vivían a más de 500 metros (la ley provincial 9164 prohíbe la aplicación a menos de 500 metros de plantas urbanas). También tomaron, como grupo de control, 25 niños de la ciudad de Río Cuarto, residentes «por lo menos a 3.000 metros de áreas de pulverización con plaguicidas» y «considerados no expuestos». Así, el total de niños testeados fue de 75, 31 varones y 44 mujeres.
El ensayo se realizó en células de la mucosa bucal, obtenidas mediante hisopos estériles, como ya es habitual para análisis de ADN. Para cada niño se levantó «una historia clínica ambiental que interrogó sobre datos demográficos, tipo de exposición a plaguicidas, patologías, síntomas persistentes y estilo de vida».
Analizados los resultados, «se encontró una media de 5,20 micronúcleos (indicadores de daño genético) cada 1.000 células en las muestras de Marcos Juárez contra 3,36 cada 1.000 en las de Río Cuarto» (un 55 por ciento más). Particularmente en el muestro efectuado en marzo/abril -después de pulverizaciones continuas que duran de cuatro a seis meses-, el indicador de daño genético en niños de Marcos Juárez se eleva a 5,78 micronúcleos cada 1.000 células.
Y hay más. Los investigadores compararon el daño genético en chicos que viven hasta 500 metros de las aplicaciones con el daño en chicos que viven a hasta 1.095 metros, ya fuera del límite legal de seguridad, y encontraron que «la frecuencia de micronúcleos no muestra diferencias significativas» con los que viven más cerca: «Tratándose de una ciudad relativamente pequeña, este resultado pone de manifiesto que las fumigaciones podrían alcanzar, por vía aérea, a toda la localidad, y que la población se encuentra sometida a una exposición extremadamente alta y continua, dado que vive rodeada por los cultivos. Debería tomarse en cuenta este dato en el momento de establecer resguardos ambientales en localidades que se encuentren rodeadas de cultivos fumigados».
Los investigadores señalan que «el marcador utilizado detecta un nivel de daño que todavía es reversible», lo cual «permite tomar las medidas necesarias para disminuir o suprimir la exposición al agente tóxico y de ese modo disminuir o prevenir el riesgo de desarrollar neoplasias (cánceres) y otras alteraciones patológicas».
Otros estudios
«Los márgenes de seguridad para aplicación de agrotóxicos no se cumplen en Argentina y eso afecta a niños y a adultos», afirmó Mirta Borrás, de la Subcomisión Salud Infantil y Ambiente de la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP). Diversos trabajos científicos apuntan en la misma dirección.
La investigación «Población rural en riesgo genético por exposición crónica y reciente a plaguicidas» -por Daniela Ferré y otros investigadores del Conicet en la Universidad Juan Agustín Maza, de Mendoza- se realizó con trabajadores rurales de la localidad mendocina de Maipú: encontró «indicadores de daño genético biológicamente significativos respecto de los valores de referencia internacionales» e indicios de que «los efectos de un pico de exposición reciente no se distinguen de los que se presentan en un grupo expuesto continuamente por su trabajo».
El trabajo Evaluación bioquímica de trabajadores rurales expuestos a pesticidas, de María Simoniello y otros investigadores, publicado en la revista de la Fundación Medicina, también encontró niveles aumentados de marcadores patológicos y «daño en el ADN» en trabajadores rurales expuestos.
Síntomas persistentes
Entre los niños expuestos a plaguicidas en Marcos Juárez, «el 40 por ciento sufre algún tipo de afección persistente que se podría asociar a la exposición crónica a plaguicidas», según los investigadores de la Universidad de Río Cuarto. Los síntomas registrados son: «Estornudos repetidos, dificultad respiratoria, tos y/o broncoespasmo; nueve niños con síntomas respiratorios asociados a picazón o manchas en la piel y picazón o sangrado de nariz y dos niños con síntomas respiratorios asociados a lagrimeo, ardor o picazón de ojos y oídos. La persistencia de estos síntomas varía entre seis meses y todo el año». Los síntomas afectan también a niños que residen a más de 500 metros (supuesto límite fijado por ley) de los lugares de pulverización. En contraste, entre los niños del grupo de control, no expuestos a plaguicidas, «ninguno relata síntomas persistentes».
Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/ciencia/19-272043-2015-05-06.html