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El sanzismo impenitente

Fuentes: Rebelión

No creo, como afirmó recientemente Patxi Aranguren Martiarena en un excelente y trabajado artículo de opinión titulado La pirueta de Sanz, (Diario de Noticias 29/11/07) que este hombre, al que no se le reconoce estrategia política, sino más bien un quietismo complaciente aderezado con cierto pronto ribero; esté girando el rumbo político de su partido […]

No creo, como afirmó recientemente Patxi Aranguren Martiarena en un excelente y trabajado artículo de opinión titulado La pirueta de Sanz, (Diario de Noticias 29/11/07) que este hombre, al que no se le reconoce estrategia política, sino más bien un quietismo complaciente aderezado con cierto pronto ribero; esté girando el rumbo político de su partido para acercarse a los socialistas. No creo que Sanz sea prisionero del aval socialista. Esta es, básicamente, la tesis de Aranguren. A continuación resumo e interpreto, me tomo esa libertad, algunas de sus reflexiones de las cuales, en parte disiento. Dice el autor que la raquítica victoria de Sanz, posteriormente avalada y consentida por los socialistas ha tenido un precio y ese es la aceptación de una serie de concesiones, tal vez inconfesables, al enemigo. Ello se habría ratificado en el acuerdo de lealtad con Zapatero firmado el pasado día 17 de octubre y por el cual Sanz se ha instalado en un clima de aceptación del adversario. Y es que, Sanz hoy necesita reconocer al socialismo navarro como fuerza de cohesión social y política sin la cual no es posible gobernar esta comunidad desde la derecha que él preside. Pero más aún, el pacto con Zapatero pasaría por la renovación de UPN como nuevo partido provincialista foral e identitario de Navarra. Con ello Zapatero garantizaría una gobernabilidad, aun a costa de no gobernar en nombre del socialismo navarro. Así, esa perdida a corto plazo de la plaza navarra, sería una victoria a largo plazo para el socialismo navarro por cuanto éste se aliaría con un nuevo UPN reciclado y deshipotecado de la tutela del PP más reaccionario. Se cumpliría así lo expresado por Sanz cuando dice «es bueno que las relaciones institucionales primen sobre cuestiones de carácter partidario». Dicho lo cual, UPN y PSOE se necesitarían mutuamente, al menos temporalmente, para lanzar un nuevo proyecto de corte nacionalnavarrista al estilo de Convergencia y Unió. Un proyecto que superaría la lógica partidista para buscar un acuerdo permanente de gobernabilidad de Navarra más allá de los resultados electorales obtenidos por ambos. Por encima del bien y del mal. Eso garantizaría un proyecto de estabilidad alejado del reaccionarismo tardocarlista, actual filiación de UPN, y protegería al socialismo navarro de las amenazas secesionistas internas y externas. Esa es la apuesta socialista. Es decir, el actual sanzismo estaría abocado a una reconversión del navarrismo más reaccionario, aliado del PP, en clave nacionalista foral e identitario pero alejado de los provincialismos forales decimonónicos casposos, indigestos incluso para la propia derecha española. Sería un nacionalnavarrismo, por supuesto sin pretensiones secesionistas, de nuevo cuño identitario y renovado que aglutinase a la derecha y al sector más poderoso de la economía navarra representado por su gran burguesía y las clases medias altas y funcionariales incómodas o cansadas del actual proyecto sanzista. Un proyecto que oscureciese toda pretensión nacionalista ajena a la navarridad en estado puro. Por ahí vendría la renovación de UPN, por ahí vendría la reforma de la derecha navarra y por ahí los socialistas se dejarían seducir.

No comparto, y digo en parte, la trabajada y seductora tesis de Aranguren por los siguientes motivos: Creo que su análisis parte de un principio equivocado. Sanz no está haciendo ninguna penitencia por estar donde está. Porque no es Sanz el que necesita cambiar, ni el que tiene que hacer la pirueta; son los socialistas navarros los que están imitando a los Bordini. Y ya lo han empezado a hacer. Sanz no se siente seducido por el socialismo de ZP, ni mucho menos por el socialismo navarro. No siente su presión porque esa presión socialista se pudo hacer en su día y no se hizo, porque interesaba, y era más rentable una Navarra traicionada e insatisfecha que una Navarra gobernada por los socialistas. Y el precio que éstos ofrecieron por su renuncia fue la cabeza de Puras en una bandeja de plata. Y todo para ofrecer una imagen de moderación que frenase una hipotética fuga de votos en España en las próximas elecciones.

