No bastó con el amplio reportaje -¡unas doce páginas!- de El País sobre la Casa Real que, con el título «Todos los hombres del rey», apareció el domingo en el que el Duque palmesano comparecía ante el juzgado de Palma. No, no ha sido suficiente, a pesar de que algunos pies de foto del reportaje pasarán […]
No bastó con el amplio reportaje -¡unas doce páginas!- de El País sobre la Casa Real que, con el título «Todos los hombres del rey», apareció el domingo en el que el Duque palmesano comparecía ante el juzgado de Palma. No, no ha sido suficiente, a pesar de que algunos pies de foto del reportaje pasarán a la historia universal de la sumisión y el amarillismo. Uno ejemplo destacado: «En los primeros tiempos, la Zarzuela era un hogar casi normal; esa era la obsesión de doña Sofía», acompañando a una fotografía, fechada en 1969, de los entonces príncipes jugando al futbolín.
En el artículo de Jesús Rodríguez quedaba claro que «El único ‘señor’ de todo el entramado de La Zarzuela es el Rey. Aquí no hay número dos, ni siquiera el Príncipe, aunque maneje toda la información y participe en la toma de decisiones. Manda el Rey». No sólo eso: sus hombres conocen al Rey como «el jefe» y sus hijos -tomen nota los protectores de la familia española- como «el patrón». Por lo demás, JR asegura, tomando pie en las informaciones de un ex miembro de la Casa, que el Jefe-Patrón controla cada paso que se da en el palacio y que no es en absoluto un jefe complaciente: tiene un carácter temible. Nos lo imaginábamos.
No ha bastado, pues, con este reportaje adulador (y amenazador) hasta el vómito. El diario global, en su edición del domingo 4 de marzo de 2012 [1], nos obsequió con un editorial que llevaba por titulo: «El ‘caso Urdangarin’ y el futuro de la Monarquía». Ni el ABC en sus viejos tiempos de fundamentalismo monárquico.
Se recuerda de entrada en él, para nuestro vergüenza ciudadana, que el pasado día 27 de diciembre «una abrumadora mayoría de los diputados ovacionaba largamente al rey de España, que había acudido al Parlamento para inaugurar la X Legislatura». La abrumadora mayoría son, sabido es, los diputados del PP, PSOE, CiU y sistemas políticos afines. Los destacados representantes del régimen político español. En el diario global, desde luego, no se hablaba para nada del silencio atronador de los diputados de la oposición no entregada. El aplauso, prosigue el editorial, no sólo emocionó al Monarca sino que evidenció «el apoyo de los representantes de la soberanía nacional tanto a la figura del Rey como a la institución que encarna». Será entonces que el 15M lo ha dejado claro por activa y pasiva: NO NOS REPRESENTAN. Tienen razones, les sobran argumentos. Otro más.
El editorial de El País señala a continuación que todo ello sucedía en un momento en el que la imputación de diversos delitos al yernísimo «había merecido una fulminante reacción por parte de la Casa del Rey, que excluyó a Iñaki Urdangarin del protocolo de la misma, y provocado un explícito recordatorio por parte del Monarca de que absolutamente todos los ciudadanos son iguales ante la ley». Lo de fulminante es una forma laxa, muy laxa, de hablar: los desaguisados del marido de Cristina de Borbón son conocidos desde hace más de seis años y las medidas fulminantes de separación del yernísimo del protocolo de la Casa Real son mucho más recientes. En cuanto a la igualdad de los ciudadanos ante la ley, las propias instancias jurídicas del Régimen español han discutido la validez y generalidad del enunciado. La primera autoridad del Estado también intervino días incorporando matices.
Que el yerno del Rey, prosigue el editorial, responda ante la justicia por el manejo de sus negocios privados «demuestra que se encuentra tan sometido a los órganos jurisdiccionales como cualquier otro español». ¿Eso demuestra su comparecencia? ¿No será más bien que un juez les ha salido rana y que las dimensiones del entramado son inconmensurables, un escándalo nacional e internacional, y que esto último, sobre todo esto último, les pica un poco? A raíz de estos sucesos, prosigue el diario global, «algunos han pretendido que la familia real se encuentra cuestionada por la opinión pública, pese a que la ovación parlamentaria así lo desmiente». ¿La servil ovación parlamentaria demuestra que la institución antidemocráctica de la Monarquía borbónica no es cuestionada por la opinión pública española? ¿Qué teoría de la demostración maneja el editorialista de El País?
