El Salvador mira muy de cerca al Protocolo de Kyoto, no porque esté obligado a reducir las emisiones de gases causantes del recalentamiento global, sino porque ha encontrado en ese acuerdo internacional una forma de conseguir beneficios económicos e inversiones para el desarrollo. El recurso que ofrece el tratado sobre cambio climático es el Mecanismo […]
El Salvador mira muy de cerca al Protocolo de Kyoto, no porque esté obligado a reducir las emisiones de gases causantes del recalentamiento global, sino porque ha encontrado en ese acuerdo internacional una forma de conseguir beneficios económicos e inversiones para el desarrollo.
El recurso que ofrece el tratado sobre cambio climático es el Mecanismo de Desarrollo Limpio (MDL), que permite a las naciones partes del Protocolo vender, en forma de cupones, la cuota excedente de emisiones de gases de efecto invernadero a aquellas que sobrepasan los niveles permitidos y que no los han reducido al límite requerido.
Este mecanismo incluye también la posibilidad de que los países ricos –únicos obligados por el tratado a reducir emisiones– realicen proyectos en naciones en desarrollo, dirigidos a plantar bosques o a financiar actividades que redunden en la disminución global de emisión de esos gases, como el dióxido de carbono, liberados en gran medida por la combustión de petróleo, carbón y gas.
La Compañía Azucarera Salvadoreña comenzó en 2002 a producir electricidad a partir de residuos de la caña de azúcar, y ésta es inyectada en la red general de energía. Esto sucede durante los cinco meses que dura la zafra.
Claudia Figueroa, jefa de medio ambiente de la empresa, informó que durante 2006 cambiaron los viejos molinos de caña por otros eléctricos más ahorradores. Gracias a sus resultados, se registraron en el MDL con una oferta de 89.000 bonos de carbono. Cada bono corresponde a una tonelada de gases no emitida, y cada uno se cotiza entre seis y 10 dólares. Japón ya se ha se ha interesado en comprarlos.
Además, la compañía importa etanol hidratado de Brasil y lo procesa para exportarlo a Estados Unidos como combustible limpio para el transporte. Para Figueroa, el etanol «es una opción de negocio con muchas posibilidades».
En virtud del Protocolo de Kyoto, las naciones industriales que lo ratificaron deben reducir sus emisiones de gases invernadero a volúmenes 5,2 por ciento inferiores a los de 1990, en el período 2008 – 2012.
Este instrumento se adoptó en 1997, pero no entró en vigor hasta 2005, cuando sumó las ratificaciones de 55 naciones industriales que suman 55 por ciento de las emisiones totales. Estados Unidos se ha negado a ratificarlo argumentando que va en detrimento de su economía.
Mauricio Ayala, coordinador de la división de desarrollo limpio de Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales, informó que El Salvador cuenta con otros dos proyectos inscritos en el marco del MDL.
El primero data de marzo. Se trata de recubrir y utilizar el vertedero de Nejapa, situado en el área metropolitana de San Salvador, para generar energía a partir del gas metano que de allí emana. Sólo entre 1999 y 2005 se depositaron allí 2,7 millones de toneladas de residuos sólidos.
La propuesta presentada calcula que mediante el aprovechamiento del metano se eliminarían 1,19 millones de toneladas de dióxido de carbono en siete años, se sustituirían 60.000 barriles de petróleo anualmente, se generarían puestos de trabajo, y el proyecto se convertiría en ejemplo para ejercicios similares en América Central. Esta iniciativa cuenta con el apoyo de la Agencia Canadiense para el Desarrollo Internacional.
El segundo proyecto en marcha se propone ampliar la planta geotérmica de Berlín, en el oriental departamento de Usulután, que fue inaugurada en 1992 para aprovechar los recursos calóricos contenidos en el interior de la tierra para la producción de electricidad.
Con esta ampliación se espera una reducción de cerca de 1,3 millones de toneladas de dióxido de carbono en los próximos siete años. La empresa privada La Geo es la responsable de la planta y cuenta para el proyecto con el apoyo de Holanda y de la Corporación Andina de Fomento.
De acuerdo con el Ministerio de Economía, 14,6 por ciento de la electricidad de El Salvador se genera en plantas geotérmicas, 38,9 por ciento a través de centrales hidroeléctricas y 46,5 por ciento con instalaciones térmicas, las más contaminantes porque se alimentan de combustibles fósiles.
Además, en El Salvador se están llevando a cabo otros proyectos piloto para el desarrollo de las energías renovables de la mano de la Alianza en Energía y Ambiente con Centroamérica (AEA), organización creada a iniciativa de la Cumbre Mundial de Desarrollo Sostenible en 2002.
«La energía es un factor de desarrollo, pues ninguna comunidad puede lograr lo segundo sin lo primero», afirmó María Eugenia Salaverría, representante en El Salvador de la AEA. «En el ámbito rural puede ser un alivio para la pobreza, ya que las fuentes renovables pueden tener fines productivos», agregó.
En agosto la AEA inauguró una bomba de agua que usa energía solar para abastecer a 300 familias de escasos recursos en la comunidad de Areneras, en el departamento sureño de Sonsonate.
La idea no es nueva. La empresa Tecnosolar, la única dedicada por completo a la energía emanada del sol, lleva años instalando el sistema de generación energético en las comunidades por encargo de diferentes organizaciones no gubernamentales.
El actual gobierno, presidido por Elías Antonio Saca de la derechista Alianza Republicana Nacionalista, pretende también extender la cobertura eléctrica en el área rural a través de la energía solar.
Datos oficiales calculan que cerca de 30 por ciento de la población carece de servicio eléctrico. El plan gubernamental comenzó en noviembre de 2005 en las comunidades de Las Flores y Cerro Alto, en Sonsonate, donde 70 familias reciben electricidad a través de células solares colocadas en sus viviendas.
Para que las instalaciones se mantengan en buen estado y crear un fondo de reparaciones, cada familia paga 3,50 dólares mensuales y consigue conectar dos o tres focos, una televisión en blanco y negro, una radio y, si el día es soleado, algún otro aparato de bajo consumo de energía.
Sin embargo, todavía no se han realizado las instalaciones necesarias para que alguna familia pueda utilizar la energía para fines productivos, como una nevera (heladera) para conservar y vender alimentos o una máquina de coser.
Pero en el área urbana salvadoreña, la energía solar está lejos de ser rentable. Arturo Solano, fundador de Tecnosolar, señaló que costaría entre 50.000 y 100.000 dólares una instalación que abasteciera a una vivienda de clase media alta con todas sus comodidades.
Solano aseguró que en El Salvador urge una nueva legislación que obligue a los distribuidores a comprar a buen precio la energía generada de una instalación solar particular situada, por ejemplo, en el tejado de una casa. Para Solano, «ahí está el negocio».