Sanz no busca un pacto. El va a lo suyo. A seguir en el poder a toda costa. Un pacto significa mirar a largo plazo. Y eso requiere que se den en el seno de la derecha española ciertas circunstancias. Como que Rajoy gane las elecciones. De momento, él solo se mira así mismo, como si estuviese anclado en el paleozoico político del tardocarlismo requeteforal y español. Porque no es un hombre de larga mirada. Él es sólo un populista que ha desarrollado el sanzismo a falta de un equipo conjuntado y donde el grupo que preside se rige a toque de corneta. UPN responde al caudillaje, al tirón bravío, a los valores que circunvalan a esta tierra por la derecha; aquellos que vibran en el forro de la entrepierna, y a poco más. Por eso me cuesta creer que Sanz esté cambiando.

Sanz no necesita acaramelarse con los socialistas, ni aún ofreciéndoles la aniquilación de la Transitoria Cuarta, a la cual le entrarían con ganas. Aunque digan lo contrario. Tampoco los necesita para perpetuarse, incluso si sigue tensando la vida política como lo ha hecho siempre. Incluso si aprieta más su mano derecha. Porque los socialistas se han desentendido de Navarra como escenario político. Porque no le van a poner ningún veto ni tampoco en ningún aprieto. Ni siquiera en los presupuestos. Su moción de censura fue un farol para calmar las conciencias. Porque los socialistas han abandonado toda opción de gobierno y de cambio en Navarra. Y esto lo sabe Sanz. Y se aprovecha y se aprovechará hasta que alguien diga basta. Lo que no sabemos es qué proyecto político de futuro tienen los socialistas en Navarra. A no ser que éste pase por girar hacia el centro y seducir a las bases de la derecha navarra. Ahí están sus cuatro ediles de Barañáin llamando a la puerta de UPN. Eso explicaría su parasitismo y su actual inmovilismo. Por tanto, creo más bien que la estrategia giratoria es de los socialistas. Pruebas: el bloqueo de la propuesta institucional de Ibarretxe, el adelanto del sumario 18/98, la acumulación de «pruebas» para ilegalizar de ANV y el abandono -tal vez explicable pero no justificable- de todo intento de recuperar la negociación con ETA. Y todo ello para evitar que el PP se encabrite más, reconquiste la calle al grito de ¡España se rompe ¡ y mine la escasa credibilidad socialista. Por eso los socialistas, capitaneados por los barones más derechizados de Ferraz, tratan de llevar el partido al centro social del electorado español. Hace tiempo que lo intentan. Porque ante el encabronamiento y la visceralidad a que ha sometido el PP a la sociedad, el PSOE busca el espacio de la moderación desideologizada de la derecha social menos alterada. El socialismo busca hoy centrar la sociedad convulsa que vivimos en un intento de insonorización de la realidad. Y su proyecto real, pese a las importantes leyes sociales, no es más que la reformulación de una socialdemócrata en bancarrota. Los socialistas españoles, y los navarros más derechizados, se conforman con una revolución pasiva, es decir con una modernización social que no contemple ni la reforma ni la modificación del statu quo de las clases dirigentes.

Son los socialistas los que necesitan a Sanz. Por eso no le empujan contra la pared. Pero no como líder de un proyecto de reconversión del foralismo más reaccionario en un partido nacionalnavarrista blindado por la derecha y por la izquierda, sino como socio oculto para crear un proyecto de estabilidad de centro que garantice beneficios e intereses a ambos. Un proyecto de futuro de gran calado bipartidista e inmovilista en el que no quepan más opciones. En el cual, el cambio posible solo sea un mal sueño. Y aquí sí que coincido con Aranguren. Porque está en juego la creación de un proyecto pannavarrista, inmovilista, quietista y sometido. Dicho más claramente, los socialistas quieren centrar Navarra y para eso se van a aprovechar de las bases electorales que ofrece la derecha más civilizada de UPN, sus propias bases más centradas y aquellas bases sociales y políticas menos ideologizadas del resto de panorama social. Ese es el futuro de esta tierra. Navarra seguirá siendo en el contexto estatal solo una base de operaciones. Un Guantánamo foral. Quizá un día, ni eso. Y es que ninguno de los dos partidos tiene intención de escuchar la voz de la ciudadanía. Porque quienes tienen posibilidad de girar la historia, son rehenes de otros proyectos que superan la propia realidad provincial.