Otros, que no cita, pretenden alimentar un debate sobre la jefatura del Estado. El editorial asegura que ello «no es más que una contorsión intelectual y mediática que la sociedad española debe rechazar con toda contundencia». ¿Y por qué? Pus porque lo dice El País mando en plaza y porque «el Rey y su heredero encarnan la legitimidad constitucional de la Monarquía». ¿Eso es un argumento? ¿Aún no se han enterado los de El País que lo que muchos ciudadanos están, estamos, poniendo en cuestión es la legalidad constitucional de la Monarquía y la propia legalidad constitucional emanada de aquel pacto entre tanques, sotanas, poderes crematísticos y amenazas de todo orden? Los hechos imputables al yerno del Monarca, añade el editorial, «no tienen que ver con la forma de Estado que libremente fue asumida por los españoles durante la transición política». ¿Forma de Estado libremente asumida? ¿Hubo en España en algún momento algún referéndum en torno a la forma de Estado? ¿Cuándo fue? ¿Fue la aprobación en bloque de la Constitución de 1978, esa constitución que en el 56,3 declara que «La persona del Rey es inviolable y no está sujeta a responsabilidad», lo que El País llama elección libre de la forma de Estado?
Para el editorial «solo la frivolidad, el populismo y el amarillismo periodístico, o la mezcla de los tres, permiten confundir la crítica que merece el comportamiento no ejemplar de Iñaki Urdangarin con un debate sobre el futuro de la Monarquía». Una conducta presuntamente irregular del yerno del Rey para nada significa una crisis de legitimidad en la jefatura del Estado para El País. Si algo ha quedado claro, prosigue el editorial, «en la maraña del caso Nóos es que el Rey ordenó hace años a su yerno que dejara los negocios privados». Pues eso, precisamente eso, es lo que no está del todo claro: ¿no ha habido negocios en el palacio de Miravent? ¿No es Juan Carlos I patrón y jefe de todo lo que se gestiona en sus territorios y palacios? Ni lo que señala el editorial ni las prolongaciones empresariales del Duque que tomó la embajada española en Wahington por asalto como si se tratara de su -el de él y el de doña Cristina- palacete de ricachones de Pedralbes.
Por si no estuviera claro, el diario global nos regala esta pieza inigualable de infamia servil y peloteo monárquico, como en los tiempos de la vieja Restauración: «España no necesita de un debate artificial sobre la jefatura del Estado… Prácticamente nadie duda hoy -y ese nadie incluye a los más relevantes republicanos de nuestra historia reciente (¡por favor!)- que el Rey y la Corona han rendido y seguirán prestando servicios impagables a la libertad de nuestros ciudadanos, a la democracia española, a su construcción y desarrollo y a su prestigio e influencia en la escena internacional. Vivimos en un país complejo, con una estructura territorial que no acaba de asentarse, en el que es preciso potenciar la solidez, el equilibrio y el prestigio de las instituciones». Tratar de recusar nuestra forma de Estado, «al hilo de coyunturas como la que comentamos supone la impugnación del pacto en el que se fundaron las libertades tras la muerte del dictador». Pues, exacto, de eso se trata, de revisar aquel pacto surgido de una pistola en la sien del movimiento antifranquista y de la amenaza (no velada) de los tanques, que ha tenido además la experiencia de más treinta años jalonados de corruptelas de todo tipo en las cercanías de la sagrada Monarquía española.
Por último, el consejo, pelotilla incluida, del diario global: «nuestra Monarquía necesita modernizar sus pautas de funcionamiento, en las que la eficiente y arrolladora personalidad del Rey contrasta a veces con las rigideces y corsés, cuando no el oscurantismo, de quienes le adulan». Don Juan Carlos, señala El País en los compases finales, renunció en su día «a los poderes recibidos, devolvió la soberanía al pueblo español, impulsó el cambio hacia la democracia y la protegió y defendió de los golpistas».
Todo esto tiene un nombre acuñado en la historiografía reciente: revisionismo histórico.
PS: El País debe respirar tranquilo este lunes: el juez, incomprensiblemente, ha rechazado imputar a la Infanta Cristina en el ‘caso Nóos’ a pesar de ser copropietaria con su marido de Aizoon, una de las empresas de la trama. Para la Fiscalía no consta «indicio incriminatorio que vincule a la infanta con la actividad presuntamente ilícita desplegada por Urdangarin». Para la Fiscalía no existe «ningún indicio de que la infanta supiera de la actividad presuntamente ilícita de Urdangarin y de su ex socio Diego Torres para que el Instituto Nóos y Nóos Consultoria, empresa propiedad de ambos, se beneficiaran de contratos públicos». ¿Y eso cómo se come? ¿Vivía en Marte doña Cristina en aquellos días?
Nota:
[1] http://elpais.com/elpais/2012/03/03/opinion/1330804101_655612.html
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